Contra mi costumbre, tengo que hablar del argumento de En la boca del miedo (In the Mouth of Madness ) para que quede claro de qué quiero advertiros.
John Trent, un eficaz investigador de seguros, es contratado por una editorial para que descubra el paradero de su escritor superventas, Sutter Cane, desaparecido desde hace un par de años. El lanzamiento de su nueva novela, En la boca del miedo, está anunciado para dentro de unas semanas y el texto parece haber desaparecido junto al autor. Solo su agente literario ha recibido un fragmento de la nueva novela y ha enloquecido, atacando con un hacha, casualmente, al mismo Trent.
Trent junto a la editora Stiles parten en busca del pueblo aparentemente ficticio de Hobb's End ya que aparece en las novelas de Cane. Trent imagina que todo es un montaje publicitario de la editorial y está dispuesto a desenmascarar la trama, pero su azarosa llegada al pueblo y los hechos que en él ocurren le llevan a dudar de la realidad y a confundirla con una ficción. De hecho toda la historia está narrada desde el principio por el propio Trent acabado de ingresar en un manicomio bajo una premisa argumental bastante elocuente: “En un mundo enloquecido el cuerdo sería el loco”
La película termina con Trent viendo la película que nosotros, los espectadores, estamos viendo. Se ve a sí mismo en la pantalla cuando lo ingresan en el manicomio y en Hobb's End afirmando que “esto (golpea tres veces con sus nudillos un mueble) es la realidad”. Trent se ríe en el cine vacío, una risa enajenada con la que se cierra la proyección. La película se titula En la boca del miedo y tiene la peculiaridad, al igual que la novela de Sutter Cane del mismo título en la que está inspirada, de que enloquece a todo aquel que la ve. O que lee la novela.
Sin embargo nosotros no enloquecemos. O no somos capaces de reconocer nuestra locura en un mundo de locos.
Esto merece una explicación.
En primer lugar queda claro que En la boca del miedo es una película metacinematográfica y autoreferencial. Una primera lectura a través de algunos detalles de las imágenes nos puede llevar a pensar que Carpenter habla sobre su propia obra y sobre la desmesura idolatría de los fanáticos por ella. No hay más que ver lo similares que son las transformaciones de los habitantes de Hobb's End a las que se muestran en La Cosa, o cómo los personajes del cuadro que cambia se parecen a los extraterrestres de Están vivos.
Yo divido las películas de Carpenter en dos tipos, las de terror (Hallowen, La niebla, Christine…) y las que leí por ahí, y enseguida adopté el término, que eran “western macarras” (Asalto a la comisaría del distrito 13, Están vivos, Golpe en la pequeña china, los dos Rescates, Vampiros, Fantasmas de Marte…) y después está La cosa, que pertenece a los dos tipos.
Dentro de esta clasificación En la boca del miedo debe ser una película de terror, pero al mismo tiempo es una autorreflexión sobre el terror y los fenómenos extraliterarios (y extracinematográficos) que suscitan por lo cual queda un poco fuera de ambas categorías.
El caso principal es En la boca del miedo es una película que vuelve loco a todo aquel que la vea. Si eso no ocurre en (toc, toc, toc) la “realidad” es porque la película contiene unas barreras a modo de mensajes subliminales que bloquea el efecto enloquecedor. No es mi intención desvelarlas aquí porque cualquier chiflado podría dedicarse a eliminar los imperceptibles efectos subliminales que sabiamente Carpenter dispuso a lo largo del metraje. Tengo que decir que la de ayer fue la única vez que conseguí ver entera la película. En las anteriores cuatro ocasiones irremediablemente me quedaba dormido, en un par de ocasiones cuando los protagonistas están a punto de entrar en el pueblo y en otras justo cuando entran en el hotel, por lo que algunos pensarán que es posible que algunos de los efectos inhibidores estén en esa parte del metraje.
Recordemos que Están vivos presentaba una distopía en la que unos seres extraterrestres controlan a la humanidad a base de mensajes subliminales únicamente perceptibles mediante un aparato con el aspecto de unas gafas de sol y que esos mismos extraterrestres aparecen en el cuadro “vivo” en el hall del hotel. Todas las veces que me dormía despertaba ante la imagen de la inquietante Catedral Eslovaca de la Transfiguración en Markham, Ontario, Canadá, que sirve de escenario a la película y suponía que me había perdido información relevante para entender la trama. En realidad la misma película me estaba protegiendo de sus efectos.
Anoche realice un experimento que puedo calificar de exitoso. Volví a ver En la boca del miedo dispuesto a no quedarme nuevamente dormido.
Justo cuando Stiles y Trent empiezan a adormecerse en el coche empecé a notar los primeros síntomas de sueño. Seguramente en otras ocasiones me había ocurrido lo mismo porque no recordaba que la entrada a Hobb's End tiene carácter onírico. Así que saqué de mi bolsillo una navaja y empecé a hacerme cortes en los brazos en forma de cruz para que el dolor no me dejase dormir. Y fue así como la vi y fue así como entendí el mensaje que encierra.
Ahora lo que nos interesa saber a mi hacha y a mi es si leéis a Sutter Cane.
John Trent, un eficaz investigador de seguros, es contratado por una editorial para que descubra el paradero de su escritor superventas, Sutter Cane, desaparecido desde hace un par de años. El lanzamiento de su nueva novela, En la boca del miedo, está anunciado para dentro de unas semanas y el texto parece haber desaparecido junto al autor. Solo su agente literario ha recibido un fragmento de la nueva novela y ha enloquecido, atacando con un hacha, casualmente, al mismo Trent.
-¿Has leído a Sutter Cane?
Trent junto a la editora Stiles parten en busca del pueblo aparentemente ficticio de Hobb's End ya que aparece en las novelas de Cane. Trent imagina que todo es un montaje publicitario de la editorial y está dispuesto a desenmascarar la trama, pero su azarosa llegada al pueblo y los hechos que en él ocurren le llevan a dudar de la realidad y a confundirla con una ficción. De hecho toda la historia está narrada desde el principio por el propio Trent acabado de ingresar en un manicomio bajo una premisa argumental bastante elocuente: “En un mundo enloquecido el cuerdo sería el loco”
La película termina con Trent viendo la película que nosotros, los espectadores, estamos viendo. Se ve a sí mismo en la pantalla cuando lo ingresan en el manicomio y en Hobb's End afirmando que “esto (golpea tres veces con sus nudillos un mueble) es la realidad”. Trent se ríe en el cine vacío, una risa enajenada con la que se cierra la proyección. La película se titula En la boca del miedo y tiene la peculiaridad, al igual que la novela de Sutter Cane del mismo título en la que está inspirada, de que enloquece a todo aquel que la ve. O que lee la novela.
Sin embargo nosotros no enloquecemos. O no somos capaces de reconocer nuestra locura en un mundo de locos.
Esto merece una explicación.
En primer lugar queda claro que En la boca del miedo es una película metacinematográfica y autoreferencial. Una primera lectura a través de algunos detalles de las imágenes nos puede llevar a pensar que Carpenter habla sobre su propia obra y sobre la desmesura idolatría de los fanáticos por ella. No hay más que ver lo similares que son las transformaciones de los habitantes de Hobb's End a las que se muestran en La Cosa, o cómo los personajes del cuadro que cambia se parecen a los extraterrestres de Están vivos.
Yo divido las películas de Carpenter en dos tipos, las de terror (Hallowen, La niebla, Christine…) y las que leí por ahí, y enseguida adopté el término, que eran “western macarras” (Asalto a la comisaría del distrito 13, Están vivos, Golpe en la pequeña china, los dos Rescates, Vampiros, Fantasmas de Marte…) y después está La cosa, que pertenece a los dos tipos.
Dentro de esta clasificación En la boca del miedo debe ser una película de terror, pero al mismo tiempo es una autorreflexión sobre el terror y los fenómenos extraliterarios (y extracinematográficos) que suscitan por lo cual queda un poco fuera de ambas categorías.
El caso principal es En la boca del miedo es una película que vuelve loco a todo aquel que la vea. Si eso no ocurre en (toc, toc, toc) la “realidad” es porque la película contiene unas barreras a modo de mensajes subliminales que bloquea el efecto enloquecedor. No es mi intención desvelarlas aquí porque cualquier chiflado podría dedicarse a eliminar los imperceptibles efectos subliminales que sabiamente Carpenter dispuso a lo largo del metraje. Tengo que decir que la de ayer fue la única vez que conseguí ver entera la película. En las anteriores cuatro ocasiones irremediablemente me quedaba dormido, en un par de ocasiones cuando los protagonistas están a punto de entrar en el pueblo y en otras justo cuando entran en el hotel, por lo que algunos pensarán que es posible que algunos de los efectos inhibidores estén en esa parte del metraje.
Recordemos que Están vivos presentaba una distopía en la que unos seres extraterrestres controlan a la humanidad a base de mensajes subliminales únicamente perceptibles mediante un aparato con el aspecto de unas gafas de sol y que esos mismos extraterrestres aparecen en el cuadro “vivo” en el hall del hotel. Todas las veces que me dormía despertaba ante la imagen de la inquietante Catedral Eslovaca de la Transfiguración en Markham, Ontario, Canadá, que sirve de escenario a la película y suponía que me había perdido información relevante para entender la trama. En realidad la misma película me estaba protegiendo de sus efectos.
Anoche realice un experimento que puedo calificar de exitoso. Volví a ver En la boca del miedo dispuesto a no quedarme nuevamente dormido.
Justo cuando Stiles y Trent empiezan a adormecerse en el coche empecé a notar los primeros síntomas de sueño. Seguramente en otras ocasiones me había ocurrido lo mismo porque no recordaba que la entrada a Hobb's End tiene carácter onírico. Así que saqué de mi bolsillo una navaja y empecé a hacerme cortes en los brazos en forma de cruz para que el dolor no me dejase dormir. Y fue así como la vi y fue así como entendí el mensaje que encierra.
Ahora lo que nos interesa saber a mi hacha y a mi es si leéis a Sutter Cane.
6 comentarios:
He leído a Sutter Cane
(Excelente texto, amo esta peli).
Es uno de los últimos post que más me han gustado de la blogosfera.La película es fascinante para un fascinante tema.En la desaparecida editorial Ultramar Editores,y,en su sección Fantasía,en 1990 publicó una novela de 1980 titulada El país de las risas,de Jonathan Carroll de cuyo argumento es similar.Una novela, por cierto,totalmente ignorada y fascinante.
Me repito,un post magnífico.
Joer, Javier. No la he visto pero voy a verla después de tu post.
La primera imagen es buenísima: la cara del sujeto, y la leyenda que has puesto...
Saludos.
Es justo lo que pregunta el tipo antes de levantar el hacha, José Luis, jejeje
He leído algo de Carroll y parece interesante esa novela que mencionas, Francisco.
Es una película extraña, Claudio... e injustamente olvidada.
Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios
Excelente post.Acabo de ver nuevamente la película y nuevamente me gustó puesto que soy fan de Lovecraft. Tiene todo el sabor de sus relatos.
Mamushka!
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