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7/5/11

Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, de Leonardo Sciascia (y II)

La resurrectina manifiesta que la resurrección es imposible: en ese más allá de la muerte que ella pone en escena, todo es semejante a la vida, es su imagen exacta; es su doble imperceptiblemente degradado por una fina película negra; la vida se reitera en la muerte, se comunica con ella a través del acontecimiento absoluto, pero no se le une nunca. Es la misma vida, no es la vida misma. Entre la escena representada detrás de los vidrios de Locus Solus y lo que ésta representa, en una analogía sin defecto, entre la repetición y lo que repite, una infranqueable distancia ha lanzado su flecha, del mismo modo que, entre una palabra y la misma palabra en el procedimiento, el lenguaje había extendido su reino, encontrando lo idéntico, pero nunca el sentido de lo idéntico. Sin cesar la repetición, el lenguaje y la muerte organizan ese mismo juego allí donde se reúnen, para demostrar que separan. Ninguna creencia, ninguna preocupación de ciencia positiva vedaron a Roussel franquear ese umbral de la resurrección, sino tan sólo la estructura profunda de su lenguaje y su experiencia del fin (finitud, término, muerte) y del recomenzar (repetición, identidad, ciclo indefinido). Todas esas maquinarias funcionan en el límite inferior de la resurrección, sobre ese umbral del cual nunca hacen girar la llave; forman algo así como la imagen exterior de esta resurrección, una imagen discursiva, mecanizada y absolutamente impotente. El gran ocio de Locus Solus, su “vacación”, es un domingo de Pascua que permanece vacío. Buscad entre los muertos, dice Canterel, el que allí está; está aquí, en efecto, y no ha resucitado.
La forma privilegiada de esta repetición de la vida en la muerte representa justamente el instante inverso y simétrico, lo que del otro lado del espejo es también lo más próximo: el momento en que la muerte irrumpe en la vida.
Raymond Roussel, de Michel Foucault; Traducido por Patricio Canto para Siglo XXI

Hay una idea que no me puedo quitar de la cabeza. Pero debo asumir que todo reseñista es una especie de esponja que absorbe ideas de sus lecturas así que no sé si esto se fragua en mi interior o es fruto de ideas volcadas en otros textos. Sea cómo sea, no puedo librarme de esa sensación.
Los informes policiales que Leonardo Sciascia recopila en sus Actas no solo nos permiten valorar la denuncia del autor siciliano a la incompetencia policial a través de las incoherencias e inexactitudes de toda la investigación judicial. También, de forma tal vez indirecta, a causa de la asepsia de los informes, nos da una descripción exacta de la habitación en la que fue encontrado muerto Raymond Roussel.
Un cuadro exactamente igual a los descritos en Locus Solus.
Entonces sería precisa una descripción completa del cuadro.
Dos camas individuales separadas, una intacta y otra a la que faltaba el colchón. Éste se encontraba en el suelo, junto a la puerta que separaba la habitación de Roussel de la de su acompañante, la señora Fredez. Sobre el colchón el botones encontró el cuerpo sin vida del escritor ya que la puerta de la habitación no estaba cerrada con llave, pero sí la de la señora Fredez, con la llave echada por el lado de la habitación de ella. “Bajo el colchón se halla un orinal con pocos orines” (sic). A los pies de la cama desecha, un escritorio con cuatro botellas de agua y varios tubos vacíos de somníferos. Igual que en el cajón del escritorio y en los de la mesilla de noche y dentro del armario y sobre éste: tubos y tubos de sedantes. Y un diario de las dosis ingeridas por Roussel. En unos cajones dos cartas y «unos análisis de glucemia, azoemia y orina. En los armarios y desperdigadas por la habitación, ropas y mudas personales. Una maleta grande y un maletín de aseo. Un reloj de plata bruñida. Dos sombreros. “Doce volúmenes intonsos intitulados Locus Solus, de Armand Roussel (…) El dormitorio comunica con un cuartito de baño donde se halla ropa interior sucia y un armario con ropas femeninas”»
(Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, de Leonardo Sciascia; Traducción de Julio Reija para Gallo Nero)

Sciascia, años más tarde entrevista a uno de los camareros del hotel, el cual le explica un detalle omitido en las crudos informes médicos judiciales. Al parecer Roussel había tenido aquella noche, mientras moría, una eyaculación.

Ahora somos los invitados de Canterel ante el diorama que representa la muerte de Roussel. Resurrectina. Canterel explica que Roussel tenía miedo a caerse de la cama, por eso tiende su colchón en el suelo. Sciascia nos explica que el Roussel adulto tenía miedo de caer a la muerte desde el sueño.
Todo este escenario debe ser escrito en francés.
Luego hay que consultar Comment j'ai écrit certains de mes livres y convertir la descripción de la habitación en una historia que desvele el misterio de la muerte de Roussel.
Es sencillo.

2/5/11

Actas relativas a la muerte de Raymond Roussel, de Leonardo Sciascia

En 1932 Roussel envió a la imprenta una parte del texto de lo que habría de llegar a ser, después de su muerte, Comment j’ai écrit certains de mes livres. Estas páginas —se suponía— no debían ser publicadas en vida del autor. No esperaban su muerte; ésta, mejor dicho, estaba implícita en ellas, ligada sin duda con la instancia de la revelación que traían. Cuando el 30 de mayo de 1933 Roussel determina el ordenamiento de la obra, hacía ya mucho tiempo que había tomado sus medidas para no volver más a París. En el mes de junio se instala en Palermo, toma diariamente estupefacientes y vive en una gran euforia. Procura matarse o hacerse matar, como si esta vez hubiera adquirido “el gusto de la muerte, que hasta ahora sólo había temido”. La mañana en que debía abandonar su hotel para someterse a una cura de desintoxicación en Kreuzlingen lo encontraron muerto; a pesar de su debilidad, que era extrema, se había arrastrado con el colchón hasta la puerta de comunicación con el cuarto de Charlotte Dufresne. La puerta siempre había quedado abierta: esa vez estaba cerrada con llave. La muerte, el cerrojo y esa apertura cerrada formaron, en ese instante, y sin duda para siempre, un triángulo enigmático que nos libra y rehúsa al mismo tiempo la obra de Roussel.


Raymond Roussel, de Michel Foucault

Debería haber escrito una reseña sobre esta obra breve pero inclasificable de Sciascia. Algo así como un juego detectivesco en el que la clave sería, cómo no, “cherchez la femme”, teniendo en cuenta las discrepancias que hay entre los informes policiales que recopila y comenta Sciascia y el ensayo que escribió Foucault sobre Roussel. Quienes hayan leído el informe de Sciascia podrán comprobar cómo Foucault se desvió un tanto de los acontecimientos... ¿o todos lo hicieron?
De todas formas sería interesante también indagar sobre si la extraña disposición de los elementos en el interior de la habitación podrían tener un significado en una transcripción que tuviese en cuenta las peculiaridades de los textos de Roussel.

De momento lo dejamos así, con una entusiasta recomendación del texto de Sciascia.



Un par de enlaces a dos interesantes reseñas sobre la no-novela:

La de Miguel Ángel Muñoz en El síndrome Chejov

Y la de Rubén Martín G. en 330 ml



Lo cual me recuerda que en la revista digital 330 ml se acaba de publicar una reseña mía sobre Mi nombre es Legión, de Antonio Lobo Antunes (o un manifiesto anti-Saramago, no lo tengo claro)