Como podemos ver en la bibliografía de Roth, las obras que componen Zuckerman encadenado, publicado como trilogía (con epílogo) en 1985 (Zuckerman Bound: A Trilogy and Epilogue. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1985) contiene las novelas La visita al maestro (The Ghost Writer. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1979), Zuckerman desencadenado (Zuckerman Unbound. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1981) y La lección de anatomía (The Anatomy Lesson. New York: Farrar, Straus and Giroux, 1983), junto con el epílogo La orgía de Praga ( The Prague Orgy, New York: Farrar, Straus and Giroux, 1985)
Para situarnos en el tiempo, Zuckerman aparece en la bibliografía de Roth en 1979 con La visita al maestro, aunque la acción se sitúa en 1956, por lo que se puede decir, si jugamos a intercambiar personalidades a identificar a Roth con Zuckerman, que esta novela habla sobre un Zuckerman pre-Carnovsky, es decir de un Roth pre-Portnoy (en la misma medida que Zuckerman desencadenado se refiere a un Zuckerman post-Carnovsky y puede reflejar la alteración que supone en la vida de un escritor un éxito desmedido, es un Roth post- Portnoy’s Complaint del que deberían aprender aquellos que en la actualidad intentan hacer de las tribulaciones del escritor el leiv-motiv de sus obras... Cercas, apúntatelo) trata pues sobre el mismo joven al que hemos visto aprender junto a Ira Ringold los rudimentos de la lucha de clases en Me casé con un comunista (aunque eso sucederá en la escritura de Roth en 1998, ocurre prácticamente en la misma época “literaria” de Zuckerman) Sin embargo aún Nathan Zuckerman está más cerca de Alexader Portnoy que del Zuckerman de las últimas novelas de Roth, un escritor más calmado y que actúa más que como narrador como receptáculo de las historias de otras personas (Ira Ringold, Coleman Silk, Seymour Levov...), es todavía un joven airado que se enfrenta a su padre, a su calle, a su barrio de Newark, a la literatura, proclive a la fantasía desmesurada y a la obsesión masturbatoria.
La visita al maestro es una suerte de Bildungsroman que se inicia de la siguiente forma:
Era la última hora de luz de una tarde de diciembre, hace ya más de veinte años – los veintitrés tenía yo: andaba en la escritura de mis primeros relatos cortos y, como tantos protagonistas de Bildungsroman que me precedieron, ya tenía en proyecto mi propio y macizo Bildungsroman- cuando llegué a su escondite para entrarme con el gran hombre.
(Trad. de R. Buenaventura)
Un pasado narrado desde un presente de forma que la narración en primera persona se sitúa en el presente literario (1956), algo frecuente en la obra de Roth y que alcanza su mayor efecto en La conjura contra América, de forma que el escritor, Nathan Zuckerman, desde su presente que coincide con el acto de escribir de Philip Roth, intenta sumergirse en el tiempo, veinte años atrás, respetando las sensaciones de aquellos momentos, sin inmiscuirse con la sabiduría que el tiempo puede proporcionar. Así lo que leemos sobre la visita del joven Nathan a E.I. Lonoff, el Maestro del título, conserva las impresiones de este aprendiz de escritor y al mismo tiempo puede ser observado desde la ironía que proporciona el paso del tiempo.
Lo que se puede destacar de La vista al maestro es, como ocurre en tantas otras novelas de Roth, el imprevisto giro literario que lleva a Zuckerman a construir una subnovela dentro de la trama de “la visita” en la fría noche de diciembre.
Los fantasmas de la literatura y del judaísmo se combinan para dar paso a una elucubración ahistórica del mismo calibre que la que dio lugar a La conjura contra América, que en esta ocasión critica de alguna manera la noción de “literatura judía” que representa E. I. Lonoff (supuestamente trasunto de I. B. Singer) sin olvidar que los escritores judíos más leidos son Franz Kafka y Ana Frank.
¿Hay algo en los rostros de esas dos personas que parece emparentarlas ante los ojos del mundo? Hipotéticos (literarios) padre e hija, muertos ambos para que su obra tenga significado, distinto pero dependiente del autor, de su personalidad, del deseo de no perdurar de Kafka, del deseo de sobrevivir de Frank.
Y aquí Roth introduce la pregunta: ¿qué ocurriría si Ana Frank no hubiese muerto?
La respuesta sólo puede surgir de la mente enfebrecida de deseo de un Nathan Zuckerman irreal, de un personaje tras el que pueda escudarse Roth y sobre quien se puedan volcar los efectos de tal herejía.
1 comentario:
Me encanta leer y venir a su blog a "compartir" la experiencia. Es la primera obra de Roth que leo que encuentro plagada de ironia. Habia oido que era un autor con ironia y comicidad pero hasta ahora me parecia imposible de creer. En otras es tan serio y sobre todo tan certero para dar justo en todos los miedos humanos que ha sido fabuloso encontrarse con esta.
Solo ezpero poder ir a verle cuando venga a por el Premio Principe¡Que emocion!
Belen
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