Andréi Biéli puede ser considerado el
eslabón literario que da continuidad a la narrativa de Tolstoi y
Dostoievski y la enlaza naturalmente con Nabokov y (menos) Pasternak.
Desde luego, la importancia de la obra de Biéli, no sólo en la
literatura rusa sino también en la occidental, nunca ha sido del
todo valorada. Y no lo ha sido porque su nombre nunca aparece entre
los destacados en la narrativa rusa de su tiempo. Quizás porque
durante su vida publicó con normalidad antes y dentro del régimen
soviético, de cuyos inicios, la revolución de 1917 fue un
entusiasta, y no fue hasta unos años después de su muerte que sus
obras fueron prohibidas en la URSS.
Injustamente olvidado, sus obras han
perdurado con una fuerza que traspasa el tiempo. Incluso (o quizás
por eso) a pesar de lo localistas que pueden ser sus novelas. La
paloma de plata transcurre en un pequeño pueblo y a través de sus
dispares habitantes consigue mostrarnos la disparidad de la sociedad
rusa a principios del siglo XX y el caldo social de cultivo de la
futura revolución.
"(…) debo explicarte que las personas se dividen en parásitos y esclavos; los parásitos se dividen a su vez en prestidigitadores, o magos, asesinos y sinvergüenzas; los magos son los que se han inventado a Dios y con esta invención acumulan dinero; los asesinos son el estrato militar de todo el mundo; los sinvergüenzas se dividen en simples sinvergüenzas, es decir, gente acomodada, sinvergüenzas instruidos, es decir, los profesores, los abogados, los médicos y los miembros de las profesiones liberales, y en sinvergüenzas estéticos: a estos últimos pertenecen los poetas, los escritores, los artistas y las prostitutas (....)"
Influenciado todavía por el Realismo
del XIX, Biéli da mucha importancia a la descripción de los
paisajes. La característica que hace de Biéli un precursor de la
narrativa del siglo XX es que esas descripciones adoptan un matiz
orgánico que responden a las emociones de los personajes. No se
trata de meras descripciones de los elementos de un paisaje sino de
la tamización a través del perturbado estado de ánimo de quienes
lo contemplan o se mueven a su través. El espacio en el que
transcurre la acción no es un simple escenario factible de ser
descrito, es un personaje más, mutable y viviente. Esta
consideración del entorno como un elemento activo de la narración
alcanza su máxima expresión durante los arrebatos místicos
(¿reales o inducidos?) del personaje principal.
Por otra parte el anticlimático final,
devastador y en cierta manera antinarrativo, nos lleva a
replantearnos en otra clave toda la narración de La paloma de plata,
proponiéndonos un triunfo de la Realidad sobre la ficción
narrativa. Esto vendría a ser el triunfo de una religiosidad insana
implantada en el corazón del pueblo ruso, simbolizado por un místico
Oriente, que subyaciendo en los estratos sociales más bajos, se
impone y se infunde por toda la sociedad rusa, sobre todo por aquella
que busca ampliar horizontes en un hipotético Occidente cultural.
¿Es la denuncia del triunfo de la
sinrazón mística la que hizo que las obras de Biéli fueran
prohibidas a partir de 1940 por el régimen soviético? Y si fue así,
¿no era esa una forma de admitir que ese misticismo perduraba en la
organización política y social de la Unión Soviética?
La paloma de plata es una novela
maravillosa cuando logramos descubrir lo que tan sutil e irónicamente
Biéli quería transmitirnos: El inexorable triunfo de la religión
fuera de toda lógica.
Triunfo porque la religión, oficial o
sectaria, teísta o política, no precisa de la Razón para
imponerse, no precisa esfuerzo por parte de los fieles y seguidores,
no les impone pensar, solo creer.
Inexorable porque la alternativa,
Occidente frente a Oriente según la nomenclatura de Biéli, Religión
frente a Razón, si que implica esfuerzo, comprensión e incluso
oposición. No se trata tan sólo, según Biéli, que ciertas
personas acojan la causa religioso-mística (y aquí sigo con la
alegoría política) por sus condicionamientos sociales, sino que
ciertas personas afectas a la Razón pueden, según las
circunstancias de su vida, dejarse seducir por el apacible y cómodo
dejarse llevar de la vida religiosa.
Pero en cierta manera estoy mintiendo
para justificar lo que quería decir. Darialski, el protagonista de
La paloma de plata, se transforma por causa de una mujer... no de una
mujer, de los ojos de esa mujer... de la carnalidad de esa mujer...
ese será el motivo, nunca del todo justificado racionalmente en la
novela, para situar al personaje en una disyuntiva Oriente-Occidente
de la que no podrá escapar.
Arriba, parias de la tierra.
Creed con una fe ciega.
El fragmento de la traducción de María
García Barris para editorial Laetoli.
4 comentarios:
¿Es la denuncia del triunfo de la sinrazón mística la que hizo que las obras de Biéli fueran prohibidas a partir de 1940 por el régimen soviético? Y si fue así, ¿no era esa una forma de admitir que ese misticismo perduraba en la organización política y social de la Unión Soviética?
Me parece muy sagaz esta observacion en forma interrogativa. Los jerarcas del estalinismo quizá entienderon bien a Beili. Las ideologias fanáticas y extremistas quieren desplazar a las religiones, y convertirse ellas mismas en una religión de Estado.
En la apreciación de los ojos de la mujer como factor carnal que lleva a la conversión me has recordado la temática, o parte de ella, de Thomas Mann, otro autor del que parece decirse siempre ah, sí, ese gigante de las letras pero que, claro, aún escribía como se hacía en el xix. Oriente-occidente, es una dicotomía que asumía explícitamente en La montaña mágica, pero cuyo trasfondo late en todas sus otras obras y que, me parece, además, uno de los motores principales de La muerte en venecia.
Este es el comentario pedante. Ahora este otro: me has recordado que tengo que leer Petersburgo, lo que supone añadir otro ejemplar a la montaña de libros que se me acumula. Maldición.
¿Y no habrá una novela que trate de la actualización moderna de esa dicotomía en la pareja leerlibros-comprarlibros? Si la hay y la conoces, recomiéndamela; o no. No sé.
Javier
Pon un enlace al Libro y dejanos digerir por nosotros mismos.
Es la denuncia del triunfo de la sinrazón mística la que hizo que las obras de Biéli fueran prohibidas a partir de 1940 por el régimen soviético? Y si fue así, ¿no era esa una forma de admitir que ese misticismo perduraba en la organización política y social de la Unión Soviética?
Me parece muy sagaz esta observacion en forma interrogativa. Los jerarcas del estalinismo quizá entienderon bien a Beili. Las ideologias fanáticas y extremistas quieren desplazar a las religiones, y convertirse ellas mismas en una religión de Estado.
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