26/2/05

¿Hay alguien ahí fuera?

Un comentario de Ale a propósito de la mitología de Lovecraft y al "terror del silencio de los espacios infinitos" me ha recordado la Ecuación de Drake popularizada por Carl Sagan para determinar el posible número de civilizaciones inteligentes, fórmula que impulsó la creación del SETI y la comprobación de la ingente (y tal vez inútil) tarea que se avecinaba:

Ecuación de Drake:

N = E x F1 x F2 x F3 x F4 x F5 x F6 x T


E = tasa de formación de estrellas en nuestra galaxia.
F1 = fracción de estrellas de tipo solar.
F2 = fracción de estas estrellas que pueden tener un sistema planetario.
F3 = fracción de estas estrellas que pueden tener un planeta en la órbita adecuada y con la masa adecuada para que se desarrolla la vida.
F4 = fracción de los planetas en los que se ha desarrollado la vida.
F5 = fracción de los planetas en los que la vida ha llegado a crear una especie inteligente.
F6= fracción de los planetas en los que la vida inteligente se ha desarrollado hasta crear una civilización tecnológica.
T = duración media de una civilización tecnológica.

Si bien hay parámetros que son cuantificables, a partir de F4 entramos en la mera especulación. En el congreso en el que se presentó esta ecuación se concluyó que el resultado N estaría entre uno y varios millones.

El miedo al vacío del infinito es quizás una característica humana. Es posible que la literatura nazca de ese horror y la necesidad de explicar el propio Universo, con lo que el ser humano puebla el Cosmos de seres ancestrales, de inteligencias superiores, de dioses y héroes mitológicos.
Pero, ¿hay alguien ahí fuera?

Pero si el Universo tiene esas colosales dimensiones, en el espacio y en el tiempo, la idea del siglo precedente de detectar las señales extraterrestres artificiales producidas por seres supuestamente más evolucionados que nosotros, adquiere de golpe una gran actualidad. Porque reposa, en efecto, sobre tres hipótesis que concuerdan con los datos obtenidos por la ciencia actual. La primera consiste en suponer que la vida, tal como la conocemos en la Tierra, es el resultado de la evolución natural de los procesos físicos del Cosmos. La vida no aparece ya actualmente como un principio diferente de la materia. Desde el Big Bang hace 15.000 millones de años- hasta nosotros, la vida, en su extraordinaria riqueza y en su inmensa abundancia, puede ser considerada como el producto de una grandiosa evolución del Universo. Esta idea se ha impuesto en la actualidad a la mayoría de los investigadores, no sin haber tenido que superar las resistencias intelectuales y afectivas debidas sobre todo al influjo de ciertas doctrinas teológicas. La segunda de estas hipótesis lleva a admitir que lo que sucedió en la Tierra en 4.500 millones de años ha podido suceder en cualquier lugar del Universo, teniendo en cuenta su extensión y su edad. Si existen miles de millones de estrellas en miles de millones de galaxias, si el Universo tiene 15.000 millones de años, es decir, si su edad es tres veces superior a la de la Tierra, esta hipótesis, quiérase o no, aparece como la más razonable. La tercera hipótesis es, tal vez, la más difícil de admitir: la inteligencia humana, de la que estamos tan orgullosos, no representa un non plus ultra de lo que la evolución puede producir. Resulta sin duda hiriente para nuestro narcisismo de seres humanos, imbuidos de nuestra superioridad, pero igualmente razonable para cualquiera que reflexione sin prejuicios sobre ello. ¿Cómo no suponer que durante esos miles de millones de años, en esos millones de galaxias, con todos esos millones de millones de estrellas, los procesos evolutivos no hayan podido abocar a resultados más avanzados que los que se han desarrollado en la Tierra? Dicho de otro modo cuando consideramos la hirviente evolución que se ha producido en la Tierra en menos de 5.000 mi1lones de años, cuando sólo se contemplan las últimas huellas del maratón cósmico que “nosotros” hemos cubierto, desde los australopitecos a los astronautas del Apolo, ¿cómo creer que el siglo xx del planeta Tierra pueda representar el súmmum de la larga historia del vasto cosmos?

Jean Heidmann

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