Quizá la mejor forma de explicar su situación consista en decir que la obra de Benet permanece pendiente todavía sobre la narrativa española. Pendiente porque gravita sobre ella a una altura intimidante para muchos, para otros directamente amenazadora. Pero pendiente también en el sentido de incumplida, de 'pendiente todavía' de ser cabalmente asumida, de ser leída y comprendida en todo su alcance
"Precisamente he estado al margen por voluntad propia, y por la voluntad decidida de no participar en una situación cultural española que no me atraía nada, nada absolutamente", declaraba en una entrevista de 1971, al poco de publicada Una meditación. Y añadía, con acentos ya más polémicos: "La novela española de la postguerra no me interesa nada. Sin excepciones. Ni la de Ferlosio ni la de Martín Santos... Parto de la idea de que lo que no me interesa es la novelística. Lo que haya ocurrido en veinticinco años o en treinta o en cien años no me importa como materia literaria. Si hay seis novelas españolas que me interesan es, precisamente, por su oposición a la novelística. La novelística es una pieza cultural determinada por un contexto no literario".
"El primer enemigo de una buena novela", insiste Benet en la misma entrevista, "es la novelística. Porque una sociedad considera que debe tener novelistas como debe tener flota mercante, tanques, electricidad y otras cosas. Si nos ponemos a ese nivel, entendamos la literatura a ese nivel: el de la literatura que se debe consumir y que un país debe producir para creer que está en una situación culta. Muy bien. Pero ése no es el nivel de las grandes novelas".
De los tres escritores en castellano en los que la influencia de Faulkner se deja notar más, creo que solamente Onetti supo plasmar en nuestra lengua la fuerza interior de la literatura faulkneriana. García Márquez se dejó llevar por el edulcorado (y por siempre maldito) “realismo mágico”
Benet, el tercero en discordia, es quizás quien se acerca más técnicamente a lo que supone el universo faulkneriano, pero creo que precisamente ese exceso de técnica, tanto en el aspecto literario como en la forma de exponer los temas, malogra en cierta manera la obra de Benet.
No pienso poner en duda la capacidad literaria y narrativa del escritor, pero tengo que confesar que cada novela suya me paraliza completamente. Si, como dice Echevarría, la obra de Benet debe “ser cabalmente asumida, (...)leída y comprendida en todo su alcance” no creo que se deba precisamente a la incapacidad de los lectores. Me temo que es un problema de comunicación. Acepto las palabras del escritor: “Si nos ponemos a ese nivel, entendamos la literatura a ese nivel: el de la literatura que se debe consumir y que un país debe producir para creer que está en una situación culta. Muy bien. Pero ése no es el nivel de las grandes novelas". Pero me hace pensar en algo bastante irritante: ¿Cuál es el nivel de las grandes novelas? O más bien ¿creía Benet que su nivel era comparable al de las “grandes novelas”?
Si el problema con Faulkner es su complejidad narrativa, podemos decir que Benet supo captar perfectamente y hacer suya esa complejidad. Por otra parte la fuerza de la literatura de Faulkner, aquella que consigue conectar con el lector, apunta directamente a su universalidad, a la capacidad de revisitar la tragedia clásica griega, hacerla local y que trascienda de esos límites. En Benet, sin embargo, eso no ocurre. La perfección literaria de Benet, la prodigiosa técnica que despliega en sus obras, las convierte paradójicamente en obras estériles, carentes de emociones. Perfectas pero frías.
Es cierto que “La novelística es una pieza cultural determinada por un contexto no literario”. Pero no es menos cierto que la literatura no puede referirse continuamente a sí misma si pretende trascender del puro hecho literario. Y puede esto contradiga alguna de mis opiniones sobre el tema, pero encuentro que el caso de Benet es triste. Y entiendo que los que defienden su obra, y él mismo en su momento, se defiendan diciendo que lo importante no es vender, es decir, no pertenecer a la “novelística”, que sus obras son un “hecho literario”. Pero me pregunto de qué sirve una obra ejemplar que no provoca emociones de ningún tipo.
No sé si acabar este mensaje igual que acabé el anterior.
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