Uno de los textos de H parecía narrar algo que le había sucedido realmente, si nos atenemos a la cantidad de veces que jura que lo que cuenta es cierto y a su insistente deseo de ser creído. Según cuenta ocurrió mientras estaba escribiendo en el mismo lugar en el que yo ahora intento poner orden a lo azaroso, buscando lógica a lo inconsistente y fugaz
en la buhardilla de los
En esta habitación ocupada por una gran mesa; sentado ante ella tienes a tu espalda un gran ventanal permanentemente cerrado por el que la luz apenas se filtra y cuando lo hace, atravesando las anquilosadas contraventanas, tiene una textura viscosa que parece solidificarse en el aire. A la derecha una sala en la que dos sillones se disponen simétricos respecto al eje creado por una lámpara de pie, que a media altura tiene una repisa con un cenicero. Los sillones huelen a tabaco. La falsa piel está impregnada de humo rancio, lubricada por la negritud de la nicotina
(volveremos a la habitación)
enfrente, más allá de la infinita superficie acristalada de la mesa, un largo pasillo que se adentra en la oscuridad al final del cual se encuentra la puerta de entrada a la vivienda y a intervalos regulares, siempre a la derecha, se abren puertas al resto de habitaciones.
Mientras H. escribe oye la puerta principal abrirse. Se detiene aterrado, nadie debe venir, nadie tiene llave. Escruta la oscuridad. Poco a poco va distinguiendo entre las sombras del pasillo un abrigo marrón que azota las paredes, del cual surge una tupida red de negros zarzillos que aferran el abrigo al cuerpo que lo lleva, sin que pueda distinguirse en la maraña donde empieza el cuerpo del hombre. Si lo es. La figura avanza agitando unos papeles que lleva en su mano, que inadvertidamente van cayendo tras de él de modo que deja tras de sí una estela de folios garabateados.
Entonces
Entonces el texto termina abruptamente y oigo la puerta abrirse y siento una corriente de aire que se anticipa a la enorme figura que irrumpe en el pasillo y se acerca. Un hombre de dimensiones elefantiásicas cuyo chaqueta de cuero negro roza las paredes y el techo como una corriente desbordada que arrastra todo a su paso. Un hombre con gafas negras y cara de cerdo que enarbola unos folios enrollados en su mano con los que me golpea furioso en la cara diciendo.
Estúpido. Cuenta los planos. Te has equivocado.
(En la habitación, un silencio sólido)
2 comentarios:
"Al principio pensé que debía ponerlo todo por escrito, ese sería un modo. Y lo siguiente que pensé fue en que dejarlo todo fuera sería otro modo, más verdadero.
recién lavado mar
Las flores estaban"
John Ashbery. Tres poemas.
No he leído a Ashbery, pero las reseñas sobre sus poemas siempre han conseguido que me parezca un autor que debo leer. En eso estamos.
Gracias por la "hipercita" Walter
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