Este verano alterné la relectura de Pálido fuego de Vladimir Nabokov con Lejos de Veracruz de Enrique Vila-Matas. En esas condiciones no fue extraño descubrir cierto “espíritu nabokoviano” en la novela de Vila-Matas. Es obvio que se trata de “contaminación narrativa” (sea lo que sea eso… y si el término no existe, me gusta lo suficiente como para guardármelo para otras ocasiones)
La verdad es que Charles Kinbote es capaz de contaminar todo cuanto le rodea. Tanto que en el refugio de Felanitx donde Enrique Tenorio prefiere contarse su propia vida yo creía escuchar ecos de Zembla.
En ocasiones es difícil para el lector (los autores no ayudan demasiado) aplicar la regla básica que nos impide identificar a narrador con autor. Además, desde Nabokov sobre todo, debemos interrogarnos sobre la naturaleza fiel o infidente del narrador. Esa contaminación narrativa de la que hablaba me llevó a pensar en si los narradores vilamatianos son tan infidentes como los de Nabokov. Traspasaba el solipsismo de Kinbote a Tenorio, pero no sin fundamento: “tener nostalgia- aunque sea impostada- es de las pocas cosas (…) que todavía se encuentran a mi alcance”, aunque tiene veintisiete años dice “yo no tengo nada de joven. Soy tan sólo un triste y viejo manco”. Esa infidencia la considero una especie de juego en el que se invita al lector a participar y a descubrir las sutiles indiscreciones del narrador que dejan al descubierto su verdadera naturaleza.
Yo pensaba, antes de leer la última frase de la novela, que la influencia de Pálido fuego, condicionaba la lectura de Lejos de Veracruz. Así en las palabras de Tenorio: “Mire, por mucho que usted piense que soy joven, que sólo tengo veintisiete años y tal y cual, lo cierto es que estoy acabado después de haber vivido una vida de novela. Mi vida la doy por terminada. Ahora prefiero contármela”, veía a Kinbote reinterpretando su vida en un poema que para nada habla sobre él y su país, contándose una vida de novela mientras glosa la obra póstuma de Shade. En la relación que establece Tenorio con sus vecinos en Felanitx, veía un reflejo de la convivencia entre los dos profesores de New Wye, sobre todo porque Tenorio antepone su propia “realidad” a la de los otros personajes, reinterpretando la de éstos a su conveniencia. Tienen los personajes de Vila-Matas una especie de airada ingenuidad que los caracteriza, y Enrique Tenorio no es una excepción.
Tenorio, viejo voluntario, manco, escritor de dietario, tiene la insistente sensación de que su vecino le miente y le espía. A través de leves destellos, incoherencias o pequeños fallos del narrador, por el comportamiento injustificable ante hechos mínimos (esa airada ingenuidad que comentaba, una timidez que hace que sus personajes tengan reacciones ridículamente furiosas), el lector puede percibir una “realidad” distinta a la que el narrador impone con su escritura.
Es exactamente la misma sensación que tienes con los narradores de Nabokov.
El autor se dedica a escribir. El narrador es quien lleva el peso de la historia. ¿Podemos fiarnos de Enrique Tenorio? La posibilidad de que nos mienta, el hecho que pensemos que es posible que nos esté mintiendo, enriquece la narración, dando a ésta una dimensión más que ele lector debe explorar. Esto ocurre con todos los narradores de Vila-Matas. Ocurre incluso con el de París no se acaba nunca. Eso debería hacernos pensar. Pero es prerrogativa del autor mostrar, confundir y asombrar a través de un narrador. Y en este sentido los de Vila-Matas son tremendamente eficaces.
Por otra parte Lejos de Veracruz es una suerte de melodrama desgarrado en la que se nos cuenta la caída, a manos de la misma, mujer fatal, de los tres hermanos Tenorio. (Apréciese la ironía que encierra tres tenorios seducidos y engañados) Vila-Matas juega con un género clásico y popular y lo pervierte hasta adecuarlo a su estilo. Como ya está todo escrito, que diría alguno, queda el placer de contarlo, que diría Nabokov. Y el de leerlo, claro. Así, Lejos de Veracruz es la historia del hombre que escribe para huír de la realidad, convirtiendo la escritura en un refugio, como él mismo confiesa, en su vida va ocupando cada vez más tiempo la escritura en el dietario, (un cuaderno con tres tucanes) “ hasta el punto de que fuera de él yo casi no existo, lo que en el fondo no deja de ser lo mejor que podía sucederme, lo que desde el primer momento busqué en el recogimiento, en la escritura: pasar cada vez más tiempo en el mundo de mi pasado, escribiéndolo, y pasar el menor tiempo posible en el presente, inmerso en una cotidianidad que, de vivirla a fondo, no habría de traer más que nuevas desgracias y horrores a mi vida”. Del melodrama al dietario.
Entonces llega el último párrafo de la novela:
“Les voy a contar mi vida. Haré que viajen como locos. Pasaré los odiosos días que me quedan escribiendo la novela de mi vida inventada. ¿Acaso la ambición no es el último refugio del fracaso? Escribiré, mentiré a la luz de la luna de la antigua Villa Rica de la Vera Cruz, que me hará señas de plata sobre el muro blanco. Pasaré aquí el invierno, alma en pena con dos estufas, viajando alrededor de mi cuarto. Se van a enterar. Les voy a engañar a todos”
La verdad es que Charles Kinbote es capaz de contaminar todo cuanto le rodea. Tanto que en el refugio de Felanitx donde Enrique Tenorio prefiere contarse su propia vida yo creía escuchar ecos de Zembla.
En ocasiones es difícil para el lector (los autores no ayudan demasiado) aplicar la regla básica que nos impide identificar a narrador con autor. Además, desde Nabokov sobre todo, debemos interrogarnos sobre la naturaleza fiel o infidente del narrador. Esa contaminación narrativa de la que hablaba me llevó a pensar en si los narradores vilamatianos son tan infidentes como los de Nabokov. Traspasaba el solipsismo de Kinbote a Tenorio, pero no sin fundamento: “tener nostalgia- aunque sea impostada- es de las pocas cosas (…) que todavía se encuentran a mi alcance”, aunque tiene veintisiete años dice “yo no tengo nada de joven. Soy tan sólo un triste y viejo manco”. Esa infidencia la considero una especie de juego en el que se invita al lector a participar y a descubrir las sutiles indiscreciones del narrador que dejan al descubierto su verdadera naturaleza.
Yo pensaba, antes de leer la última frase de la novela, que la influencia de Pálido fuego, condicionaba la lectura de Lejos de Veracruz. Así en las palabras de Tenorio: “Mire, por mucho que usted piense que soy joven, que sólo tengo veintisiete años y tal y cual, lo cierto es que estoy acabado después de haber vivido una vida de novela. Mi vida la doy por terminada. Ahora prefiero contármela”, veía a Kinbote reinterpretando su vida en un poema que para nada habla sobre él y su país, contándose una vida de novela mientras glosa la obra póstuma de Shade. En la relación que establece Tenorio con sus vecinos en Felanitx, veía un reflejo de la convivencia entre los dos profesores de New Wye, sobre todo porque Tenorio antepone su propia “realidad” a la de los otros personajes, reinterpretando la de éstos a su conveniencia. Tienen los personajes de Vila-Matas una especie de airada ingenuidad que los caracteriza, y Enrique Tenorio no es una excepción.
Tenorio, viejo voluntario, manco, escritor de dietario, tiene la insistente sensación de que su vecino le miente y le espía. A través de leves destellos, incoherencias o pequeños fallos del narrador, por el comportamiento injustificable ante hechos mínimos (esa airada ingenuidad que comentaba, una timidez que hace que sus personajes tengan reacciones ridículamente furiosas), el lector puede percibir una “realidad” distinta a la que el narrador impone con su escritura.
Es exactamente la misma sensación que tienes con los narradores de Nabokov.
El autor se dedica a escribir. El narrador es quien lleva el peso de la historia. ¿Podemos fiarnos de Enrique Tenorio? La posibilidad de que nos mienta, el hecho que pensemos que es posible que nos esté mintiendo, enriquece la narración, dando a ésta una dimensión más que ele lector debe explorar. Esto ocurre con todos los narradores de Vila-Matas. Ocurre incluso con el de París no se acaba nunca. Eso debería hacernos pensar. Pero es prerrogativa del autor mostrar, confundir y asombrar a través de un narrador. Y en este sentido los de Vila-Matas son tremendamente eficaces.
Por otra parte Lejos de Veracruz es una suerte de melodrama desgarrado en la que se nos cuenta la caída, a manos de la misma, mujer fatal, de los tres hermanos Tenorio. (Apréciese la ironía que encierra tres tenorios seducidos y engañados) Vila-Matas juega con un género clásico y popular y lo pervierte hasta adecuarlo a su estilo. Como ya está todo escrito, que diría alguno, queda el placer de contarlo, que diría Nabokov. Y el de leerlo, claro. Así, Lejos de Veracruz es la historia del hombre que escribe para huír de la realidad, convirtiendo la escritura en un refugio, como él mismo confiesa, en su vida va ocupando cada vez más tiempo la escritura en el dietario, (un cuaderno con tres tucanes) “ hasta el punto de que fuera de él yo casi no existo, lo que en el fondo no deja de ser lo mejor que podía sucederme, lo que desde el primer momento busqué en el recogimiento, en la escritura: pasar cada vez más tiempo en el mundo de mi pasado, escribiéndolo, y pasar el menor tiempo posible en el presente, inmerso en una cotidianidad que, de vivirla a fondo, no habría de traer más que nuevas desgracias y horrores a mi vida”. Del melodrama al dietario.
Entonces llega el último párrafo de la novela:
“Les voy a contar mi vida. Haré que viajen como locos. Pasaré los odiosos días que me quedan escribiendo la novela de mi vida inventada. ¿Acaso la ambición no es el último refugio del fracaso? Escribiré, mentiré a la luz de la luna de la antigua Villa Rica de la Vera Cruz, que me hará señas de plata sobre el muro blanco. Pasaré aquí el invierno, alma en pena con dos estufas, viajando alrededor de mi cuarto. Se van a enterar. Les voy a engañar a todos”
Le explique a Vila-Matas como habían estado Pálido fuego y Lejos de Veracruz tendiéndose puentes entre ellas, comentándole el peso de la sombra de Nabokov, tanto como la de Kafka. Me contestó que Nabokov le había influido especialmente en Al sur de los párpados, no en Lejos de Veracruz... pero la sombra de Nabokov es alargada.
8 comentarios:
¿No impone comentar la obra de un autor que se puede defender, a garrotazos incluso? Qué suerte, vilamatiano.
...
Por cierto, copio un mensajito que le he dejado a Deza, por si te animaras a jugar:
¿Alguien conoce a Le Clezio?
Por lo que estoy leyendo en otras partes, debería conocerlo. Maldita ignorancia.
El caso es que me vienen a la mente algunos nombres que dejo aquí, por si alguien se animara a tender piolines entre ellos. Algo en claro se podría sacar:
Le Clezio
Perec
Bolaño
Vila-Matas
Pitol
México
Literatura
A jugar.
Y también te digo lo de "excelente blog".
Estupendo "post", Portnoy. Esa aparición del propio Vila-Matas en el último párrafo es impactante. Recuerda la famosa escena de Annie Hall, cuando aparece Marshall MacLuhan in person para ajustarle las cuentas al tipo del cine.
En cuanto lo de Le Clezio, leí algo suyo hace tiempo y no me interesó mucho. Habrá que revisitarlo (¿habrá que hacerlo?).
Ayer, durante la presentación que Vila-Matas hizo en Bilbao sobre Dietario Voluble, fue preguntado sobre que le parecía el nobel de Le Clezio. Respondió que, si de algo creía saber un poco, era de literatura francesa, y que Le Clezio, aún siendo un buen escritor, no está, en su opinión, entre los 4 o 5 mejor escritores franceses (además de haber escrito un libro horrible sobre México). Dijo también que el jurado del premio nobel de litertura está formado por personas muy extravagantes, que habían querido premiar a Francia en detrimento de E.E.U.U. (mencionó a Pynchon) pero se les había ido de las manos.
Por cierto, excelente blog, excelente post y excelente excelencia.
Excelentísimo, si no se ofende Portnoy.
No como Le Clezio. Es maravilloso el recital de desconocimiento que están dando los medios. Parece que nadie hubiera leído nada de este hombre. ¿Habéis visto el comentario de Sara Mago en El país? Viene a decir se alegra porque Le Clezio es un tipo muy majete y muy simpático. No lo confiesa, pero uno intuye que tampoco lo ha leído.
Lo triste es que no se me ocurre ningún autor francés o español remotamente nobelizable. Cosas de la decadencia.
En fin, Magris forever.
Aunque Le Clezio ha escrito más de cincuenta títulos aquí se han traducido apenas diez. No sé, tal vez signifique algo. No lo he leído, así que no opino.Pero me parece,al menos en cuestiones literarias, a la academia sueca se le ha ido un poco la mano con su antiestadounidensismo.
En fin, hablábamos de Vila-Matas y de Nabokov... :-)
Ahhh y no olvido los exagerados excelentes proferidos... aunque no diré que me disguste.
Yo quitado Graqc, que murió hace poco, conozco la divertida serie negra de los Malaussene, de Pennac, y poca cosa más.
Tasso, Pablo, Sett, gracias por vuestros comentarios.
Ya sabes que yo le hubiera dado el Nobel a Pascal Quignard, de ser la cosa una cosa 'para premiar a un francés'. Es el Montaigne del siglo XXIII.
La de Veracruz me la leí el año pasado y no es de lo mejorcitto que ha escrito Vila-Matas, según recuerdo.
Abrazos.
Una buena recomendación, Gabriela, que la academia sueca no debería haber descartado
En fin...
Un placer verte por aquí.
Un saludo
Es relativo eso de que a Le Clezio no lo conoce nadie.
Coetzee, por ejemplo, ha manifestado siempre su profunda admiracion por Le Clezio.
Entonces a tener ojo. Muchas veces la ignorancia es más insolente de lo estrictamente necesario.
Saludos y felicidades por su blog!
R.
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