27/4/15

Y Seiobo descendió a la Tierra, de László Krasznahorkai

SINOPSIS:


(1) Kioto. Una grulla espera inmóvil en el río. 


(2) Lippi, la humillación y la belleza conjugadas.


(3) El proceso de restauración de una estatua de Buda


(5) Scuola Grande de San Pietro, Venecia, Christo Morto. El turista que quiere comprobar años después si es cierto que la imagen abre los ojos.


(8) El hombre que consiguió el sueño de su vida, visitar la Acrópolis de Atenas.


(13) El minucioso trabajo del tallador de máscaras del Teatro Noh.


(21) Casa Milà, Barcelona, un icono de Andrei Rubliev, un cuchillo jamonero.


(34) Seiobo desciende a la Tierra gracias a la maestría de un actor Noh. Un hombre al fin y al cabo.


(55) Pietro Vanucci, El Perugino, que posee el secreto de los colores más intensos y ha perdido el interés por la pintura, traslada su taller.


(89) El sentido de La Alhambra.


(144) Ion Grigorescu rescata un caballo del interior de la Tierra. Hay muchos más.


(233) La simbiosis vital entre la Venus de Milo y el guardia de la sala del Louvre que alberga la estatua.


(377) Un arquitecto que jamás construyó nada da una conferencia delirante sobre Bach.


(610)  Oswald Kienzl, los paisajes, la muerte. (No sé quién es Kienzl. Pongo un cuadro de Klee que tuve muchos años en mi habitación)


(987) La reconstrucción idéntica de un santuario japonés y el choque con la mentalidad occidental.


(1597) Ze' Ami, creador del teatro Noh, en el exilio.


(2584) Los gritos de las bocas abiertas de las estatuas enterradas en ignotas tumbas chinas.


0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, 89, 144, 233, 377, 610, 987, 1597, 2584... 
Numerados según los términos de la sucesión de Fibonacci los relatos que componen Y Seiobo descendió a la Tierra, de László Krasznahorkai, pueden no tener fin.
¿Debemos preocuparnos porque los dos primeros términos están aparentemente omitidos? No necesariamente, pongamos que 0 es el título y el primer 1 la extraña cita que abre el libro:

O reina la oscuridad o no necesitamos la luz.

"It's always night, or we wouldn't need light" es una críptica frase de Thelonious Monk que Thomas Pynchon, al igual que Krasznahorkai, emplea como epígrafe en Against the day.

La actitud de Monk:
It is not by chance that by the time of this writing we still don't have a comprehensive biography of Monk. We tend to encounter him first in anecdotes, in the myths of jazz, rather than in facts. He is the "High Priest of Bebop," which was how Blue Note records advertised Monk, who more encouraged than endured the line. He dances through his sets like a portly bear, doesn't change the attitude of his hands at the end of a set, but shuffles to the bar, orders a drink, and then relaxes. He hears the sound of mariachis, freezes, listens for a while, then puts his finger in the air and says, "B flat!" Like a rock star, he comes late for club dates. His huge rings, various hats, and first-class suits are not only a stage dress but the daily illustration of his own myth. In his few interviews, he gives us laconic wisdom like 'It's always night, or we wouldn't need light.'"

Stephan Richter, The African American Review, "The beauty of building, dwelling and Monk: aesthetics, religion and the architectural qualities of jazz"

Pynchon vio tocar a Monk. Tal vez le preguntó que significaba “ser Dios”. Tal vez recibió la inquietante respuesta, "It's always night, or we wouldn't need light".

¿Por qué me enredo hablando de Pynchon y Monk cuando se trata de comentar una novela de un escritor húngaro? Pues porque entiendo que, al menos estructuralmente, la novela de Krasznahorkai tiene cierta inspiración estadounidense, pero no influencia pynchoniana, como podría hacernos creer la cita inicial. De alguna manera me ha recordado a las intrincadas novelas de Vollmann.
Y también a la actitud de Monk, dejando que la pieza continúe sin que él toque el piano. 

A pesar de toda influencia que se pueda mencionar, Krasznahorkai tiene algo que le hace único. Un estilo propio arrollador formado por una prosa sin puntos que convierten cada capítulo en unos pocos, cuando no en un único, párrafos. 
Como una pieza de jazz.

Y Seiobo descendió a la Tierra trata sobre el Arte. Pero no del Arte en sí, sino en la parte humana que concierne al Arte. Artistas, restauradores, espectadores pueblan las páginas de la novela (aunque esté formada por una sucesión de relatos, constituye una novela) y en ellas se narran las distintas relaciones de esas personas con las obras de arte, pero siempre desde una perspectiva humana. Significativamente el centro de la narración lo constituye el descenso de Seiobo, una deidad japonesa, encarnándose en el actor que la representa, un hombre capaz de alcanzar la divinidad cuando actúa, pero alienado por la tensa relación con su padre en la infancia. No hay pues, más criterio para valorar el arte que el de la propia humanidad de sus creadores, conservadores y espectadores. Y eso que de alguna manera puede sonar descorazonador, en manos de  Krasznahorkai se convierte en un verdadero canto a la humanidad y sus logros.

Luego está el tema del tiempo.
El primer relato nos presenta a una garza inmovilizada, presta a la caza, mientras a su alrededor el río, el tráfico, las personas, todo, fluye. El último se centra en el aullido inaudible de cientos de estatuas enterradas en las tumbas de emperadores chinos. El Arte pasa y queda finalmente sepultado. En medio un compendio de historias escritas de forma incuestionable por la mano de uno de los escritores contemporáneos más fascinantes.

4 comentarios:

k dijo...

excelente comentario, pinta bien el libro, seguro que no defrauda, saludos

ipoly az dijo...

Huye que aún estás a tiempo de librarte de Krasznahorkai y su último ataque

k dijo...

Man Booker International para Krasznahorkai:
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/20/actualidad/1432116153_192833.html

Anónimo dijo...

Oswald Kienzl = Ferdinand Hodler (Augustine, Valentine & Formenrythme)