Le tomo prestada la afirmación que Juan Francisco Ferré dejó hace unos días en twitter: “Algún día los historiadores más serios recurrirán a Pynchon para entender el devenir americano en la historia occidental” y ordena las novelas de Pynchon en orden cronológico: Mason & Dixon, Contraluz, V, El Arco Iris De Gravedad, La Subasta Del Lote 49, Vicio Propio, Vineland y Al Límite.
Visto desde esta perspectiva no podemos negar que la obra de Pynchon abarca la totalidad de la historia estadounidense, desde su fundación hasta la caída de las Torres Gemelas. Sin poder afirmar que lo que hace sea novela histórica, sobre todo desde que se ha convertido en una especie de subgénero en el que tiene acogida parte de lo peor y parte de lo más vendido, sin que una cosa excluya a la otra, de la narrativa contemporánea, si podemos decir que sus “ficciones históricas”, con toda la carga de ironía y delirios fantásticos que llevan, constituyen lo que afirma Ferré, una especie de panel histórico que muestra no tanto la Historia que reflejan los textos académicos, sino esa especie de infrahistoria que no tiene cabida en ellos.
Al límite, (¡Bleeding edge, cojones!) es una panoplia de situaciones que ocurren en torno a la época del ataque al World Trade Center. Y uso deliberadamente panoplia porque muestra una serie de “armas” empleadas para desestabilizar la sociedad o para encontrar resquicios en el sistema para enriquecerse. Desde la injerencia encubierta de instituciones gubernamentales estadounidenses en Centroamérica, hasta el ataque terrorista, desde los hackers, independientes o contratados por el gobierno, hasta las burbujas financieras, desde los fraudes hasta las conspiraciones.
Lo bueno de Pynchon es que sabe que no debe profundizar en este tipo de cosas sino mostrarlas simplemente a través de las aventuras personales de cada uno de los (¿cientos?) de personajes que pueblan la novela. Esto consigue un tono de profundidad, y quizás de denuncia, al mismo tiempo que un aire de liviandad irónica que constituye la marca personal del autor. Intenta abarcarlo todo a través de una sucesión de anécdotas y esa dualidad convierte a Al lím.. Bleeding edge en una novela amena y apreciable. Pero, lo que está claro es que no es una de las grandes novelas de Pynchon. Parece que ha decidido abandonar sus monumentales novelas “históricas” para volver, con ésta y Vici… Inherent Vice, a lo que ya abordó en Vineland, novelas de falso género noir que retratan una época determinada.
Sigue siendo Pynchon. Un autor, eso sí, que demanda que entres en su juego paranoico-conspiratorio y que no te pide nada más, como lector, que te entregues y disfrutes.
¿Seguro?
No. Hay algo más en las novelas de Pynchon. Algo que las hace destacar sobre el resto. Pero está oculta entre sus páginas… así que no solo disfrutes leyendo. Investiga.
(La verdad es que los que admiramos a Pynchon acabamos pareciendo miembros de una secta. Somos lectores fanáticos y, por tanto, poco fiables cuando recomendamos una de sus novelas. Somos lectores paranoicos dispuestos a creer toda conspiración que Pynchon desvela. Y lo somos porque la realidad siempre nos sorprende imitando a la ficción. Tengo que confesar una cosa, creo haber visto a Mohamed Atta en 2001. Y eso que podría parecer algo descabellado coincide con la cronología de sus pasos por el mundo… tal vez Atta, su fotografía, se haya instaurado en el subconsciente colectivo tras los ataques al WTC… pero comparto esa seguridad, la de haberle visto, con otra persona de absoluta confianza… y ahora la protagonista de Al lím… de Bleeding Edge también puede haber coincidido con Atta… o es otra broma de nuestro conspiranoico favorito:
Ya en el taxi de vuelta a casa, por la radio suena una ruidosa cháchara en árabe, que Maxine al principio toma por un programa de llamadas de oyentes, hasta que el taxista coge un auricular y se une a la charla. Ella mira la tarjeta de identificación fijada en el plexiglás. La cara de la fotografía es demasiado borrosa pata distinguirla, pero el nombre es islámico, Mohammed no sé qué.
Es como oír una fiesta desde la habitación de al lado, aunque Maxine se fija en que no hay música ni risas. Emoción intensa, sí, pero más cerca de las lágrimas o la rabia. Hombres que se pisan al hablar, gritando, interrumpiéndose. Un par de las voces podrían ser femeninas, aunque más tarde le parecerá que pertenecían a hombres de voz aguda. La única palabra que Maxine reconoce, y la oye más de una vez es Inshallah.
—“Lo que sea” en árabe —dice Horst asintiendo con la cabeza.
Están parados en un semáforo, esperando.—Si Dios quiere —le corrige el conductor, medio volviéndose en su asiento, de manera que Maxine de repente puede mirarle directamente a la cara. Lo que ve en ella hará que le cueste conciliar el sueño. O al menos así lo recordará”)
De la traducción de Bledding Edge, Al Límite, de Vicente Campos, para Tusquets.
Ah, y aquí un agradecimiento autoreferencial a José Luis Portero, lector razonablemente cabreado, por su búsqueda del fragmento correcto:
Ah, y aquí un agradecimiento autoreferencial a José Luis Portero, lector razonablemente cabreado, por su búsqueda del fragmento correcto:
Aquí hago un cameo à la Pynchon: “@JaviAviles: Donde, de nuevo, no hablo de Al límite, de Thomas Pynchon: http://t.co/hR4ujTaw54” ;-P
— Jose Luis P. (@porterojlp) noviembre 3, 2014
4 comentarios:
No conocía a este autor (mi incultura no conoce límites). Gracias por la recomendación
Me aburre Pynchon, es un autor sobrevaloradisimo, tal vez porque no escribe claro. Pynchon es un imitador castizo (a la manera yanqui) de Faulkner, que era el verdadero talento. Faulkner, el ruido y la furia del Sur, era un poeta y gran narrador, Pynchon un coleccionista de trivialidades y lugares comunes expedidos bajo la especie de la confusión. Hagan la prueba_; metánse en una novela (luz de Agosto) del sureño y vean lo que pasa. Y luego hagan lo mismo con el mediocre Pynchon...
No creo que Pynchon y Faulkner sean excluyentes.
No lo son,Pornoy: no se trata de eso. Ningun escritor excluye a otro. Se trata de profundidad, de geometria humana (joder, soy un cursi)..Pynchon acumula trivialidades, insisto, alli donde el pequeño Faulkern acumula personajes de una gran complejidad, gente de una gran hondura humana (otra cursileria inevitable...
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