1/12/05

Un Faulkner a la semana (II) : Mosquitos

Empezaremos con una afirmación arriesgada: Mosquitos (Mosquitoes, 1927) es una novela de aprendizaje. Pero no en el sentido habitual de Bildungsroman. No se aprecia en la novela de Faulkner ninguna evolución hacia la madurez de sus personajes; es más bien el autor quien está evolucionando, aprendiendo.
Mosquitos es la novela de un escritor buscando su voz propia, aquella que le permitirá abolir la barrera del tiempo y hacerse universal. Es fácil decirlo desde nuestra perspectiva, a posteriori, como un falsario que conoce el truco, que apuesta sobre un resultado que ya conoce. Pero es posible constatar en las páginas de Mosquitos esa búsqueda de Faulkner y comprobar como la roza con la punta de los dedos.
Pero Mosquitos es una novela fallida, la menos popular de su autor y, casi con certeza, la peor de todas ellas. Se cuenta las peripecias de un grupo de artistas de New Orleans que, invitados por una rica señora, se embarcan en un crucero por el lago Ponchartrain. Como le ocurriría años más tarde a Julio Cortázar, Faulkner escoge un escenario aislado en un medio impenetrable para estudiar el comportamiento de un grupo de personas. Pero todo lo que Los premios, la novela de Cortázar, tiene de experimental, lo tiene Mosquitos de tangencial y conformista. La narración de Faulkner avanza casi exclusivamente a base de diálogos, con lo cual los personajes están apenas esbozados y corresponden a arquetipos y tópicos, cuyos modelos quizás están extraídos de la vida real, que no son explicados convenientemente, o al menos no como Faulkner acostumbraría a hacerlo más tarde.

En los años anteriores a la publicación de Soldiers’ Pay y Mosquitoes, coincidiendo con la vocación poética de Faulkner que daría como fruto The marble faun, un libro de poemas publicado en 1924 y que recibió tan malas críticas que hizo que abandonase, para bien de la novela, la poesía, el escritor trabajó junto a Sherwood Anderson en New Orleans, o eso quiere la leyenda, el cual le ayudó a publicar tanto La paga del soldado, como Mosquitos... aunque la versión de Faulkner se aleja de la versión que recogen las biografías (y se acerca a la mitomanía):

-¿Puede usted decir cómo empezó su carrera de escritor?

-Yo vivía en Nueva Orleáns, trabajando en lo que fuera necesario para ganar un poco de dinero de vez en cuando. Conocí a Sherwood Anderson. Por las tardes solíamos caminar por la ciudad y hablar con la gente. Por las noches volvíamos a reunirnos y nos tomábamos una o dos botellas mientras él hablaba y yo escuchaba. Antes del mediodía nunca lo veía. Él estaba encerrado, escribiendo. Al día siguiente volvíamos a hacer lo mismo. Yo decidí que si esa era la vida de un escritor, entonces eso era lo mío y me puse a escribir mi primer libro. En seguida descubrí que escribir era una ocupación divertida. Incluso me olvidé de que no había visto al señor Anderson durante tres semanas, hasta que él tocó a mi puerta -era la primera vez que venía a verme- y me preguntó: "¿Qué sucede? ¿Está usted enojado conmigo?". Le dije que estaba escribiendo un libro. Él dijo: "Dios mío", y se fue. Cuando terminé el libro, La paga de los soldados, me encontré con la señora Anderson en la calle. Me preguntó cómo iba el libro y le dije que ya lo había terminado. Ella me dijo: "Sherwood dice que está dispuesto a hacer un trato con usted. Si usted no le pide que lea los originales, él le dirá a su editor que acepte el libro". Yo le dije "trato hecho", y así fue como me hice escritor.


Al parecer la relación con Anderson a causa del temperamento de ambos estuvo plagada de encontronazos y peleas verbales. La influencia de esta relación y del ambiente artístico de New Orleans que ambos frecuentaron en la redacción de Mosquitos es, arriesgándonos a equivocarnos completamente, innegable. Hay mucho en Mosquitos de crítica a ese ambiente, que me atrevería a decir, que Faulkner considera provinciano y superficial, al menos la novela admite una lectura en ese sentido, una lectura por debajo de la trama principal la cual resulta algo anodina. Es ese continuo diálogo entre los personajes, encerrados a su pesar en un entorno hostil, lo que constituye el verdadero zumbido de los mosquitos, no los de las riberas del lago, si no los de la embarcación.

Del sentido del humor en la obra de Faulkner, hablaremos en otra ocasión. De momento, como ejemplo servirá el relato incluido en una carta a Anderson, que finalmente Faulkner incluiría, con alguna modificación, en Mosquitos.


Decíamos que Mosquitos es la obra de un autor en busca de su voz y que es posible captar la esencia del maestro en algunos fragmentos de la novela, sobre todo cuando se aleja de la monótona sucesión de voces interpelándose y deja que alguno de los personajes explique alguna historia que, como digresiones narrativas, logran que podamos vislumbrar al Faulkner del futuro y a sus futuros temas.
No es, evidentemente, una de las mejores novelas de William Faulkner. La salva esa prefiguración del escritor que luego será y, sobre todo, su crítico y corrosivo sentido del humor.


P.S. Se me olvidaba que en Mosquitos aparece por primera vez el tema del trabajo nocturno en una central eléctrica para costearse los estudios. En esta ocasión los realiza uno de los personajes, Fairchild, que podría actuar en cierta manera como alter ego de Faulkner, si no fuera por el pequeño detalle de que el propio Faulkner aparece en Mosquitos, solamente mencionado, eso sí.
Cuando lleguemos a los Snopes, si lo recuerdo, volveremos sobre la central eléctrica y los trabajos sobre le fondo de una carretilla. Mitomanías:

-
(...) empecé a conversar con un hombre muy gracioso. Una especie de negro.
-¿Un negro?
-No. Era un blanco, sólo que estaba muy tostado y pobremente vestido... No llevaba corbata ni sombrero. Si vieras las de cosas graciosas que me dijo... Aseguró que era un mentiroso de profesión y que ganaba mucho con eso. Lo bastante para tener un Ford cuando acabe de pagarlo. Creo que estaba loco. No peligroso, simplemente loco.
-(...) ¿Cómo se llamaba? ¿Te lo dijo?
- Sí. Era... lo recordaré porque era un nombre gracioso. (...) Ya me acuerdo. Faulkner, eso era.

(Traducción de Domingo Manfredi para Luis de Caralt, 1969.)

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Bibliografía
Una fábula

3 comentarios:

Francisco Ortiz dijo...

Excelente trabajo sobre Faulkner.

Alfonso Antón dijo...

Genial,me gustan los blogs que cuentan historias y explican la literatura,no que la juzgan dejando al lector sin una idea clara del libro.

Portnoy dijo...

Gracias Francisco, gracias Alfonso.
Saludos.