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19/5/15

Días felices en el infierno, de György Faludy

Si escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie, como dicen que dijo Adorno, esta novela de Faludy es un premeditado acto de barbarie contra la misma frase del filósofo alemán.
(Tal vez incluso contra toda la cultura alemana impuesta en Hungría antes de la Segunda Guerra Mundial)
(Para Adorno “Beckett ha reaccionado de la única forma honesta a la situación del campo de concentración”, y veía en Fin de partida, la única posible respuesta artística a Auschwitz.)
(Auschwitz, la bomba atómica, la división de Europa, las purgas stalinistas... una época que es una fractura histórica que, obviamente afectó a la narrativa... ¿para bien? Quizás desvió la atención, a causa de la necesidad de saber, a aquellas narraciones que contaban las historias de la guerra, la posguerra, la represión soviética... imponiendo, quizás, como corriente principal, dejando de lado la calidad o el interés, el simple acto de narrar)
(Excepciones, y ya volvemos a Faludy a través de un compatriota, destacable sería Kerstesz, quien tras su demoledor testimonio del absurdo de un campo de concentración en Sin destino, compone posteriores narraciones desde perspectivas más experimentales)

“Oyendo los discursos de Hitler y de Stalin por la radio, pensaba en cuán más rápidamente hubiera colapsado el Imperio Romano si las locuras de Nerón o de Caracalla hubieran sido difundidas por ese medio en la sala de lectura de la Biblioteca de Alejandría o en la plaza del mercado de Antioquía.”

Faludy. En 1938 abandonó Hungría. Tenía 28 años y era considerado una celebridad como poeta. Quizás esto nos resulte muy extraño a nosotros, que constituimos una sociedad culturalmente anticultural. Faludy, según nos relata el traductor  Alfonso Martínez Galilea en una nota, también era una excepción, como excepcional fue que su libre traducción de los poemas de Villon se convirtiesen en un bestseller en Hungría, de forma que es el libro de poemas más reeditado de la historia magiar.

(Tenía que usar magiar... me quedo con las ganas de emplear Samizdat)
(Villon, Baladas del ahorcado, escritas mientras esperaba su ejecución; Faludy, dicen que hacía memorizar a sus compañeros de cautiverio en un campo de trabajo soviético en Hungría fragmentos de sus poemas)

Días felices en el infierno se centra en su exilio tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, su paso por Francia, Marruecos y Estados Unidos, y su retorno a Hungría, donde se ensayaba un impostado sistema democrático bajo el control de la Unión Soviética que terminó en una purga política que conllevó su internamiento en un campo de trabajo.

“Al mismo tiempo, sentíamos que nosotros mismos estábamos en una situación bastante ridícula. Hasta el día de nuestra detención, el noventa y cinco por ciento de nosotros nunca habíamos sido considerados enemigos del régimen. Los arrestados de los primeros días nos despreciaban porque cada uno de ellos, por supuesto solo desde que había sido detenido, consideraba la colaboración con el régimen un absoluto descrédito. Habíamos acabado por ser ridículos para nosotros mismos, porque habíamos tolerado, e incluso apoyado, al régimen mientras construía las trampas en las que al final acabaríamos atrapados.”

Pero, según nos revela Martinez, cada uno de los fragmentos está relacionado con su obra poética, tanto como para revelarnos las influencias de su vida en su obra como para mostrarnos el proceso de composición de sus poemas.
(poemas que desconocemos)
(escritos marcando letras en números atrasados del archivo de un periódico, letras que debían ser ordenadas en sentido inverso)
Por consiguiente, todo el texto de Faludy está impregnado de poesía, al mismo tiempo que es un ejemplo de elegancia y concreción narrativa.

Poesía (y cultura) que constituyen un arma de supervivencia para afrontar las más inhumanas condiciones impuestas por otros seres humanos.
(¿Podemos llamarlos así? Sí. Nuestra inhumanidad nos define como especie)

“Al mismo tiempo, se ha alcanzado también la etapa final del comunismo en lo que a sus efectos psicológicos se refiere. Hay signos de que ahí fuera también, pero aquí se ha llegado a la perfección. Ellos han obtenido el poder absoluto sobre nuestro cuerpo por la violencia, la astucia, las amenazas y una poderosa red de espionaje, y pueden hacer con nosotros lo que les venga en gana. Pero al mismo tiempo nos han obligado a pensar. El efecto moral es parecido al del ácido nítrico cuando separa el oro de la ganga. Los bribones se vuelven más bribones, pero el oro de la decencia permanece inmutable, incluso adquiere más brillo. Pero si cedes, aunque solo sea un poco...”

Sin buscar el patetismo ni el victimismo, Faludy muestra una parte de su vida determinada por la persecución, primero de los fascistas, luego de los comunistas. Parece querer demostrar dos tesis, la primera la importancia de la alegría de vivir, la segunda pondría a la cultura como instrumento de supervivencia. Faludy sabe que es presuntuoso afirmar que intentar mantener cierto nivel de actividad intelectual a pesar de estar doblegado físicamente determina la capacidad de supervivencia de los presos del campo de trabajo. Pero admite que forzar al intelecto a imponerse a las penurias, en su caso particular, le ayudó a sobrellevar el cautiverio. Sea como sea, lo que resulta bello en el relato de Faludy, es que la rebeldía contra ese poder absoluto que otros ejercen con violencia no puede radicar más que en el interior de nosotros mismos. Voluntad y cultura.
Quizás la tesis sea algo ingenua, pero tal y como lo expone Faludy resulta conmovedora y convincente.

Una experiencia de vida. Una gran novela.


Fragmentos de Días felices en el infierno, de György Faludy, traducción de Alfonso Martínez Galilea para Pepitas de calabaza y Fulgencio Pimentel

5/5/13

Ferdydurke, de Witold Gombrowicz


Esta traducción fue efectuada por mí y sólo de lejos se parece al texto original. El lenguaje de Ferdydurke ofrece dificultades muy grandes para el traductor. Yo no domino bastante el castellano. Ni siquiera existe un vocabulario castellano-polaco. En estas condiciones la tarea resultó, tan ardua, como, digamos, oscura y fue llevada a cabo a ciegas –sólo gracias a la noble y eficaz ayuda de varios hijos de este continente, conmovidos por la parálisis idiomática de un pobre extranjero.


Esta es una de las primeras peculiaridades de Ferdydurke, que no se trata de una traducción del texto original en polaco sino de una re-creación comunitaria de la novela acometida por Gombrowicz varado en Argentina tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Enlazo el prólogo alojado en la web de Witold Gombrowicz en Argentina, pero recomiendo no leerlo. Ni ese texto, ni el prólogo escrito por Ernesto Sábato. Lanzaos directamente a la novela. Siempre.
Mencionaba la traducción porque suma al texto original una sensación de extrañeza que amplifica el desconcierto que la novela quiere producir.
Respecto a lo de no leer los paratextos creo que es un hábito (o el despojamiento de un hábito) se debe convertir en una norma. 
Porque hay en el prólogo de Gombrowicz algo curioso. Cierta orientación para la interpretación de la novela en clave de enfrentamiento entre la Forma y la Inmadurez. Según dicen los cronistas esta lucha debe entenderse como respuesta de Gombrowicz a las críticas recibidas por su primer libro Memorias del tiempo de la inmadurez, en las que (muy originalmente) los críticos tachaban al autor de “Inmaduro”. Así, las primeras páginas de Ferdydurke van en esa dirección.

“Y entonces me iluminó de repente este pensamiento sencillo y santo: que yo no tenía que ser ni maduro ni inmaduro, sino así como soy..., que debía manifestarme y expresarme en mi forma propia y soberbiamente soberana, sin tener en cuenta nada que no fuera mi propia realidad interna. ¡Ah, crear la forma propia! ¡Expresarse! ¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio, fermentando!; ¡que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie!...”

El narrador, escritor, se dispone a escribir su novela en la que creará su propia “forma” cuando es interrumpido y convertido en un adolescente de dieciséis años que precisa educación. Así, el elemento fantástico-absurdo irrumpe en la obra y modifica la “forma” y la decisión del narrador-autor. A partir de ese momento de determinación interrumpido por un elemento externo desasosegante que tiende tanto al absurdo (precisamente por la forma en que Gombrowicz lo desarrolla) como al ridículo (por el aspecto alegórico que encierra)

Lo que sigue en la narración de Ferdydurke forma parte de la mitología literaria del siglo XX y muestra la “ferdydurkización” de nuestra sociedad, en la que la individualidad se diluye por osmosis y es impuesta permanentemente desde el exterior, sin que la personalidad de cada uno (inmadurizada por convenio) sea capaz de desarrollarse.
Y esa es la tesis que desarrolla Gombrowicz en Ferdydurke, la infantilización de los comportamientos sociales, la generalización de modelos de actuación causados por la tradición, el mantenimiento del status y normas gremiales sin ningún fundamento. 

Está claro que en principio, como respuesta airada a los críticos, Gombrowicz puede estar refiriéndose a la Forma Estética, pero no me queda claro, según la división del Ferrater Mora, si no se puede estar refiriendo a la Forma Epistemológica ("Forma Mentis, en cuanto estructura mental que coloca las realidades, los fenómenos, los datos, los hechos, etc…, dentro de un contexto conceptual") ya que en cierta manera Gombrowicz tergiversa el contexto al transformar el clásico Bildungsroman en su opuesto, una novela de desaprendizaje y sumisión. Pero en este segundo caso, la novela se convertiría en un artefacto alegórico. Y, de acuerdo, según el prólogo, esta alegoría se dirigiría a criticar las convenciones sociales (y artísticas), pero tengo la sensación de que Gombrowicz nos escamotea algo.
Es decir, la novela intenta describir como la personalidad de cada individuo acaba doblegada por las influencias externas que no soportan la desviación de la norma ni la excentricidad de la originalidad. Por otra parte el prólogo parece orientarnos a no ir más allá del enfrentamiento entre la Forma y la Inmadurez según lo expone el propio autor.

Publicada en 1937, Ferdydurke está escrita en Polonia mientras se respiran aires de guerra en el mundo. En España se desarrolla la Guerra Civil, Japón ha invadido China, Stalin está afianzado en el poder y ha dado inicio a la Gran Purga, Hitler lleva años en el poder desarrollando el Nuevo Orden y faltan dos años para que invada la Polonia de Gombrowicz. 
En este sentido y contexto, ¿no es Ferdydurke una novela política? Gombrowicz quiere hacernos creer lo contrario en el prólogo:
“Tampoco se trata de un libelo político, pues este libelo no tiene nada que ver con la derecha ni con la izquierda”
Avisa que no es una novela realista (¡madre mía! ¿quién creería eso?) y que no debe pensarse que refleja el sistema educativo polaco, ni el trato dado a los sirvientes, aspectos que aparecen en la novela. Después apostilla que no es un libelo político a pesar que la política no aparece reflejada explícitamente en la novela.
¿Por qué esta puntualización? Sencillamente porque es posible una lectura política de Ferdydurke, la que apunta a que la banalización de los individuos conduce al absolutismo. El narrador-protagonista de la novela nunca es-en-sí-mismo, es-a-través-de-otros, y aunque se rebela interiormente contra la corriente de los convencionalismos impuestos por quienes le rodean, sus actos siempre se amoldan a aquello que los demás esperan de él. Es revelador para este caso el fragmento final de la novela en el que su comportamiento difiere radicalmente de sus pensamientos y en el que adivinamos que su determinación no fructificará tampoco esta vez.
La Inmadurez generalizada de las personas conduce al absolutismo, pero la Forma tampoco impide que los sistemas tiránicos prosperen, a no ser que es Forma (mental) se convierta en Acción.
Podría seguir especulando sobre la desastrosa influencia de la pasividad motivada por la Inmadurez en la política del siglo XX, pero eso daría a Ferdydurke un aire profético que no creo que tenga. Sí, en consecuencia, es un fiel y crítico reflejo de cierto matiz de la sociedad (y no sólo de la polaca y de la europea de la década de los treinta del siglo pasado) verdaderamente pernicioso.

Pero ¿para qué seguir hablando de una inmensa novela en la que cada pasaje es tan perturbador como cómico, cada situación más y más absurda, y que, aunque funcione a nivel alegórico, tiene valores literarios que trascienden ese nivel?

Lo importante es que ninguna interpretación peregrina, ni siquiera las propias orientaciones del propio autor, añaden nada al propio texto. Es decir, podemos decir lo que queramos sobre Ferdydurke, pero nada conseguirá engrandecer un texto tan peculiar como el de Gombrowicz. 
Y eso es lo que define a una Obra Maestra.