La edición de bolsillo de Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer de David Foster Wallace contiene únicamente el artículo de mismo título, aunque cuando fue publicado en 1996 en la revista Harper's se llamó "Shipping Out" (*).
Descubro este detalle leyendo Asco de José Ángel Barrueco.
Un barco es el escenario narrativo por antonomasia. Es un universo cerrado y aislado en el que los personajes están obligados a interaccionar. Un barco literario funciona como representación de la Realidad. Y al revés también ocurre, un barco “real”, que navega realmente quiero decir, se convierte en un escenario narrativo al mismo tiempo que representa al resto de la “realidad”.
Asco de José Ángel Barrueco resume las impresiones producidas durante un crucero por el Adriático, al igual manera que Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer recoge las de David Foster Wallace en uno por el Caribe.
Por una de aquellas casualidades del azar objetivo resulta que el barco de DFW (Nadir) es el mismo en el que navegó JAB (Zenith) De qué modo un barco pasa a llamarse como su opuesto no es relevante ni tampoco simbólico para nuestro propósito.
No sólo es lícito establecer un paralelismo entre ambas obras, Barrueco es consciente de ello y cita en varias ocasiones el artículo de Wallace, si no que toda obra que sucede en un barco, con su propio tiempo fuera del tiempo real en una “realidad” autónoma, tienen por fuerza que parecerse a otras al convertirse en un espejo de “nuestra realidad”, que nos muestra deformados y grotescos, acrecentando nuestra fealdad avariciosa y gregaria.
En ambos casos, tanto Wallace como Barrueco son narradores de una “realidad turística que navega”, y se convierten en entes que flotan por encima de la barahúnda consumista de la masa y la muestran en su avidez desmesurada. Pero cada uno de ellos conserva sus peculiaridades personales, Wallace la del narrador agorafóbico, Barrueco la del misántropo. Y ambos dejan entrever las contradicciones de su carácter.
DFW debe cumplir el encargo de una revista y, prácticamente contra su propia personalidad, debe involucrarse en las actividades programadas para diversión del pasaje. Por su parte JAB repudia visceralmente el comportamiento gregario e incívico del pasaje. El tímido enfermizo debe mostrarse en público e involucrarse en las actividades programadas para la diversión del pasaje. El misántropo por su parte es un viajero social, y lo hace acompañado de un grupo de personas afines y con las que comparte sensaciones.
Lo interesante de ambas aportaciones es la descripción de una realidad escindida y autónoma de la realidad a partir de los elementos peculiares de esa especie de mundo alternativo, en el que destacan La Sonrisa Profesional y el Retrete Aspirador.
Aquí me toca especular a mí.
En el capítulo dedicado al Individuo asediado de Vida Líquida, Zygmunt Bauman plantea que ser un individuo significa “ser diferente a todos los demás”
“El problema”, sigue Bauman, “es que son esos mismos otros de los que uno no puede evitar diferir los que empujan, presionan y obligan a uno a diferir”
“La búsqueda de la identidad siempre se ve tensada en direcciones opuestas (…) Navega entre los extremos de la individualidad intransigente y el sentimiento pleno de pertenencia a un colectivo; el primero de ellos es inalcanzable, pero el segundo succionará y tragará como un agujero negro todo aquello que flote en sus inmediaciones”
(Zygmunt Bauman, Vida Líquida; traducción de Albino Santos Mosquera)
Jugando con la cita de Bauman podría decir que en esa tensión contradictoria se mueven los narradores de Wallace y Barrueco, literalmente navegando entre esos dos extremos y con el retrete succionador a modo de agujero negro. Y esta analogía se confirma con la fascinación que el sistema de succión al vacío suscita en ambos escritores. Wallace se obsesiona con su funcionamiento, supongo que en su afán de describir exhaustivamente todo cuanto le rodeaba que es característico de su obra. La fascinación de Barrueco nos lleva a imaginar (desgraciadamente) riadas de excrementos producidas por insaciables devoradores de alimentos del inagotable suministro del “todo incluido” fluyendo a través de sus tuberías hasta las entrañas del navío.
La Sonrisa Profesional es otro de los aspectos que ambos autores destacan. Si bien Wallace termina completamente entregado a la perenne sonrisa amable (aunque ausente) del personal del barco y acepta la invisibilidad de parte de ese personal, Barrueco, que topa con ese personal invisible para el pasaje, tiene un atisbo de la desaparición de esa sonrisa una vez que ha dejado de ser funcional.
Ambos aspectos sirven de metáfora para ese sentimiento de pertenencia que lo succiona todo como un agujero negro al que se refiere Bauman.
Sería una lástima que se entendiese esta reseña como una comparativa entre dos autores que han compartido su peculiar aproximación a un tema común. No hay nada de eso.
De "Shipping Out" poco tenía que comentar que mereciese una reseña. Tiene, como todos los textos de Wallace, el valor de su mirada. Si aparece en esta reseña es a través de José Ángel Barrueco, con el que mantengo una relación amistosa a través de las redes sociales y al que conozco gracias a su blog Escrito en el viento. Así que aquellos más susceptibles podrán argumentar lo que quieran en torno a esta recomendación de Asco y en torno a la dualidad tensional que hace que me debata entre la individualidad misantrópica y la pertenencia a un colectivo.
La verdad es que tanto Asco como Vivir y morir en Lavapíes de José Ángel Barrueco me han parecido dos buenas e interesantes novelas.
Vivir y morir en Lavapíes es un trepidante thriller negro con abundantes y asumidas referencias cinematográficas, desde Haneke hasta Tony Scout. Funciona tanto como novela negra, desde su planteamiento a base de fragmentos, con sus pertinentes dosis de crítica social, como, a causa de su fluidez y amenidad, un guión cinematográfico.
Muy distinto es el planteamiento de Asco, entre la autoficción y el reportaje, lo que viene a demostrar la versatilidad de Barrueco y su capacidad discursiva y reflexiva manteniendo una gran fluidez narrativa.
Es cierto que se le pueden hacer algunas pequeñas objeciones a sus textos, pero en conjunto se muestran como sólidos y firmes artefactos narrativos que cumplen su cometido.
Esa última frase era una de esas típicas de las reseñas. En el fondo, lo que viene a decir, es que las dos novelas de José Ángel Barrueco me han divertido mucho aún siendo tan diferentes entre sí. Vosotros podéis hacer lo que queráis.
La cosa es así: David Foster Wallace a bordo del Nadir busca en el mar la aleta de un tiburón sin ningún éxito. José Ángel Barrueco divisa a un grupo de delfines nadando junto al Zenith.
Me parece significativo.
(*) El resto de los artículos que no aparecen en la edición de bolsillo son "Derivative Sport in Tornado Alley", "E Unibus Pluram: Television and U.S. Fiction", "Getting Away from Already Being Pretty Much Away from It All", "Greatly Exaggerated", "David Lynch Keeps His Head" y "Tennis Player Michael Joyce's Professional Artistry as a Paradigm of Certain Stuff about Choice, Freedom, Discipline, Joy, Grotesquerie, and Human Completeness".
Descubro este detalle leyendo Asco de José Ángel Barrueco.
Un barco es el escenario narrativo por antonomasia. Es un universo cerrado y aislado en el que los personajes están obligados a interaccionar. Un barco literario funciona como representación de la Realidad. Y al revés también ocurre, un barco “real”, que navega realmente quiero decir, se convierte en un escenario narrativo al mismo tiempo que representa al resto de la “realidad”.
Asco de José Ángel Barrueco resume las impresiones producidas durante un crucero por el Adriático, al igual manera que Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer recoge las de David Foster Wallace en uno por el Caribe.
Por una de aquellas casualidades del azar objetivo resulta que el barco de DFW (Nadir) es el mismo en el que navegó JAB (Zenith) De qué modo un barco pasa a llamarse como su opuesto no es relevante ni tampoco simbólico para nuestro propósito.
No sólo es lícito establecer un paralelismo entre ambas obras, Barrueco es consciente de ello y cita en varias ocasiones el artículo de Wallace, si no que toda obra que sucede en un barco, con su propio tiempo fuera del tiempo real en una “realidad” autónoma, tienen por fuerza que parecerse a otras al convertirse en un espejo de “nuestra realidad”, que nos muestra deformados y grotescos, acrecentando nuestra fealdad avariciosa y gregaria.
En ambos casos, tanto Wallace como Barrueco son narradores de una “realidad turística que navega”, y se convierten en entes que flotan por encima de la barahúnda consumista de la masa y la muestran en su avidez desmesurada. Pero cada uno de ellos conserva sus peculiaridades personales, Wallace la del narrador agorafóbico, Barrueco la del misántropo. Y ambos dejan entrever las contradicciones de su carácter.
DFW debe cumplir el encargo de una revista y, prácticamente contra su propia personalidad, debe involucrarse en las actividades programadas para diversión del pasaje. Por su parte JAB repudia visceralmente el comportamiento gregario e incívico del pasaje. El tímido enfermizo debe mostrarse en público e involucrarse en las actividades programadas para la diversión del pasaje. El misántropo por su parte es un viajero social, y lo hace acompañado de un grupo de personas afines y con las que comparte sensaciones.
Lo interesante de ambas aportaciones es la descripción de una realidad escindida y autónoma de la realidad a partir de los elementos peculiares de esa especie de mundo alternativo, en el que destacan La Sonrisa Profesional y el Retrete Aspirador.
Aquí me toca especular a mí.
En el capítulo dedicado al Individuo asediado de Vida Líquida, Zygmunt Bauman plantea que ser un individuo significa “ser diferente a todos los demás”
“El problema”, sigue Bauman, “es que son esos mismos otros de los que uno no puede evitar diferir los que empujan, presionan y obligan a uno a diferir”
“La búsqueda de la identidad siempre se ve tensada en direcciones opuestas (…) Navega entre los extremos de la individualidad intransigente y el sentimiento pleno de pertenencia a un colectivo; el primero de ellos es inalcanzable, pero el segundo succionará y tragará como un agujero negro todo aquello que flote en sus inmediaciones”
(Zygmunt Bauman, Vida Líquida; traducción de Albino Santos Mosquera)
Jugando con la cita de Bauman podría decir que en esa tensión contradictoria se mueven los narradores de Wallace y Barrueco, literalmente navegando entre esos dos extremos y con el retrete succionador a modo de agujero negro. Y esta analogía se confirma con la fascinación que el sistema de succión al vacío suscita en ambos escritores. Wallace se obsesiona con su funcionamiento, supongo que en su afán de describir exhaustivamente todo cuanto le rodeaba que es característico de su obra. La fascinación de Barrueco nos lleva a imaginar (desgraciadamente) riadas de excrementos producidas por insaciables devoradores de alimentos del inagotable suministro del “todo incluido” fluyendo a través de sus tuberías hasta las entrañas del navío.
La Sonrisa Profesional es otro de los aspectos que ambos autores destacan. Si bien Wallace termina completamente entregado a la perenne sonrisa amable (aunque ausente) del personal del barco y acepta la invisibilidad de parte de ese personal, Barrueco, que topa con ese personal invisible para el pasaje, tiene un atisbo de la desaparición de esa sonrisa una vez que ha dejado de ser funcional.
Ambos aspectos sirven de metáfora para ese sentimiento de pertenencia que lo succiona todo como un agujero negro al que se refiere Bauman.
Sería una lástima que se entendiese esta reseña como una comparativa entre dos autores que han compartido su peculiar aproximación a un tema común. No hay nada de eso.
De "Shipping Out" poco tenía que comentar que mereciese una reseña. Tiene, como todos los textos de Wallace, el valor de su mirada. Si aparece en esta reseña es a través de José Ángel Barrueco, con el que mantengo una relación amistosa a través de las redes sociales y al que conozco gracias a su blog Escrito en el viento. Así que aquellos más susceptibles podrán argumentar lo que quieran en torno a esta recomendación de Asco y en torno a la dualidad tensional que hace que me debata entre la individualidad misantrópica y la pertenencia a un colectivo.
La verdad es que tanto Asco como Vivir y morir en Lavapíes de José Ángel Barrueco me han parecido dos buenas e interesantes novelas.
Vivir y morir en Lavapíes es un trepidante thriller negro con abundantes y asumidas referencias cinematográficas, desde Haneke hasta Tony Scout. Funciona tanto como novela negra, desde su planteamiento a base de fragmentos, con sus pertinentes dosis de crítica social, como, a causa de su fluidez y amenidad, un guión cinematográfico.
Muy distinto es el planteamiento de Asco, entre la autoficción y el reportaje, lo que viene a demostrar la versatilidad de Barrueco y su capacidad discursiva y reflexiva manteniendo una gran fluidez narrativa.
Es cierto que se le pueden hacer algunas pequeñas objeciones a sus textos, pero en conjunto se muestran como sólidos y firmes artefactos narrativos que cumplen su cometido.
Esa última frase era una de esas típicas de las reseñas. En el fondo, lo que viene a decir, es que las dos novelas de José Ángel Barrueco me han divertido mucho aún siendo tan diferentes entre sí. Vosotros podéis hacer lo que queráis.
La cosa es así: David Foster Wallace a bordo del Nadir busca en el mar la aleta de un tiburón sin ningún éxito. José Ángel Barrueco divisa a un grupo de delfines nadando junto al Zenith.
Me parece significativo.
(*) El resto de los artículos que no aparecen en la edición de bolsillo son "Derivative Sport in Tornado Alley", "E Unibus Pluram: Television and U.S. Fiction", "Getting Away from Already Being Pretty Much Away from It All", "Greatly Exaggerated", "David Lynch Keeps His Head" y "Tennis Player Michael Joyce's Professional Artistry as a Paradigm of Certain Stuff about Choice, Freedom, Discipline, Joy, Grotesquerie, and Human Completeness".
3 comentarios:
Foster Wallace nos espera a todos en destino. Saludos.
En la edición no de bolsillo de Mondadori aparecen la totalidad de artículos, Javier. Creo que en la antigua Bertrand tienen algún ejemplar.
Es verdad que los barcos terminan siendo micromundos. Sobre todo para los que trabajan o hemos trabajado allí.
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