12/5/19

Sí, de Thomas Bernhard

“Sí” es la respuesta a una pregunta que se formula en el texto. “Sí” es también la última palabra de la novela como lo era el de Molly Bloom en el Ulises de Joyce. El “Sí” de Bernhard también lo pronuncia una mujer. Como dice Luis Goytisolo en la edición de , traducida por Miguel Sáenz para Anagrama, el “final del Ulises, que no obstante, si algo tiene que ver con el que cierra este libro, será, en todo caso, por la similitud que cabe establecer entre los opuestos”.

No tengo muy claro que se traten precisamente de “opuestos”. Sin embargo tampoco hay relaciones entre la novela de Bernhard y la de Joyce que nos haga pensar que en la composición de se haya tenido en cuenta al Ulises. Algo que como ya comenté sí sucedía en Váramo, de César Aira, a la que me atreví a llamar “deconstrucción del Ulises”.

Pero la elección de la palabra final del texto, “sí”, su relevancia al ser escogida como título de la novela y la inevitable relación que se establece con el “sí” final más famoso de la literatura me hace pensar que no es casual y que, además, se fomenta esa relación para mostrar las diferencias. Cuando Goytisolo habla de opuestos entiendo que no quiere que se vea una relación entre las dos novelas. Pero creo que más que opuestos se trata de oposición. Y que para oponerte a algo lo primero que tiene que hacer es tenerlo presente. No se trata de “la similitud que cabe establecer entre los opuestos”, sino de la oposición de textos relacionados. Bernhard no pretende oponerse al Ulises sino escribir a la contra de Joyce. No se puede escribir igual después de Joyce, aunque cientos, miles de escritores piensen que sí se puede hacer. Y arriesgarse por caminos alejados de los trillados por la narrativa convencional, escribir no para complacer al lector sino por el empeño de consumar una obra literaria que encierre la belleza formal de su composición, hace que inevitablemente la obra y el autor se sitúen en la estela de Joyce. Como no se puede escribir igual después de Joyce, el autor debe asumir su influencia, aceptarla y adaptarla a sus objetivos estéticos. Porque de lo que se trata, al menos en el caso de Bernhard, aunque creo que debería darse en toda manifestación narrativa, no es contar una historia sino crear una obra artística. Y que lo sea a pesar de lo atroz y desmoralizante que sean los temas tratados.
Puedo hacer una sinopsis de la novela, explicar qué, cómo, cuándo y tratar sobre lo demoledor que es el “Sí” final. Puedo hablar de Broch, de Musil, de Kafka, de Walser e incluso de Goethe, para indicar los caminos que transita la narrativa de Bernhard. Puedo hablar de la extrema dificultad de sus textos y del esfuerzo que imponen al lector, aun tratándose de una de las obras más asequibles de Bernhard (¿quizás por eso la más famosa y reeditada?).

Lo que no puedo hacer es explicar el placer estético que provoca su lectura.

Lo que debería hacer todo escritor mediocre que osase leer a Bernhard sería o dejar de escribir definitivamente o suicidarse. Eso sí, si les preguntásemos si harían eso la respuesta sería “No”.

7 comentarios:

hoeman dijo...

Bueno, leyendo a Bernhard no hay que descartar el suicidio.

Portnoy dijo...

Sí.
:-)

Toni dijo...

No he leído , pero como escritor mediocre que soy, me pregunto con frecuencia cómo escapar a la (¿nociva?) influencia de la prosa de Bernhard y si no me convendría más suicidarme (literariamente).
Buena reflexión, saludos desde la habitación.

Portnoy dijo...

Nos pasa a todos. Yo casi tengo consumado el suicidio literario.
Un saludo y gracias por comentar.

921kibu dijo...

Bernhard palidece al lado de Joyce. Pero Bernhard es arte en grado máximo.

Cities: Moving dijo...

Como no me he leído el Ulises de Joyce no puedo comparar, pero desde luego el "sí" final de este libro me parece que no podria haber estado mejor traído.

Portnoy dijo...

Pues si el "arte en grado máximo" palidece al lado de Joyce, entonces Joyce...
Y contra más lo pienso más genial me parece el final.
Un saludo y gracias por vuestros comentarios.