En ocasiones me fastidia ser tan contradictorio.
Por una parte, tengo en un altar todos los libros de relatos de Alice Munro.
Por otra, los libros de relatos no me satisfacen.
Aquí mismo, en el blog, debe haber muestras de esta insatisfacción generalizada, de la que Munro es una de las excepciones, que me provocan las colecciones de relatos. Deberían haber pruebas de la herejía de condenar a escritores a los que admiro: Vollmann (Trece historias y trece epitafios), William Gass (En el corazón del corazón del país)… o tal vez no. Tal vez no hay ninguna prueba porque no me gusta hablar mal por hablar, salvo en casos flagrantes.
Pero me gustaría distinguir entre dos cosas: entre el Relato y los Libros de Relatos.
Ahora mismo no tengo la cita precisa, estoy lejos de mi biblioteca, pero creo que Cortázar venía a decir que un relato era una esfera que debía construirse desde dentro, empujando (el escritor) hasta que alcance el volumen adecuado. Si consideramos un relato como una esfera (creo que en más de una ocasión Cortázar empleó esa analogía) y seguimos con esa idea gráfica, resulta inconcebible “empaquetar” una serie de esferas dentro de un paralelepípedo (que sería también la idea gráfica, por su apariencia, que tenemos de un libro) sin que queden espacios vacíos entre ellas. Por decirlo de alguna manera, un libro de relatos está compuesto en gran parte de espacio vacío. Por eso no debemos leer de la misma manera un libro de relatos que una novela (que sería un artefacto sin vacíos)
(A lo que hay que añadir que los avispados editores no suelen ordenar los relatos de forma cronológica. En su lugar emplean un criterio subjetivo, pero no por ello desacertado, que les lleva a colocar los dos relatos más interesantes al principio y al final del libro, el primero para suscitar interés, el último para dejar un buen sabor de boca al lector. A pesar de eso, creo que ya lo he comentado más de una vez, la característica principal de todo libro de relatos es su irregularidad)
Admito ser un mal lector de libros de relatos. Los leo como si no existiesen esos espacios vacíos entre relato y relato, como si se tratase de una narración lineal y continua. Hace unos días que comenté en twitter que Saunders me estaba decepcionando. Para ser más preciso, comenté que no acababa de llenarme, que no me satisfacía.
No voy a cambiar de opinión, porque insatisfacción es la sensación general que me ha dejado el libro de relatos. Aunque debo admitir que Diez de diciembre, el texto que (¡atención!) cierra el libro (y le da título), me ha parecido un gran relato.
Lo que si que tengo que reconocer es cómo Saunders es capaz de plasmar distintas voces narrativas en cada uno de sus relatos. Es verdaderamente meritorio el empleo de esas voces y su disparidad relato a relato. Pero también ocurre que la voz narrativa se apropia demasiado de un texto independizándose del autor. Una de esas voces me ha parecido especialmente ridícula dando al traste con lo que pretendía comunicar… o no… tal vez era una historia ridícula y vulgar lo que Saunders quería transmitir a través de unos hechos distópicos. No sé.
En fin, aunque no me ha convencido plenamente, creo que Saunders tiene algo que hace que deba ser tomado en cuenta. No descarto volver a leer algunos de sus relatos en el futuro.
Al parecer mi espíritu contradictorio también aparece cuando intento calificar a los autores de relatos.
2 comentarios:
Oiga "Los diarios de las chicas Sémplica" están muy bien
No si ya esto.. debido a vuestra insistencia estoy dispuesto a darle otra oportunidad a Saunders. :-)
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