Nota previa: Conversaciones con David Foster Wallace, es una recopilación de entrevistas con el autor estadounidense. En el post comento que no suelo indagar demasiado en los aspectos personales de la vida de los autores, por eso las biografías, las memorias o las entrevistas no están entre las primeras opciones al escoger mis lecturas. Hay excepciones (Opiniones contundentes, entrevistas a Nabokov) y gratas sorpresas (Bolaño por sí mismo). Conversaciones con David Foster Wallace es una excepción y una sorpresa. Un libro altamente recomendable tanto para quienes conocen a Wallace como para aquellos que aún no se atreven con él.
Lo que sigue es el post original.
“Y cuando volvió en sí, estaba echado de espaldas en una playa sobre la arena muy fría y caía la lluvia de un cielo bajo y la marea estaba lejana”
Frase final de La broma infinita, D. F. Wallace; traducción
de Marcelo Covián para Mondadori.
Sobrepasadas las mil páginas, mientras Wallace continúa
narrando la caída imparable de Gately, el lector empieza a comprender, con
angustia, que La broma infinita no concluirá de modo clásico, que los múltiples
hilos abiertos permanecerán ahí, no-narrados pero inherentes a la narración.
“No sé si toda La broma infinita es una estructura para soportar la última frase. Y creo que no quise completar varias tramas cuidadosamente dentro del marco del libro principalmente porque bastante del entretenimiento comercial con el que crecí hacía eso y no se trata de algo del todo real. Es un tipo de técnica falsamente satisfactoria (…) Por lo que a mí respecta (La broma infinita) alcanza una resolución, pero la alcanza en cierto sentido fuera del marco de la imagen”
Conversaciones con DFW; The Connection: David Foster
Wallace, Michael Goldfarb 2004; traducción de José Luis Amores para Editorial Pálido
Fuego.
Con su suicidio D. F. Wallace dejó que su narrativa
alcanzara su resolución fuera del marco de la imagen. La “angustia” del lector
que se acerca al final de La broma infinita se repite con la lectura de su
novela póstuma, El rey pálido: La certeza de que jamás alcanzaremos a
comprender la complejidad literaria de Wallace.
Conversaciones con David Foster Wallace nos aproxima a su
persona y, quizás, a su misterio o, mejor, a la evolución de su misterio, ese
que los lectores debemos completar. Un foco más que ilumina fuera del marco de
la imagen.
No soy partidario de indagar en la vida de los autores.
Wallace era de la misma opinión: “Cuanto más me gusta la obra de alguien, menos
quiero que el conocimiento personal contamine mi experiencia de lectura”. Así
que este no es el tipo de libro que escogería en primera opción. Lo que ocurre
es que no hay nada más que leer de Wallace (excepto La escoba del sistema, su primera novela de
próxima aparición en la editorial Pálido Fuego), así que no nos queda más
remedio que leer sobre Wallace. Pero tampoco es eso. Digamos que Wallace es un
capítulo cerrado de la historia de la narrativa contemporánea… digamos que
Wallace es un misterio y queremos saber de qué manera su vida influye en su
narrativa… y los motivos, claro, los motivos… ¿por qué la conclusión queda
fuera del marco de la imagen, maldito idiota?
Sopeso la última frase una y otra vez. Siento un inmenso
respeto por David Foster Wallace y su narrativa, una admiración desbordada no
desprovista de envidia. Por eso me enfurezco con él.
No es mi primera opción escoger recopilaciones de
entrevistas con autores. Pero ya desde el principio de las Conversaciones quedo
fascinado por la personalidad de David Foster Wallace.
En ocasiones las entrevistas dicen más sobre el
entrevistador que lo que revelan las respuestas. Encontraremos varios ejemplos
en Conversaciones. Alguna de las entrevistas que recoge el libro me parecen
sencillamente estúpidas, como la de Chris Wrigth, del Boston Phoenix,
supuestamente ingeniosa. En otras el entrevistador parece no sintonizar con
Wallace (o quizás sea al contrario), como le ocurre a Didier Jacob. Pero en
todas las entrevistas se puede apreciar la brillante inteligencia de Wallace y
permiten, al estar dispuestas en orden cronológico, apreciar la evolución del
autor, tanto anímicamente (si eso es posible, ya que una entrevista está sujeta
a condicionantes espacio-temporales muy concretos) como en sus intereses
narrativos. De todas ellas a destacar la conversación que mantuvo con Larry
McCaffery en 1993, cuarenta páginas de un interesante diálogo en las que el
crítico es capaz de sacar lo mejor del autor.
Y la excelente semblanza biográfica, todo luces y sombras,
de David Lipsky tras la muerte de David Foster Wallace.
David
Foster Wallace, right, with Jonathan Franzen in 1996 at the book launch for
Infinite Jest. (Photo: Marina
Garnier)
Me fascinan sobre todo las primeras entrevistas que concedió
tras la publicación de La escoba del sistema. La ingenua satisfacción que
demuestra por el eco de su primera novela, la imparable erudición que despliega
creyendo, equivocadamente como la experiencia le demostró, encontrarse con
iguales ante los que poder explayarse.
Entonces algo se rompió. Y ese algo que puede rastrearse en
sus novelas también es evidente en sus entrevistas.
Lo que predomina, tanto en las novelas como en las
respuestas a las preguntas es la desbordante inteligencia de Wallace, su
comprensión de infinidad de temas y de cómo se relacionan entre ellos y cómo
esa relación nos da una imagen de la realidad que es la que trata de plasmar en
sus textos, no a través del realismo, lo que el llama la gran R, sino a través
de un pacto entre escritor y lector, en la que la exhuberancia de datos y
digresiones no esté reñida con los sobrentendidos y las inconclusiones.
“Quiero decir que muchas cosas que llevan la R mayúscula del Realismo simplemente me parecen un tanto malas, porque obviamente el realismo es una ilusión del realismo”
“En lo que a mí respecta, el arte vital y prioritario es aquel que trata de lo que significa se un ser humano (…) Existen ciertas paradojas y ciertos riesgos relacionados con escribir sobre este mundo pues gran parte de la cultura comercial está basada en distintos tipos de arte, por lo menos ciertos tipos de arte pop, y existe el peligro de ser absorbido por ella y simplemente tratar de, por ejemplo, hacer algo que parezca muy de moda e inteligente y pensar que entonces se ha terminado el trabajo.(…)
Mucho de lo que es, entre comillas, Realista al modo convencional acaba pareciéndome malo. Las resoluciones parecen artificiales, todo parece un poco oportuno y obvio, y su fin último es venderme algo. Y hay una parte en mí, supongo, que retrocede ante eso, lo cual es un problema porque algunas cosas Realistas en realidad son vitales y prioritarias, pero el modelo y la forma han sido explotados de una manera demasiado exhaustiva por razones comerciales (…)”
David Foster Wallace demostró ser heredero y continuador de
la tradición narrativa representada por Gaddis y Pynchon, hermanando el
realismo narrativo con la experimentación estructural, exigiéndonos, a nosotros los lectores, que nos esforcemos, con lo que pasamos a convertirnos en cómplices de unos autores
y de una narrativa que, a fin de cuentas, es la de nuestros tiempos.
Como cómplices no podemos más que agradecer la publicación
de estas entrevistas.
Como cómplices no podemos más que lamentarnos por la broma infinita, por el ingenio infinito.
Como cómplices no podemos más que lamentarnos por la broma infinita, por el ingenio infinito.
Como cómplices lectores no podemos más que aceptar que
Conversaciones con DFW es imprescindible.
Los textos de Conversaciones con David Foster Wallace,
editado por Stephen J. Burns; traducción de José Luis Amores para Editorial Pálido
Fuego.
3 comentarios:
curiosa foto, DFW y JF, amigos-enemigos, ambos con melenita, con un digamos aspecto similar, un parecido que los acerca, presupuestos iguales en el comienzo de sus carreras literarias; luego, JF se recorta el cabello, un corte tradicional, clasicista, que contagia su literatura (por cierto, la americana azul marino, ya en esa primera foto lo delata);
yo creo, no obstante, que todas estas diferenciaciones son esencialmente ficticias, propias de estrategias de mercado, destinadas a constituir bandos del tipo Beatles o Stones, Oasis o Blur, mi puta madre o la tuya; es decir, no creo que sea tanta la modernidad de DFW, abriendo tramas que nunca va a concluir, y no es tanto el clasicismo del otro, cerrando lo que abre, o lo que sea; es decir, a mi modo de ver, hay un "aspecto" o una "imagen" que los diferencia, pero un estatus literario que los une;
como bien dices, Gaddis, Pynchon, o el propio DFW hacen esencialmente realismo, como dices, "narrativo", desestructurado, si quieres, abierto, con elementos fantasticos, pero el aspecto general de sus textos es el de una redaccion realista... (en un momento dado, me da igual que Pynchon haga hablar a un loro o a un perro como su fueran humanos o se enfrente a un ejercito de gnomos) (lo que pretendo decir, es que a pesar de ese aspecto, lo que hacen estos tipos no es literatura de vanguardia, sino que llevan algunos aspectos de la vanguardia a ese estatus literario del que hablaba antes, mainstream o lo que se quiera)... queda muy bien enfrentarlos, DFW versus JF, pero en el fondo son lo mismo; un poco como el PSOE y el PP
saludos
No soy partidario de indagar en la vida de los autores. Wallace era de la misma opinión: “Cuanto más me gusta la obra de alguien, menos quiero que el conocimiento personal contamine mi experiencia de lectura”. Así que este no es el tipo de libro que escogería en primera opción.
Me dor por aludida.
Joder... me DOY por aludida.
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