No debe excluirse que algunos lugares toleren mal a sus nuevos propietarios. Los que llegaron después eran sólo intrusos en el dolor que se había sedimentado. Los objetos a veces se rebelan. Los objetos, como las habitaciones, piensan. Quizá nada pueda destruirse totalmente. Del mismo modo que nada es una victoria.
La literatura es un piano que nadie
toca encerrado en una habitación en la que nadie entra. Al menos esa
es la imagen de una mala alegoría que extraigo de la novela de
Jaeggy. La inmensa novela de Jaeggy.
“El sonido del piano representa
todo lo que no he tenido”, dice la narradora sentada frente al
piano de teclas frías que ella no toca. Ahora tiene el piano y el
silencio del piano. “El sonido del piano, un sonido mental y
visual, pronuncia con precisión palabras de muerte y condena”,
frases casi poéticas con una acerada y demoledora precisión. La
prosa de Jaeggy duele. Es certera y concisa. Se sienta frente a las
hojas en blanco como la narradora de Proleterka frente al piano: “Han
pasado muchos años y ahora el Steinway está en mi poder. Puedo
hacer con él lo que quiera. Me siento junto al piano y digo: «Puedo
quemarte», Después lo miro”. Puede quemar todas las páginas
que escribe, páginas que son como el silencio de un piano que nadie
toca, como el recuerdo del sonido de un piano que otros han tocado
con anterioridad. Son pianos que pueden empezar a sonar de un momento
a otro pero que persisten en su silencio. Y del silencio del piano y
del recuerdo de su sonido son testigos las partituras. Más o menos
así es la narrativa de Jaeggy, la transcripción de una partitura,
algo que no es música pero simboliza la música, algo que es música
pero que carece de la emoción de la interpretación. Es algo
deliberado y que soslaya la contradicción que encierra de forma
magistral. Porque al igual que la partitura no capta la emoción de
la música, la literatura no puede captar la realidad. Jaeggy decide
que su narradora sea aséptica, fría, cortante, directa para
mostrarnos su mundo interior en el que las emociones están
constreñidas. Sin embargo, entre la frialdad de la precisión
descriptiva, afloran imágenes de una belleza insólita cargadas de
la misma emoción que parece tratar de evitar.
La historia... qué más da la
historia. Jaeggy puede hablarnos de lo que quiera. La historia tiene
importancia, sí. Es determinante en la actitud de la narradora. Pero
la forma lo es todo.
Pienso que si los poetas, es decir,
aquellos que dicen escribir poesía, rozasen siquiera la forma en que
escribe Jaeggy, yo leería más poesía.
Hasta entonces seguiré con su sublime narrativa.
Hasta entonces seguiré con su sublime narrativa.
(Los fragmentos de la traducción de Mª
Ángeles Cabré para Tusquets)
1 comentario:
Enhorabuena por el blog, menudo curro. Nosotros también queremos colaborar con nuestro pequeño granito. Por amor al arte. Clásicos, novedades, poesía, teatro, etc. ¡Ahí queda eso! https://goo.gl/P6SgyS
¡Saludos!
Equipo de Capítulo IV
Publicar un comentario