Al igual que me ocurrió con La lección del maestro he encontrado ciertas dificultades en la lectura de Otra vuelta de tuerca en traducción de Antonio J. Desmonts para Alianza Editorial. Da la sensación de que los diálogos no fluyen, que ciertas descripciones son equívocas, y hay que releer algunos párrafos para captar su sentido. Luego no he leído a James sino una aproximación a James.
Pero eso no quita que haya podido captar la esencia de la novela.
En 1898, año de la aparición de Otra vuelta de tuerca, se publica La guerra de los mundos. Pero el corpus literario del diecinueve está prácticamente cubierto: Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Hugo, Stevenson,… Curiosamente, un año después, aparece El corazón de las tinieblas, de Conrad. No es una casualidad.
En 1892 James publica La lección del maestro donde (aparte de la mejorable traducción) coincide en la ambigüedad de lo relatado. Porque la vuelta de tuerca que propone el autor nos sitúa en la disyuntiva de aceptar lo que hemos leído como una historia de fantasmas y maldad sobrenatural o bien no hacerlo y asumir que estamos ante el relato desquiciado de una mujer, la narradora, terriblemente perturbada. Y las dos opciones simultáneamente son compatibles y válidas.
La estructura de la novela consta de un preámbulo en el que se nos pone en antecedentes y del relato en sí, escrito en primera persona por la institutriz en forma de diario escrito al mismo tiempo que los hechos que narra. La dificultad para conseguir dicho diario y la forma en que finalmente se realiza su lectura, siguiendo la estructura clásica de la historia de fantasmas, sirve para predisponernos a su veracidad. Pero al mismo tiempo se vierten ciertos detalles sobre la personalidad de la narradora y sus circunstancias emocionales que justifican hechos de la historia pero nos inclinan hacia el escepticismo. ¿Esa duda sobre la veracidad de la narración hubiese funcionado igual en caso que el diario hubiese estado escrito por un hombre? Me temo que no, aunque sea incurrir en tópicos decimonónicos.
Duda y plausibilidad se reparten a partes iguales. El lector debe decidir. Pero en ningún momento hay algún detalle en el texto que nos incline a pensar que la narradora mienta. Si la Lección del maestro era un duelo de literatos en torno al amor de una mujer y el lector podía descubrir en sus palabras intenciones personales, aquí la verdad y la infidencia no forman parte del texto. La duda se crea durante la lectura. O bien es todo cierto o bien la narradora miente. Pero no tenemos constancia de que lo haga.
Lo contrario ocurre con el Marlow de El corazón de las tinieblas de Conrad. Sabemos que en algunos contextos, en determinadas ocasiones Marlow es capaz de mentir. Su fracaso se basa principalmente en la mentira a la que sucumbe en última instancia. Sin embargo la posibilidad de que sea un narrador infidente en todo el asunto relativo a Kurtz no cruza ni por un momento por la cabeza del lector. Y es posible, ya que así se demuestra en el texto, que el Marlow, narrador oral, complaciente con su audiencia en un atardecer en el Támesis adecue su relato a satisfacer a sus oyentes.
Marlow es un narrador que miente pero del que jamás dudamos. La institutriz de James no miente. Es más, toda su formación, su rectitud, su intachable comportamiento, parecen eliminar toda posibilidad de falsedad en su relato.
Y dudamos.
Esa es la grandeza de James.
Pero eso no quita que haya podido captar la esencia de la novela.
En 1898, año de la aparición de Otra vuelta de tuerca, se publica La guerra de los mundos. Pero el corpus literario del diecinueve está prácticamente cubierto: Dostoievski, Tolstoi, Dickens, Hugo, Stevenson,… Curiosamente, un año después, aparece El corazón de las tinieblas, de Conrad. No es una casualidad.
En 1892 James publica La lección del maestro donde (aparte de la mejorable traducción) coincide en la ambigüedad de lo relatado. Porque la vuelta de tuerca que propone el autor nos sitúa en la disyuntiva de aceptar lo que hemos leído como una historia de fantasmas y maldad sobrenatural o bien no hacerlo y asumir que estamos ante el relato desquiciado de una mujer, la narradora, terriblemente perturbada. Y las dos opciones simultáneamente son compatibles y válidas.
La estructura de la novela consta de un preámbulo en el que se nos pone en antecedentes y del relato en sí, escrito en primera persona por la institutriz en forma de diario escrito al mismo tiempo que los hechos que narra. La dificultad para conseguir dicho diario y la forma en que finalmente se realiza su lectura, siguiendo la estructura clásica de la historia de fantasmas, sirve para predisponernos a su veracidad. Pero al mismo tiempo se vierten ciertos detalles sobre la personalidad de la narradora y sus circunstancias emocionales que justifican hechos de la historia pero nos inclinan hacia el escepticismo. ¿Esa duda sobre la veracidad de la narración hubiese funcionado igual en caso que el diario hubiese estado escrito por un hombre? Me temo que no, aunque sea incurrir en tópicos decimonónicos.
Duda y plausibilidad se reparten a partes iguales. El lector debe decidir. Pero en ningún momento hay algún detalle en el texto que nos incline a pensar que la narradora mienta. Si la Lección del maestro era un duelo de literatos en torno al amor de una mujer y el lector podía descubrir en sus palabras intenciones personales, aquí la verdad y la infidencia no forman parte del texto. La duda se crea durante la lectura. O bien es todo cierto o bien la narradora miente. Pero no tenemos constancia de que lo haga.
Lo contrario ocurre con el Marlow de El corazón de las tinieblas de Conrad. Sabemos que en algunos contextos, en determinadas ocasiones Marlow es capaz de mentir. Su fracaso se basa principalmente en la mentira a la que sucumbe en última instancia. Sin embargo la posibilidad de que sea un narrador infidente en todo el asunto relativo a Kurtz no cruza ni por un momento por la cabeza del lector. Y es posible, ya que así se demuestra en el texto, que el Marlow, narrador oral, complaciente con su audiencia en un atardecer en el Támesis adecue su relato a satisfacer a sus oyentes.
Marlow es un narrador que miente pero del que jamás dudamos. La institutriz de James no miente. Es más, toda su formación, su rectitud, su intachable comportamiento, parecen eliminar toda posibilidad de falsedad en su relato.
Y dudamos.
Esa es la grandeza de James.
10 comentarios:
un gran descubrimiento el que hablas que todavía lo recuerdo
Eso te pasa por leer traducciones.
Yo a James siempre lo he leído en V.O. y es inmenso.
Me encanta el punto de vista que tienes.
Jo es que James es inmenso... A mí particularmente me encanta.
"Portrait of a lady" me lo leí en V.O. y es un esfuerzo maravilloso, su influencia en la literatura posterior es induable, sobre todo porque llevó hasta el extremo el "Point of view" de los personajes, sin ensuciarlos con sus ideas, con lo cuál ellos hablan por sí solos. Es grande muy grande.
Por cierto, la última traducción de Vuelta de Tuerca que ha hecho Valdemar está un poquito mejor. Parece más conseguida. Eso sí, es uno de esos libros que se ponen como modelo de traducción dificultosa, lo estoy dando ahora en traducción literaria.
James es un maestro...
Yo me leí 'Otra vuelta de tuerca' en Siruela y la traducción era penosa. Es un libro que claramente merece una nueva traducción.
Y Drácula es de un año antes. Creo que ahí tampoco hay mucha coincidencia :P
Hay que leer a James en V. O., por más buena que sea la traducción, es difícil hacerle justicia en otra lengua.
Pues será cierto que James es dificil de traducir, la traducción al catalán de Jordi Larios para Quaderns Crema es horrible, creo que por su culpa no disfruté de la novela como se merece.
las traducciones españolas son en general bastante espantosas y casi imposibles de leer fuera de España.
Me divierten los entes que hablan de malas traducciones cuando no pueden contrastar la obra original con la traducida, es como decir que nueva york es mejor que parís sin haber estado en nueva york. Acerca de lo que dices sobre los diálogos y las descripciones que no fluyen y tal, quizá no es una mala traducción, quizá es que Henry James, maestro entre maestros, imitó el estilo burdo que la persona burda que lo relató pudo haber utilizado. Si no recuerdo mal el cuento es narrado en una reunión de diletantes burgueses que no tienen más ocupación en la vida que criticar a sus vecinos, gastar sus rentas y aburrirse mortalmente.
y no es el tema, pero felicidades por tu libro que acabo de terminar.
Anónimo divertido, me divierte que des por descontado que yo no puedo "constatar la obra original con la traducida". lo que yo digo lo digo como traductor y como argentino (o sea, como no-español), acostumbrado a confrontar seguido con traducciones espantosas y profundamente españolas.
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