Al parecer hay una especie de concurso en la red para ver quien es más contundente a la hora de dejar a Pynchon por los suelos a propósito de su última novela, Against the day.
Quiero contribuir con algo que escribí hace tiempo y que en cierta manera explica mi postura ante el "enigmático" autor estadounidense:
La Zona: Pynchon contra Kertèsz
El arco iris de gravedad es monstruosa tanto por su extensión como por su tema, y al mismo tiempo, resulta trivial. No es más que una acumulación, pretendidamente joyciana, de textos apenas entrelazados por el hilo común de La Zona, tal vez, el mayor acierto de la novela. Visitamos la Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial en 1945. La región centro-europea está a merced de las tropas de distintos países, un escenario del que muchos huyen y donde otros intentan obtener ganancias. Eso es La Zona, un espacio sin control, totalmente desgobernado, en el que se mueven distintos grupos de personas con un objetivo común: Hacerse con el control de el V-2, el más poderoso misil fabricado y jamás disparado por los nazis. Slothrop, el protagonista condicionado paulovianamente al olor del impulsor del cohete, se verá envuelto en distintas peripecias con un contenido común determinado por el abuso de drogas, por distintas aberraciones sexuales y por un completo sinsentido narrativo que llega a abrumar. La Zona, sin embargo, es un magnífico escenario estropeado por un escritor con algo más que ganas de escandalizar, un escritor tan peculiar que, creo, sólo escribe para sí mismo, dejando en el tintero demasiadas cosas que él sabe, pero el lector jamás adivinará. Más que hermético, Pynchon se muestra incompleto.
En fin: todos contra Pynchon... y eso que no he leído la novela.
15 comentarios:
Yo no he podido hincarle el diente a Pynchon porque siempre que veo un libro suyo pienso que se me va a cansar mucho la manita.
Besos.
Yo amo a Pynchon, su literatura me parece un juego, su genio inabarcable (y no por la sucesión entrópica de erudiciones, personajes, sino por el equilibrio que consigue en ellas) perfecto para captar las claves de su tiempo y condensarlas. Pero no he leido a Kértesz.
Y David Foster Wallace ¡¿le ha hincado el diente?!
DFW es un digno heredero de Pynchon. Portnoy seguro lo odiaría.
Yo a ambos les tengo cariño y me parecen graciosísimos. Pynchon me parece más críptico que Foster Wallace, de todos modos.
Creo que a los dos les hubiera convenido restringirse al formato de novela corta. La hipernovela es una trampa mortal.
La próxima semana compro Against the Day y espero en menos de un mes poder soltar un veredicto.
Sabia decisión, Gabriela.
;-)
Con la semana que llevo no me extrañaría que acabase odiando a cualquiera capaz de juntar dos letras... Pynchon, Foster, Ford, DeLillo... acaban decepcionándome... tal vez me esté haciendo viejo y gruñon... tal vez merezca un "todos contra Portnoy"
Si tuviera tiempo releería El arco iris de gravedad, para descubrir que falla o en la literatura de Pynchon o en mi lectura de Pynchon.
Tengo pocas novelas sin acabar... Vineland lleva cerca de tres años a medias. No puedo con el señor P.
Y, es curioso, Alvy, pero lo que me parece que falla en Pynchon es precisamente el equilibrio.
En fin... al menos vosotros disfrutáis con él.
En eso último sí que estoy de acuerdo con Portnoy. Pynchon podrá gustarle a algunos y molestarle a otros, pero sin duda alguna su literatura es desequilibrada. Lo que pasa es que a mí eso me hace gracia. :)
Pues lo decía por V: me parece una obra ajustadísima y mira que es una sucesión continua de imposibles. ¿Cosas mias? No sé.
Ah, J expliqueme eso (suena muy interesante) de hipernovela con trampa. Yo la infinite jest no la he leído pero si hay trampa: ¿ha ojeado algo de Danielewski?
Claro, Singer. Leí hace unos meses apenas House of Leaves. Por acá está mi pseudoreseña.
No es que haya hipernovelas tengan trampa, creo, sino que las hipernovelas constituyen en sí mismas una trampa. Son peligrosas; se desbocan y fracasan tontamente (remítase, por ejemplo, a los comentarios sobre Underworld que escribió alguna vez Portnoy). Eso es todo lo que quería decir.
A escritores desordenados -y "eruditos"- como Pynchon y DFW les convienen formatos más controlados (así sea sólo en extensión), para que puedan ser realmente apreciados. En los formatos largos se pierden y pierden, y terminan recibiendo respuestas como la de Portnoy acá.
(Ahora que lo pienso, incluso escritores que pretenden ser ordenados, como Perec, pierden el equilibrio por ratos cuando se embarcan en proyectos grandes. Mire usted La vida: Modo de empleo; a mí me encanta, pero sé de muchos que cayeron agobiados por las descripciones de los rellanos...)
En resumen, yo siempre siento que cuando escriben esas cosas tan grandes lo que termina pasando es que escriben muchas novelas en una sola y al final nadie sabe qué fue lo que escribieron ni en qué idioma lo publicaron. Sería mejor que las sacaran una a una.
De todas maneras, todo esto son juicios personales, como siempre, y puede aparecer alguien que considere que ese formato es necesario y demás. Como dice mi abuela, "de todo hay en la viña del señor."
Hola. He leído hace unos días lo que decías sobre Pynchon y me gustaría comentar un par de cosas.
Es muy cierto que parece un autor perdido de algún modo en sí mismo, y es muy probable que la metaficcion postmodernista no sea más que una gigantesca mascarada intelectual para excusar la indulgencia, la complacencia y la gratuidad literarias. Fuegos de artificio. No conozco la obra de Coover o Gass pero las ojeadas que le he echado a Barthelme y a Gadiss me hacen temer lo peor. Palabrería barnizada de erudición (o erudición barnizada con palabrería). Es un poco como el arte contemporáneo, se ejercita en la referencia, se desenvuelve en un complejo sistema de citas en el que lo importante es la ironía porque “ya lo hemos visto todo”, la teoría postmoderna a veces parece elevar el arte a la categoría de chiste privado, ya no confiamos en la palabra, ya no confiamos en las formas ni en los sentidos, así pues juguemos con el lenguaje, construyamos laberintos para iniciados. Me aburre la intertextualidad, no me parece un valor a reivindicar. Todo remite a todo. Y para leer a un autor hay que saber tanto o más que él. Esa perspectiva elitista de la literatura es algo estéril, no? El fin del relato, no? Y con ello el fin del hombre, quizá. No sé, el tiempo lo dirá. Quizá sólo se salve Vonegut, un Vonnegutt, medio Vonegutt.
Volvamos a lo de la erudición, volvamos a Pynchon. No sé hasta que punto Pynchon es un erudito, no sé hasta que punto es un ingeniero aeronáutico visionario poseído por la entropía, quizá el contenido de sus novelas sólo sea un enrevesado juego de manos. ¿Hay un sustrato teórico de gran calado en el interior de El arcoiris de gravedad? ¿Es el emblema de las SS un icono de la integral matemática con la que Von Braun diseñaba la mortífera V1? ¿Los hippies se han reciclado en agentes dobles de la CIA? ¿Se proclamó la República independiente del rock and roll en la costa oeste? ¿Hay un servicio postal clandestino que sólo usan los desheredados de la otra nación, la nación oculta, la que pudo ser y no fue? Por supuesto que no.
Antes pensaba que Thomas Pynchon era el poseedor de un gran secreto, (y hay muchos devotos que así lo piensan). Y después de leer Vineland me temo que perdió ese secreto en los setenta, en Méjico, atiborrado de peyote.
Y sin embargo, siendo irregular, caprichoso y gratuito me sigue fascinando. Y algunos de sus pasajes me resultan deslumbrantes. Nada enciende mi cerebro como la lírica hinchada y desquiciada de Thomas Pynchon, sus dos primeras novelas me encantan. La alucinación conspiranoica como estado existencial, la alegoría científico social, de una inventiva y originalidad sin precedentes –ese San Narciso engarzado en la retícula informática de Estados Unidos, esa Norteamérica inabarcable que fluctúa en un perpetuo estado de transacción-, la relectura de la epifanía literaria en un mundo descreído, enfermo, cruel. Para mí, el Pynchon de los sesenta –V y La subasta del lote 49- es un gigante de la literatura.
No tengo mucha fe en que su nueva novela le redima. Pero me la leeré. A vuestra disposición para lo que queráis. Prometo enrollarme más la próxima vez.
Un saludo. Veen.
Sería muy agradable que esa "próxima vez" no se hiciese esperar.
No sé cuando, pero supongo que leeré de nuevo a Pynchon, pero con muchos prejuicios.
En fin, me interesa lo que dices sobre la intertextualidad... supongo que como ocurre en la mayoría de los casos es el abuso lo que aburre y no el recurso en sí... tal vez,la intertextualidad se vuelve tan particular y precisa que no sólo basta con saber más que el autor: hay que ser el autor. Para entender a Joyce habría que estar en la cabeza de Joyce... personalmente me basta con leer a Joyce. Otros autores que parecen plantear un juego intelectual parecido al propuesto en el Ulysses olvidan que la otro lado del texto hay un lector. Yo creo que esa es la diferencia, el detalle que puede hacernos aborrecer un recurso literario. Y a Pynchon, en su aislamiento, le ocurre.
En fin, anónimo nabokoviano, muchas gracias por tu comentario.
Soy un gran lector de leer muchas cosas, mentira con el tiempo fui direccionandome hacia cierto tipo de literatura y eso empezo con V de Pynchon, al terminar de leer esa novela dije por aca es el camino que quiero recorrer, cuando llegue a las demas novelas de esta gran simulador (me falta solo Against the Day) me pregunte porque no habia leido antes este auror, Rainbow, Mason, Vineland, Lote 59, novelas que son como una puñalada en el cerebro, paginas que son dificiles, paginas donde uno se rie muchisimo (estuve minutos riendo despues de leer la castracion o la lucha con el pulpo amaestrado ambas en Arcoiris, o el encuentro de las huellas de Gotzilla en Vineland), por todo esto no comparto lo de Portnoy (Roth es otra de las vertientes que estoy siguiendo, Contravida es maravilloso) Pynchon puede ser dificil, pero tambien los es Faulkner en otra dimension, Cortazar tambien lo es, es la entropia pura (entropia es en fisico quimica, la busqueda de la menor energia buscando el mayor desorden) Pyncho es uno de mis cinco autores favoritos, y dentro de esos es el que mas cosas me produce al leerlo. Una vez Kafka dijo que la literatura no debe ser bonita sino que al leer uno tiene que sentir que recibe un mazazo en el cerebro. Pyncho es el mejor ejemplo de eso y a mi me gusta muchisimo.
No acabo de comprender cómo puede alguien tener postura sin lectura....
Lee bien: No he leído Against, pero sí El arco iris.
Partamos de que no pude acabar con "El arco iris de gravedad"; partamos también de que me parece injusto analizar un libro sin haber completado su lectura, y así concluyamos que lo que yo pueda decir es "intelectualmente" y "formalmente" irrelevante. Ahora bien, ahí está mi experiencia, que sí que es analizable.
Llegué a "el odiado" a través de una búsqueda de los grandes referentes de la literatura actualísima, de modo que, de entrada, pasé por DeLillo y por Pynchon.
No es el primero el caso de este comentario, así que, veamos: ¿qué me pasó entonces con el último?
Para empezar venía predispuesto, y no sé si indispuesto, por las reseñas biográficas del gran genio anónimo e irreverente que la leyenda adjudica al escritor. Pero es cosa mía, lo admito sin mucho pudor, siempre me han asqueado los "rebeldes", (y acto seguido pienso en el marqués de Sade, mira tú... Y es porque me recuerdan en el escándalo que les acompaña, y en lo escatológico de sus temas). Tachadme de trasncendental, pero a mi la risa (por ahí alguien lo alababa por eso), no me hace "tilín". Quizás esta sea la cuestión: entre los lectores parece haber tres grandes grupos: los que buscan sufrir con la lectura, los que buscan descollar risas sin parar; y claro, los que buscan acabar el libro cuanto antes. ¿En qué grupo estamos cada uno?
A mi Pynchon me parece un derivado del surrealismo más abstracto, lo que en su caso se llama hippismo intrascendente. Y esto es un insulto, pues yo soy de Houllebeq; opino que el ideario hippie es la raiz de todos los males de finales de siglo. Y pienso concretamente en el arte moderno, que parece haber adoptado toda la dialéctica derivada del uso del LSD, que viene a ser la misma que la de los actuales vagabundos de San Francisco.
Hasta dónde leí a Pynchon (alguien me enseñó que en literatura, como en el poker, hay que saber abandonar un mal libro a tiempo), me recordó a tantos abanderados de la modernidad (dígase un Palahniuk), que hacen de la novela un anecdotario cuyo mayor alcance consiste es lograr la reunión de ideas más extravagantes. ¿Acaso hay algo más que eso en el Arco Iris...? ¿Tiene alguna capacidad narrativa reseñable en lo técnico? ¿Aparte de sorprendernos con el tema, innova de alguna forma en el tratamiento del mismo? Todas las opiniones que escucho hacen énfasis en que no se puede seguir la historia, pero, eso sí, tiene pasajes divertidos... Así que deduzco que para muhos, mientras el autor sea divertido, la estructura puede ser un churro.
Veo la capacidad imaginativa de Pynchon y la admiro, pero no veo la capacida artística, y le condeno. Por esa razón yo dejé de leer su libro cuando me cansé de esto, de leer anécdotas... Y no me vale decir que hay una lectura simbólica, una lectura subterránea bajo el absurdo, porque estoy harto de esta concepción del arte actual que ha transformado la obra del autor en la experiencia del autor al crear la obra. Es una trampa. Es la gran trampa del postmodernismo. En vez de ser capaz de crear lo que piensas, explica lo que dices haber creado, aunque nadie lo vea. Todos te escuchan, porque estamos en el siglo XXI. ¡Es cojonudo! ¿Quieres ser artista? ¡No hay problema! Habla como si lo fueses.
A mi Pynchon, lo siento por quienes les divierte, sólo me aporta la falsa luz de la extravagancia. Surrealismo a la americana.
Partamos de que no pude acabar con "El arco iris de gravedad"; partamos también de que me parece injusto analizar un libro sin haber completado su lectura, y así concluyamos que lo que yo pueda decir es "intelectualmente" y "formalmente" irrelevante. Ahora bien, ahí está mi experiencia, que sí que es analizable.
Llegué a "el odiado" a través de una búsqueda de los grandes referentes de la literatura actualísima, de modo que, de entrada, pasé por DeLillo y por Pynchon.
No es el primero el caso de este comentario, así que, veamos: ¿qué me pasó entonces con el último?
Para empezar venía predispuesto, y no sé si indispuesto, por las reseñas biográficas del gran genio anónimo e irreverente que la leyenda adjudica al escritor. Pero es cosa mía, lo admito sin mucho pudor, siempre me han asqueado los "rebeldes", (y acto seguido pienso en el marqués de Sade, mira tú... Y es porque me recuerdan en el escándalo que les acompaña, y en lo escatológico de sus temas). Tachadme de trasncendental, pero a mi la risa (por ahí alguien lo alababa por eso), no me hace "tilín". Quizás esta sea la cuestión: entre los lectores parece haber tres grandes grupos: los que buscan sufrir con la lectura, los que buscan descollar risas sin parar; y claro, los que buscan acabar el libro cuanto antes. ¿En qué grupo estamos cada uno?
A mi Pynchon me parece un derivado del surrealismo más abstracto, lo que en su caso se llama hippismo intrascendente. Y esto es un insulto, pues yo soy de Houllebeq; opino que el ideario hippie es la raiz de todos los males de finales de siglo. Y pienso concretamente en el arte moderno, que parece haber adoptado toda la dialéctica derivada del uso del LSD, que viene a ser la misma que la de los actuales vagabundos de San Francisco.
Hasta dónde leí a Pynchon (alguien me enseñó que en literatura, como en el poker, hay que saber abandonar un mal libro a tiempo), me recordó a tantos abanderados de la modernidad (dígase un Palahniuk), que hacen de la novela un anecdotario cuyo mayor alcance consiste es lograr la reunión de ideas más extravagantes. ¿Acaso hay algo más que eso en el Arco Iris...? ¿Tiene alguna capacidad narrativa reseñable en lo técnico? ¿Aparte de sorprendernos con el tema, innova de alguna forma en el tratamiento del mismo? Todas las opiniones que escucho hacen énfasis en que no se puede seguir la historia, pero, eso sí, tiene pasajes divertidos... Así que deduzco que para muhos, mientras el autor sea divertido, la estructura puede ser un churro.
Veo la capacidad imaginativa de Pynchon y la admiro, pero no veo la capacida artística, y le condeno. Por esa razón yo dejé de leer su libro cuando me cansé de esto, de leer anécdotas... Y no me vale decir que hay una lectura simbólica, una lectura subterránea bajo el absurdo, porque estoy harto de esta concepción del arte actual que ha transformado la obra del autor en la experiencia del autor al crear la obra. Es una trampa. Es la gran trampa del postmodernismo. En vez de ser capaz de crear lo que piensas, explica lo que dices haber creado, aunque nadie lo vea. Todos te escuchan, porque estamos en el siglo XXI. ¡Es cojonudo! ¿Quieres ser artista? ¡No hay problema! Habla como si lo fueses.
A mi Pynchon, lo siento por quienes les divierte, sólo me aporta la falsa luz de la extravagancia. Surrealismo a la americana.
Veo la capacidad imaginativa de Pynchon y la admiro, pero no veo la capacida artística, y le condeno. Por esa razón yo dejé de leer su libro cuando me cansé de esto, de leer ocurrencias... Y no me vale decir que hay una lectura simbólica, una lectura subterránea bajo el anecdotario absurdo, porque estoy harto de esta concepción del arte actual que ha transformado la obra del autor en la experiencia del autor al crear la obra. Es una trampa. Es la gran trampa del postmodernismo; en eso coincido con algunas opiniones anteriores. En vez de ser capaz de crear lo que piensas, explica lo que dices haber creado, aunque nadie lo vea. Todos te escuchan, porque estamos en el siglo XXI. ¡Es cojonudo! ¿Quieres ser artista? ¡No hay problema! Habla como si lo fueses.
A mi Pynchon, lo siento por quienes les divierte, sólo me aporta la falsa luz de la extravagancia. Surrealismo a la americana. Intelectualismo rollito San Francisco.
Después de todo la opinión sobre este hombre creo que depende de algo cuya impresión siempre he tenido. Que existen cuatro clases de lectores: los que buscan un drama; los que buscan unas risas; y claro está, los que buscan acabar el libro cuanto antes. (Y no me resisto a dejar fuera una último tipo: los que buscan aburrirse) ¿De qué tipo somos cada uno?
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