26/11/09

La nave de los muertos, de B. Traven (II)

Bernhard Traven Torsvan, Bruno Traven, B, Traven, Hermann Albert Otto Max Feige, Hal Croves, Traven Torsvan, Ret Marut...




... Arnolds, Barker, Traves Torsvan, Traven Torsvan Torsvan, Traven Torsvan Croves, B. T. Torsvan, Fred Maruth, Fred Mareth, Rex Marut, Richard Maurhut, Albert Otto Max Wienecke, Adolf Rudolph Feige, Kraus, Martinez, Fred Gaudet, Lainger, Goetz Ohly, Anton Räderscheidt, Robert Bek-Gran, Hugo, Kronthal, Wilhelm Scheider, Heinrich Otto Becker...


-Su tarjeta de marinero, por favor.
La tarjeta de marinero parece ser el centro del universo. Estoy seguro que sólo fuimos a la guerra para que en todos los países te puedan pedir la tarjeta de marinero o el pasaporte. Antes de la guerra nadie preguntaba por la tarjeta de marinero o por el pasaporte y la gente vivía tan feliz. Pero las guerras que se hacen en nombre de la libertad, de la democracia y del derecho de autodeterminación de los pueblos son siempre sospechosas. Sospechosas desde el día en que los prusianos emprendieron su guerra de liberación contra Napoleón. Cuando se gana una guerra de liberación, en cuanto la campaña acaba, los hombres se quedan sin libertad, porque la guerra ha triunfado sobre la libertad. Yes sir.
-No tengo tarjeta de marinero. (*)

Una persona es lo que dicen sus documentos. Un nombre y sus apellidos, un número que lo identifica del resto de la multitud. Un nombre cualquiera, un número cualquiera.
Gerard Gales de Nueva Orleáns, EEUU; Helmont Rigbay, Alejandría, Egipto; Pippin del Yorikke… ¿qué más da? Una persona es lo que es, más allá de su nombre, su origen y sus documentos. Toda persona, por muy feliz que crea ser, viaja en el barco de los muertos. Algunos no saben que lo hacen, pero otros sabemos que navegamos en una nave lista para el desguace, que esta vida es un absurdo en la que no tenemos más remedio que esperar que el barco se hunda con nosotros dentro, para que luego el armador cobre del seguro.
Dicen que La nave de los muertos es una novela anarquista.

El 7 de noviembre de 1918, en el aniversario de la Revolución Rusa de Octubre, el Consejo de Obreros y Soldados forzó al último rey de Baviera Luis III a su abdicación. Acto seguido, Kurt Eisner, del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), declaró Baviera un "estado libre", dentro del contexto de la Revolución de Noviembre en curso en Alemania. El 6 de abril de 1919, la "República Soviética de Baviera" fue formalmente proclamada. Inicialmente, fue sostenida por miembros de las facciones antiautoritarias del USPD. La participación del anarquista Gustav Landauer como ministro de cultura junto al economista libertario Silvio Gesell como ministro de economía y otros antiautoritarios y socialistas libertarios como el poeta y dramaturgo Erich Mühsam, Ernst Toller y Ret Marut (el novelista Bruno Traven) dieron al Soviet una fuerte dirección anarquista.
El 3 de mayo de 1919, los Freikorps (fuerzas militares del Estado con 30.000 miembros) ocupan la República bávara. Cerca de 800 personas fueron arrestadas y asesinadas.

De la entrada "República Soviética de Baviera" en wikipedia.


LA DANZA DE LA NAVE DE LOS MUERTOS

¿Qué os importan a vosotros mis harapos?
Son mi único vestido en las alegrías y en las penas.
¿Qué os importa a vosotros mi cara?
No necesito vuestra compasión.

¿Qué os importa a vosotros lo que me gusta?
Yo vivo mi vida, no la vuestra. Y la vivo en este mundo.
No aspiro estar en vuestro Cielo,
preferiría mil veces arder en el Infierno.

No creáis que necesito vuestra caridad,
aunque cargue con vuestros muertos,
aunque cargue con la vergüenza y el oprobio.
Eso os importa a vosotros una m…

Me trae sin cuidado el Juicio Final.
No creo en la resurrección.
Ignoro si existen los dioses
Y no le tengo miedo a las penas del Infierno.

¡Surquemos juntos el ancho mar!
¡Hola! ¡Eh! ¡Hola! ¡Eh! ¡Oh, oh! (*)

Y ahora debería hablar sobre la novela. Pero en realidad quiero bailar la danza de la nave de los muertos. Gritar, “¿Qué os importa a vosotros lo que me gusta?”, y completar con letras los puntos que siguen a la m. Porque el mundo es un barco encaminado al desastre y todos nos afanamos en cargar las calderas para que la nave no se detenga.
Palear, palear, palear…

Detecto el espíritu de Broch en la novela de Traven. Quizás Traven fue Broch. Traven fue todas las personas, tuvo todos los nombres porque no tuvo ninguno y todas las nacionalidades porque le negaron todas. La nave de los muertos se publicó en 1926, Los sonámbulos entre 1931 y 1932. Detecto el espíritu de Traven en Broch. Quizás Broch fue Traven.

Un marinero que no puede identificarse es zarandeado de una parte a otra de la Europa de posguerra. Encarcelado, conducido a la frontera y abandonado a su suerte una y otra vez, condenado a muerte… pero hay cierta vanagloria en todas las desgracias de nuestro narrador. Porque esas historias de la primera parte pertenecen a un pasado en el que el protagonista aún no había embarcado en la nave de los muertos. El narrador despliega una ironía crítica demoledora. Antes de ser ejecutado únicamente está preocupado en volver a recibir la abundante y deliciosa comida que los franceses le sirven mientras está detenido. Vive el presente, porque en cualquier momento puede llegar la pregunta maldita:

¿Quieres un trabajo?

Y, claro, no puedes negarte.
¿Hay una tesis anarquista en la nave de los muertos? Lo que nos comunica el narrador es una actitud vital. Creo que el anarquismo es un posicionamiento moral y ético más que una tendencia política. En ese sentido ES una novela anarquista.
A fin de cuentas todos acabamos en el fondo del mar.

Apéndices:

Más información en la entrada 84 de "Bartleby y compañía", de Enrique Vila-Matas.

¿Qué lee Raoul Duke en Fear and Loathing in Las Vegas?


(Perdón por la calidad de la imagen, es una captura de Youtube)

(*) Extraídos de La nave de los muertos, de B. Traven; traducción de Roberto Bravo de la Varga para Acantilado

24/11/09

La hija del optimista, de Eudora Welty

Cuando empecé a trabajar con él (…) pagué treinta y cinco dólares de mi salario en una tienda de Jackson por un juego de Mah Johng. Estaba rebajado desde los cien dólares. Verdaderamente, no sé que demonios me pasó aquel día. Y va y me dice este buen hombre: “En fin, Dot, no veo nada especial en eso de regalarte cosas a ti misma. Pero está bien, adelante y espero que lo disfrutes. Pero no te arrepientas de nada. Me da muchísima pena cuando lo haces”, dice. Nunca olvidaré aquellas amables palabras y sus consejos” (*)

Es una anécdota mínima contada en un velatorio. Pero de alguna manera, esta ingenua manera de afirmar al mismo tiempo la independencia de la mujer y su permanencia en un mundo paternalista, revela el espíritu de la narrativa de Eudora Welty.
Welty nos introduce en todas su novelas en el gineceo del Sur de los Estados Unidos, un matriarcado efectivo, sin ninguna resonancia mágica, que se opone y se complementa con ese otro Sur que todos reconocemos, el de los abogados que fuman tranquilamente, el de los cazadores de osos, el de los propietarios decadentes. Todo ese mundo se sobreentiende en el que nos muestra Welty, un reflejo orlado de exquisitos pasteles y fragantes jardines en el que verdaderamente se desarrolla la realidad.
Como si el mundo fuese una ficción y la realidad se encontrara atesorada en ese impenetrable Eterno Femenino:

Todo lo que ha ocurrido
es sólo una parábola.
Lo que es inalcanzable
se convierte en suceso.
Lo que es indescriptible
se ha realizado aquí.
Lo eterno-femenino.
nos permite avanzar.

Goethe, Fausto (fausto Goethe)

Me he prometido no mencionar a Faulkner, pero no puedo evitar volver a citar lo que comentaba Sergio Pitol en El mago de Viena:

La leo y releo con la mayor atención; en sus narraciones las cosas parecen muy sencillas, insignificancias de la vida cotidiana o momentos terribles que parecen insignificancias; sus personajes son excéntricos, y al mismo tiempo muy modestos como es todo el entorno. Uno podría pensar que estarían desesperados en el minúsculo mundo que habitan, pero es posible que ni siquiera hayan reparado en la existencia de ese mundo. Son auténticamente “raros”. Provincianos, sí, pero excéntricos de pura raza. Otra notable escritora del Sur, Katherine Ann Porter, señaló en alguna ocasión que los personajes de Eudora Welty eran figuras encantadas que para bien o para mal están rodeadas de un aura de magia. Pero en sus páginas esos pequeños monstruos humanos no aparecen en absoluto como caricaturas sino que están retratados con naturalidad y dignidad.


Me fascina Eudora Welty. Su sencillez aparente, sí. Pero también la ambigüedad que destilan sus narraciones. En La hija del optimista, Laurel McKelva debe enfrentarse a la disyuntiva entre la admiración por las tradiciones sociales y el deseo de liberarse de ellas. El lugar de nacimiento, donde todo está determinado socialmente y el lugar de trabajo, donde se desarrolla la libertad individual. La polarización entre Nueva Orleáns, su región natal, y Chicago, donde Laurel trabaja, es clara y alegórica. Y es a partir de esa sencillez del caso particular donde Welty es capaz de trascender a un sentimiento general de pérdida y desasosiego, transportar al lector a la mente y a los sentimientos de su protagonista.

El anterior párrafo es una torpe muestra de la (mi) incapacidad para intentar explicar un texto literario. Todo son palabras huecas que no pueden de ninguna manera sustituir a la experiencia lectora, sobre todo aquella que resulta gratificante y absorbente.

En fin, hay que leer a Eudora Welty.

(*) De La hija del optimista, de Eudora Welty. Traducción de José C. Vales para Impedimenta.

21/11/09

La nave de los muertos, de B. Traven (I)

Inscripción sobre la entrada del camarote de la tripulación en la nave de los muertos:

Quién entra aquí perece,
su nombre y su ser se esfuman para siempre.
Ha desaparecido sin dejar rastro,
su aliento se pierde
en la inmensidad del orbe.
No puede volver atrás,
no puede seguir adelante,
está desterrado y así se quedará.
No lo reconocen ni Dios ni el diablo.
No es de día ni de noche.
Es la nada, el nunca, el jamás.
Es demasiado grande para el infinito
y demasiado pequeño para el granito de arena
que se incorpora al universo.
¡Es lo que nunca sucedió
y lo que jamás se imaginó!


B. Traven, La nave de los muertos, trad. de Roberto Bravo para Acantilado.

17/11/09

Fisiognomía

Primero los nombres, listados interminables de nombres y apellidos. Luego los rostros. No hay dos caras iguales pero todas las caras son la misma cara. Un túnel por el que dos multitudes avanzan en sentidos contrarios. Ahí están los rostros y el único rostro, el Ideal o el Prosaico, ese que representa lo que somos o que desvela nuestra verdadera naturaleza. También están las palabras. Cantidades infinitas de textos empujando desde el pasado, viniendo de un tiempo que no alcanzaremos, acumulándose sobre la mesilla. Todos los textos el mismo texto. Repeticiones con ligeras variaciones de un mismo texto Ideal (el centésimo nombre de Dios) o de la más prosaica frase en la puerta de un lavabo público. Todos los textos, toda sucesión de imágenes, no son más que tiempo que consumimos, siempre el mismo tiempo, el que tardamos en recorrer el túnel que nos lleva a otro túnel. Me agobian los rostros y los textos y el tiempo.


11/11/09

El prisionero, episodio 5

En el episodio cinco de El Prisionero hacen creer al nº 6 que es el nº 12, llegado a La Villa para suplantar al nº 6 que es el nº 12 suplantando al nº 6.



El capítulo se llama The Schizoid Man

10/11/09

El imaginario del Dr. Parnassus, de Terry Gilliam

Cuando la luna atrapa tu mirada como una gran pizza.
That's amore
Cuando el mundo parece brillar como si hubieses bebido demasiado vino.
That's amore
Cuando bailas en la calle con una nube en los pies
Estas enamorado
Cuando caminas en un sueño pero sabes que no estás soñando
That's amore

That's amore

Es de admirar la coherencia temática de toda la obra de Gilliam. También lo es su valentía para, a pesar de todos los obstáculos comerciales y la mala suerte que parece acompañar a todos sus proyectos, plantear narraciones que, sin ser excepcionalmente arriesgadas, se alejan de la norma común del cine comercial. La confrontación entre realidad y ficción, presentada esta última siempre como fantasía, es el motivo principal de su obra, y en El imaginario no podía ser de otra manera.
Está el espejo y el otro lado del espejo. Está el Bien y el Mal, Parnassus y Mr. Nick, el Amor y la Ambición, la Lealtad y la Traición.
Es así de sencillo.
Siempre es así de sencillo con Gilliam, porque de lo que se trata es de emplear el lenguaje cinematográfico para contar de forma personal la misma historia de siempre, para reinventar en imágenes los mitos y las fábulas.
Y eso ya no es tan sencillo.



Sería un error analizar las películas de Gilliam por sus partes: escenografía barroca y destartalada como una especie de kitsch decadente, mezcla de elementos narrativos extraídos de mitos y leyendas clásicos y convenientemente descontextualizados… Lo que importa es como el director es capaz de convertir esos lugares comunes en algo original junto a una impronta visual más que personal. En nuestro caso se mezclan elementos de la Alicia de Carroll, con el mito del Holandés Errante, y la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Lo acertado es que el combate es despojado de todo elemento maniqueísta y convertido en una confrontación deportiva en su más antigua (y al parecer olvidada) acepción de lid caballerosa entre iguales y el espejo no encierra un mundo maravilloso sino el reverso tenebroso y mezquino de lo que realmente somos. Ahí está uno de los aciertos de la película, aunque su logro se deba a la imprevista muerte de Heath Ledger.

(No diré nada sobre él, pero sus dos últimas interpretaciones deberían ser recordadas… mucho más en El Imaginario, lejos del histrionismo que exigía el personaje de Joker… la manera en que maneja su evolución de simpático estafador a peligroso corruptor, refrendada por la presencia de Depp, Law y Farell, es más que interesante… dice Gilliam que se inspiró en Tony Blair para crear el personaje que interpreta Heath Ledger… y aquí llega mi duda, ¿merece la pena una reseña de El imaginario del Dr. Parnassus?... recuerda, estamos entre paréntesis, hace tiempo que ya terminó la nota… si la solución que propone Gilliam es pueril y requiere la intervención de fuerzas por encima de las humanas, una Justicia final de la que no se puede escapar, ¿merece la pena el esfuerzo de escribir esto?... a fin de cuentas no hay más que espectáculo y eso puede tener relativa importancia… That's Entertainment!, The Show Must Go On y todo eso)

Buscaremos otro enano.

Bells will ring ting-a-ling-a-ling, ting-a-ling-a-ling
And you'll sing "Vita bella"
Hearts will play tippy-tippy-tay, tippy-tippy-tay
Like a gay tarantella



La foto de Martin en el Sands extraída del magnífico blog If Charlie Parker Was a Gunslinger, There'd Be a Whole Lot of Dead Copycats

5/11/09

Pluto, de Naoki Urasawa

La imagen de un "gran dolor"



Naoki Urasawa en Pluto parte de un capítulo del anime Astroboy, de Osamu Tezuka (¡manga no kamisama!) y lo convierte en otra cosa... en una novela negra, en una reflexión dickeana sobre la identidad y la memoria, en la que las máquinas de destrucción se transforman en seres reflexivos y conscientes, sorprendidos por los sentimientos que detectan en sí mismos, y también, retomando el tema de 20 Century Boys, en la inmoralidad el poder absoluto.
Todas la obras de Urasawa están relacionadas por la limpieza de su dibujo, por centrarse en la indefensión del individuo y por la relectura de temas clásicos, sea El fugitivo, en Monster o Astroboy en Pluto.
Pero no por eso deja de ser más fascinante. Es de admirar la aparente simpleza de su propuesta formal y la complejidad de sus tramas.

Al final hablé de cómic.

2/11/09

GIGAMESH, de Patrick Hannahan

GIGAMESH
Patrick Hannahan
(Transworld Publishers, Londres)
He aquí un autor que tuvo envidia del éxito de Joyce. En Ulises, toda la odisea se concentra en un solo día transcurrido en Dublín, el infernal palacio de Circe es el envés de la Belle Époque, la más barata confección pantalonera de Gerta McDowell se retuerce en una soga para el comprador Bloom, las cuatrocientas mil palabras forman un desfile de protestas contra la época victoriana, a la que hace estallar con el arma de todas las estilísticas disponibles para una pluma, desde el flujo espontáneo de la conciencia hasta el acta de un juez de instrucción. ¿No fue acaso la culminación de la novela y, al mismo tiempo, una monumental inhumación de la misma en el panteón familiar de las artes (en Ulises hay incluso música)? Se ve que no; se ve que el mismo James Joyce juzgó que no lo era, puesto que decidió ir más lejos y escribir un libro donde se concentrara la cultura no en una sola lengua, sino que fuera como una lente convergente del universalismo lingüístico, un descenso a los cimientos de la torre de Babel. Ni confirmamos ni negamos aquí las excelencias de Ulises y Finnegan's Wake, dos actos de temeridad en una aproximación a lo infinito. Una crítica solitaria ya no puede ser más que un granito añadido a la montaña de homenajes y anatemas erigida sobre los dos libros. En cambio, estamos seguros de que Patrick Hannahan, compatriota de Joyce, nunca hubiera escrito su Gigamesh si no hubiese existido aquel gran ejemplo, que para él fue un reto.
Hubiera cabido suponer que su idea sólo podía terminar en un fracaso rotundo. Es un esfuerzo vano producir un segundo Ulises o un segundo Finnegan. En las cumbres del arte sólo cuenta las primeras hazañas, igual que en la historia del alpinismo sólo son importantes las primeras ascensiones a unos picos todavía no conquistados. Hannahan, bastante indulgente con Finnegan's Wake, lo es menos con Ulises. «¡Valiente idea —dice— la de meter el espíritu del siglo XIX europeo, emplazado en Irlanda, en el sarcófago de la Odisea! El mismo original de Homero es de un valor dudoso. Es un cómic de la antigüedad en el que Ulises desempeña el papel de Supermán, con el happy end de rigor. Ex ungue leonem: al escoger sus modelos, el escritor da la medida de su talla. La Odisea es un plagio manifiesto de Gilgamesh, aliñado conforme al gusto del público griego. Lo que en la epopeya babilónica constituía la tragedia de una lucha coronada por la derrota, ha sido convertido por los griegos en la aventura pintoresca de un viaje por el mar Mediterráneo. Navigare necesse est, "la vida es un viaje", ¡qué pensamientos tan profundos! La Odisea es un plagio disminuido, ya que carece de toda la grandeza de la lucha de Gilgamesh.»

(...)

Patrick Hannahan decidió, pues, extender sobre la epopeya babilónica su propio lienzo épico, bastante peculiar, dicho sea de paso, ya que su Gigamesh es una historia muy limitada en el tiempo y el espacio. Un gángster profesional, asesino a sueldo, soldado americano de la última guerra mundial, G.I.J. Maesch (Government Issue Joe: así llamaban a los soldados rasos del ejército de los Estados Unidos), desenmascarada su actividad criminal por la denuncia de un tal N. Kiddy, ha de ser ahorcado según el veredicto del tribunal militar, en una pequeña localidad del condado de Norfolk, donde estaba estacionada su unidad. Toda la acción transcurre en 36 minutos, tiempo necesario para el traslado del reo desde la cárcel al lugar de la ejecución. La cosa termina con una imagen de la soga, cuyo lazo negro —visto sobre el fondo del cielo— cae sobre la nuca de un Maesch inmutable. Pues bien, aquel Maesch es Gilgamesh, el héroe semidivino de la epopeya babilónica, y el que lo entrega a la horca —su viejo compañero N. Kiddy— es el mejor amigo de Gilgamesh, Enkidu, creado por los dioses para el exterminio de Gilgamesh. A la luz de este análisis se vuelve muy visible el parecido del método creativo de Ulises con el de Gigamesh. La ecuanimidad nos obliga a concentrarnos sobre las diferencias entre ambas obras. La tarea no resulta extremadamente difícil, por cuanto Hannahan (en esto sí que se ha diferenciado de Joyce) proveyó su libro de una introducción dos veces más voluminosa que la novela misma (para ser exactos: Gigamesh consta de 395 páginas, y la introducción, de 847). Nos damos cuenta del método de Hannahan desde el primer capítulo (de 70 páginas) de la introducción, en el cual se nos explica la multiplicidad de conceptos surgidos de
una sola palabra: el título de la obra.

(...)

Joyce había confeccionado sus deslumbrantes charadas sin dotarlas de ninguna interpretación suya; por tanto, cada crítico puede lucir su erudición, su agudeza de largo alcance e incluso su genial capacidad de interpretación, a través de los comentarios aplicados al Ulises y a Finnegan. Hannahan, en cambio, lo hizo todo él mismo. Sin limitarse a crear la obra, le añadió un aparato explicativo dos veces más voluminoso que la misma. En esto estriba la diferencia principal, y no en ciertas circunstancias que suelen aducirse, como, por ejemplo, el hecho de que Joyce «lo inventó todo él mismo», mientras que Hannahan ha sido secundado por unas computadoras conectadas con la Biblioteca del Congreso (23 millones de tomos).



Gigamesh; Vacío Perfecto, Stanislaw Lem