6/5/12

Los reconocimientos, de William Gaddis (II)

No es posible hablar mal de Los reconocimientos después de Jack Grenn
De todas formas me pregunto qué es lo que ha cambiado desde la década de los 50 del siglo pasado para que todos los supuestos defectos que los críticos atribuían a la primera novela de Gaddis puedan ser ahora considerados virtudes. Quizás ahora nadie se atreviese a realizar una crítica negativa de
Los reconocimientos, no tan solo por Green (sí por Green aunque no directamente), al menos en esos términos. Me gustaría leer una crítica negativa de la novela y discutir los argumentos empleados siempre que no sean los que empleó Green. Porque incluso en esa guerra ficticia que lleva un tiempo rondando por el mundillo literario, entre el “bando realista” encabezada por Franzen que enarbola un estandarte con la efigie de Dickens y la del “postmodernismo” (o lo que sea) con la efigie de D.F. Wallace, sería difícil encasillar Los reconocimientos de Gaddis, porque es justamente lo contrario de ambos bandos. Emplea el realismo pero un "realista" se negará a reconocerlo y... lo dejamos aquí porque la nota se hará eterna.
No voy a negar que el texto encierra cierta dificultad, sobre todo a la hora de seguir a los personajes, pero una vez que el lector ha entrado en el juego narrativo todo parece brillar y cada uno de ellos tiene una posición asentada y concreta dentro de la trama, una personalidad propia y distinguible. Entonces todo fluye… o no.
En cierta manera se podría decir que
Los reconocimientos es una obra coral que se cierra sobre sí misma, que solicita una segunda lectura para volver a transitar por esos pasajes nebulosos e insertados en la trama como caídos del cielo. Volver a repasar Los reconocimientos es descubrir como algunos de los detalles que no nos habían quedado claros nos habían sido desvelados a priori, pero cuando los habíamos leído éramos unos ingenuos desorientados en las redes de Gaddis. Lo más sorprendente de esta novela es la coherencia interna y la prodigiosa organización narrativa en el que nada obedece al azar, aunque éste, deliberadamente, parece controlar la historia.

Mientras iba leyendo la novela tenía una sensación extraña. La de que Gaddis, y sobre todo
Los reconocimientos, era el eslabón que nos permitía pasar históricamente en términos de “evolución narrativa”, de William Faulkner hasta Thomas Pynchon.
Por ejemplo, y esto es una tontería, en varías ocasiones aparece como tema algo llamado “vicio inherente”. No es más que una casualidad anecdótica que puede descartarse ya que es una expresión frecuente. Sin embargo existe un nexo de unión entre Pynchon y Gaddis, sobre todo en la forma de desarrollar algunas escenas, sobre todo en las que aparecen varios personajes. En mi cronología lectora, azarosa desde el punto de vista temporal, aparece primero Pynchon. Por eso puedo preguntarme ahora cuánto debe
V a Los reconocimientos.
El nexo con Faulkner es más explícito.
El tema principal de
Los reconocimientos es la falsificación en su más amplio sentido: como reproducción física de lo ya existente y como impostura social.
Así, Otto, uno de los personajes, que se pasea con un brazo completamente sano en cabestrillo, ha escrito una obra de teatro. Tras un azaroso periplo de mano en mano, su manuscrito parece desaparecer. Posteriormente Max, que se apropia de su texto y lo publica con su nombre y otro título, le comunica a Otto que su obra ha sido rechazada porque parece ser un plagio de
El ruido y la furia, de Faulkner. El capítulo en el que se desvela esto concluye con Otto afirmando que odia a Max porque “él sobrevivirá”. Si bien es cierto que las palabras de Otto son premonitorias, Max sobrevive a pesar de ser desenmascarado, hay algo faulkneriano en la afirmación. Si Gaddis hubiese empleado la expresión “they endured”, que aparece en el epílogo de El ruido y la furia, hubiese resultado más que evidente, concluyente. Y no sé si de alguna manera Gaddis está dejando pistas sobre su propia novela y sus posibles influencias. Es un tema a desarrollar.
Max sobrevive porque al final de la novela Gaddis precipita a sus personajes a una especie de debacle final en la que uno a uno los personajes van cayendo. Y es curioso y representativo que Max, que roba la obra de Otto, que copia las
Elegías de Duino, de Rilke en su libro de poemas, que compra cuadros de pintores en declive y los expone con su firma colgados bocabajo, que representa el fraude burdo y descarado y que alcanza el éxito sobornando a críticos, finalmente sobreviva. Max; “they endured”.
Opuesto completamente a Max aparece el único personaje que crea una obra propia y personal. No revelaré nada, ni su nombre, sólo diré que la única obra original que aparece en toda la novela tiene consecuencias catastróficas.
Entre estos dos personajes y principal foco narrativo de la novela, aparece Wyatt Gwydon.

Pero volvamos a Faulkner. Uno de los aspectos más destacables de
Fire the Bastards! de Green, es la coincidencia casi común en los primeros críticos de Los reconocimientos en emparejar la novela de Gaddis con el Ulises de Joyce. No veo en que manera se puedan comparar más allá de la, relativa, dificultad de ambos textos. No encuentro en Gaddis nada de Joyce aparte de que explora el camino que el Ulises había abierto, el de la libertad narrativa, el de no adscripción al clasicismo realista. Lo mismo podría decirse de las novelas de Faulkner. El Ulises es en cierta manera la explotación hasta sus últimas consecuencias de Todos los géneros y Todos los estilos de la narrativa hasta la época de Joyce. No hay en Los reconocimientos nada de esa exploración exhaustiva estructural y lingüística que hacen del Ulises una obra excepcional. Pero eso no va en demérito de Gaddis, su novela es excepcional pero en otro sentido. Los críticos de la época que denuncia Green fallaron estrepitosamente al buscar un referente a la novela de Gaddis. Como decía Green había que despedir a todos esos bastardos que, obviamente, no habían leído la novela para reseñarla. De haberlo hecho, se hubiesen dado cuenta que el referente más evidente y explícito es el de Faulkner. En El ruido y la furia se narra con distintas voces, de la caótica a la iracunda, un profundo drama familiar. Eso es lo importante en Los reconocimientos, que nos está contando una historia, mientras que, se podría decir, que no hay más tesis en el Ulises que la exploración de los límites de la propia narrativa. Faulkner empleó la exploración de Joyce para ponerla al servicio de la narración. Y Gaddis sigue el mismo camino.

(continuará)

2 comentarios:

Javier Moreno dijo...

Mi "crítica" a esa novela es que es aburrida. Los personajes no lograron "crecer" en mí y finalmente la abandoné al cierre de la primera parte un poco decepcionado. Tiene cosas que evidencian un talento salvaje pero no logró entusiasmarme.

Tal vez en unos años vuelva a intentarlo.

Anónimo dijo...

Obra maestra, diálogos inteligentes, chispeantes, algunas veces erúditos, otras veces simplones,según el personaje. Ninguna descripción física para que el lector no prejuzgue. Ninguna facilidad en la organización de la obra para que el lector no pierda la concentración. ¿Perlas entre estiercol? No. Collar de perlas que cierran el círculo.