El Sol era un perro de lengua
caliente y seca que me lamía, me lamía, hasta despertarme.
Cuando llevaba pocas páginas de la
novela, en cierta manera irritado por el comportamiento del
personaje, Diego de Zama, pensaba iniciar esta reseña con la frase
“Los hombres piensan con la polla”. Después seguiría una
digresión en torno al poder y a ese instinto primario masculino,
explicando que a pesar de la (supuesta) inteligencia y de la posición
que ocupa en la sociedad, uno puede ser presidente de la nación más
poderosa del mundo pero, al menos una vez cada día, pensará con la
polla; uno puede dirigir el FMI pero, al menos una vez cada día,
pensará con la polla. Esto no se reduce a una clase social, es una
lacra de género: el obrero, el conductor de autobús, el
dependiente, el funcionario, el intelectual, la mayoría de los
hombres al menos una vez cada día pensará con la polla. En fin...
esa clase de digresiones que no llevan a ninguna parte. De hecho lo
que me interesaba era ver si Benedetto ahondaba en esa tesis para
criticarla o abonarla. Yo, lector impaciente, había cometido un
grave error: anticiparme a los acontecimientos.
La segunda parte de la novela me
desconcertó, la tercera me desarmó y subyugó.
Fascinado por la lectura de esta
magnífica novela quise ahondar en la idea que tuve al principio.
Es decir, si los genitales son de
alguna manera el órgano que dirige las acciones de Zama en la
primera parte de la novela, ¿existen otros órganos capitales en las
otras dos partes? Todas estas elucubraciones tontas las hacía
durante la lectura. Descubrí que sí, que la segunda parte estaba
dominada de alguna manera por el estómago, así que pretendí
desentrañar que órgano dominaba la tercera y última parte de la
novela.
El inicio de la tercera parte es
sencillamente magistral. Su desarrollo demoledor. Su desenlace
muestra la parte del cuerpo que domina este tramo de la novela. (O
no. Pero que una parte del cuerpo sea relevante al finalizar la
novela me animó a ahondar en esta tesis)
(Después me puse a buscar la fecha de
traducción al inglés de la novela. Agosto de 2016. No puede ser, me
digo. Esta novela, Zama, la tiene que haber leído Cormac
McCarthy... Zama tiene que ser la inspiración de Meridiano
de sangre... ¿lee McCarthy en español?... bueno, dejémoslo)
Dijo que hay un pez en ese mismo río, que las aguas no quieren y él, el pez, debe pasar la vida, toda la vida, como el mono, en vaivén dentro de ellas; pero de un modo más penoso, porque está vivo y tiene que luchar constantemente con el flujo líquido que quiere arrojarlo a tierra. Dijo Ventura Prieto que estos sufridos peces, tan apegados al elemento que los repele, quizás apegados a pesar de sí mismos, tienen que emplear casi íntegramente sus energías en la conquista de la permanencia y aunque siempre están en peligro de ser arrojados del seno del río, tanto que nunca se les encuentra en la parte central del cauce, sino en los bordes, alcanzan larga vida, mayor que la normal entre los otros peces. Sólo sucumben, dijo también, cuando su empeño les exige demasiado y no pueden procurarse alimento.
Mi lectura asignando a cada parte de la
novela un órgano del cuerpo humano es un error. Zama también
puede leerse como una novela social, lo cual sería también un
error. Porque la novela de Benedetto, que se detiene en unos solos
días de la vida de un hombre, días separados por varios años (las
tres partes se desarrollan respectivamente en 1790, 1794 y 1799), sin
ahondar demasiado en lo que ocurre los años que separan cada parte,
ni en los antecedentes del personaje, Diego de Zama, narrador en
primera persona, es una novela que quiere abarcar la totalidad de la
existencia humana. Quiere, pues, ir de lo particular, lo
circunstancial y lo anecdótico a lo universal.
Lo curioso, y también lo grandioso, es
que lo hace a través de un personaje negativo: sujeto a pasiones
incontrolables, resentido por su situación social, amargado por una
espera estéril, orgulloso y ambicioso, Diego de Zama es una sombra
consumida por su pasado:
¡El doctor don Diego de Zama!… El enérgico, el ejecutivo, el pacificador de indios, el que hizo justicia sin emplear la espada. Zama, el que dominó la rebelión indígena sin gasto de sangre española, ganó honores del monarca y respeto de los vencidos.
¿Por qué puede
hacerse una lectura social? Porque Diego de Zama está atrapado entre
dos mundos sociales, uno al que pertenece por origen, ha nacido en
Buenos Aires, y el de la administración del Virreinato, para la que
trabaja y en la que para ascender es preciso o bien ser español o
bien que el Rey de España promulgue el ascenso por los méritos del
concurrente, cosa que ocurre en el caso de Zama, pero que se demora
año tras año. Diego de Zama merece pertenecer a la élite
administrativa, o eso cree, o eso le hace creer el sistema social
imperante. Su impaciencia y su orgullo le impulsan hacia el absurdo.
¿Por qué es una novela filosófica o,
ejem, existencial avant-la-letre? Porque antepone los deseos humanos
a la estructura social. Es más, porque confronta esos dos ámbitos
haciendo que los deseos de Zama sean precisamente escalar en la
estructura social. Pero el narrador está atrapado entre esos dos
mundos. En los primeros capítulos de la novela, Zama sorprende a
unas mujeres bañándose desnudas en el río. Las espía y luego huye
al saberse descubierto. Una de las mujeres le sigue para conocer su
identidad. Zama la asalta y la golpea de forma degradante. Razona:
“Mi mano puede dar en la mejilla de una mujer, pero el abofeteado
seré yo, porque habré violentado mi dignidad”. ¿Se puede juzgar
a Zama desde valores contemporáneos? No, porque el personaje es hijo
de su época. Todos sus actos deben ser juzgados o entendidos como
propios de la época y el ambiente en el que vive. Aun así, el
comportamiento de Zama, dominado por el orgullo, la lujuria, el
rencor y la violencia, nos da una imagen del hombre (esa mitad de la
humanidad) que no nos puede satisfacer, pero que al mismo tiempo es
un claro y certero análisis de el verdadero comportamiento y las
íntimas (y desagradables y mezquinas) motivaciones que mueven al
hombre.
Una gran, inmensa y desesperanzadora
novela.
Lo que sigue a continuación es para
aquellos que han leído la novela y podría considerarse spoiler, así
que lo dejo a vuestro criterio leerlo o no.
El caso es que no dejo de darle vueltas
a la tercera parte de la novela. Es obvio que Zama no puede escribir
personalmente esa parte. Son, pues, unas memorias escritas por
persona interpuesta. Sin embargo es la parte que alcanza mayores
cotas de una narrativa, digamos, poética y la que se adentra de
forma más íntima en la mente del imposible narrador. Como si el
amanuense encargado de redactar la tercera parte tuviese acceso a los
sueños y delirios de Zama. El resultado es que, una vez conocido el
desenlace de la tercera parte, volver a leer el fragmento de 1799 nos
lleva a (re)conocer un genial ejercicio de narrativa que acrecenta
aún más el valor literario de la novela de Benedetto.
2 comentarios:
Coincido contigo, una estupenda novela. La leí hace años, y guardo un buen recuerdo de ella. Al leer tu reseña me han salido ganas de leer algo más de Benedetto. ¿Tú no has leído nada más, verdad?
No, pero en breve me pondré con las otras dos novelas de la trilogía.
Un saludo y gracias por tu comentario.
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