Inscripción sobre la entrada del camarote de la tripulación en la nave de los muertos:
Quién entra aquí perece,
su nombre y su ser se esfuman para siempre.
Ha desaparecido sin dejar rastro,
su aliento se pierde
en la inmensidad del orbe.
No puede volver atrás,
no puede seguir adelante,
está desterrado y así se quedará.
No lo reconocen ni Dios ni el diablo.
No es de día ni de noche.
Es la nada, el nunca, el jamás.
Es demasiado grande para el infinito
y demasiado pequeño para el granito de arena
que se incorpora al universo.
¡Es lo que nunca sucedió
y lo que jamás se imaginó!
su nombre y su ser se esfuman para siempre.
Ha desaparecido sin dejar rastro,
su aliento se pierde
en la inmensidad del orbe.
No puede volver atrás,
no puede seguir adelante,
está desterrado y así se quedará.
No lo reconocen ni Dios ni el diablo.
No es de día ni de noche.
Es la nada, el nunca, el jamás.
Es demasiado grande para el infinito
y demasiado pequeño para el granito de arena
que se incorpora al universo.
¡Es lo que nunca sucedió
y lo que jamás se imaginó!
B. Traven, La nave de los muertos, trad. de Roberto Bravo para Acantilado.
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