La casa de Newark en la que vivió en su infancia Philip Roth y las Últimas páginas de El mal de Portnoy, gentileza de Montse Vega.
En un improbable 1975, sin la perspectiva desde el futuro que gozamos ahora de la obra de Roth, Mi vida como hombre (My Life as a Man., 1974) podría ser considerada una reescritura de Portnoy’s complaint (1969) y, tal vez, una especie de claudicación ante las críticas extraliterarias que sufrió Roth a causa de la, digamos, crudeza, que es como estaba el hígado en el frigorífico, crudo, de su texto. Peter Tarnopol sustituye a Alexander Portnoy y por primera vez, aunque como alter-ego de Tarnopol, aparece Nathan Zuckerman. Que Tarnopol sustituya a Portnoy queda claro desde el momento en que ambos son “tratados” por el mismo psicoanalista, el doctor Spielvogel (¿pájaro-juego? ¿tiene un doble sentido? ayuda, por favor)
¿Por qué una claudicación? Tarnopol es, como personaje, distinto a Portnoy. Tarnopol es escritor. Si la narración de Portnoy es una letanía mascullada desde el diván del psicoanalista, con un único oyente, el doctor, y un propósito determinado (hay que leer El lamento), la de Tarnopol es una narración onanista destinada a mostrar al mundo el sufrimiento del autor. No olvidemos que Mi vida como hombre se inicia con dos retratos contradictorios de Zuckerman en los que Tarnopol oculta su realidad. La parte de Zuckerman se titula Ficciones Útiles, la de Tarnopol, donde cuenta en primera persona sus desgraciadas relaciones sentimentales, Mi Historia Verdadera. En ambas partes Tarnopol intenta ocultar su historia verdadera, toda la novela es una ficción útil que finalmente acaba escapándosele de las manos y revelando la verdadera esencia de Tarnopol, su “incapacidad de vivir como hombre”. Parece, en cierta manera, como si Roth quisiera demostrarnos la debilidad del narrador, su inconsistencia humana, su pusilanimidad en las relaciones afectivas, quizás para mostrar la inconsistencia de Portnoy y liberar al autor, el propio Roth, de la condena de la identificación autor-personaje. Miren, dice Roth, Portnoy, Tarnopol, son unos indeseables, no tienen nada que ver conmigo. La sutil degradación del personaje de Tarnopol, de ufano escritor a patético esposo incapaz de detener su masoquista relación, así parece indicarlo.
Ahora que ya sabemos el resto de la historia, sabemos que no le hicieron caso, que su esfuerzo no sirvió de nada, sabemos que Roth tuvo que rescatar a Zuckerman de las manos de Tarnopol y convertirlo primero en azote y luego en testigo de una sociedad pacata y destructiva para el individuo que se atreve a dar un paso fuera de la línea de la normalidad.
Quienes han leído Exit ghost recuerdan a Amy Bellete clamando por la ausencia de Faulkner en la retrospectiva de autores estadounidenses. Que Roth quiso redimirse con Tarnopol, o al menos hacernos olvidar a Portnoy (o a Carnovsky, ya que en algún momento parece que Mi vida como hombre es obra de Zuckerman, alter-ego de un alter-ego), hacernos ver la distancia que separa al autor de sus personajes o, tal vez, no, talvez esté yo equivocado y sea una crítica sincera, o sea un elemento de provocación, o de degradación del personaje, no olvidemos que está leyendo a escondidas el diario de su mujer, Maureen, a quien desprecia visceralmente, puede verse en estos dos fragmentos:
Cuidadosamente pegado en una página había un artículo del Times de la fecha en que murió Faulkner y donde se reproducía por completo su pomposo discurso de aceptación del premio Nobel. Maureen había subrayado su último y grandilocuente párrafo: “La voz del poeta no debe ser solo la historia del hombre; puede ser también uno de los sostenes de los pilares que lo ayuden a perdurar a triunfar” (...)
Durante la noche dejé varias veces de leer a Maureen para leer a Faulkner: “Creo que el hombre no se limitará a perdurar: triunfará. Es inmortal, no solo porque es el único ser que posee una voz inagotable, sino porque tiene alma, un espíritu capaz de compadecerse, de sacrificarse, de resistirse” Leí el discurso del Nobel de principio a fin y pensé: “¿Y de qué demonios estás hablando? ¿Cómo pudiste escribir El ruido y la furia, como pudiste escribir El villorrio, como pudiste escribir sobre Temple Drake y Popeye y ahora escribir esto?”
(A j. seguramente le hará gracia saber que leí estas opiniones de Tarnopol-Roth sobre Faulkner poco después de que hablásemos sobre el discurso del Nobel y que fuese el de éste el único que recordásemos con claridad... nunca podemos estar seguros de nada en esta vida, excepto de la existencia del Plan.)
Mi vida como hombre avanza lo que será la futura obra de Roth. Eso lo podemos decir ahora, claro. Portnoy’s complaint es una excepción en su bibliografía , una obra que sobresale entre las primeras que escribió Roth. My Life as a Man es el punto de inflexión que abrirá las puertas al mejor Roth y contiene ya todos los temas y las formas de sus obras posteriores.
Aunque al principio no lo parezca y durante gran parte de la novela se de vueltas a temas relativamente interesantes, el final de Mi vida como hombre no defraudará a quienes esperan esos brutales (¿crudos?) retratos psicológicos a los que nos tiene acostumbrados Roth.
¿Por qué una claudicación? Tarnopol es, como personaje, distinto a Portnoy. Tarnopol es escritor. Si la narración de Portnoy es una letanía mascullada desde el diván del psicoanalista, con un único oyente, el doctor, y un propósito determinado (hay que leer El lamento), la de Tarnopol es una narración onanista destinada a mostrar al mundo el sufrimiento del autor. No olvidemos que Mi vida como hombre se inicia con dos retratos contradictorios de Zuckerman en los que Tarnopol oculta su realidad. La parte de Zuckerman se titula Ficciones Útiles, la de Tarnopol, donde cuenta en primera persona sus desgraciadas relaciones sentimentales, Mi Historia Verdadera. En ambas partes Tarnopol intenta ocultar su historia verdadera, toda la novela es una ficción útil que finalmente acaba escapándosele de las manos y revelando la verdadera esencia de Tarnopol, su “incapacidad de vivir como hombre”. Parece, en cierta manera, como si Roth quisiera demostrarnos la debilidad del narrador, su inconsistencia humana, su pusilanimidad en las relaciones afectivas, quizás para mostrar la inconsistencia de Portnoy y liberar al autor, el propio Roth, de la condena de la identificación autor-personaje. Miren, dice Roth, Portnoy, Tarnopol, son unos indeseables, no tienen nada que ver conmigo. La sutil degradación del personaje de Tarnopol, de ufano escritor a patético esposo incapaz de detener su masoquista relación, así parece indicarlo.
Ahora que ya sabemos el resto de la historia, sabemos que no le hicieron caso, que su esfuerzo no sirvió de nada, sabemos que Roth tuvo que rescatar a Zuckerman de las manos de Tarnopol y convertirlo primero en azote y luego en testigo de una sociedad pacata y destructiva para el individuo que se atreve a dar un paso fuera de la línea de la normalidad.
Quienes han leído Exit ghost recuerdan a Amy Bellete clamando por la ausencia de Faulkner en la retrospectiva de autores estadounidenses. Que Roth quiso redimirse con Tarnopol, o al menos hacernos olvidar a Portnoy (o a Carnovsky, ya que en algún momento parece que Mi vida como hombre es obra de Zuckerman, alter-ego de un alter-ego), hacernos ver la distancia que separa al autor de sus personajes o, tal vez, no, talvez esté yo equivocado y sea una crítica sincera, o sea un elemento de provocación, o de degradación del personaje, no olvidemos que está leyendo a escondidas el diario de su mujer, Maureen, a quien desprecia visceralmente, puede verse en estos dos fragmentos:
Cuidadosamente pegado en una página había un artículo del Times de la fecha en que murió Faulkner y donde se reproducía por completo su pomposo discurso de aceptación del premio Nobel. Maureen había subrayado su último y grandilocuente párrafo: “La voz del poeta no debe ser solo la historia del hombre; puede ser también uno de los sostenes de los pilares que lo ayuden a perdurar a triunfar” (...)
Durante la noche dejé varias veces de leer a Maureen para leer a Faulkner: “Creo que el hombre no se limitará a perdurar: triunfará. Es inmortal, no solo porque es el único ser que posee una voz inagotable, sino porque tiene alma, un espíritu capaz de compadecerse, de sacrificarse, de resistirse” Leí el discurso del Nobel de principio a fin y pensé: “¿Y de qué demonios estás hablando? ¿Cómo pudiste escribir El ruido y la furia, como pudiste escribir El villorrio, como pudiste escribir sobre Temple Drake y Popeye y ahora escribir esto?”
(A j. seguramente le hará gracia saber que leí estas opiniones de Tarnopol-Roth sobre Faulkner poco después de que hablásemos sobre el discurso del Nobel y que fuese el de éste el único que recordásemos con claridad... nunca podemos estar seguros de nada en esta vida, excepto de la existencia del Plan.)
Mi vida como hombre avanza lo que será la futura obra de Roth. Eso lo podemos decir ahora, claro. Portnoy’s complaint es una excepción en su bibliografía , una obra que sobresale entre las primeras que escribió Roth. My Life as a Man es el punto de inflexión que abrirá las puertas al mejor Roth y contiene ya todos los temas y las formas de sus obras posteriores.
Aunque al principio no lo parezca y durante gran parte de la novela se de vueltas a temas relativamente interesantes, el final de Mi vida como hombre no defraudará a quienes esperan esos brutales (¿crudos?) retratos psicológicos a los que nos tiene acostumbrados Roth.
6 comentarios:
Totalmente de acuerdo. My Life As a Man es el giro hacia la crudeza de Roth. Felicidades, Portnoy, por el estudio del paralelismo Tarnopol-Portnoy.
Y buenas Pascuas...
Hola Portnoy.
Supongo que ya lo habrás visto, pero sale una entrevista a Roth en El país:
http://www.elpais.com/articulo/portada/pantallas/nos/han/derrotado/elpepucul/20080323elpepspor_6/Tes
Y también Vila-Matas habla de Roth en su artículo de Babelia sobre Malamud:
http://www.elpais.com/articulo/narrativa/tumba/subita/elpepuculbab/20080322elpbabnar_3/Tes/
Gracias Insonrible.
Gracias Daniel por los enlaces... ya los pondré más visibles... para un fin de semana que no compro El País...
Un saludo y gracias por vuestros comentarios
Ya es mala suerte...
Pero yo creo que no te perdiste mucho. Da la impresión de que Roth no estaba muy por la labor de dejarse entrevistar, o que el entrevistador pretende pasarse de listo, y el resultado es que el entrevistador habla más que el entrevistado, quien además responde en un tono un tanto glacial. Me resultó un tanto incómoda la lectura, vaya.
Pero bueno, para un portnoy como tú imagino que se trata de una lectura imprescindible. Ya sabes aquello de "honrarás a tu padre..."(aunque sea tu padre literario ;-)
Por cierto, estoy plenamente de acuerdo con la visión apocalíptica que tiene Roth del futuro de la lectura. Últimamente me falla el optimismo.
Pues sí, Sett... siempre hay que desconfíar de las entrevistas en que las respuestas son más cortas que las preguntas... la verdad es que Roth no parece entregarse gustoso a ésta... en fin, como ya no quedan lectores supongo que no tendrá importancia.
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