7/4/05

Descenso al infierno

He estado leyendo en El blog de Magda los comentarios en torno al dialogismo y me ha llamado la atención la confusión que provoca el termino de Bajtin que, curiosamente, se confunde con la recurrencia temática propia de la literatura.
Entre los ejemplos que se citan, dejando aparte a Eco que ha hecho del dialogismo una forma de narrar, el más evidente parece ser el del Ulises. Es cierto que Joyce establece en su novela un paralelismo con la Odisea homérica, creando de esta forma un continuo diálogo entre los dos textos, sobre todo en lo que se refiere a la estructura narrativa. Pero no hay que olvidar que la obra de Homero no es el fin, sino el pretexto para que Joyce desarrolle todo su talento literario. Un pretexto cargado de ironía y que encierra en el fondo una monumental broma.
Mis dudas y el objeto de este mensaje surgen de otras comparaciones que aparecen en los comentarios. No me parece tan evidente, por poner un ejemplo, la existencia de dialogismo entre El corazón de las tinieblas de Conrad y la Divina comedia de Dante. Yo hubiese escogido, para emparentarla con la Divina comedia, La muerte en Venecia de Mann, pero eso es otra historia.
No sé si exagero diciendo que existe cierta confusión entre el dialogismo bajtiano y lo que sería la elección de un tema recurrente, por no decir El tema, de la literatura.
El descenso al infierno está presente ya en la Odisea y en la Eneida; en la Divina comedia; en Fausto, en Bajo el volcán, en Viaje al fin de la noche y en La muerte en Venecia; tal vez en La montaña mágica y, seguro, en el Ulises, aunque sea por obligación.
Todo viaje puede considerarse un descenso al infierno. En ese sentido lo sería El corazón de las tinieblas. Y mientras voy escribiendo se me ocurre que en última instancia toda obra narrativa puede reducirse al relato de un descenso al infierno, así como la mayor parte de la obra poética.
El enigma de la muerte es consustancial al pensamiento humano y el infierno debe ser considerado, al menos como yo lo entiendo en un sentido literario, como el lugar de los muertos y no ese delirio sadomasoquista ideado por los teólogos cristianos. Indagar, especular, imaginar que ocurre tras la muerte del cuerpo debió ser uno de los primeros síntomas de pensamiento narrativo, de literatura.
Si, como dice Philip Roth, cuando recordamos o escribimos nos convertimos en mitómanos de nosotros mismos, cuando narramos sobre el hipotético viaje que acaece tras la muerte creamos mitos. Y Orfeo es el mito fundacional del descenso a los infiernos.
Que Dante escogiese a Virgilio no es casual. Que Ulises descendiese al infierno y volviese del mundo de los muertos le marca como conocedor de ciertos ritos iniciáticos. Que Eneas hiciese lo mismo le equipara con Ulises, y a Virgilio con Homero.
Los ritos de Eleusis y los órficos postulan la posibilidad de un renacimiento, de un regreso de la muerte y están estrechamente relacionados con el cíclico cambio de estaciones. Una particularidad de nuestro planeta, un accidente físico, la inclinación del eje de rotación de un planeta de órbita elíptica, determina que el pensamiento humano se desarrolle en una dirección concreta (pero no por ello menos azarosa) y genera multitud de bellas páginas y de irracionales creencias.
De todas formas, cuando llegue el momento, por mucha sed que tengáis, acordaos de no beber del Leteo. Girad a la derecha y cuando lleguéis al lago de Mnemosina decid a los guardianes:

"Soy el hijo de la Tierra y del estrellado Cielo. Esto también vosotros lo sabéis. Me hallo desecado por la sed y estoy pereciendo. Venid, dadme inmediatamente la fresca agua que mana del Lago de la Memoria".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

aaaaaaaaaaa ok

Anónimo dijo...

no lo pillo