Todo ha sido degradado, pero puedo decir que ellos han arruinado y degradado todo. Porque esto no es algún tipo de cataclismo, que cae sobre los humanos. Por el contrario se trata del propio juicio del hombre, su propio juicio en sí mismo, con, por supuesto, la ayuda de Dios, o me atrevo a decir: con Dios formando parte... o con lo que sea que ha tomado parte... de la
más espantosa creación que puedas imaginar. Porque como verás, el mundo ha sido
degradado. Así que no importa lo que diga porque todo ha sido degradado por lo
que han adquirido como lo han conseguido de una forma deshonesta y artera, lo
han degradado todo. Porque sea lo que sea que toquen, y ellos lo tocan todo, lo
degradan. Este es el camino hasta la victoria final. Hasta el triunfante fin. Adquirir, degradar. Degradar, adquirir. O de forma diferente si quieres: Tocar, degradar y así adquirir, o tocando, adquiriendo y entonces degradando. Ha sido así
durante siglos. Sigue y sigue y sigue. A veces a escondidas o groseramente, a
veces discretamente, a veces brutalmente. Pero ha sido así y sigue siendo. Así,
solo de una manera, como ratas atacando en una emboscada. Porque para esta
perfecta victoria era esencial que el otro lado pensase que todo eso es
excelente, grande y de alguna manera noble. No debería lleva a ninguna clase de
lucha. No debería haber ninguna clase de pelea, solo la repentina desaparición
de un lado, significa la desaparición de la excelencia, lo grande, lo noble. Así
que los ganadores son quienes atacan y
emboscan las reglas de la tierra, y no hay ningún pequeño recoveco donde uno
pueda esconderse de ellos, porque todo lo que ponen sobre sus manos es suyo. Incluso
cosas que pensamos que no podemos alcanzar - ellos si pueden - también son
suyas. Porque el cielo ya es suyo y todos nuestros sueños. Suyo es el momento,
la naturaleza, el silencio infinito. Hasta la inmortalidad es suya. ¿Me
entiendes? ¡Todo, todo está perdido para siempre! Y las nobles, grandes y
excelentes personas se pararon aquí, si puedo decirlo así. Se detuvieron a esta
altura, y tuvieron que entender y aceptar que no hay Dios o Dioses. Y el
excelente, el grande y el noble tuvieron que entender y aceptar esto, desde el
principio. Pero, por supuesto, eran bastante incapaces de entender esto. Ellos
lo creían y aceptaban pero no lo entendían. Ellos solo se pararon aquí, desconcertados,
pero no resignados. Hasta que algo - que despertó en sus cerebros - finalmente
los iluminó. Y todos a la vez se dieron cuenta que no hay ni Dios o Dioses. Todos
a la vez vieron que no hay ni bien ni mal. ¡Entonces todos vieron y entendieron
que si esto era así, entonces ellos mismos ni siquiera existían! Verás, creo
que éste fue el momento en que podemos decir que fueron extinguidos, que se
quemaron. Extinguidos y quemados como el fuego que arde en el prado. Uno era un
constante perdedor, el otro era un constante ganador. Derrota, victoria, derrota,
victoria. Y un día – aquí en esta zona- tuve que darme cuenta, y me di cuenta, que
estaba equivocado, estaba realmente equivocado cuando pensé que nunca hubo y
nunca pudo haber algún cambio aquí en la tierra. Porque, créeme, ahora sé que
este cambio ya es una realidad.
Monólogo central, extraído de los subtítulos, de A Torinói ló, dirigida por Béla Tarr y Ágnes Hranitzky con guión de László Krasznahorkai y Béla Tarr
2 comentarios:
La vi una vez y no me convenció del todo. La vi otra vez y me voló la cabeza. Está entre las mejores de Tarr, junto con Werckmeister Harmoniak y Karhozat. No la pongo junto a Satantango porque ésa no tiene parangón. Saludos, Portnoy.
Es como una parodia de arte y ensayo de las películas de arte y ensayo.
Me compadezco de los personajes, no por lo que les pasa sino por cómo les trata Bela.
De lo peor que ha hecho, en mi opinión.
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