Teóricamente Exit Ghost (Sale el espectro) cerraría el ciclo de novelas en las que aparece Nathan Zuckerman, que se inició, obviando Mi vida como hombre, con The ghost writer (La visita al maestro), escrita en 1979. Después de 28 años Roth vuelve a polarizar la narración en torno a dos personajes, E. I. Lonoff y Nathan Zuckerman, ambos escritores. La diferencia es que si en la primera el “escritor fantasma” era el incipiente Zuckerman, ahora debemos preguntarnos cuál de los dos es el fantasma, el espectro que menciona el título: ¿el joven narrador de la primera novela transformado en el Zuckerman que abandona definitivamente la civilización en la última, el prestigioso autor de la primera que no puede defender la integridad de su obra tras su muerte, ese auténtico fantasma que domina las páginas de Exit Ghost?
“Personas que leéis y escribís, estamos acabados, somos fantasmas que presenciamos el final de la era literaria” (Dictado del fallecido Lonoff a Amy Bellete)
En el tiempo de la narración, Nueva York, 2004, la fama de Lonoff se ha ido eclipsando, de la notoriedad que gozaba en The Ghost Writer, apenas queda un leve recuerdo en la memoria cultural estadounidense, de la cual hasta el mismísimo Faulkner es apartado a causa de la supuesta incorrección política de sus obras.
Amy Bellete le cuenta a Zuckerman: (...) vi que en el corredor, dispuesta a lo largo de las paredes, había una exposición (...) titulada “Hitos de la literatura moderna. Grandes retratos fotográficos colgados sobre vitrinas en las que se exhibían primeras ediciones con sus sobrecubiertas originales, y todo ello era una basura políticamente correcta de una estupidez supina. (...) En la exposición estaba Gertrude Stein pero no Ernest Hemingway. Estaba Edna Saint Vincent Millay pero no William Carlos Williams ni Wallace Stevens ni Robert Lowell. Totalmente absurdo. Eso empezó en las universidades y ahora está en todas partes. Richard Wright, Ralph Ellison y Toni Morrison, pero no Faulkner. (…) Grité: “¿Dónde está E. I. Lonoff? ¿Cómo os atrevéis a dejar fuera a E. I. Lonoff?”. Tenía intención de decir: “¿Cómo os atrevéis a dejar fuera a William Faulkner?”, pero el de Manny (Lonoff) fue el nombre que me salió.
Amy Bellete, amante de Lonoff hasta su muerte, guarda entre sus papeles, como heredera moral o sentimental del escritor, una novela inédita de éste. Bellete formó parte de unos de los delirios sexuales literarios característicos de Zuckerman y de muchos otros personajes de Roth, cuando en The Ghost Writer la identificó en su ensueño onanista con Ana Frank. Ahora Bellete no es la más fiable albacea del patrimonio literario de Lonoff. Operada de un tumor cerebral sufre una pérdida de memoria tan demoledora que nos hace temer por el futuro de la novela póstuma a la vez que nos hace dudar de su existencia.
Por otra parte, tenemos a Nathan Zuckerman, a cuyo deterioro físico se le deben añadir también los primeros síntomas mentales de senilidad.
En estas condiciones, ateniéndonos al estado de los protagonistas (y narradores), ¿qué es cierto y qué no lo es en Exit Ghost?
En la trampa maniqueísta que solemos caer tendemos a igualar el par realidad-ficción con el de verdad-mentira, por eso hay que entender la pregunta como un intento de dilucidar cuanta certeza encierra la ficción narrativa. En la “realidad literaria” que nos presenta Roth se entremezclan las circunstancias de los personajes con hechos pertenecientes a nuestra realidad. La ficción de Zuckerman coexiste con el vacío que jamás se podrá cruzar entre las Torres Gemelas y la reelección de Bush en noviembre de 2004, y entre estas circunstancias Roth deja caer reflexiones sobre la manipulación de la vida de los autores a través del proyecto del biógrafo amarillista que pretende relanzar la obra de Lonoff explotando un supuesto escándalo sexual de su pasado que empañaría la vida privada del autor y de sus descendientes y que, presuntamente, reexplicaría toda su obra desde una nueva perspectiva, sin importar que esté viciada por la morbosidad. Roth quiere volver a dejar claro, ya como un desesperado grito de socorro, la separación entre obra y vida, ente realidad y ficción.
En cierta manera Exit Ghost decepciona, por su brevedad y por la recurrencia temática de Roth. Pero es una novela destacable por los mismos motivos. Pero sobre todo porque a todo lo que ya sabemos y reconocemos sobre Roth y Zuckerman se añade la incertidumbre, la cuestionable fiabilidad del narrador. En la realidad narrativa de Zuckerman todo es impreciso e inseguro a causa de la fragilidad de la memoria a lo que el personaje añade por su cuenta digresiones manifiestamente falsas.
Exit Ghost, Sale el espectro, decepciona porque esperábamos la apoteosis narrativa de Zuckerman y nos encontramos con unos patéticos delirios seniles. Y ahí Roth demuestra su grandeza situándose a considerable distancia de las expectativas del lector y convirtiendo las flaquezas del narrador en su mejor baza.
En Hermano Cerdo me "pisaron" un texto que tenía intención de traer: Así que os invito a leer la Carta de Amy Bellete al New York Times
“Personas que leéis y escribís, estamos acabados, somos fantasmas que presenciamos el final de la era literaria” (Dictado del fallecido Lonoff a Amy Bellete)
En el tiempo de la narración, Nueva York, 2004, la fama de Lonoff se ha ido eclipsando, de la notoriedad que gozaba en The Ghost Writer, apenas queda un leve recuerdo en la memoria cultural estadounidense, de la cual hasta el mismísimo Faulkner es apartado a causa de la supuesta incorrección política de sus obras.
Amy Bellete le cuenta a Zuckerman: (...) vi que en el corredor, dispuesta a lo largo de las paredes, había una exposición (...) titulada “Hitos de la literatura moderna. Grandes retratos fotográficos colgados sobre vitrinas en las que se exhibían primeras ediciones con sus sobrecubiertas originales, y todo ello era una basura políticamente correcta de una estupidez supina. (...) En la exposición estaba Gertrude Stein pero no Ernest Hemingway. Estaba Edna Saint Vincent Millay pero no William Carlos Williams ni Wallace Stevens ni Robert Lowell. Totalmente absurdo. Eso empezó en las universidades y ahora está en todas partes. Richard Wright, Ralph Ellison y Toni Morrison, pero no Faulkner. (…) Grité: “¿Dónde está E. I. Lonoff? ¿Cómo os atrevéis a dejar fuera a E. I. Lonoff?”. Tenía intención de decir: “¿Cómo os atrevéis a dejar fuera a William Faulkner?”, pero el de Manny (Lonoff) fue el nombre que me salió.
Amy Bellete, amante de Lonoff hasta su muerte, guarda entre sus papeles, como heredera moral o sentimental del escritor, una novela inédita de éste. Bellete formó parte de unos de los delirios sexuales literarios característicos de Zuckerman y de muchos otros personajes de Roth, cuando en The Ghost Writer la identificó en su ensueño onanista con Ana Frank. Ahora Bellete no es la más fiable albacea del patrimonio literario de Lonoff. Operada de un tumor cerebral sufre una pérdida de memoria tan demoledora que nos hace temer por el futuro de la novela póstuma a la vez que nos hace dudar de su existencia.
Por otra parte, tenemos a Nathan Zuckerman, a cuyo deterioro físico se le deben añadir también los primeros síntomas mentales de senilidad.
En estas condiciones, ateniéndonos al estado de los protagonistas (y narradores), ¿qué es cierto y qué no lo es en Exit Ghost?
En la trampa maniqueísta que solemos caer tendemos a igualar el par realidad-ficción con el de verdad-mentira, por eso hay que entender la pregunta como un intento de dilucidar cuanta certeza encierra la ficción narrativa. En la “realidad literaria” que nos presenta Roth se entremezclan las circunstancias de los personajes con hechos pertenecientes a nuestra realidad. La ficción de Zuckerman coexiste con el vacío que jamás se podrá cruzar entre las Torres Gemelas y la reelección de Bush en noviembre de 2004, y entre estas circunstancias Roth deja caer reflexiones sobre la manipulación de la vida de los autores a través del proyecto del biógrafo amarillista que pretende relanzar la obra de Lonoff explotando un supuesto escándalo sexual de su pasado que empañaría la vida privada del autor y de sus descendientes y que, presuntamente, reexplicaría toda su obra desde una nueva perspectiva, sin importar que esté viciada por la morbosidad. Roth quiere volver a dejar claro, ya como un desesperado grito de socorro, la separación entre obra y vida, ente realidad y ficción.
En cierta manera Exit Ghost decepciona, por su brevedad y por la recurrencia temática de Roth. Pero es una novela destacable por los mismos motivos. Pero sobre todo porque a todo lo que ya sabemos y reconocemos sobre Roth y Zuckerman se añade la incertidumbre, la cuestionable fiabilidad del narrador. En la realidad narrativa de Zuckerman todo es impreciso e inseguro a causa de la fragilidad de la memoria a lo que el personaje añade por su cuenta digresiones manifiestamente falsas.
Exit Ghost, Sale el espectro, decepciona porque esperábamos la apoteosis narrativa de Zuckerman y nos encontramos con unos patéticos delirios seniles. Y ahí Roth demuestra su grandeza situándose a considerable distancia de las expectativas del lector y convirtiendo las flaquezas del narrador en su mejor baza.
En Hermano Cerdo me "pisaron" un texto que tenía intención de traer: Así que os invito a leer la Carta de Amy Bellete al New York Times
Los textos extraídos de la edición de Mondadori, traducción de Jordi Fibla
4 comentarios:
¡Hola Portnoy!
No quería leer tu comentario para no tener condicionamientos, pero sin querer he visto alguna palabra suelta como "decepción"...
Y supongo que es recomendable leer antes Elegía, que aún lo tengo pendiente...
Ah, y aunque no haya comentado en este tiempo te he seguido leyendo, quizás no regularmente pero sí a tirones. Pero ahora todo vuelve a la normalidad :)
¡Un saludo!
Hola Portnoy:
Un gusto leerte como siempre. Una curiosidad nada más ¿te gusto o no la novela?, porque no me quedó claro. Eso, bueno, tu me diras que finalmente es sólo importante para ti, por eso mismo no más que curiosidad.
Espero por cierto tu comentario del Lamento de Portnoy o Mal de Portnoy como le han traducido, y que a ti no te ha gustado
Un Saludo
No he leído la novela todavía. Pero en cuanto a lo que dices de qué es reidad y qué ficción en las novelas de Roth ¿Estás de acuerdo en que Roth no es muy riguroso con las biografías de sus personajes, cambiando pequeños detalles de una novela a otra? Por tanto las cosas de Roth hay que tomarlas con mucho cuidado. Un universo muy personal. ¿Se está repitiendo demasiado?
Saludos
A mi me ha encantado este libro, que lei de un tiron volando entre Nueva York y San Francisco, y que considero en la linea de Patrimonio y Elegia. Y la carta de Amy Bellete no tiene desperdicio.
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