Mis problemas con cierto tipo de
narrativa (Parte 1)
De la contraportada: “Como
siempre, Cusk indaga en las relaciones sentimentales y familiares con
una lucidez hiriente. Aquí, el protagonista es un matrimonio que ha
decidido trastocar las posiciones tradicionales: Thomas Bradshaw deja
su trabajo para cuidar de su hija Alexa y se dedica a tocar el piano,
una práctica que parece llenar el súbito vacío de su mediana edad.
Su elección irrita tanto a sus padres como a sus suegros. En cambio,
su intensa mujer, Tonie, ha aceptado un absorbente trabajo en la
Universidad, apartándose así de la vida doméstica y reecontrando
aspectos y modos de vida que creía perdidos. A lo largo de un año
lleno de crisis y revelaciones...” etc o blablabla.
Aún así, a pesar de la advertencia,
tomo en préstamo el libro en la biblioteca. Porque alguien ha dicho
que Cusk es una de las grandes narradoras contemporáneas.
La novela resulta ser una nadería.
Si acaso la salva en ocasiones su
tímida estructura en la que destaca algún capítulo que podría
considerarse casi un relato.
Pero ni por esas.
A ver, es muy posible que yo pueda
tener cierto tipo de prejuicios. Prejuicios que me impiden leer
cierto tipo de novelas centrados en la “pareja” o en las
“relaciones familiares” en las que los protagonistas suelen ser
profesores universitarios o artistas o empresarios independientes o
tener profesiones que les permitan tener años sabáticos o mierdas
en vinagre por el estilo.
Prejuicios motivados por la envidia...
quizás. Pero la gran mayoría de esas novelas me interesan bien
poco. En primer lugar porque me excluyen. Y lo hacen porque no soy
capaz de entender ni de ver dónde están los “problemas” de esas
personas-personajes. Es más, me da la impresión que los propios
autores pertenecen a ese mismo tipo de personas-personajes y que, es
comprensible, estén muy preocupados por el devenir de sus vidas, la
insatisfacción, la inseguridad de sus privilegiados trabajos y de su
papel en la vida como padres y parejas.
Para mí todo eso es mucho más lejano
e increíble que lo que proponga la más absurda novela de
ciencia-ficción.
Es más, me importa una mierda la
problemática sentimental y existencial de ese tipo de
personas-personajes.
Me parece que no es redundante volver a
señalar lo elitista que es el mundo literario. Leed la biografía de
cualquier autor y veréis como se destacan sus estudios académicos y
sus trabajos, ambos relacionados de alguna manera con la literatura.
Eso sí, cada vez que irrumpe de alguna manera alguien ajeno a ese
mundo se señala de forma ostentosa su procedencia laboral. Su
intrusismo, en suma.
Lo que quiere el mundillo literario es
historias de personas-personajes que sean como ellos. Lo que quieren
es una narrativa acorde con su mundo, en el que aparezca de forma
tangencial y anecdótica la verdadera esclavitud laboral. Lo que
quieren, en definitiva, son narraciones que no desmonten su visión
clasista y elitista de su mundo de casas de dos pisos en calles que
se extienden hasta perderse de vista. Lo que quieren es que el orden
y la pulcritud sea la enseña que los defina y distinga como “grupo
social” y que ese mismo orden y pulcritud se demuestre en las
novelas que escriben y publican.
El representante autoerigido de ese
grupo es Jonathan Franzen así que todas las críticas recaen sobre
él, no porque lo que escriba no sea acorde con las premisas que sus
colegas escritores y sus empleadores editores exijan, crean y
desarrollen. Simplemente, ese mismo “grupo social”, el gremio de
la intelectualidad, que se sostiene a sí mismo a través de
complejas relaciones de apoyos y contra-apoyos, necesitan, debido a
la endeblez de su sistema corporativo, un chivo expiatorio sobre el
que recaigan las culpas a fin de poder seguir con su labor.
Ahora bien, me pregunto, cómo este
sistema endogámico puede interesar a lectores ajenos a él.
¿Interesa?
Es todo una estafa.
Creo que la verdadera literatura de
nuestro tiempo se está haciendo en otro sitio y no se está
publicando.