De alguna manera, muy tangencial todo hay que decirlo, se podría decir que he visto crecer los cuentos de Lo definitivo y lo temporal . Poder sujetar entre las manos el volumen que alberga los relatos, la concreción física de aquello que hasta ahora era simplemente virtual, otorga a cada uno de ellos una impronta “definitiva” de la que jamás podrán librarse. Los cuentos de Javier han perdido su cualidad temporal, se han solidificado en nuestro presente, son materia perdurable.
Eso me gusta.
Y me gusta porque es así y no lo es.
Y sí, entiendo vuestro recelo ante esta reseña: tal vez uno no deba comentar los libros de sus amigos… tal vez.
Lo que es cierto es que puedo hacer lo que me plazca.
Y comentar el libro de Javier es todo un placer.
Javier es ese tipo de personas, a las que envidio, capaz de obtener material narrativo del más mínimo suceso de su cotidianidad: Una conversación en un ambulatorio, un viaje en metro, un centro comercial… como dice en su relato El Chino, “A los escritores cualquier cosa se les convierte en odisea”. Esa es la clave de Lo definitivo y lo temporal: Lo cotidiano como tema narrativo, la inconclusión como parte de la estructura del relato. Javier apresa fragmentos de realidad y los convierte en materia narrativa, sus textos intentan aprehender esos fragmentos de temporalidad que se escapan de la memoria para hacerlos definitivos en el papel.
Si el texto es ahora, en su materialidad, definitivo, el lector debe aportar su temporalidad y sumergirse en esos instantes de confusas sensaciones y completar emocionalmente los textos, que devienen así temporales.
Hacer de lo común tema narrativo no es sencillo. Javier no se limita a traspasar la realidad al papel, la magnifica, la transforma, dejando en ese tránsito un leve poso de tristeza que impregna todos los relatos, como si lo común de todos los relatos fuese la añoranza del paraíso perdido. No sé. Es fácil especular. Es difícil acertar. Pero siento una sensación de pérdida que subyace en los cuentos de Javier.
Por otra parte, ese paraíso perdido es un lugar peligroso, un lugar en el que lo siniestro y lo sórdido acechan en rincones insospechados.
La nostalgia y el misterio son elementos de unos relatos en los que, aparentemente, todo transcurre con la mayor naturalidad. Y esa es una de sus virtudes.
La otra es que Lo definitivo y lo temporal es un juego al que es agradable jugar.
Hasta aquí hemos llegado. Supongo que nadie creerá una palabra de lo que he dicho. Después de todo Javier y yo somos amigos. Así que si alguien duda de mi palabra le reto a que acuda a la Librería de la U para comprar on-line Lo definitivo y lo temporal.
Y los que me toman por una persona seria ya saben que por menos de 8€ y los gastos de envío pueden adquirir la primera obra de un autor que dará que hablar en el futuro. Al menos confío en ello.
Eso me gusta.
Y me gusta porque es así y no lo es.
Y sí, entiendo vuestro recelo ante esta reseña: tal vez uno no deba comentar los libros de sus amigos… tal vez.
Lo que es cierto es que puedo hacer lo que me plazca.
Y comentar el libro de Javier es todo un placer.
Javier es ese tipo de personas, a las que envidio, capaz de obtener material narrativo del más mínimo suceso de su cotidianidad: Una conversación en un ambulatorio, un viaje en metro, un centro comercial… como dice en su relato El Chino, “A los escritores cualquier cosa se les convierte en odisea”. Esa es la clave de Lo definitivo y lo temporal: Lo cotidiano como tema narrativo, la inconclusión como parte de la estructura del relato. Javier apresa fragmentos de realidad y los convierte en materia narrativa, sus textos intentan aprehender esos fragmentos de temporalidad que se escapan de la memoria para hacerlos definitivos en el papel.
Si el texto es ahora, en su materialidad, definitivo, el lector debe aportar su temporalidad y sumergirse en esos instantes de confusas sensaciones y completar emocionalmente los textos, que devienen así temporales.
Hacer de lo común tema narrativo no es sencillo. Javier no se limita a traspasar la realidad al papel, la magnifica, la transforma, dejando en ese tránsito un leve poso de tristeza que impregna todos los relatos, como si lo común de todos los relatos fuese la añoranza del paraíso perdido. No sé. Es fácil especular. Es difícil acertar. Pero siento una sensación de pérdida que subyace en los cuentos de Javier.
Por otra parte, ese paraíso perdido es un lugar peligroso, un lugar en el que lo siniestro y lo sórdido acechan en rincones insospechados.
La nostalgia y el misterio son elementos de unos relatos en los que, aparentemente, todo transcurre con la mayor naturalidad. Y esa es una de sus virtudes.
La otra es que Lo definitivo y lo temporal es un juego al que es agradable jugar.
Hasta aquí hemos llegado. Supongo que nadie creerá una palabra de lo que he dicho. Después de todo Javier y yo somos amigos. Así que si alguien duda de mi palabra le reto a que acuda a la Librería de la U para comprar on-line Lo definitivo y lo temporal.
Y los que me toman por una persona seria ya saben que por menos de 8€ y los gastos de envío pueden adquirir la primera obra de un autor que dará que hablar en el futuro. Al menos confío en ello.
4 comentarios:
gran tema, el tiempo; todos queremos nuestro huequecito en el parnaso, casi todos sufriremos las inclemencias del tiempo... suerte para javier
Y, ¿por qué no? Hay que redistribuir el dinero a nuevas plumas para evitar el anquilosamiento. Salud y prosperidad a las ilusiones y esfuerzos depositados.
Tomás
Pues es cierto que debe haber una sensación de pérdida subyacente en los cuentos de este libro. No por nada el primer título que Javier estaba considerando era "Objetos Perdidos". Otra evidencia es la dedicatoria...
Yo sólo he leido el borrador, pero estoy esperando a que me manden el libro. Habiendo leido tantos cuentos tan buenos en bluelephant, sólo puedo esperar que usted tenga razón, y que Javier se convierta en un autor que da de qué hablar en el futuro. Ojalá este sea el primero de varios libros publicados.
También me gustaría tener razón, Nano... de todas formas YA es un placer poder leer a Javier, como bien sabemos.
un abrazo
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