En 1989 Vila-Matas escribió el relato La hora de los cansados para una recopilación titulada Cuentos barceloneses. Posteriormente fue incluida en Suicidios ejemplares, lo cual nos hace suponer que es tanto un relato ambivalente, que tanto se puede considerar como uno que ocurre en Barcelona como uno en el que está presente el suicidio. Pero con la peculiaridad de que según el contexto en que se lea el relato, el contenido del mismo puede variar. Dentro de un contexto urbano el final puede ser debido tanto a una explosión de gas como al atentado cometido por un “viejo kamizaze”, dentro de una colección de relatos sobre suicidas (potenciales o consumados) la explosión sólo puede deberse a un motivo (es más, la posibilidad de que el viejo haga explotar la bomba a distancia en la primera opción, desaparece en la segunda)
Todo esto en el fondo no tiene demasiada importancia.
Un hombre cansado. Un hombre sin esperanza. A través de la tristeza emanada del texto de Vila-Matas (un recurso que domina a la perfección) asistimos a la persecución a la que el narrador, aburrido e indiferente, se entrega. Escogido al azar, el hombre a quien persigue el narrador persigue a su vez a otro hombre.
Recorremos el casco antiguo de Barcelona.
(Aquí un mapa del trayecto, desde la estación de Liceo hasta la Catedral)
De alguna manera Barcelona es Praga, por ese aire desencantado e inocentemente obsesivo en el que se nos narra un juego banal que tiende a convertirse opresivo.
De alguna manera también, quien escribe el relato no es el narrador, sino el viejo que persigue a las personas elaborando informes sobre “la vida de los otros”. Un cuentista.
“Historias que no son mías”.
Y de alguna manera, y a pesar de lo dicho, La hora de los cansados es una transposición cómica de los agobiantes textos de Beckett: Hombres con sacos de arpillera que se arrastran por el suelo embarrado, atormentando con su abrelatas a quienes les preceden, siendo atormentados por quienes les siguen. La historia que Beckett cuenta en, por ejemplo, ¿Cómo es? tiene sentido desde el personaje central de la persecución (aunque es un eslabón en una cadena que se supone simbólicamente infinita, cosas de la condición humana) porque desde él se puede contemplar la dualidad víctima-verdugo del individuo. Sin embargo, Vila-Matas escoge para su relato el personaje final de la cadena, el hombre que sigue al hombre que sigue. El relato literario por excelencia se encuentra escondido en las carpetas del viejo, por eso no debe ser mostrado, el primer hombre es igual al último, un hombre cansado.
¿Quién queda?
Evidentemente nosotros, lectores de Vila-Matas, persiguiendo al hombre que persigue al hombre que persigue a un hombre para escribir “historias que no son suyas”
¿Qué queda?
Queda el cansancio, claro.
Todo esto en el fondo no tiene demasiada importancia.
Un hombre cansado. Un hombre sin esperanza. A través de la tristeza emanada del texto de Vila-Matas (un recurso que domina a la perfección) asistimos a la persecución a la que el narrador, aburrido e indiferente, se entrega. Escogido al azar, el hombre a quien persigue el narrador persigue a su vez a otro hombre.
Recorremos el casco antiguo de Barcelona.
(Aquí un mapa del trayecto, desde la estación de Liceo hasta la Catedral)
De alguna manera Barcelona es Praga, por ese aire desencantado e inocentemente obsesivo en el que se nos narra un juego banal que tiende a convertirse opresivo.
De alguna manera también, quien escribe el relato no es el narrador, sino el viejo que persigue a las personas elaborando informes sobre “la vida de los otros”. Un cuentista.
“Historias que no son mías”.
Y de alguna manera, y a pesar de lo dicho, La hora de los cansados es una transposición cómica de los agobiantes textos de Beckett: Hombres con sacos de arpillera que se arrastran por el suelo embarrado, atormentando con su abrelatas a quienes les preceden, siendo atormentados por quienes les siguen. La historia que Beckett cuenta en, por ejemplo, ¿Cómo es? tiene sentido desde el personaje central de la persecución (aunque es un eslabón en una cadena que se supone simbólicamente infinita, cosas de la condición humana) porque desde él se puede contemplar la dualidad víctima-verdugo del individuo. Sin embargo, Vila-Matas escoge para su relato el personaje final de la cadena, el hombre que sigue al hombre que sigue. El relato literario por excelencia se encuentra escondido en las carpetas del viejo, por eso no debe ser mostrado, el primer hombre es igual al último, un hombre cansado.
¿Quién queda?
Evidentemente nosotros, lectores de Vila-Matas, persiguiendo al hombre que persigue al hombre que persigue a un hombre para escribir “historias que no son suyas”
¿Qué queda?
Queda el cansancio, claro.
14 comentarios:
http://es.youtube.com/watch?v=q_WHU8fiWjc
"La noche." "Para ser escritor hay que escribir." "Para escribir bien hay que dejar de ser escritor."
¿¡Bien! o ¡uf!?)
Portnoy: tu comentario de hoy te muestra algo cansado, o melancólico. Tanto perdernos, ocultarnos y/o reaparecer. En el enlace de arriba podemos oír al "invisible" V-M cambiando "arte" por "genial"... -T. Capote- (floritura incidental comprensible en cualquier entrevistado).
Por cierto, creo que el próximo sábado por la mañana entrevistan a V-M en la SER... -a lavar las tazas escuchando la voz del desaparecido-.
(Y, para librarme de tus buenos comentarios, seguiré firmando Anónimo.)
Un abrazo
Perdonad el cambio de tema. Espero que se admitan las digresiones. Escuchad las intuiciones de Fernandito S.D.
http://es.youtube.com/watch?v=HJ1Wo_fpaSE
¡Hay que dormir más! ¡¿Es que no ha quedado claro?!
Qué extraño, ya no está de por medio el tema de la lengua nacional, de la literatura usufructuada por "aquellos" políticos... y ya nadie se anima a comentar... parece que estamos todos trabajando...
Un saludo Cripto.
http://www.maedchenzeit.blogspot.com/
Siempre lo mejor en este blog! Vila-Matas, mi asignatura pendiente, no termino de hincarle el diente, se me resiste, y cuando lo veo junto a aUSTER, siento que me pierdo algún rizoma. SAludos! Por cierto, me gusta que estés cansado o melancólico.
Rizomático Lukas:
Nuestro Portnoy parece estar cansado y/o melancólico, o de vacaciones... Esta última opción no excluye las dos primeras. Ojalá se reponga o simplemente vuelva para deleitarnos con una nueva entrada.
Tu lectura de Vila-Matas quizá pueda esperar o no, no lo sé. Te recomiendo que comiences con Bartleby & compañía.
Un abrazo a todos, veraneantes o no.
No estoy de vacaciones... estoy apático... cuando se me pase estaré de vacaciones.
:-)
Pero gracias por preocuparos-alegraros.
Y por vuestros comentarios.
Luché a brazo tendido hace poco con El mal de Montano, para ver si era posible resarcirme del fiasco de Bartleby. Lo siento. No soporto las apostillas-comentarios de Vila-Matas, que es en lo que se centra su trabajo. Al final, las páginas más brillantes son las de otros.
Habría que discutir sobre sí "las páginas más brillantes son las de otros". No quito méritos a la obra de los autores a los que, como dices, Vila-Matas apostilla-comenta. Pero, sin ninguna duda, lo que hace Vila-Matas es otra cosa. Quizás crear sobre lo ya creado, quizás adoptar como tema recurrente la escritura, la suya y la de los demás. Literaturizar la literatura.
Como tema narrativo me parece perfectamente válido.
Eso sí, los gustos personales son... eso, personales.
:-)
Gracias por el comentario.
Para Hi-Ho Carver (lector de Prada), estas líneas de Juan Villoro en su artículo incluído en Vila-Matas portátil (Candaya):
"La estética de Enrique Vila-Matas depende en primera y última instancia de la lectura. Hechas de comentarios, reensamblajes, parodias y atribuciones apócrifas, sus historias se postulan como una segunda realidad. Vila-Matas llega después; observa lo ya narrado con ojo insólito, y discute lo ocurrido.
¿Cómo hemos leído a este lector convulso? Durante décadas, Vila-Matas fue el secreto mejor guardado de Cataluña, un autor minoritario, celebrado por eminentes colegas de ultramar (Mutis, Bioy, Monterroso, Rossi, Paz). De manera curiosa, su originalidad se fundaba en la asimilación de otras voces; las ideas ajenas adquirían otro sentido al ser glosadas, levemente retocadas, situadas en un contexto insólito. Uno de sus cuentos lleva el emblemático título de “Me dicen que diga quién soy”. Nada más ajeno a Vila-Matas que el esencialismo de la autodefinición (en El mal de Montano no reconoce otro método de búsqueda que la autoficción). Esta puesta en duda de la identidad atañe tanto al autor como a sus personajes, seres potenciales, siempre a punto de ser otra cosa, de asumir un disfraz, un apodo, una fugitiva condición que les permita volver al centro de sí mismos.
“Me llamo Erik Satie, como todo mundo”, la frase del compositor francés resume la noción de personalidad de Enrique Vila-Matas. Ser Satie es ser irrepetible, esto es, encontrar un modo propio de disolverse hacia el triunfal anonimato, donde lo único es atributo de todos"
“Me llamo Erik Satie, como todo mundo” ¡Genial!
O también:
“Me llamo Enrique Vila-Matas, como todo mundo”.
Gracias H.H. Carver por la cita del lucidisícimo Juan Villoro.
Ah, la cita no la posteó HH Carver, no no y no, la colgó El Anonimato de Nuestros Pseudónimos. Las gracias eran para él. Se ve que HH. Carver no ha entendido muy bien a Carver...
Brujo: Me parece que has querido decir "lucidicísimo"...
Publicar un comentario