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12/6/18

Lincoln en el Bardo, de George Saunders

Bardo es el estado intermedio transitorio entre una vida y la siguiente reencarnación según el budismo tibetano... o algo así. Los narradores de esta novela de Saunders habitan ese espacio de no-vida sin asumir su propia muerte. Ignoran todo, mucho sobre sí mismos, y más sobre el destino que los espera, así que se aferran a sus cuerpos en descomposición que se pudren en el cementerio de Washington sin asumir su propia muerte.
La Historia es el otro motor de la narración. Saunders reúne una serie de testimonios, mezclando, creo, los apócrifos con los reales, que nos dan una visión de los acontecimientos reales previos y posteriores a la muerte del niño Willie Lincoln, hijo del presidente de los EE.UU.

Sin embargo, lo que verdaderamente me sonroja, es que en la mayoría de textos promocionales de la novela no se menciona un hecho crucial: Esta es una novela de género fantástico en la que los fantasmas que llevan las principales voces narrativas deben llevar a cabo una misión desesperada.
Es una novela de género. Es (podría decirse) una novela de acción.
Lo cual demuestra que todavía existen reparos a la hora de permitir que ciertos géneros “mancillen” la narrativa seria.
Aceptémoslo, las barreras de los géneros hace tiempo que han caído.
Asumámoslo, la hibridación ha conquistado la mayor parte de la narrativa contemporánea.
Se podría decir que, de alguna manera, Stephen King ha ganado.
Es decir que algunos autores han asumido como batalla personal dar el paso que King nunca se atrevió a dar, esto es no ceder a los patrones comerciales que limitan la creatividad y la experimentación narrativa, al tiempo que no se distingue entre géneros serios y populares.
O eso o es que hemos bajado el listón narrativo al nivel del lector más tonto.

La estructura es fundamental en Lincoln en el Bardo. Párrafos cortos de distintas voces que se complementan hacen que la narración avance. Nos puede recordar en ese sentido a Markson, aunque el propósito no sea el mismo, no el de desestructuración de la Historia y las historias presente en Markson. Más bien en un sentido de acumulación. Y así se le puede reprochar que quizás la novela esté demasiado capitulada, 108 capítulos o cápsulas, como si Saunders no estuviese cómodo en una narración larga, o como si el origen de la novela fuese una nueva serie de relatos ambientadas en el Bardo, el particular Libro de los Muertos de Saunders, convertidos en novela ante la aparición del ¿fantasma, espíritu? del niño Lincoln, cuya salvación es el eje de la historia.

Personalmente no me convence demasiado el Saunders de los relatos. Pero tengo que decir que esta primera aproximación a la novela por su parte me ha parecido muy interesante, tanto por la estructura como por la hibridación de géneros y, sobre todo, por esa conjugación inusual entre el relato corto y la narración extensa.

De todas formas alguien (¿el autor?) debería explicarme esa mojigatería de escribir las palabrotas usando la inicial y puntos suspensivos, j...

20/1/14

En defensa de Saunders.

En Subal Quinina, o El Artista Antes Conocido Como Subal Quinina, hace en su blog una defensa de Saunders en respuesta al post que publiqué días atras.
El texto original en catalán lo podéis encontrar pulsando AQUÍ.

Con permiso de SQ, me he tomado la libertad de traducir su post y subirlo al Lamento, como recuerdo a la “guerra de blogs” y también porque junto a mi anterior post, constituye el inicio de la Teoría Geométrica del Relato, que otros desarrollarán.

(Me he tomado la libertad de cambiar los títulos de los relatos que propone como ejemplo SQ siguiendo la edición de Alfabia, algo que creo que no le hará mucha gracia. De todas formas en su post original se encuentran los títulos de la traducción al catalán)

Ahí va el texto de mi viejo camarada Subal Quinina:


Saunderismo extremo. Una respuesta al amigo Portnoy.


Este no será un post para lucirme -a veces lo intento- , sino para revivir aquel anacronismo llamado GUERRA DE BLOGS que tanto echamos de menos unos cuantos nostálgicos, esclavizados como estamos por los jodidos 140 caracteres que esta dictadura soft en la que nos encanta vivir nos impone. Así que no entenderán en absoluto de lo que expondré si antes:


- NO se han leído Diez de diciembre, de George Saunders (AVISO ÉTICO: trabajo en la editorial que lo ha publicado en catalán) , y
- NO se han leído este post del formidable Lamento de Portnoy (AVISO ÉTICO: un viejo camarada, querido y respetado )


Al amigo Port el libro no le ha gustado. ¿Nos molesta la disensión? ¿La discrepancia? NUNCA. Adoro la discrepancia. El rollo monolítico, el acuerdo total, es ¡fascismo! Un cementerio es más divertido que un rebaño de ovejas masticando acríticamente los habituales elogios vacíos de significado. Escrita esta obviedad, analizamos el argumentario de nuestro camarada, las razones que expone para concluir, tristemente, que el libro no le ha gustado, o más concretamente, que no la ha satisfecho, o sea, que no ha encontrado lo que estaba buscando. No podemos hacer nada ante la insatisfacción de un lector, naturalmente, sino lamentarnos. Pero el amigo Port utiliza alguna imagen, extraída del imaginario de Cortázar, que nos permite construir alguna teoría de fantaciència aplicada y levantarla como si fuera nuestra bandera para tratar de rebatir su argumentario.


Portnoy detecta una incompatibilidad entre los relatos (que deben ser circulares) con el formato libro (rectangulares) . Es una bella imagen que viene a decir que el libro está hecho para contener una novela o UN relato, y que no funciona tanto para contener un CONJUNTO de relatos. ( Port, si voy mal, corrígeme , ¡por Dios! )


Pienso que hay dos tipos de libros de relatos: 1) los que van ligados por un hilo invisible que hacen del conjunto una unidad, y 2) los que contienen un conjunto de relatos que van por libre -radicales libres, jajajaja-, relatos que no dialogan unos con otros. Confieso que yo siento especial atracción por el primer tipo de volúmenes. ¿Por qué? Pues porque me toca escribir contracubiertas. Es muy fácil leer un libro del tipo 1 y decir « miren, estos relatos constituyen un calidoscopio de reflexiones trepidantes sobre el tabaquismo ». (CONSEJO: escupid sobre una contracubierta que contenga la palabra trepidante: o el libro es una mierda, o bien nace huérfano de editor)


Un libro de relatos del tipo 2- radicales libres - es infinitamente más peligroso que uno del tipo 1. Constituye un reto para el redactor de contracubiertas - que se vuelve mono intentando buscar una unidad sobre la que construir su discurso -, y un desafío en toda regla para el lector - que ve aumentadas las probabilidades de sentirse estafado, dada la diversidad de estilos y temáticas que puede contener el libro - . Diez de diciembre cae en esta segunda raza de libros de relatos. Más o menos. Por tanto, admitámoslo: es un libro peligroso.


Atención, con este «más o menos» quiero decir que podemos encontrar tenues hilos unificadores en Diez de diciembre. Están, están, pero sólo se pueden captar con un mínimo de seguridad si conocemos un poco la obra anterior de Saunders, lo que resulta una pequeña aventura, debido a... bien, me abstendré de verter aquí mi bilis.


Pero tomemos el guante que nos lanza Portnoy con su post y usémoslo para decir lo que nos parezca. Dice el amigo Port: «Si consideramos un relato como una esfera [...] y seguimos con esa idea gráfica, resulta inconcebible “empaquetar” una serie de esferas dentro de un paralelepípedo (que sería también la idea gráfica, por su apariencia, que tenemos de un libro) sin que queden espacios vacíos entre ellas. Por decirlo de alguna manera, un libro de relatos está compuesto en gran parte de espacio vacío. Por eso no debemos leer de la misma manera un libro de relatos que una novela (que sería un artefacto sin vacíos)».
Esta imagen que expone Port me ha hecho pensar inmediatamente en un garabato que dibujé en las galeradas del libro cuando lo leía para escribir la contracubierta. Un garabato que hice justamente cuando me leía el relato que más ha disgustado a Port, «Los diarios de las chicas Sémplica». Dibujé un cuadrado y, dentro del cuadrado, un círculo. Recuerdo que apuntar que el cuadrado era la realidad, y el círculo circunscrito dentro era la imaginación. [O mejor, ligando con las teorías de Portnoy: Área del Cuadrado (realidad) - Área del Círculo (imaginación del Autor) = Área imaginación del Lector] Es la misma idea de Port aplicada a una escala menor, aplicada a un relato. La idea que Port esgrime para cargar contra los libros de relatos, a mí me sirvió, al contrario, por entender UN relato. Y aún diré más: «Las Chicas Sémplica» cumple con una idea que también apunta Port: « [...] creo que Cortázar venía a decir que un relato era una esfera que debía construirse desde dentro, empujando (el escritor) hasta que alcance el volumen adecuado». «Los diarios de las chicas Sémplica» se va hinchando poco a poco, el lector no sabe de qué cojones está hablando la voz narradora hasta que no lleva unas buenas páginas atónito o enfadado. El lector no entiende qué putas son eso de las CS, el lector se horroriza ante las flagrantes incorrecciones gramaticales -porque la voz narradora es un individuo por el que la escritura es un instrumento meramente funcional, como un estudiante que en lugar de escribir capitalismo escribe K- , vaya, que el lector no entiende nada de nada. Pero la esfera se va hinchando delante de sus narices. Y cuando la esfera - el relato - ya tiene una apariencia reconocible , aunque resulta que la esfera se deforma bajo la tensión insoportable del enigma CS y de repente CS se convierte con algo reconocible , y hace implosionar el relato para convertir en una distopía brutal que habla no de inmigración, sino de cómo ( no ) percibimos la inmigración o las circunstancias de los inmigrantes o la cosificación del Otro; que no habla de nuestros valores morales, sino de cómo de equivocados podemos estar incluso cuando pensamos que estamos haciendo el bien; habla de cómo el amor paterno puede convivir con total normalidad con el más repugnante de los horrores (aquí hay un nexo clarísimo entre el relato de las Chicas Sémplica y los relatos «Vuelta de honor» y «Cachorro» ) (y también , por su carácter soft - distópico o de dictadura amable, con «Escapar de La Cabeza de Araña» o «Exhortación» ) . O sea, un simple relato de Saunders, si le das un poco de vueltas, puede ser una obra maestra polimórfica desde su perspectiva formal, moral, filosófica y literaria; un relato de Saunders, con su aparente sencillez, puede llegar a hablar de más cosas de lo que un escritor mediocre puede hablar en toda su carrera. Así lo pienso yo, vamos. Saunders no es cualquier cosa. Saunders obsequia a los esforzados, los que lo toman en serio .


Y ahora, Port, como homenaje al Triángulo Mágico donde habita nuestro amado Bolaño, y en homenaje a nosotros mismos, te regalo este dibujito. He aquí un libro de relatos de Saunders, por si solo, sin siquiera ponerlo en relación con sus otras obras:




16/1/14

Diez de diciembre, de George Saunders

En ocasiones me fastidia ser tan contradictorio.
Por una parte, tengo en un altar todos los libros de relatos de Alice Munro.
Por otra, los libros de relatos no me satisfacen.
Aquí mismo, en el blog, debe haber muestras de esta insatisfacción generalizada, de la que Munro es una de las excepciones, que me provocan las colecciones de relatos. Deberían haber pruebas de la herejía de condenar a escritores a los que admiro: Vollmann (Trece historias y trece epitafios), William Gass (En el corazón del corazón del país)…  o tal vez no. Tal vez no hay ninguna prueba porque no me gusta hablar mal por hablar, salvo en casos flagrantes. 

Pero me gustaría distinguir entre dos cosas: entre el Relato y los Libros de Relatos.

Ahora mismo no tengo la cita precisa, estoy lejos de mi biblioteca, pero creo que Cortázar venía a decir que un relato era una esfera que debía construirse desde dentro, empujando (el escritor) hasta que alcance el volumen adecuado. Si consideramos un relato como una esfera (creo que en más de una ocasión Cortázar empleó esa analogía) y seguimos con esa idea gráfica, resulta inconcebible “empaquetar” una serie de esferas dentro de un paralelepípedo (que sería también la idea gráfica, por su apariencia, que tenemos de un libro) sin que queden espacios vacíos entre ellas. Por decirlo de alguna manera, un libro de relatos está compuesto en gran parte de espacio vacío. Por eso no debemos leer de la misma manera un libro de relatos que una novela (que sería un artefacto sin vacíos)

(A lo que hay que añadir que los avispados editores no suelen ordenar los relatos de forma cronológica. En su lugar emplean un criterio subjetivo, pero no por ello desacertado, que les lleva a colocar los dos relatos más interesantes al principio y al final del libro, el primero para suscitar interés, el último para dejar un buen sabor de boca al lector. A pesar de eso, creo que ya lo he comentado más de una vez, la característica principal de todo libro de relatos es su irregularidad)

Admito ser un mal lector de libros de relatos. Los leo como si no existiesen esos espacios vacíos entre relato y relato, como si se tratase de una narración lineal y continua. Hace unos días que comenté en twitter que Saunders me estaba decepcionando. Para ser más preciso, comenté que no acababa de llenarme, que no me satisfacía.
No voy a cambiar de opinión, porque insatisfacción es la sensación general que me ha dejado el libro de relatos. Aunque debo admitir que Diez de diciembre, el texto que (¡atención!) cierra el libro (y le da título), me ha parecido un gran relato.
Lo que si que tengo que reconocer es cómo Saunders es capaz de plasmar distintas voces narrativas en cada uno de sus relatos. Es verdaderamente meritorio el empleo de esas voces y su disparidad relato a relato. Pero también ocurre que la voz narrativa se apropia demasiado de un texto independizándose del autor. Una de esas voces me ha parecido especialmente ridícula dando al traste con lo que pretendía comunicar… o no… tal vez era una historia ridícula y vulgar lo que Saunders quería transmitir a través de unos hechos distópicos. No sé.

En fin, aunque no me ha convencido plenamente, creo que Saunders tiene algo que hace que deba ser tomado en cuenta. No descarto volver a leer algunos de sus relatos en el futuro. 

Al parecer mi espíritu contradictorio también aparece cuando intento calificar a los autores de relatos.