Para Miquel,
que me puso tras la pista,
(me la regaló, de hecho),
con todo mi agradecimiento
que me puso tras la pista,
(me la regaló, de hecho),
con todo mi agradecimiento
Nunca voy al cine es una colección de relatos publicados por Laertes en 1982 cuando Enrique Vila-Matas jugaba a ser un dandy, tal vez empezando a atisbar las posibilidades del shandysmo, y que posaba para las solapas de sus libros con aura de “poète maudit”:
Unos años antes Vila-Matas había publicado La asesina ilustrada y es significativo que prácticamente su obra literaria se inicie con un texto al que es imposible que el lector sobreviva. Todos estamos muertos tras leer La asesina ilustrada; que sigamos leyendo es una contradicción que demuestra que la realidad sólo puede estar escrita, ya que nuestros cuerpos yacen sin vida junto a los de Juan Herrera y Vidal Escabia... y tantos otros, Vila-Matas incluido.
Lo que ahora hace especialmente reseñable Nunca voy al cine es descubrir en los relatos, agazapados desde hace veinticinco años, a los narradores y protagonistas de los de Exploradores del abismo. Rita Malú, el hermano autista de Maurice Forrest-Mayer, el mismísimo Dios... todos escondidos, enmascarados bajo otros nombres, ocultos y distorsionados por la misma otredad que Vila-Matas reclama para sí mismo mientras redacta Exploradores:
Estoy seguro de que no habría podido escribir todos estos relatos si previamente, hace un año, no me hubiera transformado en alguien levemente distinto, no me hubiera convertido en otro. (...) De pronto, tuve la sensación de haber heredado la obra literaria de otro y tener ahora tan sólo que gestionar su obra.
(Café Kubista, Exploradores del abismo).
Y es esa obra de “otro” la que gestionada por el inédito Vila-Matas se convierte en Exploradores del abismo... pero no nos adelantemos... todo esto ocurrió antes de que él se pusiera a glosar la desaparición del escritor, antes de que buscase a los escritores invisibles, que indagase en los textos potenciales jamás escritos... consecuentemente el autor se diluye, se difumina, casi desaparece... y acaba convirtiéndose en otro.
Antes de que Enrique Vila-Matas deviniese rey de Kafiristán y volviese con la cabeza sobre sus hombros (pero sin alfombras) tal y como relata Sergio Pitol en El mago de Viena (De cuando Enrique conquistó Asjabad y cómo la perdió); después de la muerte del lector mientras se iniciaba el proceso de desaparición del autor, cuando las cosas y el tiempo (no olvidemos la importancia del tiempo en este artículo... ahora es el tiempo de la fotografía de la solapa) pertenecían al terreno de “lo otro” y no precisaban ser reinventadas, el resultado fue Nunca voy al cine.
Leyendo este volumen los detractores de Vila-Matas dirán que el autor lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos. Quienes le admiramos diremos con orgullo que lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos.
Nunca voy al cine y Exploradores del abismo son textos especulares reflejados en un espejo deformante. En ellos podemos contemplar no tanto la evolución del autor en un largo periodo de tiempo (ya sabemos que no es el mismo autor) sino la capacidad de crear partiendo de unas premisas sencillas y, sobre todo, la de recrear unas situaciones dadas de forma que, siendo las mismas son completamente otras. Los textos se reflejan en un espejo que no repite la imagen sino que amplia sus límites.
Y esa es la gloria de la literatura, ¿no?
En los comentarios a esta reseña Enrique Vila-Matas deja la siguiente apreciación:
E. Vila-Matas
Unos años antes Vila-Matas había publicado La asesina ilustrada y es significativo que prácticamente su obra literaria se inicie con un texto al que es imposible que el lector sobreviva. Todos estamos muertos tras leer La asesina ilustrada; que sigamos leyendo es una contradicción que demuestra que la realidad sólo puede estar escrita, ya que nuestros cuerpos yacen sin vida junto a los de Juan Herrera y Vidal Escabia... y tantos otros, Vila-Matas incluido.
Lo que ahora hace especialmente reseñable Nunca voy al cine es descubrir en los relatos, agazapados desde hace veinticinco años, a los narradores y protagonistas de los de Exploradores del abismo. Rita Malú, el hermano autista de Maurice Forrest-Mayer, el mismísimo Dios... todos escondidos, enmascarados bajo otros nombres, ocultos y distorsionados por la misma otredad que Vila-Matas reclama para sí mismo mientras redacta Exploradores:
Estoy seguro de que no habría podido escribir todos estos relatos si previamente, hace un año, no me hubiera transformado en alguien levemente distinto, no me hubiera convertido en otro. (...) De pronto, tuve la sensación de haber heredado la obra literaria de otro y tener ahora tan sólo que gestionar su obra.
(Café Kubista, Exploradores del abismo).
Y es esa obra de “otro” la que gestionada por el inédito Vila-Matas se convierte en Exploradores del abismo... pero no nos adelantemos... todo esto ocurrió antes de que él se pusiera a glosar la desaparición del escritor, antes de que buscase a los escritores invisibles, que indagase en los textos potenciales jamás escritos... consecuentemente el autor se diluye, se difumina, casi desaparece... y acaba convirtiéndose en otro.
Antes de que Enrique Vila-Matas deviniese rey de Kafiristán y volviese con la cabeza sobre sus hombros (pero sin alfombras) tal y como relata Sergio Pitol en El mago de Viena (De cuando Enrique conquistó Asjabad y cómo la perdió); después de la muerte del lector mientras se iniciaba el proceso de desaparición del autor, cuando las cosas y el tiempo (no olvidemos la importancia del tiempo en este artículo... ahora es el tiempo de la fotografía de la solapa) pertenecían al terreno de “lo otro” y no precisaban ser reinventadas, el resultado fue Nunca voy al cine.
Leyendo este volumen los detractores de Vila-Matas dirán que el autor lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos. Quienes le admiramos diremos con orgullo que lleva veinticinco años escribiendo los mismos relatos.
Nunca voy al cine y Exploradores del abismo son textos especulares reflejados en un espejo deformante. En ellos podemos contemplar no tanto la evolución del autor en un largo periodo de tiempo (ya sabemos que no es el mismo autor) sino la capacidad de crear partiendo de unas premisas sencillas y, sobre todo, la de recrear unas situaciones dadas de forma que, siendo las mismas son completamente otras. Los textos se reflejan en un espejo que no repite la imagen sino que amplia sus límites.
Y esa es la gloria de la literatura, ¿no?
En los comentarios a esta reseña Enrique Vila-Matas deja la siguiente apreciación:
Hay -como mínimo, no recuerdo ya bien- en "Nunca voy al cine" dos relatos a los que volví en "Exploradores del abismo", en parte para comprobar cómo se convertían en otra cosa distinta. De uno de ellos copié (me copié) el arranque -es el que corresponde a "Así son los autistas"-, y del otro me quedé con toda la historia del cuento, la muerte anunciada: "El día señalado". Por supuesto, están relacionados los dos de "Exploradores" con los dos de "Nunca voy al cine", aunque no se parecen mucho. Hay un abismo fenomenal de tiempo y de experiencia en todos los sentidos entre unos y otros. Contemplar ese abismo forma parte de lo que me interesaba ver cuando decidí ir a las fuentes de "Nunca voy al cine" Pero es que, además, este libro publicado en Laertes ya fue previamente desguazado cuando escribí "Hijos sin hijos". Concretamente, "El hijo del columpio" (de Hijos sin hijos) sale de "Todos conocemos Hong Kong", cuento de "Nunca voy al cine"; es más bien una gran ampliación de ese cuento escrito apresuradamente en el libro de Laertes. Lo que ya es imposible de saber si no lo digo yo es que el título "Todos conocemos Hong Kong" es una frase de "La Maison de rendez-vous" de Alain Robbe-Grillet, traducida en España por "La casa de citas", al menos en sus primeras ediciones. Me gustaba mucho esa frase y así se lo dije a Robbe-Grillet cuando lo entrevisté en Barcelona para la revista Diagonal. Y cuando le pedí que me dedicara el ejemplar de su libro escribió: "Todos conocemos Hong-Kong, menos yo y Vila-Matas". Así, con su "yo" delante. Fue el primer escritor importante que me dedicaba un libro. De ahí acabó saliendo el título de mi cuento para "Nunca voy al cine". Y, por cierto: es un título que, mientras escribía todo esto, he notado que me sigue gustando mucho.
E. Vila-Matas
18 comentarios:
Me cuentan que ese tal Miquel le puso en la pista con mucho gusto. Y que ahora le saluda a usted acariciando el borde de un sombrero que no lleva.
Obsérvese la ironía en el título del libro Nunca voy al cine. Creo que es una declaración de principos sublime, una definición de lo que es la literatura vilamatiana, Otra Gran Broma. Un cinéfilo que nunca iba al cine, ni siquiera entonces, que no existían dvd ni vhs...
En 1982 V-M no lo podía sospechar, y Miquel no sabía siquiera leer, pero años más tarde ese tal Miquel consideró que este libro debía pertencerle, señor Portnoy, usted que tampoco va nunca al cine.
Ahora bien, no deje de leerse el relato del otro libro que recibió. A ese tal Miquel debió parecerle un relato extraordinario.
Salut!
Pues, por si Miquel me lee, sí, tiene razón, La novia de Rocco es de largo el mejor relato de Diablesas y Diosas. Imaginar a Vila-Matas, borracho, intentando bailar con Annie Girardot, bajo la mirada censora de uno de los hermanos de Rocco, demuestra una vez más lo que ya deberíamos aceptar como axioma: Que a Vila-Matas siempre le ocurren cosas vilamatianas. O que la realidad debe ser escrita.
Pero eso fue hace muchos años, antes incluso del poète maudit...
Gracias por el comentario y por todo lo demás.
:-)
Por supuesto, es lo mejor; ¿y por qué no llamar genealogía a aquello que permite ampliar los límites? Oler bien sería algo así como estar escribiendo siempre sobre una cosa. Innovar.
saludos,
a Miquel, que por favor tenga la amabilidad de mandarme un ejemplar a la República Dominicana. Se le agradecería mucho. Saludos.
Hombre, si Frank invita... ;-)
Hace como seis años que tengo a La asesina... esperándome. Y si no la he leído es por pura superstición.
Hace muchos, muchos años, yo debía tener unos 25 (fue en mi primera etapa barcelonesa), compré un librito por un cinco pesetas en los Encants de Barcelona. Era un pequeño volumen encuadernado en piel. Recuerdo vagamente que trataba de una historia que contaba que a medida que la leías se iba borrando, dejando las páginas en blanco. Y cuando se terminaba de leer, figuraba que te morías y el libro se volvía a escribir. Nunca quise mirar si las páginas leídas en efecto se habían vuelto blancas, y por supuesto, no finalicé la lectura. Abandoné el libro (años antes de que se inventara eso de 'liberarlos'), por pura cobardía, y no me arrepiento de ello.
Abrazos.
Por fin alguien se ha dado cuenta. Hay -como mínimo, no recuerdo ya bien- en "Nunca voy al cine" dos relatos a los que volví en "Exploradores del abismo", en parte para comprobar cómo se convertían en otra cosa distinta. De uno de ellos copié (me copié) el arranque -es el que corresponde a "Así son los autistas"-, y del otro me quedé con toda la historia del cuento, la muerte anunciada: "El día señalado". Por supuesto, están relacionados los dos de "Exploradores" con los dos de "Nunca voy al cine", aunque no se parecen mucho. Hay un abismo fenomenal de tiempo y de experiencia en todos los sentidos entre unos y otros. Contemplar ese abismo forma parte de lo que me interesaba ver cuando decidí ir a las fuentes de "Nunca voy al cine" Pero es que, además, este libro publicado en Laertes ya fue previamente desguazado cuando escribí "Hijos sin hijos". Concretamente, "El hijo del columpio" (de Hijos sin hijos) sale de "Todos conocemos Hong Kong", cuento de "Nunca voy al cine"; es más bien una gran ampliación de ese cuento escrito apresuradamente en el libro de Laertes. Lo que ya es imposible de saber si no lo digo yo es que el título "Todos conocemos Hong Kong" es una frase de "La Maison de rendez-vous" de Alain Robbe-Grillet, traducida en España por "La casa de citas", al menos en sus primeras ediciones. Me gustaba mucho esa frase y así se lo dije a Robbe-Grillet cuando lo entrevisté en Barcelona para la revista Diagonal. Y cuando le pedí que me dedicara el ejemplar de su libro escribió: "Todos conocemos Hong-Kong, menos yo y Vila-Matas". Así, con su "yo" delante. Fue el primer escritor importante que me dedicaba un libro. De ahí acabó saliendo el título de mi cuento para "Nunca voy al cine". Y, por cierto: es un título que, mientras escribía todo esto, he notado que me sigue gustando mucho.
E. Vila-Matas
Eso es, Malvisto, innovar desde unas premisas inamovibles... o algo así.
Frank, lo de Miquel fue un regalo personal... no sé si poniéndote en contacto con Laertes podrías conseguir un ejemplar de Nunca voy al cine... Subal... eeeeesssstooo... vale, sin comentarios.
Gabriela, necesitamos el título de esa novela que desaparece mientras la lees... nosotros, lectores zombis tras La asesina ilustrada, podríamos verificar si tal cosa sucede, si te mueres al acabar el libro... aunque quizás no... es una historia deliciosa la que cuentas :-) ... visto lo cual te recomiendo que NO leas La asesina ilustrada, por si acaso.
Don Enrique, de nuevo tengo que agradecerle sus comentarios. Pero dejemos bien claro que fue Miquel, a quien también conoce, el primero en darse cuenta de su particular ejercicio de reescritura. Todos lo méritos para él, por supuesto. Con su permiso voy a agregar su respuesta al texto del post. Y, de nuevo, muchas gracias.
Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios.
Nada, nada, Portnoy. No importa quién descubra qué. ¿Acaso recuerda alguien que Nobel descubrió la dinamita? ¿O que el doctor Aspirin descubrió la aspirina buscando unas monedas en su sofá?
Me cuenta Miquel que ha adquirido el libro que usted desaconsejó a ese tipo llamado vendepatrias. Está un poco acojonado...
Gracias a usted.
salut!
Pues sí, debería estarlo (acojonado)...
No me extraña que la aspirina acabase en el fondo del sofá... :-)
pues ya escuchó usted al maestro, Portnoy, que son libros completamente distintos, que esas búsquedas pueden ser simpáticas pero nada más, y a otra cosa.
Rolo
Me imaginaba, Javier. Pero bueno hay que hacer el intento, no? Saludos
Querido Portnoy, se me han borrado el título, el autor, todo...
Era un libro antiguo, debía ser de los años veinte treinta.
Abrazos.
A Miquel, que por favor tenga la amabilidad de mandarme un ejemplar de la República Dominicana. :-)
Yo, siempre que voy al cine, me acuerdo de que Vila-Matas nunca va.
Fin de los comentarios constructivos por hoy.
Perdón por las memeces, Portnoy. :-)
Por cierto, la foto es genial: se parece a Alain Deloin. (Invito a caramelos al que pille el chiste bilingüe. Vila-Matas included)
Perdón again.
Por cierto, el google blogger ha decidido ahora que me llamo Heraclio. Pero como sin Fournier no soy nada, debo aclarar que mi nombre es Cristina. Y por el tipo de comentario que vengo haciendo ya habrá deducido el dulce Portnoy de qué Cristina se trata.
Digo lo cual entonces para que lo sepa el señor Google. Y para recordármelo a mí misma.
Hola: Si Enrique Vila-Matas vuelve a pasar por aquí decidle que me visite. Que tengo algo que explicarle, que de algún le concierne.
Saludos!
se ve interesante el libro de vila-matas, así como todos los que no he leído de él.
así como hace un tiempo alguien hizo un gráfico con los libros de bolaño, alguien otro podría hacer algo parecido con el corpus de e.v-m. no creen ??
acá en chile se generó una seudo-controversia sobre exploradores del abismo. un escritor escribió un artículo sobre el libro donde insinúa que vila-matas duerme en los laureles y su repetición de temas y estilos se debe a un afán de quedar bien con sus editores. todo eso escrito en varias muchas demasiadas líneas a lo que e.v-m le bastó una para responder con consición y sin hacerse mala sangre.
como siempre buen blog.
saludos.
Buenas,
Tengo un affaire con Anabel Lee sobre los posibles vínculos entre "El hijo del columpio" de Vila-Matas y "La sombra del viento" de Zafón. Me gustaría en la medida de lo posible y si usted ha leido la novela de marras me dijera si la chispa o latido de la novela puede estar vagamente cifrada en el cuento de Vila-Matas.
Atentamente
rastapopulos
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