26/1/14

Jota Erre, de William Gaddis (y III)

¿Qué cuenta Jota Erre? En esencia la novela de Gaddis es una crítica al capitalismo centrada en el sistema financiero estadounidense. En ella, Jota Erre, un niño de once años, partiendo de una acción, real pero simbólica, de un dólar y un montón de publicidad que proponen inversiones engañosas levanta un entramado empresarial sin ninguna base económica real, es decir sin nada con valor como soporte. 
La reflexión a la que nos empuja Gaddis trata sobre el valor espurio de la base del sistema económico capitalista y, principalmente, sobre la forma en que esa falsa valoración de las cosas afecta a la vida de las personas. Gaddis realiza su crítica sin abandonar en ningún momento el tono irónico que le es propio llevando su narración a las lindes de lo tragicómico. La falsa verdad, impostada e inamovible, que subyace a todo nuestro sistema financiero (lo que es válido para EEUU lo es para el resto del mundo) y que hace que nos parezca de manera cíclica y recurrente que el capitalismo está al borde del colapso, que es un sistema insostenible, pero que nos sorprende con cada nueva reinvención del propio sistema que implica una vuelta a los viejos métodos que lo llevaron al borde de la ruina, no impide que podamos reírnos a pesar de la opresión que el sistema aplica a nuestras vidas. Si no somos capaces de apreciar la ironía de la vida quizás será mejor que nos dediquemos a la economía.
La crítica de Gaddis no está dirigida directamente contra el sistema (de hecho sí está dirigida contra el sistema, pero lo asume como mal inevitable) sino sobre la forma en que éste anula cualquier posibilidad de apreciar la belleza del arte. En Los reconocimientos se relativizaba sobre esa belleza a través de la imitación y la copia. En Jota Erre intenta demostrar como la realidad (en forma de agresivo mundo económico) arremete directamente contra todo “activo intangible”: contemplar las estrellas, la música, la creación literaria…

(Bast): —(…) escucha, lo único que quiero que hagas es que te olvides un momento de las deducciones esas de cinco centavos de los activos netos tangibles esos y escuches una obra de un músico extraordinario, es una cantata de Bach, la cantata número veintiuno de Johann Sebastián Bach, joder, Jota Erre, ¿no entiendes que lo que estoy tratando de, de mostrarte es que existen otras cosas que son, que son activos intangibles? (…)

Esta continua anulación de la belleza queda patente a través de la estructura de la novela, compuesta en su mayor parte de diálogos y conversaciones que tienden al monólogo solipsista. Hay una especie de pirámide dialogal que se corresponde en cierta manera con la pirámide de poder económico. Cuánto más alto se encuentra un personaje en esa (impostada) pirámide de poder, mayor es su tendencia a no escuchar a los que están por debajo. Las conversaciones de Jota Erre, y en general de todas las novelas de Gaddis, constituyen una demostración de la incapacidad de comunicación.
Ya lo comenté con anterioridad, todo en Gaddis deviene ruido, un ruido de fondo ominoso que apaga y oculta, e imposibilita acceder a, todos esos “activos intangibles” que conforman la belleza del mundo y el arte.
Por eso chocan con intensa fuerza los extraños y breves puentes entre escenas a cargo de un narrador omnisciente, cargados de una increíble prosa poética, que devienen (no es casual) irreales.
Lo que Gaddis demuestra con esas enérgicas descripciones es su voluntad de abandonar la Literatura para mostrarnos lo que en nuestros tiempos está ahogando a la propia Literatura: la chabacanería de las voces de la realidad. Lo grandioso de Gaddis es que voltea esa propuesta y es capaz de elevar a Literatura la vulgaridad de las conversaciones cotidianas.

Y eso es casi todo lo que puedo decir. Nada puede sustituir al marasmo intelectual que provoca la lectura de Jota Erre. No soy capaz de explicar cómo Gaddis es capaz de arrastrarnos a través de conversaciones torrenciales que no llevan a ninguna parte y al mismo tiempo mostrarnos, como fondo a esos infructuosos diálogos, la evolución de la historia que nos cuenta. Y por otra parte resulta sorprendente la relación que se establece entre las novelas de Gaddis. Lo normal es que una novela rememore o tome prestados temas de anteriores novelas. Jota Erre es impensable sin Los reconocimientos, es cierto, pero en esta novela se anticipan los temas de las siguientes novelas de Gaddis. Así, de la misma forma que Jota Erre finaliza en un hospital, Su pasatiempo favorito se inicia en otro y Oscar Crease, su protagonista, hereda algunos rasgos de personajes de Jota Erre, incluida la obra de teatro plagiada de Platón, al mismo tiempo que el niño atrapado en una escultura que aparece brevemente en Jota Erre será uno de los temas principales de SPF; la explotación de minerales en África, tiene su sentido en Gótico carpintero, que supone la exacerbación de la falta de comunicación; y, por supuesto, Ágape se paga, narrada por uno de los protagonistas de Jota Erre, publicada póstumamente, es la demostración de la imposibilidad de escribir la historia de la pianola como símbolo de la falsedad de nuestros tiempos, un tema que atraviesa Los reconocimientos y Jota Erre. Quizás, como Gaddis no pudo escribir esa tesis sobre la pianola a causa del ruido de fondo, nos dejó estas cinco magníficas novelas. 
Cinco obras maestras luchando contra el ruido de fondo.

(El fragmento de la traducción de JR a cargo de Mariano Peyrou, para editorial Sexto Piso)

2 comentarios:

Willie dijo...

Con tu entrada entran ganas de leer a Gaddis en JR, pero es tal el tochaco y tan enmarañada y agotadora su lectura... ¡si al menos se pudiera llevar en el metro!

El alquimista del tedio dijo...

Hola Javier.
Tras Gótico carpintero y después de haber acabado Jota Erre me declaro Gaddisiano. De hecho ahora comienzo con Los Reconocimientos. El libro de Gaddis engancha, absorbe, ensimisma y gratifica, así que no tenemos que asustarnos por sus 1133 páginas, al revés, ójala todos los libros fueran así de extensos y de buenos.

"Cinco obras maestras luchando contra el ruido de fondo". Me gusta.