20/4/07

Bolaño póstumo (II)

Escribía hace tiempo en torno a Bolaño:

La obra de Bolaño (...) es un juego consentido y alentado por el autor quien, como director del juego, demuestra ser finalmente más listo que todos sus lectores.
La única respuesta posible ante la magnitud de este juego es practicarlo en solitario.
Convertirse en lectores onanistas de Bolaño. Lo primero que dije fue que no se podía hablar de 2666. No se puede hablar de Bolaño.

A vueltas con Bolaño

Después rompimos esa premisa y nos lanzamos a hablar con entusiasmo de Bolaño y su obra, de sus narradores y de las trampas metaliterarias a las que nos conducía y en las que caíamos como ingenuos lectores.
Entre esas trampas se podía incluir el carácter minimalista de algunos de sus relatos, que mostraban fragmentos inconclusos de “realidad” (o eso podíamos llegar a pensar) ...más o menos lo mismo que hemos visto en Salinger a través del Proyecto Nueve Cuentos... más o menos lo mismo que gran parte de la narrativa estadounidense de mediados del siglo XX: Carver, Cheever... pero Bolaño mejor ( o al menos eso creo)
Comentaba Settembrini en torno a la “poética de la inconclusión” con la que algunos han tratado de definir la narrativa corta de Bolaño que “a la fuerza ahorcan”
¿Hablaríamos de inconclusión, de “poética de la inconclusión”, si Bolaño no hubiese fallecido dejando inacabada 2666 y el puñado de relatos, de esbozos en muchos casos, de primeros apuntes que constituye ahora la recopilación de textos titulada El secreto del mal?
Coincido con Sett, “poética de la inconclusión” es una definición un tanto pedestre para referirse a la extensa e intensa obra de Bolaño.
Fuca dice que pensaba en mí leyendo “El hijo del coronel” porque sabe lo que me gusta el cine de terror. Pero no sólo por el género que trata se convierte en mi cuento favorito (de momento) de El secreto del mal. Además, como apunta j. en La balada del elefante azul : “Y la clave del cuento, lo que lo dota de un doble sentido jugoso y misterioso, es la afirmación de que esta película constituye, para el narrador, «mi biografía o mi autobiografía o un resumen de mis días en el puto planeta Tierra.» Esta declaración, expresada en el primer párrafo del relato, nos obliga a una lectura paralela no explícita sobre la historia a escuchar, redefine de inmediato la experiencia de la película, nos fuerza a preguntarnos reiterativamente a qué se refiere, cuál es la verdadera historia”
No es la primera vez que Bolaño (perdón, los narradores de Bolaño) nos cuenta películas, algunas reales (Andrei Rublev, por ejemplo) y otras, como El hijo del coronel, imaginarias. Lo que se hace difícil entender en la declaración inicial del narrador en el cuento es como la delirante película que nos cuenta puede ser “un resumen de mis días en el puto planeta Tierra”. No hace falta explorar mucho en el relato para darse cuenta que todo es excepcional en la película que nos cuenta, que nada obedece a los normas del género fantástico, que lo que se nos está contando es otra cosa revestida de película de zombies.
Lo curioso es que parece que en la película los muertos quieren descansar.
Y el protagonista quiere revivir aquello que está muerto.
¿Alegórico? ¿Premonitorio?



En fin, preguntaba nuestro compañero Llibreter si el interrogante del diagrama de Bolaño estaba por fin resuelto y la incógnita era La Universidad desconocida.
Debo confesar mi incapacidad para responder esa pregunta.
En primer lugar por mi ineptitud para apreciar la poética que me impediría reconocer si La universidad desconocida debe reemplazar al interrogante.
En segundo lugar El diagrama de Bolaño es una representación artística de las relaciones que se establecen entre las obras del autor chileno. En algún sitio ya recalqué que tiene algún que otro error. Por ejemplo Una novelita lumpen debería estar íntimamente relacionada con Los detectives salvajes, aunque después de leer en El secreto del mal el esbozo primerizo del texto no lo tengo tan claro. Pero esa característica de la narrativa de Bolaño de encajar en distintos contextos, el carácter de constante reescritura o reelaboración de sus textos puede sugerirnos que textos ocuparían el interrogante: Todos. Es posible que en ese sentido sí, La Universidad desconocida sea la solución.
Pero como en el fondo todo es un juego al que jugamos los lectores, las flechas apuntan a nuestras cabezas.

El diagrama de Bolaño
Una novelita lumpen


AMANECER
Créeme, estoy en el centro de mi habitación
esperando que llueva. Estoy solo. No me importa
terminar o no mi poema. Espero la lluvia,
tomando café y mirando por la ventana un bello paisaje
de patios interiores, con ropas colgadas y quietas,
silenciosas ropas de mármol en la ciudad, donde no existe
el viento y a lo lejos sólo se escucha el zumbido
de una televisión en colores, observada por una familia
que también, a esta hora, toma café reunida alrededor
de una mesa: créeme: las mesas de plástico amarillo
se desdoblan hasta la línea del horizonte y más allá:
hacia los suburbios donde construyen edificios
de departamentos, y un muchacho de 16 sentado sobre
ladrillos rojos contempla el movimiento de las máquinas.
El cielo en la hora del muchacho es un enorme
tornillo hueco con el que la brisa juega. Y el muchacho
juega con ideas. Con ideas y con escenas detenidas.
La inmovilidad es una neblina transparente y dura
que sale de sus ojos.
Créeme: no es el amor el que va a venir,
sino la belleza con su estola de albas muertas.

Roberto Bolaño, La Universidad desconocida.

Estoy solo. No me importa terminar o no mi poema.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De la poesía de Bolaño sólo leí “Los perros románticos”, no me entusiasmó, así que no voy a leer “La Universidad desconocida”. Sí acabé de leer “El secreto del mal” y me gustaría que pudiéramos comentar algunos relatos. ¡Anímate, Portnoy!

Escribe Bolaño: “Estoy solo. No me importa terminar o no mi poema”. Pues es una pena, a mí me hubiera gustado que terminara “Músculos”, que parece que era el comienzo de una novela inacabada.

Un abrazo. Sabes que leo tu magnífico blog diariamente, aunque participe poco.

Anónimo dijo...

Gracias por el enlace. He conseguido agrandar las letras de ese texto. Parece que tenía mal configurado mi monitor: hace tiempo ajusté la resolución y el tamaño de letra para poder leer los textos internáuticos sin dejarme los ojos en el empeño, y eso hacía que al escribir en mi blog el tamaño de las letras que veía el visitante no se correspondiera con el que yo disfrutaba. Vamos, que mi blog es una fábrica de miopes... En fin, al menos he conseguido corregir el problema para ese texto, y espero que de ahora en adelante la cosa marche mejor. De todas formas sigo dándole vueltas al tema de la mudanza.

Pero hablemos de BOLAÑO...

Anónimo dijo...

Llevo un tiempo pensando sobre esta fiebre bolañesca, y no me atrevo a escribir nada por miedo a enriquecer el florido jardín de sandeces que se cultiva. ¿Es una moda? En algunas cosas me recuerda la fiebre sebaldiana que vivimos hace unos años, coincidiendo con la muerte de Sebald. También se acusó a los entusiastas de sobrevalorar al autor. Pero, ¿no era un genio? ¿Pervivirá su obra? ¿Lo recordaremos, lo leeremos dentro de diez años? ¿Y a Bolaño?

(Por cierto, también se publicaron malas poesías, artículos de circunstancias y retazos de novela al poco de la muerte de Sebald. El síndrome del escritor-naranja, o cómo hacer zumo editorial con un difunto.)

También me recuerda al afán de descubrir al nuevo Cervantes que de cuando en cuando nos resucita a un genio desconocido. Y alguna lumbrera llega y dice que Di Benedetto es comparable a Cortázar y a Borges (¡viva el orujo!).

Cuando un pintor muere su obra se revaloriza. Cuando muere un escritor queda convertido en pasto de editores insaciables, críticos iluminados y lectores entusiastas.

La verdad, ¿es para tanto? A mí no me gustan la mayoría de los cuentos de Bolaño. La literatura nazi... me interesa, pero me deja a medio comer. Algo parecido me ocurrió con otras obras. Esa "poética de la inconclusión" me deja insatisfecho. Menos mal que entonces llego a los detectives y a 2666 y Bolaño me deslumbra. Y, además, el resto cobra sentido.

No sabemos explicar a Bolaño. Alguien llega y dice "poética de la inconclusión" y se queda satisfecho, peron no basta. Soñamos con un Bolaño que hubiera podido construir su obra minuciosamente, acabar sus grandes novelas, enriquecer su legado. Pero vemos que Bolaño es lo inacabado, la urgencia; agobiado por la pobreza, la muerte lo persigue y lo alcanza. Parece un condenado que trata de escribirlo todo antes del amanecer, pero no tiene la suerte de aquel personaje de Borges para quien el tiempo se detenía. Bolaño no es un Montaigne aislado del mundo en su torre, lejos del tiempo, volcado en su obra. En Bolaño vemos el signo de nuestro tiempo enloquecido. A lo mejor es eso lo que nos seduce y nos desarma. Veremos si sobrevive, si sigue siendo leído dentro de diez años. O de cincuenta. Y veremos cómo entonces lo entienden. (O no, no lo veremos, qué carajo. Jodida muerte.)


(Cuando me pongo estupendo parezco más idiota que de cosumbre. Sirva el orujo de excusa.)

Anónimo dijo...

Fuca: si no has leído Una novelita lumpen, hazlo, ahí está Músculos al completo.