Muchas revistas suelen incluir últimamente críticas contrapuestas de las películas más controvertidas. Supongo que la razón principal es contentar al mayor número de personas posibles y no perder lectores.
Pero no es esa la razón que nos mueve. En un alarde de interconectividad ofrecemos desde Fagiafilia y El lamento de Portnoy, criticas opuestas y complementarias (y posiblemente vicevérsicas) de la última obra maestra / bodrio infumable (táchese lo que no proceda) de Lars Von Trier: Antichrist
En contra: Antichrist en Fagiafilia
A favor:
Una pareja pierde en un trágico accidente a su hijo pequeño y deciden reencontrar la estabilidad y superar el dolor aislándose del mundo en una cabaña en el bosque. De repente empiezan a ocurrir fenómenos extraños… joder, creo que una película parecida la protagonizó Richard Gere.
Todo en Antichrist recuerda a otras películas: El argumento es de blockbuster, el prólogo parece un anuncio de colonia, algunas escenas ralentizadas a cortinillas televisivas o videoclips, y las influencias abrumadoras (tan evidentes que no puede dejar de dedicar finalmente la película a Tarkovski… además de la del director ruso, se pueden citar la de Bergman, Haneke, Takashi Miike, Kim Ki Duk…)
Pero hay que reconocer que Lars Von Trier siempre deja bien claro que su cine es muy personal. La película se inicia con su nombre. No con “Una película de…”, ni “Escrita y dirigida por…”, simplemente su nombre, Lars Von Trier, un gesto que puede ser calificado de arrogante o egocéntrico, pero que sienta las bases de una narración en la que el autor es el factor primordial. El artista (el buen artista) debe crear sin olvidar a los maestros que le han precedido, sin recurrir a la copia o al homenaje evidente. El buen artista debe crear A PARTIR de ellos.
Así Antichrist no es una película comercial de temática manida, no es una película de Bergman (como puede parecer en un principio) ni una de Tarkovski (como lo parece más adelante) ni una revisión de The Shinning, ni la reubicación de la perturbadora violencia oriental, ni un videoclip, ni un anuncio de colonias, ni un ensayo sobre el matriarcado prehelénico, ni un alarde de técnica cinematográfica. Es la visión personal y alejada de lo convencional que Trier puede construir cinematográficamente partiendo de ese bagaje. Es, también, la reconstrucción personal de Trier de un género cinematográfico, aunando influencias y tópicos, desmenuzándolos y aislándolos y dotándolos de una nueva fuerza narrativa y visual.
Me fascina, por horripilante, que la crítica seria cinematográfica lleve todo el verano ensalzando esa nadería de Pixar que es Up e ignorando, cuando no demoliendo, el arriesgado ejercicio de Trier. Pienso que Up y Antichrist son películas que parten del principio del homenaje y la fusión, que son, en su origen, similares, cada una de ellas repitiendo los tópicos y lugares comunes de sus respectivos géneros. Pero Up se nos vende como lo que no es, cuando en realidad no es más que una revisión conformista y sensiblera del género de aventuras familiar, y por ello sus autores son ensalzados y admirados. Por el contrario, Antichrist, una revisión arriesgada y perturbadora del género de terror se denigra principalmente por el carácter de su realizador. En pocas ocasiones (y creo que es relevante y sospechosamente tendencioso) he podido leer ataques más furibundos contra el autor de una obra que repasando las críticas de la película de Trier. En casi ninguna se mencionan su calidad formal ni se va más allá de lo que se cuenta. Se psicoanaliza a Trier, se destacan sus defectos como persona, se le tacha de megalomaníaco, egoísta y misógino, se le niega, por su personalidad (¿alguien conoce verdaderamente a Trier?), la capacidad de dirigir películas.
En realidad Antichrist produce verdadera incomodidad, incita a la reflexión, indaga en la concepción de la historia y en sus consecuencias sin ser concluyente, eleva el género de terror a la categoría de mitológico.
Uno de los elementos importantes de la película es el simbolismo que encierra. Todo puede leerse en clave mítica: Edén, la pérdida del hijo, el empeño del hombre en controlar la situación, el ciervo, el zorro y el cuervo, el matriarcado. Decía Robert Graves, siguiendo a James Frazer que no hay poesía válida si no está dirigida e inspirada por la Triple Diosa. Y se lee en La Rama Dorada de Fraser: “De igual modo, para devolver al anciano Jasón su perdida juventud, la maga Medea infundió en sus venas un cocimiento de hígado de ciervo longevo y la cabeza de un cuervo que había sobrevivido a nueve generaciones de hombres”.
Todo es consecuente en Trier.
Yo me niego a aceptar la visión simplista que acusa a Trier de misógino. Estamos ante uno de los directores contemporáneos más interesado en los personajes femeninos. Reducir el argumento a una posición sectaria personal del director no tiene demasiado sentido. Estamos ante todo ante un ataque o a una reconstrucción del género de terror empleando sus propios recursos tópicos. Tan espurio me parece decir que Trier es misógino como decir que todo director que ha abordado el tema del anticristo o del fin de los tiempos sea satánico o profundamente religioso según concluyan sus películas. Trier emplea el simbolismo en Antichrist para burlarse de los argumentos que el cine mainstream utiliza para concluir “coherentemente” sus películas. En realidad (Trier lo sabe, todos lo sabemos) los motivos y antecedentes que dan “coherencia narrativa” a una película de terror son superfluos. Lo que verdaderamente interesa es la sensación que crea sobre el espectador, el ambiente de desasosiego, la inquietud ante lo desconocido.
En ese sentido Trier con Antichrist logra plenamente y con total dominio y abrumadora maestría sus objetivos.