29/10/07

Donde termina el camino, de John Updike

Donde termina el camino es la traducción española de 1982 a cargo de Jesús Zulaika para Bruguera de la novela Too far to go, de John Updike compuesta por 17 historias protagonizadas por el matrimonio Maple y publicadas por The New Yorker entre 1952 y 1979.

Los relatos que los componen son los siguientes:
Snowing in Greenwich Village (Nieva en Greenwich Village), Wife-wooing (Cortejar a la propia esposa), Giving Blood (Donantes de sangre), Twin Beds in Rome (Camas separadas en Roma), Marching Through Boston (La marcha de Boston), The Taste of Metal (El sabor del metal), Your Lover Just Called (Acaba de llamar tu amante), Waiting Up (A la espera), Eros Rampant (Eros rampante), Plumbing (El arte de la fontanería), The Red-Herring Theory (La teoría del arenque rojo), Sublimating (Sublimaciones), Nakedness (Desnudez), Separating (Hacia la separación), Gesturing (Gestos), Divorcing: A Fragment (Divorcio: Fragmento), Here Come the Maples (Comparecen los Maples)

Pensé que en su extensa reseña sobre Terrorista de Updike, Miguel Ángel Muñoz había mencionado esta recopilación de relatos también conocida como The Maples Stories, pero mi error no contradice la recomendación del blog de Miguel Ángel.


El texto de Updike es interesante porque nos permite comprobar la evolución de un escritor a lo largo de más de 25 años y de que manera es capaz de mantener un hilo narrativo a lo largo de ese tiempo. Cada parte del libro funciona como un relato que refleja un momento puntual de la historia común del matrimonio de los Maple y, al mismo tiempo, mantiene una coherencia con el resto de los relatos de forma que al final, a pesar de saber que estamos frente a relatos individuales y con una continuidad relativa, tiene la consistencia de una gran novela, a la que hay que añadirle el valor histórico-sociológico, a modo de crónica de un país durante un cuarto de siglo bastante convulso socialmente.



Me duele la cabeza. Siento como si la realidad tuviese una consistencia fluctuante. Me regodeo en mi indolencia. La novela de Updike, la colección de relatos, es una buena novela, pero no es la novela, la gran-novela-estadounidense. Como estoy medio entumecido por los calmantes diré que la gran novela estadounidense la escribió hace años Peter Straub.
En fin...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

hola. se puede sabe a qué novela de Straub te refieres? Me intriga un poco que cites a Straub hablando de Updike; uno esperaría ver a Cheever, Mailer u O'Hara citado. Saludos.

walter loeff dijo...

Hola, siempre me llama la atención no ver citada en las consabidas listas y efemérides lo que para mí es la gran-novela-americana-hasta-el-tuétano (aunque la gran novela americana sea una entelequia), al menos en lo que se refiere al varón masculino de raza blanca aquejado de la enfermedad del fin de siglo. ¿Nadie la dará una oportunidad nunca a El Periodista deportivo de Ford?

Portnoy dijo...

Mantendremos la intriga, Víctor. :-)
Walter:

El periodista deportivo

Mira también lo que dice Miguel Ángel sobre Ford:

...el heredero de Updike, no tanto estilístico, pero sí con sus mismos planteamientos realistas y con sus mismas intenciones de afrontar la literatura como crónica social, Richard Ford, a diferencia de su maestro, no mostraba la misma capacidad trascendente. Tanto El periodista deportivo como El día de la Independencia caen a veces en el puro realismo en su peor sentido: la frase sin denotaciones ni "detonaciones", por hacer un fácil juego de palabras.

walter loeff dijo...

Um... comparto lo que dices sobre esa idea de que uno no sabe muy bien dónde reside la distancia que el propio autor mantiene con su personaje narrador, ese Frank Bascombe, que nos huele tanto al propio Ford. La autocrítica es débil, por no decir invisible. Se hace tan escasa, tan poco evidente que parece aquejada de esa abulia y falta de carácter que impregna al protagonista. Sin embargo, yo creo que existe, de un modo tenue pero evidente. Bascombe ejemplifica una crisis, una crisis sin salida, una fuga regresiva que no conduce a ninguna sublimación o redención. El personaje es profundamente patético, pero Ford esconde la jugada ¿la esconde mucho, poco, demasiado? ¿Siente tanta simpatía por su protagonista como para dejarlo entre dos aguas y no precipitarlo a un lado o a otro del tablero?
Para mí el princial problema de Ford son los personajes femeninos, todos son clónicos, todos hablan igual. Pero el retrato del norteamericano blanco conservador a la deriva que lleva a cabo en El periodista deportivo me parece muy certero. Una norteamérica intentando mantenerse a flote en el bote de pesca del club de los divorciados, renuente a nada que no sea palpable y controlado, atascada en su propio desconcierto existencial y sin ninguna gana de asomarse más allá del morro de su ranchera, del horizonte de su vaso de ginebra.
Recuerdo dos momentos emblemáticos en los que creo que destella, ligeramente, ese otro mundo que Bascombe intuye y que está más allá de sus mecanismos de autodefensa y de su estampa de seductor de oficina. Recuerdo el momento en el que intenta entrevistar a la estrella del fútbol americano en silla de ruedas ("él nos miraba del modo en que nos mira la realidad cada mañana"), recuerdo el final de la novela, cuando Frank se asoma por la ventana de su despacho y mira las ventanas del edificio de enfrente y, repentinamente consciente de su insignificancia, murmura: "Nadie me ve."
Cito un poco de memoria.

Por lo demás, desconozco la obra de Updike aunque reconozco que a Ford, sobre todo en El día de la independencia, le pierde la acumulación indiscriminada, el párrafo abultado, meramente denotativo.

Un saludo.

Portnoy dijo...

Creo que Ford hace una apuesta literaria muy arriesgada que no acaba de funcionar bien: al intentar plasmar la complacencia de la sociedad estadounidense en su mediocridad el relato acaba impregnado del ambiente que pretende criticar... eso siendo benevolente y adjudicándole a Ford un propósito crítico, también puede suceder todo lo contrario, que lo que leemos sea lo que hay, un relato mediocre sobre personajes mediocres. Pienso que es el defecto de muchos narradores estadounidenses, su fijación con la realidad. La literatura debe ser otra cosa.
Muchas gracias por tu comentario, Walter.
Un saludo

Anónimo dijo...

Sólo hay que leer la última novela de A.M.Homes para encontrar el paradigma de "un relato mediocre sobre personajes mediocres" (muy americanos, eso sí): parece inconcebible que alguien pueda disfrutar leyendo páginas y más páginas de encuentros insustanciales, de realismo burdo e impregnado de ideas del tipo "esto te podría pasar a ti".

Cada vez me da más terror enfrentarme a una novela que pretenda describir el vacío existencial de un hombre común: la mayor parte de las veces el vacío acostumbra a ser el de la propia escritura, incapaz de quebrantar la lógica insulsa que hace caminar al protagonista, contagiándose de su banalidad. Tom Wolfe, que es mucho más listo, disimula mejor estas carencias en sus mamotretos e incluso consigue hacerte sonreír a ratos. Homes sólo logra hundirte más en la pereza y el cansancio.