Convertido en escritor español por arte de birlibirloque o por el arte político de no haber sido demasiado invitado a Frankfurt, quiero tratar ciertas cuestiones relacionadas con el idioma que utilizo, cuestiones que creo que también pueden ser de interés de los que escriben en catalán. Como dije en un reciente boletín del Instituto Cervantes, está claro que la lengua española es la cuarta más hablada del mundo, detrás del chino, el inglés y el hindi, y que eso ha producido una indudable expansión del español. El propio Instituto Cervantes sabe mucho de eso, pues conoce el aumento espectacular del interés por aprender esa lengua, lo que no necesariamente va acompañado de una ampliación del horizonte cultural de los nuevos hispanohablantes, que muchas veces constituyen a lo sumo un contingente de lectores potenciales, susceptible, eso sí, de convertirse en público lector de nuestros libros de ficción.
Por lo general, se aprende español para tener acceso a trabajos remunerados que requieren el conocimiento de esa lengua. Nadie niega que se ven películas de Almodóvar y Amenábar y se tienen ligeras nociones sobre Buñuel, Dalí o Lorca. Pero, por lo demás, son unas minorías muy minoritarias las que conocen algo de la literatura española actual. Hubo una cierta curiosidad por esa literatura en los años ochenta, coincidiendo con la aparición de la llamada nueva narrativa española y la consolidación de la democracia en España. Sin embargo, recuerdo haber participado en esa época, por ejemplo, en la Feria de Frankfurt o en el Salón del Libro de París (dedicados ambos eventos a la nueva y joven literatura española de entonces, savia fresca para la vieja Europa) y haber visto muchos escaparates de librerías decorados con imágenes tópicas de toros y flamenco. Particularmente lamentable, dentro del lanzamiento de nuestra literatura en Frankfurt, fue el pabellón dedicado a la tortilla española, el más visitado, con una afluencia de público (se invitaba a tortilla de cebolla a quien quisiera) muy superior a la de los stands de libros. Eran entonces la gran mayoría de escritores españoles muy jóvenes y activos y nadie intuía que tardarían muy poco en apoltronarse y ser engullidos por la repentina necesidad de llevar una vida de correctos hombres de negocios. Hoy en día no queda casi nada de aquella narrativa que pudo impactar en Europa.
El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es su visibilidad internacional. En mi caso particular, creo o imagino que ese problema lo he roto de fuera hacia dentro, trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos crearon en los años ochenta. En vista de que no encajaba en esa narrativa nueva española (donde se jaleaba el casticismo y el rechazo de todo experimentalismo), opté por escribir una literatura no nacional española. Y así Portugal, Francia, México o Argentina se acercaron a mi obra mucho antes de que ésta fuera mínimamente aceptada por mis conciudadanos. Me inscribí en una tradición literaria híbrida en la que cabían el italo-germánico Claudio Magris y el anglo-alemán W. G. Sebald, franceses excéntricos como Perec y Roussel, mexicanos como Sergio Pitol, argentinos como Ricardo Piglia, César Aira o el inefable Borges, españoles como Juan Benet y Javier Marías.
Lo hablaba, el otro día, con José María Pozuelo Yvancos. El gran reto, hoy, de la literatura española (que es también, por supuesto, el de la catalana, precisamente en puertas de Frankfurt) consiste en situarse en el mundo. ¿Por qué no tenemos visibilidad internacional? La respuesta nos lleva a un elemento contradictorio: los hispanoamericanos más visibles son los que publican en editoriales españolas. En Estados Unidos entra con más fuerza un autor, por ejemplo, mexicano que un español (y si entra alguien español no es lo mejor de cada casa, sino un narrador de historias bañadas en kétchup, no aptas para lectores literarios europeos).
Hace tiempo que el celebérrimo boom dejó de tener la potencia de antaño, salvo en sus impresentables epígonos. Y sin embargo, a veces uno diría que nadie parece haberse dado cuenta de eso. Tenemos así el caso del chileno mexicano-catalán Roberto Bolaño, que dio, en la noble vertiente de Rayuela, un giro generacional a la herencia de García Márquez y sus novelas adláteres, pero no son tantos los que, a estas alturas del partido, parecen haberse dado cuenta en España de ese giro. Tal vez es significativo que, como todo parece indicar, Vargas Llosa, bastión clave del boom y modelo de solvente intelectual en activo, no haya dado señal alguna de haber registrado la evidente y fuerte irrupción (véase lo que está sucediendo en Estados Unidos) de Bolaño en el panorama de las letras mundiales.
Hay que romper esa invisibilidad. Mi experiencia personal me indica que he tenido que viajar a muy diversos países y padecer de cerca el desconocimiento de la literatura española en casi todas partes. Sólo cinco o seis nombres de escritores en lengua española -best sellers casuales aparte- son realmente conocidos por el público literario europeo. El referéndum más cruel lo pasan los escritores españoles en Hispanoamérica, donde, a diferencia de Europa, sólo dos o tres escritores -más bien los más alejados del tradicional realismo hispánico y de la prosa barroca que huele a tortilla de cebolla pasada por Frankfurt- interesan. Si comienzan por no interesar en Hispanoamérica, ¿cómo van a interesar al mundo? Los 101 escritores catalanes que acuden a Frankfurt podrían comenzar a tomar nota de esto, pues quizás les convenga no caer en el mismo pozo en el que han caído numerosos escritores españoles.
Por lo general, se aprende español para tener acceso a trabajos remunerados que requieren el conocimiento de esa lengua. Nadie niega que se ven películas de Almodóvar y Amenábar y se tienen ligeras nociones sobre Buñuel, Dalí o Lorca. Pero, por lo demás, son unas minorías muy minoritarias las que conocen algo de la literatura española actual. Hubo una cierta curiosidad por esa literatura en los años ochenta, coincidiendo con la aparición de la llamada nueva narrativa española y la consolidación de la democracia en España. Sin embargo, recuerdo haber participado en esa época, por ejemplo, en la Feria de Frankfurt o en el Salón del Libro de París (dedicados ambos eventos a la nueva y joven literatura española de entonces, savia fresca para la vieja Europa) y haber visto muchos escaparates de librerías decorados con imágenes tópicas de toros y flamenco. Particularmente lamentable, dentro del lanzamiento de nuestra literatura en Frankfurt, fue el pabellón dedicado a la tortilla española, el más visitado, con una afluencia de público (se invitaba a tortilla de cebolla a quien quisiera) muy superior a la de los stands de libros. Eran entonces la gran mayoría de escritores españoles muy jóvenes y activos y nadie intuía que tardarían muy poco en apoltronarse y ser engullidos por la repentina necesidad de llevar una vida de correctos hombres de negocios. Hoy en día no queda casi nada de aquella narrativa que pudo impactar en Europa.
El gran problema que tienen los escritores españoles de hoy es su visibilidad internacional. En mi caso particular, creo o imagino que ese problema lo he roto de fuera hacia dentro, trabajando contra el superficial canon nacional que algunos críticos crearon en los años ochenta. En vista de que no encajaba en esa narrativa nueva española (donde se jaleaba el casticismo y el rechazo de todo experimentalismo), opté por escribir una literatura no nacional española. Y así Portugal, Francia, México o Argentina se acercaron a mi obra mucho antes de que ésta fuera mínimamente aceptada por mis conciudadanos. Me inscribí en una tradición literaria híbrida en la que cabían el italo-germánico Claudio Magris y el anglo-alemán W. G. Sebald, franceses excéntricos como Perec y Roussel, mexicanos como Sergio Pitol, argentinos como Ricardo Piglia, César Aira o el inefable Borges, españoles como Juan Benet y Javier Marías.
Lo hablaba, el otro día, con José María Pozuelo Yvancos. El gran reto, hoy, de la literatura española (que es también, por supuesto, el de la catalana, precisamente en puertas de Frankfurt) consiste en situarse en el mundo. ¿Por qué no tenemos visibilidad internacional? La respuesta nos lleva a un elemento contradictorio: los hispanoamericanos más visibles son los que publican en editoriales españolas. En Estados Unidos entra con más fuerza un autor, por ejemplo, mexicano que un español (y si entra alguien español no es lo mejor de cada casa, sino un narrador de historias bañadas en kétchup, no aptas para lectores literarios europeos).
Hace tiempo que el celebérrimo boom dejó de tener la potencia de antaño, salvo en sus impresentables epígonos. Y sin embargo, a veces uno diría que nadie parece haberse dado cuenta de eso. Tenemos así el caso del chileno mexicano-catalán Roberto Bolaño, que dio, en la noble vertiente de Rayuela, un giro generacional a la herencia de García Márquez y sus novelas adláteres, pero no son tantos los que, a estas alturas del partido, parecen haberse dado cuenta en España de ese giro. Tal vez es significativo que, como todo parece indicar, Vargas Llosa, bastión clave del boom y modelo de solvente intelectual en activo, no haya dado señal alguna de haber registrado la evidente y fuerte irrupción (véase lo que está sucediendo en Estados Unidos) de Bolaño en el panorama de las letras mundiales.
Hay que romper esa invisibilidad. Mi experiencia personal me indica que he tenido que viajar a muy diversos países y padecer de cerca el desconocimiento de la literatura española en casi todas partes. Sólo cinco o seis nombres de escritores en lengua española -best sellers casuales aparte- son realmente conocidos por el público literario europeo. El referéndum más cruel lo pasan los escritores españoles en Hispanoamérica, donde, a diferencia de Europa, sólo dos o tres escritores -más bien los más alejados del tradicional realismo hispánico y de la prosa barroca que huele a tortilla de cebolla pasada por Frankfurt- interesan. Si comienzan por no interesar en Hispanoamérica, ¿cómo van a interesar al mundo? Los 101 escritores catalanes que acuden a Frankfurt podrían comenzar a tomar nota de esto, pues quizás les convenga no caer en el mismo pozo en el que han caído numerosos escritores españoles.
Gracias a
Subal y a Bitácora Almendrón
(Lo mejor, como siempre, en los comentarios)
31 comentarios:
¿Por qué esa manía de echarle cebolla a la tortilla de patatas? Por otro lado, cuánta razón tiene siempre Vila-Matas. La obsesión por encuadrar a los escritores según criterios geográficos o temporales nos hacn caer en muchos tópicos casi siempre gratuitos.
Un saludo!
Más interesante que el artículo de Vila-Matas es la respuesta de Rafael Reig: http://hotelkafka.com/blogs/rafael_reig/2007/07/escritores-con-alas-generacin-compresa.html
Sí, vale, el artículo de Reig es guasón, de jijijaja. Yo, cuando no entiendo una cosa, también me inclino a hacer guasa, que es muy latino.
Yo creo que no se entiende lo que dice V-M porque habla bajo un prisma poco conocido, el de la República mundial de las Letras. El articulo de V-M para mi es una lección de macroliteratura, de entender el mundo de las letras de manera diferenciada al mundo de los estados-nación, como bien argumenta daniel quinn.
V-M, bajo mi punto de vista, entiende los matices y complejidades que conlleva la superposición de dos planos distintos de la realidad; el mundo literario, y el mundo de los intereses políticos.
Por otra parte, el artículo deja bien claro que V-M no se siente un escritor nacional, presentando una paradoja; por no haber sido invitado a Frankfurt, se le ha clasificado com a un autor español, y NO! La clave de su éxito ha sido enfrentarse a pelo solo a la literatura, buscando un punto original que lo aleje de cualquier movimiento literario nacional, sea ese español, catalán, equis. Por tanto, creo que la queja que destila V-M en este artículo no es la del escritor catalán que escribe en castellano (razones político-lingüistas) y se siente injustamente tratado, sino la del escritor autónomo que no quiere ser enmarcado en ninguna literatura nacional.
Ahora bien, y ya para ir acabando, el único punto débil de su argumentación fue que V-M sí que atendió a la invitación de ir a Guadalajara representando a España, creo que por allá el año 2000. A ver si alguien se anima a refutar mi teoría, y mis dudas.
Saludos, tíos, ¡y qué bien nos lo seguimos pasando con Portnoy!
Lo lei en Literaturame ayer, que lo tomaban de Almendrón precisamente, y me parece un articulo excelente.
Como dice Subal, el artículo de Reig es muy ingenioso, pero la ironía le hace perder de vista las dos o tres cuestiones fundamentales del artículo de V-M:
-La calificación (o clasificación) de los escritores y artistas por "razones" políticas o editoriales.
-La falta de ambición literaria de la generación de escritores que empezaron a publicar en la década de los ochenta.
-Y la irrupción de la obra de Bolaño como punto de inflexión de la literatura escrita en castellano (o español, es lo mismo)
Pero no se trata, Subal, de que V-M busque un punto original que lo aleje... Vila-Matas se aleja del resto de escritores de su generación (con excepciones, claro, aunque alguien nos acusará de no ser claros y exigirá nombres y apellidos) precisamente por la falta de ambición literaria de éstos, que han escogido el recurso simple y vendible de una narrativa plana carente de experimentación.
A Vila-Matas seguro que se le pueden imputar muchas cosas literariamente, pero no su visión de la literatura como un campo experimental.
Y todo aquel que ataque a Vila-Matas precisamente por su experimentación narrativa no hará más que dejar al descubierto las carencias literarias (o su adocenamiento) de los escritores y escritoras de su generación:
Muñoz Molina, De Prada, Montero, Grandes... ¿de verdad hacen falta nombres?
Muchas gracias por vuestros comentarios.
Son interesantes estos comentarios que revisan “el estado de las literaturas”. Hacen falta, y, más aún, hace falta que lo hagan buenos escritores; no para mirarse el ombligo sino justamente para “dejar de mirárselo” y evitar caer en complacencias sin justificación.
Las expectativas que se tenían por la nueva narrativa española no se cumplieron, como, en general, no se cumplieron las expectativas en ninguna de las artes (salvo quizás en la pintura) en la España de los 80 (y 90 y 2000). La vuelta a la democracia no ha dejado grandes obras ni grandes autores, ni siquiera ha dejado un número “respetable” de escritores (y artistas) de mediana calidad. Es curioso (o tal vez sintomático) que la literatura española (en concreto la narrativa y el teatro) haya pasado por el siglo XX casi sin darse cuenta; probablemente ahí reside el problema o la dificultad para adaptarse hoy a las letras universales (su falta de visibilidad). Otra curiosidad es que en la transformación de las letras de principios del XX hayan intervenido muchos y grandes autores españoles que han sido referente todos estos años para escritores de otras nacionalidades, no así para los españoles (generalizando al máximo, como se generaliza siempre que se habla de “literaturas nacionales”).
Desde mi punto de vista, poco tiene que ofrecer la literatura española actual hoy en día a la literatura europea de la que habla Vila-Matas. Quitando su nombre y el de Marías, claro. Los escritores hispanoamericanos son visibles, además de por publicar en editoriales españolas, por haberse hecho cargo de los cambios del XX, por desarrollar y experimentar distintas corrientes, por innovar y, en general, por aportar de diversas formas al universalismo del arte del que hablaron los escritores de la primera vanguardia española, Unamuno, y un largo etcétera. En este contexto, a mí no me parece extraño que la literatura española se identifique con la tortilla de cebolla.
Dos cosas que no me gustan del comentario de Vila-Matas: Si ya no “queda bien” hablar de literaturas nacionales, queda peor hablar y comprender la literatura hispanoamericana como si fuese una sola. Aunque suene tonto decirlo, parece que se debe recordar siempre a un español que los latinoamericanos no somos iguales y que el concepto de Hispanoamérica es geográfico; para algunas cosas sirve, para otras, definitivamente no.
La segunda cosa es que (si vamos a hacer una paella o un cocido con los escritores latinoamericanos: sumo a Brasil) continuar con el referente del boom es un poquito agotador. Ha llovido mucho (y de la buena lluvia) desde entonces y ahora hay otros referentes. Vila-Matas dice que “uno diría que nadie parece haberse dado cuenta” de que el boom dejó de tener la potencia de antaño. Por favor, el boom “fue”, ya no es, cite a los grandes autores que han venido después de él (que alguno menciona, por cierto).
El desconocimiento actual entre españoles y latinoamericanos es mutuo (y no lo estoy valorando): parece ser que a los latinoamericanos ya no nos apetece la tortilla de cebolla y que los españoles siguen pegados en el boom.
Añado un último comentario: completamente de acuerdo contigo, Portnoy. Si un crítico como Ignacio Echeverría parece no comprender la obra de Vila-Matas debido a su experimentalismo (cuestión que ya comenté hace un par de años a raíz de un artículo publicado en El País) me parece que el problema está claro (sorprendente).
Gracias y besos.
Vernon: Perdón ¿podrías decirnos en qué lugar has comentado esa crítica de Echevarría al (supuesto) experimentalismo de Vila-Matas?
Mayormente somos lectores en español, que no necesariamente de literatura española,aunque sea difícil sustraerse a la actualidad y las novedades del mercado editorial. Y desde ese punto de vista nos falta perspectiva. Mi opinión es que habría que leer menos literatura española escrita en los últimos veinticinco años, seleccionarla como los vinos, y más literatura en español, de otros lugares y otras épocas. Tenemos muy pocas cosas que decir.
Confundes, Luis Cauqui “nacional” con “nacionalista”. No pondré ejemplos porque, básicamente, la mayoría de tus argumentos y preguntas incurren en ese error. Nefasta herencia del Romanticismo; yo diría que de las peores que subsisten hoy en día.
Lo “nacional” como criterio de clasificación y, por ende, de organización y de estudio es tan válido como otros y, también como otros, es segado e incompleto. Lo coges si te interesa (o para lo que te interese iluminar en determinado momento), lo dejas si no es el caso. No hay problemas.
Me parece que no has entendido lo que escribí sobre las expectativas. Las expectativas no eran de los escritores, lo cual es un absurdo, sino de la sociedad en general, como ocurre en todas las sociedades que han vivido un tiempo de dictadura. Supongo que ése tampoco es un asunto que ataña a una nación.
De seguir así tendremos que crear eufemismos para designar los aspectos positivos o simplemente neutros a los que refiere el concepto de lo “nacional”. Banderas nacionalistas, ser superiores a los de afuera o no interactuar con ellos, verlos como enemigos... eso tiene tufo a nacionalismos del siglo XX, con dos grandes guerras y múltiples dictaduras y genocidios a la espalda. No gracias, “iros a tomar por culo, vosotros y vuestra bomba atómica” nacionalista, por cierto.
Hablemos ahora de la “utilidad” de la literatura. Es broma, naturalmente.
Besos.
Vernon, la Literatura, así en mayúsculas, nace con los nacionalismos; primero el francés con la pléyade, que se configura para sacarle el papel protagonista de la literatura al latín, luego con Federico II, rey de Prusia, que eleva a interés nacional el tener una literatura escrita en lengua alemana (revolución herderiana) que pudiese competir con el francés, y etcétera etcétera. Creo que quién incurre en un error léxico eres tú. No quisiera inaugurar otros derroteros que los estrictamente literarios en este blog, pero la historia de la literatura va de la mano de la historia de las naciones y de los estados. Luego están las naciones no reconocidas como estados, que luchan para redefinir su posición en la República mundial de las Letras. Son las pequeñas literaturas.
otro concepto parejo; escritores nacionales vs. escritores autónomos. Los primeros escogen el camino del reconocimiento de la lengua en que escriben para que sea reconocida como lengua "literaria", mientras los autónomos, caso de tener una lengua materna diferente a las grandes lenguas "literarias", pueden optar tranquilamente por escribir en francés o en inglés o en castellano, puesto que lo más importante para ellos es la literatura sin más.
Confundir estas corrientes y luchas literarias con nacionalismos políticos es un error. El mismo error que trata de desenmascarar V-M en su artículo (en mi particular modo de ver). Si el debate sobre frankfurt se leyera bajo este prisma, quizá llegaríamos al final del camino, y todos tan amigos.
Salud.
Parece que manejamos conceptos bastante ambiguos. No coincido con Subal cuando comenta lo de las "las naciones no reconocidas como estados", como sí la grandeza de una Literatura dependiese del status jurídico-político que se le concede a la lengua propia de esa nación antes que al fruto de los artistas que se expresaron con ella. Yo entiendo que en situaciones de desventaja cierto tipo de "discriminación positiva" puede ser interesante para salvaguardar ciertos valores que podrían perderse. Pero de ahí al extremo opuesto, es decir a mantener únicamente esos valores como símbolos "nacionales" independientemente de su valor artístico. Hay una enorme Literatura catalana y hay también catalanes que eligen escribir en castellano (o en francés o en lo que sea) sin que esa elección vaya en demérito de su obra, ni tampoco lo contrario.
Por lo que infiero de las lecturas de sus artículos y relatos, creo que Vila-Matas escogió ser una isla, pertenecer a una nación inconsistente políticamente, ya que está basada en la imposible "realidad literaria". Podemos objetar el carácter experimental de su obra, pero no podemos negar su personalísima concepción de lo que es el mundo: literatura que habla sobre literatura. Vila-Matas sería peculiar tanto en castellano como en catalán.
Si Vila-Matas siempre ha pretendido ser una excepción a toda norma literaria, supongo que la exclusión o la calificación de su obra por motivos ajenos a cuestiones literarias debe suponer un fastidio.
Porque si la República Mundial de las Letras debe someterse a los caprichos de las políticas locales, se demuestra que es una entelequia inconsistente. Irreal. Perfectamente literaria, pues.
En fin, confundimos "grandeza" literaria con los potenciales lectores que cada lengua puede tener. Plantear cierto debate político desde una postura de inferioridad ante un estado grande puede satisfacer importantes necesidades políticas y sociales, pero no creo que la literatura tenga nada que ver con ello. O no debería.
Y ya sé que decir todo esto es acercarse al problema muy tangencialmente.
En fin, sigamos hablando de literatura y de Literatura mejor.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.
Ahhhhhhhh, una cosa, antes de que se me olvide otra vez: La tortilla de patatas sin cebolla NO es tortilla de patatas.
:-)
Jo, odio hacer esto; es una práctica que detesto, pero su comentario es harto interesante, y me gustaria desmenuzarlo por partes.
Portnoy: "No coincido con Subal cuando comenta lo de las "las naciones no reconocidas como estados", como sí la grandeza de una Literatura dependiese del status jurídico-político que se le concede a la lengua propia de esa nación antes que al fruto de los artistas que se expresaron con ella"
No, no, yo entiendo el proceso en el sentido contrario; la grandeza de una nación depende —entre otras cosas, y si nación y grandeza pueden ir juntos— de tener una literatura reconocida a nivel internacional, o sea a nivel de la República mundial de las letras. Esto por una parte, que no es ni mucho menos el todo.
"Hay una enorme Literatura catalana y hay también catalanes que eligen escribir en castellano (o en francés o en lo que sea) sin que esa elección vaya en demérito de su obra, ni tampoco lo contrario."
Absolutamente de acuerdo. Mis tiros no iban por aquí. Pro ya puestos a hablar de ello, yo a frankfurt hubiera puesto todo el énfasis en los clásicos escritos en catalán, que son bastantes, y por lo demás no conocidos abastamente en la resta de la república de las letras. ¿Quiere que la literatura en lengua catalana adquiera prestigio a nivel internacional? ¡Pues exponga ante todo los clásicos escritos en catalán, demostrando así la antiguedad y la importancia de este idioma, lo que ha aportado a la República mundial de las letras!
Portnoy: "Por lo que infiero de las lecturas de sus artículos y relatos, creo que Vila-Matas escogió ser una isla, pertenecer a una nación inconsistente políticamente, ya que está basada en la imposible "realidad literaria". Podemos objetar el carácter experimental de su obra, pero no podemos negar su personalísima concepción de lo que es el mundo: literatura que habla sobre literatura. Vila-Matas sería peculiar tanto en castellano como en catalán."
¡¡Exacto!! Hemos llegado donde yo quería llegar, y donde creo que V-M quería llegar. Quería V-M establecer un diálogo con los escritores catalanes que van a Frankfurt, explicándoles la clave de su obra; ser una isla, buscar la peculiaridad, ser un escriotr autónomo. Y creo que V-M, sin escribir en catalán, se muestra muy generoso con los escritores que escriben en catalán, con su briconsejo del artículo. Viene a decir que no hay ferias que valgan, que no hay clanes que valgan, que deben adentrarse a la literatura solos, a pelo, sin pensar en nadie más que en ellos, ni en naciones, ni en estados, ni siquiera en la lengua en que escriban. Así harán un gran favor a la lengua catalana. Lo demás pertenence al inmundo real que estamos hartos de ver en televisión y leer en prensa. La política aquí nos importa poco, y que dure.
No sé si me he explicado, pero os agradezco la paciencia.
por otra parte, me suena igual de ridículo decir "V-M, escritor catalán..." que "V-M, escritor español". Creo que ese es el gran triunfo de V-M, que es simple y llanamente "escritor". Creo que V-M quiere ver surgir escritores que escriben en catalán a los cuales el adjetivo "catalán" o "español" suene igual de ridículo.
La tragedia de Frankfurt han sido los adjetivos.
Ah, y sobre el tema de la tortilla. Sin cebollas, por favor. Hago una tortilla de patatas-sin cebolla que le haría cambiar de opinión, creo. ;-)
Hola, Subal. En realidad el origen de las literaturas nacionales es bastante anterior y sí está emparentado con el surgimiento de lo que llamamos “conciencias nacionales”. Que “la historia de la literatura va de la mano de la historia de las naciones y estados” es algo que suelo afirmar y que viene en la mayoría de los manuales de literatura. La literatura es política, entre muchas otras cosas, lo que en ningún caso quiere decir que funcione de la misma manera que la política ni que ésta, como creo que se desprende de las palabras de Portnoy, rija sus derroteros. Definitivamente no, la literatura es epistémica.
Ya que pones el ejemplo, existe un número de obras que son consideradas origen de la conciencia nacional en sus diversos países: La chanson de Roland en Francia, Los Nibelungos en Alemania. Tú llevas otra vez el concepto de nacionalismo al Romanticismo, concretamente al Sturm und Drang, que puede ser muy bonito (entre otras cosas los románticos rescataron Los Nibelungos justamente para reafirmar un concepto particular de nacionalidad que tiene mucho que ver con el nacionalismo y que luego volvería a rescatar Hitler), pero poco conveniente, como he dicho en otro mensaje. ¿Por qué? Pues simplemente porque utilizar conceptos como “nacionalismo”, “democracia”, “tiranía”, “república” fuera de su contexto particular no tiene sentido. Como conceptos son proteicos y por mucho que yo quisiera pensar las Repúblicas actuales como sinónimo de las Repúblicas de la Grecia antigua no es pertinente. Se puede hacer una evolución del concepto, claro, pero si vamos a hablar de algo es mejor que hablemos de lo mismo, que partamos de una misma base para luego discrepar o no podremos comunicarnos.
Lo de las naciones que no son reconocidas como estados o lo de escritores nacionales vs. autónomos son temas que, ahora mismo, en este hilo, no me parecen interesantes. Podemos hablarlo en otro momento, si te parece. Pero es llevar a la literatura problemas que no le son estrictamente pertinentes, dentro del tema tratado, insisto.
Me parece que hay una gran confusión hoy en día en España con los conceptos de “nacional” y “nacionalismo”, pero es casi imposible hablar de ello con nadie. No son sinónimos, aun cuando en determinadas épocas o en determinados contextos sí lo hayan sido (pero, por favor, ya hemos superado el siglo XX).
No me interesa mucho meterme en este tema porque yo tengo mi opinión sobre el asunto, pero brevemente diré que el catalán, como lengua, tiene un estatus que ninguna otra lengua puede arrebatarle. La grandiosa literatura catalana, entre otras cosas, la llevó a ser lo que hoy en día es, una lengua con tradición. Yo no temería por el catalán porque el castellano no es una amenaza para él. Los políticos, ya son otra cosa.
Gracias y besos.
El artículo de Vila-Matas: un crudo diagnóstico acerca de la situación de los escritores españoles más allá de sus fronteras. Cuando alguien se atreve a plantear libremente un punto de vista como éste se le tiran encima, o hablan de otras cosas del ámbito de sus mediocres experiencias personales, caso Reig, del hotel Kafka.
El asunto de la feria de Frankfurt. También se habla de esto en el artículo. El provincianismo catalán es casi peor que el español, aunque en realidad se parecen. No se mira hacia Europa. El ombliguismo y la ignorancia lo dominan todo. El centro del mundo es el suplemento cultural español que leemos. Bonito panorama.
Literatura y política:
Hasta el siglo diecinueve, el gran político y el gran escritor podían confluir en una similitud solidaria de lenguajes. La novela decimonónica retrataba el mundo con las mismas categorías que presidían la labor del político que construía el mundo. La literatura podía ser central, colocarse en el centro del devenir histórico. En el siglo veinte, aquella solidaridad se quebró. El político y el escritor, la historia y la poesía, comenzaron a hablar dos lenguajes diferentes e incompatibles; sus mundos empezaron a no coincidir uno con otro. Franz Kafka fue el maestro involuntario de esta sutil, decisiva inversión.
Literatura y lengua:
"Cuando escribo, no soy ni chino ni polaco"
Gombrowicz.
¿Por qué no leen bien el mensaje vilamatiano? Pese al agobiante triunfalismo provinciano, la literatura castellana y la catalana no tienen visibilidad en el mundo.
Creo que todo escritor que juegue cartas arriesgadas siente en un momento el desarraigo con su propia tradición y el desconcierto ante las glorias locales. Vila-Matas describe perfectamente esto en su artículo contra el provincianismo actual, y lo describe a partir de su propia experiencia. Reig dice no entender nada, y así es, no entiende nada, o sólo entiende a Angela Vallvey y compañía. Para demostrarlo semanalmente tiene esa página acebollada en el Cultural.
La de Vila-Matas es una reflexión sobre el lugar en el mundo de nuestra cultura literaria, y de lo anquilosado de nuestro canon, todavía pendiente de aquellos "booms" (continúan siendo Juan Goytisolo, Fuentes y Vargas Llosa los popes que discrimen herencias y tradiciones) que con el tiempo están siendo sustituidos por unas individualidades, pocas y, además, independientes. En este sentido, es emblemático el ejemplo que Vila-Matas pone de Bolaño. Vivimos un momento en el que estamos autosatisfechos y nos creemos el centro del mundo cuando en realidad, por mucho bombo que nos demos a nosotros mismos, la narrativa española, salvo contadas excepciones, es invisible en el mundo: ha dado muy pocos casos relevantes en los últimos tiempos, y desde luego ninguno anda por el taller literario del Hotel Kafka de Madrid, que debería en realidad llamarse Hotel Manolo el del Bombo.
Pier Paolo Gervasoni.
¿Pero que os pasa con la cebolla? Probado está que es buenísima para el corazón.
¿No os acordáis de cuando los billetes de pesetas ostentaban la imagen de escritores/as? He ahí la paradoja. Los estados no hacen nada por la vida de sus escritores y luego los sacan a pasear en billetes que nunca le sobraron a esos autores. He ahí la lección política, ya que estamos hablando de culturas nacionales. Ergo, Vila-Matas no está nada desencaminado recordándonos que un autor siempre es una isla, otra cosa es que un autor quiera "ideologizar" su obra metiéndola en el Bombo del usufructuo de las políticas oficiales, es decir, las del Poder.
En la biblioteca de la ciudad quemada hay algún libro español. Son autores simpáticos, que quieren mucho a sus personajes y escriben siempre sobre sí mismos. Visiten mi soledad en http://malasconciencias.blogspot.com/
Os leo y hasta os releo con atención y admiración. Pero, si me lo permitís, voy a ser simplón:
1. Es maravilloso ser miembro de la república de las letras, que es la república de todas las repúblicas que no se pertenecen a sí mismas. Sólo que allí no vive nadie (excepto las ideas platónicas y los cánones de belleza).
2. Le guste o no le guste a VM es un escritor español reconocido internacionalmente como tal. ¿A cuénto de qué, por ejemplo, acude a las sedes del Instituto Cervantes?
3. Puede existir una República Vilamatana en Cataluña formada por él, evidentemente, Masoliver, Segarra y hasta algún académico de la lengua.
3. Otra cosa es que los grandes escritores, y VM lo es, inevitablemente rompan moldes, no caben en lo que hay. Y por eso se convierten fatalmente en referentes inevitables de lo por venir, es decir, en escritores inevitablemente nacionales, a los que se les dedican calles y nombres de bibliotecas.
Lamento discrepar, don Gregorio. La républica de las Letras está habitada por aquellos que sienten que su patria es su biblioteca. Somos unos cuantos.
Sobre el punto número dos de su comentario; ese es, precisamente, el elemento que hace chirriar mis teorías.
¡Vila-Matas, Vila-Matas! Aparece por el sistema de comentarios de Portnoy. Vamos, todos juntos; Vila-Matas, Vila-Matas...
Subal: la cuestión no es si V.-M. es escritor catalán, español, mundial o requetemundial.
Pareciera lo es, porque hacia ese punto lleva él a los lectores en un jabonoso mira-cuán-superior-a-todos-soy.
Pero el quid del affaire Frankfurt no pasa por la jerarquía canónica en la literatura española, ni por la articulación de una "república de las letras" posnacional.
Estimados: V.-M. no fue invitado a Frankfurt con los honores que cree merecer y tal vez merezca porque escribe en español. Así de simple. Porque quienes gobiernan esta comarca del mundo -que no son académicos o críticos literarios: ¡es Carod, no Bloom!- trazaron una cartografía de índole político-lingüística. Una en la que no cabe V.-M., ni tantos otros.
Por eso te decía que su artículo es cobarde. Lo es en tanto rehuye lo esencial para ir al espejo a ponerse medallita de escritor universal.
Vernon, Pier Paolo, Luis, Gregorio, gracias por vuestros comentarios.
(A Subal no le digo nada porque es el alma de la fiesta)
No sé Ferrer, hasta que punto todas las interpretaciones de un texto son válidas. Creo que tu comentario parte de un prejuicio personal (sobre el que no tengo nada que objetar) y va más allá del texto. No veo ni el jabón, ni la soberbia, ni la cobardía, en el artículo. Es más, las conclusiones a las que llegáis tu y Vila-Matas son idénticas: hay que separar la política de la literatura... incluso hay que separar la lengua de la literatura.
Lo de la medallita es una opinión subjetiva.
Y gracias por tu comentario, en serio.
Y mira, Ferrer, que el artículo de Vila-Matas era bien sencillo (nada cobarde, por cierto): se trataba de decir que en el mundo de la literatura los que cortan el bacalao son los norteamericanos, los ingleses, y tal vez algo los alemanes. Que a los españoles no les conoce nadie, y que los catalanes, por poco que se descuiden y por muy eufóricos que vayan a Frankfurt, pueden acabar siguiendo el camino.
En cuanto a la soberbia que cree detectar, piensa el ladrón que todos son de su condición.
Borja Guixá.
Situarse en el mundo... ¿Cómo puede alguien creer que España pueda, en cualquier disciplina cultural, situarse en el mundo? Asoman, muy de vez en cuando, un par de cabezas entre la muchedumbre, y por regla general se las ignora hasta que a algún guiri le llaman la atención. Entonces lo convertimos en patrimonio nacional y tan contentos.
Incluso los escritores españoles que se consideran más avanzados, más modernos --menos españoles, en fin--, tienen una obra muy menor. En un país con una literatura sana y potente no serían nadie. Se quejan de esta situación, sí, pero sólo gracias a la mediocridad imperante han conseguido despuntar mínimamente. No hay peor conformismo que el de quien no es consciente de que está siendo conformista.
Ahora bien, ¿por qué no hay más buenos escritores en España? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué será? Pues porque no hay lectores. ¿Qué clase de ficción queremos construir? ¿Es que existe alguna empresa, negocio, industria que pueda subsistir y perseguir la excelencia si no cuenta con un mercado?
La cultura en España sólo puede existir en la trinchera. Y no es esnobismo, es instinto de supervivencia. Dejar de ver TV en otro país tal vez podría ser considerado una muestra de esnobismo, aquí es casi un acto obligado para superar la sensación de asfixia, o al menos para mantenerla en niveles soportables.
Y aun así yo creo que existen (los buenos escritores), de hecho, me consta. Pero es posible que jamás los edite nadie, porque aquí en España a nadie le interesa leerlos.
Sólo hay que ver donde se agolpa la gente en este país para descubrir en qué brillamos con luz propia: las playas, los restaurantes y los estadios deportivos.
¡Olé!
Posted 27:
"Estoy convencido, con toda ingenuidad, de que escribir es la tarea por excelencia de la humanidad, y, además, quiero llegar a ser un gran escritor” (Robert Musil, citado por Vila-Matas, que está pensando en Borges y Bioy, a los que verá mañana)
Pues seamos ingenuos: Gracias, Enrique.
:-)
Ingenuos al estilo de Musil... ¿por qué no llegar a ser un gran escritor? o ¿por qué no llegar a ser un gran escritor potencial sin escribir una sola línea?
Los caminos que llevan a Frankfurt son muchos (creo).
Ahhh, y gracias, Danae, un placer volver a verte por aquí.
Vaya, Portnoy, menudos visitantes tienes por aquí.
La verdad, ahora siento algunas cosas que escribí en ese exabrupto. Es que ando planteándome si tiene sentido tratar de lograr las cosas que me interesan. Por cada argumento a favor encuentro cinco en contra.
Supongo que hay que ser ingenuo. Debe de ser la única manera de superar la parálisis.
Un placer volver a leerte. Un placer volver, en general, a la vida.
A excepción de Vila-Matas no hay escritores españoles que interesen de verdad en Sudamérica (para acotar un poco). Se le presta más atención a lo local (junto con lo yanqui). Pero no sé si sea por menosprecio a la escritura ibérica. Recuerdo que antes se hablaba bastante de Cela, pero no sé si sea un buen representante. También Delibes. Pero quizá hayan sido considerados más bien por moda, por el Nobel o las películas.
( Personalmente considero a Jardiel-Poncela alguien insuperable )
Quizá algo más grave sea el menosprecio a los traductores españoles. Algo que lamentablemente es bien merecido en muchos casos.
Pero haciendo eco de un comentario de más arriba no le veo utilidad a encasillar a las literaturas por geografía.
Saludos y sigan con este notable espacio.
Quisiera aclarar que cuando digo que no se presta mucha atención a los escritores españoles favoreciendo lo local y yanqui no debe entenderse que se favorezca lo "mejor" de lo local o lo yanqui.
¿Qué opinan de Cercas? A él lo han invitado varias veces a las ferias de Argentina, Chile, Colombia, México. O es sólo un escritor de ferias ??
No me puedo contener y confieso que mis antenas se alzaron de sólo leer el nombre de Gombrowicz citado más arriba.
Buenos días.
Publicar un comentario