A la mañana siguiente, recibí en el hotel a un señor muy serio que preguntó si podía hacerme exactamente cuatro preguntas. Empezó queriendo saber si me identificaba plenamente con el título de mi libro, El viajero más lento. Dudé al contestar. El señor aquel tenía un gesto tan grave que no parecía proclive a las vacilaciones. Opté por decirle que sí, y me pareció que, después de todo, era la respuesta más coherente. Entonces sonrió y, con palabras pausadas, me dijo que era el presidente de la Asociación Internacional del Tiempo Lento. ¿Qué se contesta a alguien que dice algo así? Me quedé lento de reflejos. La segunda pregunta buscaba conocer mi opinión sobre el tiempo. "Si no me lo preguntan, lo sé, pero si me lo preguntan, lo ignoro", dije imitando a san Agustín, y temiendo la reacción airada del señor del Tiempo Lento. Pero el hombre ni se inmutó, siguió anotándolo todo en un cuaderno. La tercera pregunta pretendía averiguar si el tiempo era la imagen móvil de la eternidad. Comencé a preocuparme porque tuve la impresión de que aquel hombre tenía todo el tiempo del mundo y que iba a ser difícil -después de haberme declarado a favor del Tiempo Lento- explicarle que tenía una cierta prisa porque me esperaban en la plaza de Sordello. Hubo una cuarta, quinta, sexta pregunta. Y más anotaciones parsimoniosas en su cuaderno. Sentí que había quedado atrapado en una trampa claustrofóbica. Y pensé en decirle al señor del Tiempo Lento: "Soy un ser anónimo, ¿me permite volver a la libertad?". Iba a decírselo cuando el hombre, esbozando una sonrisa, cerró su cuaderno y me comunicó que habíamos llegado al final de nuestro tiempo. "Siga su camino", añadió magnánimo. Frenando mi velocidad, salí perturbado, pero libre, hacia la plaza Sordello.
Enrique Vila-Matas; de Anónimo mantovano, Dietario Voluble, El País, 16/09/2007
Aunque es pronto para hablar de Exploradores del abismo (leo los relatos con lentitud, dejando vacíos entre uno y otro, poniendo límites a la lectura, barreras invisibles...) si puedo decir que no dejo de asombrarme por la capacidad que tiene Vila-Matas de convertirlo todo cuanto escribe en literatura. Tal vez sea una simpleza, pero creo que ha roto definitivamente las fronteras de los géneros literarios. Da igual que leamos sus relatos, sus novelas, sus artículos o sus reflexiones recogidas en su Dietario Voluble. Todos su textos derrochan literatura.
Ayer descubrí que el azar tiene curiosas formas de manifestarse. Los libros de Vila-Matas descansan junto a los de Auster (curiosamente el último de Auster antes de empezar los de Vila-Matas es Leviatán, ya hablaremos... o, mejor, leed a Daniel aquí y aquí, y no olvidéis los comentarios) y, justo a continuación de los de Vila-Matas, aparecen los de Bolaño... yo creo que no tengo una librería, sino pequeños altares...
11 comentarios:
Siento lo mismo al leer el último de Vila-Matas. Entre relato y relato descanso. Por ahora el que más me ha impactado es NIÑO.
Un saludo
Ummm. El otro día adquirí dos V-M; Suicidios ejemplares, y Exploradores del abismo. No sé por cual empezar. Consejero Portnoy, por cuál empiezo? Los suicidas son exploradores ejemplares del abismo...
Me gusta oír cosas de altares literarios; http://lasegonaperiferia.blogspot.com/2006/07/santoral-subterrani.html
Salut!
Gracias por los enlaces Portnoy! Creo que a Vila-Matas le encantaría la distribución de los libros en tu estantería :)
Respecto a Sophie Calle, es una artista que me fascina tanto por ella misma como por su obra, que desprende un magnetismo y un misterio realmente inquietantes. No sé por qué razón, sin haber visto aún la película de Guerín, En la ciudad de Sylvia me recuerda mucho la obra de Sophie Calle por lo que he podido ver. La semana que viene comprobaré si hay algún fundamento en esto. (En realidad, viendo la premisa argumental, pintor que persigue a mujer anónima, así como las fotografías de la exposición de Guerín, no es raro que se produzca esta resonancia).
Un saludo!
Excelente post. Él mismo es un personaje de sí, inasible, extraño y divertido, un hombre que vive en literatura como antes los santos vivían "en santidad". (Te invito a ver el texto que escribí hace poco en mi blog sobre V-M)
Subal, hola, creo que debería empezar a leer primero Suicidios ejemplares. Por lo que veo guarda un orden lógico anterior a Exploradores del abismo. ¿Qué piensa usted Sr. Portnoy?
Lo lógico, Vidi, sería eso, empezar cronológicamente... pero eso depende del uso que le demos (y que nuestro caótico amigo Subal quiera darle) a la lógica. De todas formas Suicidios ejemplares es una buena manera de empezar (¿empezar, Subal?) con Vila-Matas.
Daniel, cuando constates la relación existente entre Calle y Guerín nos lo contarás, ¿no?
Lo que es curioso es como en algunos momentos coinciden temporalmente un montón de trabajos y referencias que DEBEN llevar a una conclusión, lógica o artística, que se me escapa. Son los coletazos del Plan.
Víctor, visto el interesante texto sobre Vila-Matas, así como el resto de tu "limbo"
Petrus tengo libros que me gustan tanto que demoro su lectura meses... :-)
Gracias por vuestros comentarios
¿Qué tiene de "lógico" lo cronológico (además del sufijo)?
Yo recomendaría Suicidios. Me gusta más que el nuevo.
Buena pregunta, J.
:-)
Unos cuantos días antes de tu post, hacía yo uno sobre "París no se acaba nunca", tras comprarme el de "Exploradores del abismo". Coincidencias espacio-temporales...
Un saludo y buen texto.
P.D. A mi me gusta mucho el primero de los relatos, ya desde el sugerente punto de partida. Y sí, es envidiable la prosa de Vila-Matas.
En el canibalibro adoramos a Vila-Matas.
http://elcanibalibro.blogspot.com/
Un saludo.
Mi elefante me ha robado el comentario de la boca: estaba pensando que comenzar por Suicidios sería simplemente cronológico, no lógico. Además, habida cuenta la magia acronológica vilamatiana, lo lógico sería empezar de forma vertical o inventada; o mejor, por el más portátil... pero nunca por lo obvio, ¿no os parece?
A mí el que más me ha gustado de Vila-Matas ha sido y será Bartleby. Hace poco leí los Recuerdos inventados (el azul, si hablamos de compactos anagrama) y curiosamente, los relatos que más me gustaron fueron los que no estaban en Suicidios ejemplares. Qué gran ejemplo de contradicción sin tiempo...
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