Una vez, como de pasada, comenté como podría ser una posible adaptación cinematográfica de El mal de Montano, la novela de E. Vila-Matas. Se iniciaría con una gaviota planeando sobre el mar acompañando el transbordador que lleva a Pico a Rosa, Tongoy y a, llamémosle, Montano. Abusaríamos de la parte narrativa de su estancia en las Azores hasta descubrir los inquietantes túneles que se abren tras una casa en la ladera del volcán de la isla de Pico.
Un pájaro pasaría volando y la vista de los personajes se perdería siguiéndolo.
Ya en Barcelona, el escritor en su mesa, solo, tras la marcha de su mujer con el inefable Tongoy, escucharía el roer de los topos tras la estantería. A partir de ese momento se iniciaría una exploración de los túneles que unen el Eixample de Barcelona con el volcán de las Azores, durante la cual el escritor se topará con los espectros de Walser, Kafka y Lichtenberg, recortados en la oscuridad con la misma iluminación que usó Kiyoshi Kurosawa en Pulse. Debe sintetizarse, con un ambiente que recuerde a Lynch, la enfermedad del protagonista, El mal de Montano, y su decisión de “convertirse en la memoria completa de la historia de la literatura” luchando contra los topos de Pico.
El proceso de conversión en esa memoria completa pasa por la simbiosis del protagonista-narrador (protagonista de la película y narrador de la novela) con el de Detour, de Edgar G. Ulmer, película que se cita y se resume en El mal de Montano. Sentado en la mesa de su escritorio, Montano contempla el pase televisivo de Detour. Desde nuestra perspectiva de espectadores debemos ver como poco a poco el protagonista de El mal de Montano, nuestra película, se convierte en el de la de Ulmer: Ropa ajada, sudor sucio, mal afeitado, el sombrero pegándose a su frente húmeda. ¡Debemos prácticamente sentir el olor del desierto en la ropa del protagonista!
Todo es carretera. En ella, el hombre, intentando rehacer su vida, pierde completamente sus atributos y se convierte en un hombre que camina llevando la ropa de un muerto y, con ella, todo su pasado.
Mediante un juego de transparencias el protagonista cinematográfico de El mal de Montano debe convertirse en el de Detour. Se debe consumar ante los ojos del espectador la desaparición del personaje. Tal vez, transparencia sobre transparencia, habría que introducir también una figura equivalente al benshi del cine mudo japonés. Un intérprete de la película que vemos que en nuestro caso actuaría de metanarrador (infidente, por supuesto)
Todos perdidos dentro de una película, dentro de una película...
Detour es cine negro como únicamente sabían hacerlo en los años cuarenta y cincuenta en Hollywood. Cine concreto y comprimido, poco más de una hora de metraje en el que el espectador debe completar, aceptando el juego narrativo conocido Hombre enamorado-mujer fatal-derrotismo, todo aquello que, acertadamente, no se cuenta y que hace que, por ejemplo, en el cine actual toda proyección sea excesiva por redundante. En Detour todo es preciso. Los fallos de racord no son un alarde cinematográfico godariano, son muestra de una realidad que se extiende más allá de la pantalla. Detour es serie B, una serie B condicionada por su época, no una imitación de serie B, es un genuino producto de relleno de sesión doble y en ella es posible que encontremos lo verdaderamente auténtico del cine estadounidense.
Y, claro, además está el hombre sin atributos y Vila-Matas:
No debí dejarme invitar, ni debí nunca ir a ver esa película, pues hermanada con ella viajaba la fatalidad, la misma fatalidad que nos puede llegar un día con un paso en falso, un viraje equivocado, al tomar un desvío erróneo en una carretera cualquiera.
El mal de Montano
Un pájaro pasaría volando y la vista de los personajes se perdería siguiéndolo.
Ya en Barcelona, el escritor en su mesa, solo, tras la marcha de su mujer con el inefable Tongoy, escucharía el roer de los topos tras la estantería. A partir de ese momento se iniciaría una exploración de los túneles que unen el Eixample de Barcelona con el volcán de las Azores, durante la cual el escritor se topará con los espectros de Walser, Kafka y Lichtenberg, recortados en la oscuridad con la misma iluminación que usó Kiyoshi Kurosawa en Pulse. Debe sintetizarse, con un ambiente que recuerde a Lynch, la enfermedad del protagonista, El mal de Montano, y su decisión de “convertirse en la memoria completa de la historia de la literatura” luchando contra los topos de Pico.
El proceso de conversión en esa memoria completa pasa por la simbiosis del protagonista-narrador (protagonista de la película y narrador de la novela) con el de Detour, de Edgar G. Ulmer, película que se cita y se resume en El mal de Montano. Sentado en la mesa de su escritorio, Montano contempla el pase televisivo de Detour. Desde nuestra perspectiva de espectadores debemos ver como poco a poco el protagonista de El mal de Montano, nuestra película, se convierte en el de la de Ulmer: Ropa ajada, sudor sucio, mal afeitado, el sombrero pegándose a su frente húmeda. ¡Debemos prácticamente sentir el olor del desierto en la ropa del protagonista!
Todo es carretera. En ella, el hombre, intentando rehacer su vida, pierde completamente sus atributos y se convierte en un hombre que camina llevando la ropa de un muerto y, con ella, todo su pasado.
Mediante un juego de transparencias el protagonista cinematográfico de El mal de Montano debe convertirse en el de Detour. Se debe consumar ante los ojos del espectador la desaparición del personaje. Tal vez, transparencia sobre transparencia, habría que introducir también una figura equivalente al benshi del cine mudo japonés. Un intérprete de la película que vemos que en nuestro caso actuaría de metanarrador (infidente, por supuesto)
Todos perdidos dentro de una película, dentro de una película...
Detour es cine negro como únicamente sabían hacerlo en los años cuarenta y cincuenta en Hollywood. Cine concreto y comprimido, poco más de una hora de metraje en el que el espectador debe completar, aceptando el juego narrativo conocido Hombre enamorado-mujer fatal-derrotismo, todo aquello que, acertadamente, no se cuenta y que hace que, por ejemplo, en el cine actual toda proyección sea excesiva por redundante. En Detour todo es preciso. Los fallos de racord no son un alarde cinematográfico godariano, son muestra de una realidad que se extiende más allá de la pantalla. Detour es serie B, una serie B condicionada por su época, no una imitación de serie B, es un genuino producto de relleno de sesión doble y en ella es posible que encontremos lo verdaderamente auténtico del cine estadounidense.
Y, claro, además está el hombre sin atributos y Vila-Matas:
No debí dejarme invitar, ni debí nunca ir a ver esa película, pues hermanada con ella viajaba la fatalidad, la misma fatalidad que nos puede llegar un día con un paso en falso, un viraje equivocado, al tomar un desvío erróneo en una carretera cualquiera.
El mal de Montano
10 comentarios:
Hará unos diez días que vi esta película y todavía la tengo 'anclada' en la cabeza. Es uno de los filmes más desasosegantes que he visto en los últimos tiempos. Todo ella, como bien dice usted, rezuma sudor pegajoso, lucha por escapar de una pesadilla a la que el protagonista se resiste hasta que el azar de un cordón telefónico termina ya por consumar su desesperación.
Un filme que, en efecto, no es serie B, sino más bien un filme excepcional, que merece la pena ver con la mirada de un observador de laboratorio.
Buen Blog, felicidades.
Causa un gran placer leerlo.
Saludos.
Y filmada con tan poco, y tan rápido. Ulmer sabía muy bien lo que hacía
Saludos,
Una de las cosas que más me gustaron de Detour fue esa sensación de estar viendo cine "animal", bestial, rodado en bruto, pasando por encima de estilismo cuidado, glamour o preocupaciones formales. Da la potente impresión de que Ulmer rueda basándose en la intuición más desnuda, ese ritmo salvaje de la película que avanza exactamente igual que un desprendimiento de rocas, inevitable, con cada secuencia llevando a la otra. Creo que si me dicen que se rodó con sus secuencias en orden no me sorprendería ni lo más mínimo.
Saludos.
Sí, quizás la crudeza sea el rasgo distintivo de Detour. Me gustó mucho esta línea de diálogo que pertenece al protagonista-narrador:
That took me by surprise, and I turned around to look at her. She was facing straight ahead, so I couldn't see her eyes. She was young - not more than 24. Man, she looked like she had been thrown off the crummiest freight train in the world! Yet in spite of that, I got the impression of beauty, not the beauty of a movie actress, mind you, or the beauty you dream about with your wife, but a natural beauty, a beauty that's almost homely, because it's so real. And suddenly she turned to face me...
¿No hay una crudeza brutal en el rostro de la actriz, en el rostro de Vera, tan pronto seductora como desagradable? ¿Acaso se coló la realidad en una película?
Un saludo y muchas gracias por vuestros comentarios
Esta película tiene muy buena pinta, me encanta cóm la cuentas. Y si encima entronca con la cosmovisión vila-matiana, uno de mis autores favoritos, no me la perderé. Voy a ver si la tienen en la FNAC. ¡Gracias!
Yo vi Detour y me impactó. Es una de las pelis más incómodas que me he echado a la cara, con un protagonista realmente arisco. La emitió Garci en aquel glorioso programa suprimido por la prole cultureta en el que también emitieron joyas B como El demonio de las armas o El gran Flamarión. Y más...
Casualmente al poco tiempo casualmente de ver Detour leí la novela del gran Vila-Matas. El tono agobiante de toda la novela está impregnado de esa peli, mucho antes incluso de que hable de ella. Me alegré mucho de haberla visto antes. La metaliteratura de Vila-Matas no funciona igual si no tienes el referente principal. Por eso es recomendable ver Detour y leer Bartleby el escribiente y París era una fiesta y muchos más antes de disfrutar a Vila-Matas. Y así uno va descubriendo algunos de los mejores libros que hay y disfrutando aún más de ellos retrospectivamente...
Sencillamente ya no hay cine en televisión... es lamentable... y ya que lo mencionas la versión doblada de Detour es sencillamente espantosa.
No estoy tan de acuerdo con lo que no funciona igual si no tienes el referente principal. Las obras de Vila-Matas sencillamente funcionan. Las interrelaciones se crean antes o después de la lectura, pero sus obras no necesitan que el lector reconozca los referentes... no sé si me explico... es evidente que ciertos conocimientos mejoran la lectura, pero es imposible tener más experiencia lectora que la propia... volveríamos a Umberto Eco y los tres niveles de lectura.
En fin, gracias por tu comentario, Boro.
Perdona, Adela, gracias a ti también. Espero que encuentres la película y la disfrutes.
Un saludo
ESTA PELICULA ES INOLVIDABLE, EL PESIMISMO A ULTRANZA TRASLADADA AL CINE CONSTITUYE UNA DE LAS PROEZAS DE ESTE FILM, SE RESPIRA UNA ATMOSFERA PROFUNDA QUE NO LA HE VISTO EN OTRA PELICULA, CREO SIN EQUIVOCARME ES UNO DE LOS MEJORES FILMS DE TODOS LOS TIEMPOS
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