28/11/12

Nada. Retrato de un insomne; de Blake Butler

En según que circunstancias este es un libro peligroso. 
Por ejemplo, no recomendaría a nadie que se llevase este libro a la cama y lo leyese antes de dormir. Leer sobre los rituales de Butler a la hora de acostarse nos hace conscientes de que nos preparamos a dormir y no hay nada peor para conciliar el sueño que esa autoconciencia de estar esperándolo. Luego, en algunas circunstancias leer Nada es una invitación a no poder dormir.
Leo el libro por las mañanas.
De todas formas, a pesar del potencial de este libro para impedirnos conciliar el sueño hay que dejar claro que no es una novela sobre el insomnio, es una novela sobre el insomnio de Butler.
Porque está claro, y el autor lo asume, que es imposible describir el dolor, que toda narrativización del dolor es una aproximación que apela a la empatía del lector, pero no logra alcanzar la intensidad del dolor que se padece. Es uno de los límites de la literatura. Y como Butler lo sabe, no se centra en describir su padecimiento y nos ofrece una narración en duermevela teórica y onírica. Por eso algunos consideran a Nada un ensayo y otros una novela. Pero durmiendo Butler (o el narrador de Butler, que esa es otra cuestión) al lado de La broma infinita, parece innecesario explicar la ruptura de fronteras genéricas y la hibridación narrativa como forma de comunicación.


“Existen más libros que en cualquier otro momento anterior de la historia, más álbumes, mas películas, más ideas, que provienen de cuerpos y máquinas que respiran un aire cada vez más y más subdividido. A cada hora, toda esa información sale a la luz o a la ausencia de luz, mientras dormimos (si somos capaces) como siempre en nuestros edificios automatizados: los ojos bullendo dentro de la cabeza y el cuerpo inmóvil (se interrumpa nuestro sueño o sea producto de las pastillas). Por las mañanas nos despertamos con el sabor del lugar inexplorado en nuestras bocas y las legañas solidificadas en los ojos. Nos levantamos y contemplamos nuestra silueta imprimida en las sábanas y los colchones que se adecuan a nuestros cuerpos con el paso de los años; nos alimentamos de células vivas que a su vez se alimentan y las paredes que nos rodean se vuelven ligeramente más densas a causa de las pinturas cosmética y una suerte del multitud psíquica: cada habitación es una habitación que ha sido habitada antes por otro o en la que alguien ha pasado al menos una noche, repletas de un aire que permanece allí antes y después de todos nosotros, con y a la vez sin un dónde, en un lo que sea” 

Estos son los libros situados en la estantería al lado de la cama de Butler: 
Historias de Cronopios y de Famas, Julio Cortázar
Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino
This is not a novel, David Markson
The endless short story, Ronald Sukenick
La broma infinita, David Foster Wallace
Collected Fictions, Jorge Luis Borges

Dejo al lector descubrir la pequeña trama que une a esas novelas, como historias sin principio ni final que se repiten cíclicamente y que dejan tras de sí un abismo comparable al de las noches en vela.

Pero, ¿es Butler un insomne?, y lo que es más importante ¿es relevante para la narración si lo es o no?
Toda narración contemporánea asume (o debe asumir, algo que muchos no han comprendido todavía) que todo deviene ficción. Incluso el relato más objetivo de un suceso “real” se convierte, por el hecho de ser escrito, en una ficción. Ese es el precio que debemos pagar por esa tendencia del ser humano, no sé si inherente a su naturaleza o fruto de la evolución social, de querer contar cosas. Para divulgarlas o para explicarlas. Así tenemos descripciones detalladas y minuciosas sobre la batalla Waterloo, sobre el número y disposición de los ejércitos y la evolución del combate, sí, pero también lo que almorzaron los mariscales de Bonaparte y las particularidades del terreno sobre el que se movían las tropas inglesas. A pesar de eso preferimos las narraciones de Sthendal y Hugo sobre la batalla porque, en cierta manera, no nos interesa tanto la Verdad, que pertenece al ámbito de lo presente, sino la representación de la verdad o de alguna parte de ella. El mundo no es lo que es o lo que ha sido, sino la representación que de él nos hacemos a través de los relatos.
Al igual que Butler asume la imposibilidad de trasmitir literalmente el dolor y el sufrimiento, sabe también que cualquier descripción narrativa de una enfermedad se convierte en una ficción sobre el padecimiento que conlleva. Es decir, el autor entiende que su empeño, retratar a un insomne, está condenado al fracaso. Da igual el enfoque que utilice. Así Nada podría ser un ensayo que nos aproxime a los síntomas y los tratamientos sobre el insomnio, pero eso tampoco es satisfactorio para Butler.
¿De qué sirve escribir sobre su (o la del narrador) experiencia insomne? De nada. Butler lo sabe. Así que la novela es otra cosa, no es un ensayo y no es una novela, es un marasmo de referencias médicas, literarias y cinematográficas que se confunden como en una conciencia en duermevela.
Así, poco después de hablar sobre Markson, nos deja esta nota:

1941. Egas Moniz gana el Premio Nobel por popularizar la lobotomía.

Y se desmarca deliberadamente, sin citarlos, de las más famosas intentonas de sumergirse en la mente del que se abandona a la duermevela, Molly Bloom y el Finnegan’s wake, tal vez porque no le interesa experimentar con el lenguaje, tal vez porque el insomne no es capaz de alcanzar ese estado de disociación. El insomne es un ser consciente de la imposibilidad de dormir. Para el insomne, según Butler, ese estado de interminable y angustiosa espera, es más parecido a ciertas escenas de las películas de David Lynch.
Eso es lo destacable de Nada. No tanto su valor de experiencia del padecimiento de una enfermedad, sino su estructura narrativa, fluctuando entre la lucidez de la divulgación médico-fisiológica y la divagación onírica frustrada.
Creo que es una lectura interesante. Aunque entiendo que habrá lectores a los que Nada decepcionará. Argumentará que lo que creo que son logros narrativos son sus peores defectos. Dirán que es un relato difuso, confuso y que no llega a ninguna conclusión.
Pero, ¿dónde está reglado que la narrativa deba ser concreta y concluyente?



Los fragmentos de Nada; Retrato de un insomne, de Blake Butler, en traducción de Rubén Martín Giráldez para Alpha Decay

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Pinta bien.

e. r. dijo...

no sé cómo hiciste, pero ya me aburrió la novela... los neuróticos son legión!
pd. genial tu blog

Portnoy dijo...

Quizás te convenza más esta reseña:
http://laprimeramirada.blogspot.com.es/2012/11/nada-retrato-de-un-insomne-blake-butler.html