19/10/10

Diario de un mal año, de J. M. Coetzee

Escribir sobre Diario de un mal año de J. M. Coetzee puede ser redundante ya que hay buenas reseñas en la red que explican la temática y la estructura de la novela.
Me gustaría resaltar la elogiosa de José Morella en La tormenta en un vaso, la que encuentra los defectos de la novela a cargo de Claudio Isaac en Letras Libres, la incisiva de Ignacio Echevarría publicada en El Mercurio y recogida en Escuela de Letras y la retorcida y tergiversadora reseña de Sánchez Dragó que copia parte de las opiniones vertidas en la novela por el personaje principal para solicitar que maten (sic) a Coetzee.

Está confusión de Dragó sobre las opiniones que sostiene en la novela el personaje que se puede, en cierta manera, admitiendo el juego metanarrativo, identificar con el propio autor, lleva a preguntarse sobre la validez de las opiniones en sí.
Me explico.
Un escritor como Coetzee, cuyo prestigio es incuestionable, no tendría ningún inconveniente en encontrar un editor que quisiera publicar sus hirientes y “políticamente incorrectas” opiniones contundentes (no olvidemos la sombra de Nabokov que planea por toda la novela). El hecho de que aparezcan dentro de una novela y sean atribuidas a uno de sus personajes (a pesar de que personaje y autor tengan circunstancias comunes) pone en entredicho la validez intrínseca de dichas opiniones. Son parte de una ficción y, consecuentemente, ficción a su vez. No digo que las opiniones carezcan de valor como tales, sino que su ficticia atribución le resta valor en sí. Asumimos que las opiniones deben ir respaldadas por quien las afirma. Pero aún estando firmadas por un personaje ficticio la vigencia y la contundencia de las opiniones abren debates muy interesantes.

Así pues, el primer punto es que esta novela es una ficción (cosa que no parece entender Sánchez Dragó)
El segundo sería que Diario de un mal año trata sobre los límites de la opinión y la influencia de las circunstancias personales en lo que se dice.
A lo largo de la novela, evolucionando a través de las tres partes en que se divide casi cada página del libro, vemos como el anciano solitario lleva en principio hasta las últimas consecuencias los temas que trata y como, a través de su relación con la mujer que transcribe sus textos, sus opiniones se suavizan. J. C., el personaje escritor de la novela, empieza opinando contundentemente y termina intentando agradar a la mujer a través de sus textos. Además, las opiniones de J. C. tienen el contrapunto de la versión neoliberal de la pareja de la mujer, un siniestro y celoso economista dispuesto a usar cualquier método para controlar los actos de J. C., tanto en el terreno ideológico como en el sentimental.
El tercero sería que Coetzee toma partido por su personaje sin dejar de denunciar su patetismo.

¿Todo es opinable? Sí. Pero hay que aceptar que tanto la sociedad impone límites a lo que decimos. Y que también lo hacemos sobre nosotros mismos.

Puestos a escandalizar descontextualizando, como hizo Sánchez Dragó, tal vez hubiese sido más interesante destacar este fragmento:
¿Y qué decir de la representación de niños relacionándose sexualmente no con adultos sino con otros niños? Lo que convierte a la imagen en culpable, según la nueva ortodoxia, no parece ser la idea del sexo entre menores (…) ni tampoco el hecho del sexo, real o simulado, entre actores que son menores, sino la presencia en alguna parte de una mirada adulta, detrás de la cámara o en la sala del cine a oscuras. Una cuestión muy interesante sería plantear si una película hecha por menores, utilizando a actores menores que realizan actos sexuales y que se exhibiera solo ante menores infringiría el tabú.
(Traducción de Jordi Fibla)
Si la idea parece perturbadora, ¿pedimos la cabeza de J. C. por pensarlo, la de Coetzee por escribirlo, la de Fibla por traducir el texto, la mía por transcribirlo?

¿Y la culpa? Es muy interesante la discusión entre J. C. y Anya en torno a la vergüenza y la culpa, en torno a la deshonra, en torno a cómo todo nos alcanza y cómo no merecemos esa culpa que ostentamos.
En fin, es una novela de Coetzee. Con eso ya está todo dicho. No leerla es un delito.

3 comentarios:

Kaplan dijo...

"Madame Bovary soy yo." Que haya que recordárselo a Dragó a estas alturas de la película lo dice todo sobre él.

Jacinta dijo...

Pues no se hable más, a comprar y leer el libro. Había dudado si leerlo por algún par de malos comentarios leídos por ahí...

Maya dijo...

Un gran libro, inquietante dentro de la obra de Coetzee. ¿Dónde termina el autor, dónde comienza el personaje? Son interesantes tus comentarios. ¡Saludos!