1- No, esta no es una novela de Enrique Vila-Matas.
A no ser que Casas Ros se llame Vila-Matas, como todo el mundo. O Eric Satie. Da igual. La frase, que puede parecer una tontería (la mayoría de las novelas no son de Vila-Matas… ¿o sí?), se origina en el rumor que corrió tras la edición de la traducción al castellano de la novela (recordemos que está traducida del francés por Javier Albiñana) que tuvo respuesta en un artículo publicado el mes de marzo por Vila-Matas en El País, titulado El catalán desfigurado y que el propio Casas Ros colgó en su blog, Antoni Casas Ros, que recomiendo visitar, por tenebroso y “lynchiano”. Que yo sepa ni Mendoza ni Pamies han desmentido el rumor, lo cual, si quisiéramos sospechar, haría que nuestras miradas recayesen en Vila-Matas, con lo que el juego, o la realidad, que a fin de cuentas es lo mismo, se abre a nuevas perspectivas.
Pero no, esta no es una novela de Vila-Matas. No hay más que leerla para saber que no es de él, que no puede ser de él. Que por muchos deseos que sienta de escribir como si fuera otro, como si nunca hubiese escrito (antes), no podría escribir como lo hace Casas Ros… ¿o sí? ¿o sería esa la culminación de escribir como otro, de escribir como si no hubiera escrito (antes)?.
No, esta no es una novela de Vila-Matas.
Así que, como dice en el artículo, a Casas Ros le espera “pagar el duro tributo de no ser jamás visto en la vida”. Continúa Vila-Matas: “Se ha metido en un buen lío este catalán oculto en Roma. Si me preguntara, le diría que, a pesar de todo, no deje pasar tan fantástica oportunidad y perspectiva para su literatura de noctámbulo solitario, y que bajo ningún pretexto abandone la atalaya cubista”
2- El dominio del paratexto
Se lee en la solapa la biografía del autor:
Antoni Casas Ros nació en la Cataluña francesa en 1972, de madre italiana y padre catalán. Sus estudios de matemáticas se vieron bruscamente interrumpidos por un accidente, lo que le condujo a una prolongada vida de soledad que culminó con la escritura de su primera novela, El teorema de Almodóvar. La novela que el lector tiene en sus manos fue enviada a dos importantes agencias literarias, una en España y otra en Londres, y ambas aceptaron representar a su autor inmediatamente; días después la editorial Gallimard apostaba por ella. Casas Ros ha vivido en Perpiñán, en Barcelona, en Niza y en Génova. Hoy en día reside en Roma.
Y en la contraportada la sinopsis de la novela:
Antoni, el narrador de esta historia, quedó desfigurado a los veinte años a consecuencia de un accidente de tráfico. Perdió el rostro, y con él la oportunidad de llevar una vida normal. Dotado de un talento especial para las matemáticas, Antoni vive aislado, refugiado en el álgebra, la literatura y el cine. En un mundo que no tolera más que la armonía y la simetría, el encuentro con Lisa y Pedro cambia su vida para siempre. La pasión reflejada en la mirada de un transexual llamado Lisa y la intensidad de la mirada de Pedro Almodóvar devuelven a Antoni la ilusión, las ganas de explorar el exterior.
Queda desde el principio patente la intención de mezclar, de una forma más arriesgada que de costumbre, la realidad con la ficción, de modo que la sinopsis y la biografía parecen intercambiables. Tenemos al escritor oculto bajo un velo negro, el de la noche de las ciudades portuarias, el personaje relatado por Hawtorne, o a John Merrick visto por David Lynch. El rostro desfigurado que podría amar Pedro Almodóvar con su cámara. Eso es lo que nos cuenta el narrador de la novela y esa es, al parecer, la vida de su autor.
Está claro, es evidente y necesario, que en este enigma de identidades debe haber una ficción. No se trata de descubrir, para distinguirla de la parte narrativa, cual es la realidad que, como ya hemos discutido en muchas ocasiones, no interesa desde el punto de vista del lector. Se trata de aceptar un juego en el que todo, texto y paratexto, es ficción, en el que autor y narrador son igualmente falsos (en lo que compete a la insana “realidad”). Un juego que va más allá del texto en sí, un juego que abarca a la narración y a la vida del autor; un juego en el que, por tanto, el autor es una creación.
Y ojo, que no digo que Antoni Casas Ros no exista “realmente” y que sus circunstancias, a causa de un trágico accidente, le hallan llevado a buscar el aislamiento social. Existe, al menos como concepto para crear una novela total, en la que texto y paratexto tienen la misma importancia. Eso es lo que debería importarnos como lectores.
3- ¿Y el texto?
El texto bien, gracias.
Pero no es para tirar cohetes.
Sin el paratexto, sin las condiciones que rodean al autor, esta novela hubiese encontrado grandes dificultades para publicarse. No es una gran novela. Es una novela como muchas otras. Creo que es suficiente, ya queda más o menos explicado en que consiste El teorema de Almodóvar.
4- El ciervo
Dice Cirlot en su diccionario de símbolos que el ciervo se halla ligado al Árbol de la Vida, es símbolo de la renovación y crecimiento cíclico y es, en cuanto a mensajero de los dioses, antítesis del macho cabrío.
Personalmente se me escapa que el simbolismo encerrado en El teorema de Almodóvar vaya más allá de la esperanza y la renovación esperada. La novela de Casas Ros es dura en algunos momentos pero no tanto como debería serlo, según creo.
Es, en todo caso, un excelente pasatiempo y una invitación a que, en cuanto encontremos a la japonesa que fotografió a Perec, nos pongamos a buscar en las noches de las ciudades portuarias al embozado que se oculta en las sombras al que precede el ruido en el asfalto de los cascos de un ciervo.
Juguemos, pues.
A no ser que Casas Ros se llame Vila-Matas, como todo el mundo. O Eric Satie. Da igual. La frase, que puede parecer una tontería (la mayoría de las novelas no son de Vila-Matas… ¿o sí?), se origina en el rumor que corrió tras la edición de la traducción al castellano de la novela (recordemos que está traducida del francés por Javier Albiñana) que tuvo respuesta en un artículo publicado el mes de marzo por Vila-Matas en El País, titulado El catalán desfigurado y que el propio Casas Ros colgó en su blog, Antoni Casas Ros, que recomiendo visitar, por tenebroso y “lynchiano”. Que yo sepa ni Mendoza ni Pamies han desmentido el rumor, lo cual, si quisiéramos sospechar, haría que nuestras miradas recayesen en Vila-Matas, con lo que el juego, o la realidad, que a fin de cuentas es lo mismo, se abre a nuevas perspectivas.
Pero no, esta no es una novela de Vila-Matas. No hay más que leerla para saber que no es de él, que no puede ser de él. Que por muchos deseos que sienta de escribir como si fuera otro, como si nunca hubiese escrito (antes), no podría escribir como lo hace Casas Ros… ¿o sí? ¿o sería esa la culminación de escribir como otro, de escribir como si no hubiera escrito (antes)?.
No, esta no es una novela de Vila-Matas.
Así que, como dice en el artículo, a Casas Ros le espera “pagar el duro tributo de no ser jamás visto en la vida”. Continúa Vila-Matas: “Se ha metido en un buen lío este catalán oculto en Roma. Si me preguntara, le diría que, a pesar de todo, no deje pasar tan fantástica oportunidad y perspectiva para su literatura de noctámbulo solitario, y que bajo ningún pretexto abandone la atalaya cubista”
2- El dominio del paratexto
Se lee en la solapa la biografía del autor:
Antoni Casas Ros nació en la Cataluña francesa en 1972, de madre italiana y padre catalán. Sus estudios de matemáticas se vieron bruscamente interrumpidos por un accidente, lo que le condujo a una prolongada vida de soledad que culminó con la escritura de su primera novela, El teorema de Almodóvar. La novela que el lector tiene en sus manos fue enviada a dos importantes agencias literarias, una en España y otra en Londres, y ambas aceptaron representar a su autor inmediatamente; días después la editorial Gallimard apostaba por ella. Casas Ros ha vivido en Perpiñán, en Barcelona, en Niza y en Génova. Hoy en día reside en Roma.
Y en la contraportada la sinopsis de la novela:
Antoni, el narrador de esta historia, quedó desfigurado a los veinte años a consecuencia de un accidente de tráfico. Perdió el rostro, y con él la oportunidad de llevar una vida normal. Dotado de un talento especial para las matemáticas, Antoni vive aislado, refugiado en el álgebra, la literatura y el cine. En un mundo que no tolera más que la armonía y la simetría, el encuentro con Lisa y Pedro cambia su vida para siempre. La pasión reflejada en la mirada de un transexual llamado Lisa y la intensidad de la mirada de Pedro Almodóvar devuelven a Antoni la ilusión, las ganas de explorar el exterior.
Queda desde el principio patente la intención de mezclar, de una forma más arriesgada que de costumbre, la realidad con la ficción, de modo que la sinopsis y la biografía parecen intercambiables. Tenemos al escritor oculto bajo un velo negro, el de la noche de las ciudades portuarias, el personaje relatado por Hawtorne, o a John Merrick visto por David Lynch. El rostro desfigurado que podría amar Pedro Almodóvar con su cámara. Eso es lo que nos cuenta el narrador de la novela y esa es, al parecer, la vida de su autor.
Está claro, es evidente y necesario, que en este enigma de identidades debe haber una ficción. No se trata de descubrir, para distinguirla de la parte narrativa, cual es la realidad que, como ya hemos discutido en muchas ocasiones, no interesa desde el punto de vista del lector. Se trata de aceptar un juego en el que todo, texto y paratexto, es ficción, en el que autor y narrador son igualmente falsos (en lo que compete a la insana “realidad”). Un juego que va más allá del texto en sí, un juego que abarca a la narración y a la vida del autor; un juego en el que, por tanto, el autor es una creación.
Y ojo, que no digo que Antoni Casas Ros no exista “realmente” y que sus circunstancias, a causa de un trágico accidente, le hallan llevado a buscar el aislamiento social. Existe, al menos como concepto para crear una novela total, en la que texto y paratexto tienen la misma importancia. Eso es lo que debería importarnos como lectores.
3- ¿Y el texto?
El texto bien, gracias.
Pero no es para tirar cohetes.
Sin el paratexto, sin las condiciones que rodean al autor, esta novela hubiese encontrado grandes dificultades para publicarse. No es una gran novela. Es una novela como muchas otras. Creo que es suficiente, ya queda más o menos explicado en que consiste El teorema de Almodóvar.
4- El ciervo
Dice Cirlot en su diccionario de símbolos que el ciervo se halla ligado al Árbol de la Vida, es símbolo de la renovación y crecimiento cíclico y es, en cuanto a mensajero de los dioses, antítesis del macho cabrío.
Personalmente se me escapa que el simbolismo encerrado en El teorema de Almodóvar vaya más allá de la esperanza y la renovación esperada. La novela de Casas Ros es dura en algunos momentos pero no tanto como debería serlo, según creo.
Es, en todo caso, un excelente pasatiempo y una invitación a que, en cuanto encontremos a la japonesa que fotografió a Perec, nos pongamos a buscar en las noches de las ciudades portuarias al embozado que se oculta en las sombras al que precede el ruido en el asfalto de los cascos de un ciervo.
Juguemos, pues.
Gracias a Giovanni, por ponerme tras la pista.
13 comentarios:
No me despertó ningún interés el planteamiento del libro cuando lo vi en una librería. Eso de intentar vender un libro basándose en ofuscar la identidad del autor me parece un truco de cuarta.
Un poco triste que estas cosas estén triunfando.
Sin opciones. Acorralado, con el camino dibujado, voy a comprarla esta semana.
Gracias.
¿Leíste, leyó usted Dietario voluble de él, sí, de Vila-Matas?
Le iba dejar mi correo para que me advirtiese cuando lo hiciera. Pero añado este blog a mis links.
Saludos.
De nada, Portnoy. Me alegra que coincidamos. Mejor pasemos a "Dietario voluble" y a disfrutar de verdad.
Querido Portnoy creo que será mucho mejor continuar con Wilkie Collins.
Besos.
¿Tanto como un truco de cuarta, Javier? Que es un juego está claro, lo que no creo es que se trate de "juego sucio". Un divertimento, nada más. Ya veremos en que acaba esto. De todas formas, Casas Ros, tiene estos comentarios a su disposición.
Dietario Voluble aparecía cada domingo en la edición catalana de El País. Lo leía con la barra del pan debajo del brazo. Era una especie de ritual que deseo que no termine, pero...
En fin, como dice Gabriela es mejor continuar con Collins (siempre es mejor continuar con Collins, jejejejejeje)
Blumm espero que sigamos viéndonos.
Giovanni, en algunos momentos, mientras leía la novela me acordé de ti y de los tantos-euros que me hiciste gastar... :-) es broma, fue una agradable diversión veraniega. Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios
Con todos los respetos, que la literatura tenga que recurrir a estos jueguecitos mediáticos de salón (valga la parajoda) parece dar la razón a los que hablan de su muerte. Yo hablaría más bien de mutilación o desfiguración. Más le valdría estar muerta.
En cuanto a la obra, ese tufillo almodovariano remite a Puig, por no decir a Boris. ¿Está al menos bien escrita? ¿Das fe? Me temo que en este caso yo no juego.
Claro que estoy un tanto puñetero y fatalista. Acabo de leer "El secreto del mal": vaya tomadura de pelo. Ayer terminé "El viaje vertical"; es malota, ¿no?
Ay...
No juegues, Sett. Es una novela correcta, aunque muy irregular, tanto que se puede asegurar sin rubor que no es de Vila-Matas ni de Mendoza.
El secreto del mal tiene carácter anecdótico, no se puede ir más allá. Es un ejemplo de posibilidades sin realizar, de esbozos. Una curiosidad que no se debe juzgar demasiado severamente en lo que respecta a Bolaño... la intervención del editor es la que debe ser condenada en todo caso.
En El viaje vertical me fastidió la irrupción del narrador en la historia... no sé, me pareció un recurso innecesario que finalmente no resolvía demasiado bien el texto. Pero de ahí a decir que es malota, no sé, no sé...
en fin, un placer volver a verte por aquí.
Tienes razón. Esta noche se me han aparecido el fantasma de Bolaño, los fantasmas de Pessoa, algunos textos de Sergio Pitol, una conferencia parmesana del propio Vila-Matas y ese tratado sobre jasidismo que se esconde en un cuento de Borges, además de nuestro viejo amigo Faroni, y me han hecho ver el asunto con otros ojos. Volveré a emprender el viaje vertical. Esto me pasa por leer deprisa y corriendo.
No, no ¿por qué? Las primeras impresiones son fundamentales, no debemos rechazarlas nunca. Además, me parece que podríamos formar un club de lectores insatisfechos: Ahí tienes a Gabriela quejándose de las trampas injustas de Auster, o a Fuca, que me comentaba ayer que quizás deberíamos volver a los clásicos.
Tengo en mucho aprecio tus opiniones y es justo reconocer que El viaje vertical, en conjunto, como novela, no es de lo mejor de Vila-Matas... así, sin pensarlo mucho y refiriéndome a las novelas de corte "clásico" de Vila-Matas, prefiero Extraña forma de vida o Lejos de Veracruz.
Un saludo, compañero
De mal gusto el artículo de Vila-Matas: "Yo no soy tal o cual autor". Ya lo había dicho de Alan Pauls cuando ganó el Herralde y que como no aparecía salió VM diciendo que él no era Pauls. Ya se sabe que él no es, nadie lo pensó nunca, VM debería pensar un poco en disciplinar su vanidad. Promocionarse a costas de un autor menor es una vileza porque lo invisibliza (doblemente en este caso).
A ver, Juan. No se trata de que VM diga que él no es tal o cual... se trata de que a alguien se le ocurrió que tras Casas Ros se ocultaba VM, o Mendoza o Pamies... es decir a alguien, y sospecho que se trata de estrategia editorial, se le ocurrió decir que Casas Ros podría no ser Casas Ros.
Venga, a leer.
En efecto, Portnoy, lo estás diciendo como es. No es que no entendiera, es que el artículo de VM me pareció tan en línea de la autopromoción, bajo el estandarte del juego metaliterario, que me recordo lo de Pauls y luego lo de su foto donde sale con un gabán lleno de fotos suyas, traficando con su imágen, y otras cosas que lo han ido degradando, quizá equivocadamente, en mi estima, pintandolo como a un simple cazador de atención mediática. Pero te concedo que el post no se trataba de esto (igual que la literatura de VM no trata sobre él).
¿Has leído "Enigma? Yo no he leído "El teorema..." pero si está escrita como "Enigma"... Tengo una duda: si la intención de Casas Ros con esta última novela es "seria" o paródica. Y de eso depende buena parte de mi juicio. Lo que es indudable, a mi parecer, es que este escritor invisible no es Vila-Matas. ¡Cómo podría él haber escrito semejantes escenas sexuales! Y no hablo de los giros de la trama...Más bien podría ser alguien que, en cierta manera, pretenda parodiar este tipo de novelas "literarias" y el propio estilo de V-M, en cuyo caso tendría gracia y un poco más de fuste. Me gustaría saber tu opinión cuando la leas. Un abrazo
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