Se puede leer en la Wikipedia a
propósito de Aira: “Su abundante obra novelística, teatral y
ensayistica, asciende a más de sesenta textos”. En esas
condiciones es muy complicado para un neófito en su narrativa
extraer las claves de su narrativa a partir de dos novelas breves
como Váramo y la que nos ocupa, El Congreso de Literatura.
¿Qué sé
yo de Aira? Nada. ¿Qué puedo decir sobre sus textos? Apenas nada.
Tuve el atrevimiento de decir que Váramo era una especie de
deconstrucción del Ulises de Joyce... quisiera decir que El Congreso
es la de Hamlet por el deseo de mantener la coherencia paranoico-discursiva. Pero el hecho
de que se represente una obra de teatro dentro de la novela, una obra
escrita por el propio narrador de El Congreso y que el objeto de las
maniobras del narrador, a quien se considera algo así como un "rey" de la narrativa" asista a la representación, no es más que
una coincidencia, una velada referencia que podemos recibir con una
sonrisa. De hecho, El Congreso podría ser una deconstrucción de
Tokio bajo el terror de los monstruos, trasladada al Caribe, o algo
así.
(El título en realidad era Japón bajo
el terror del monstruo, más conocida como Gojira, es decir, Godzilla...
qué importa)
De todas formas, algo empiezo a
vislumbrar de lo que supone la narrativa de Aira, si creo lo que nos
cuenta (y es más que dudoso “creer” lo que nos cuenta un
narrador bajo su faceta de escritor sabiendo que al mismo tiempo es
un “Sabio Loco”):
“El viejo consejo sapiencial que adorna el frontispicio de mi ética literaria, “Simplifica, hijo, simplifica”, ¡otra vez dilapidado! Lo poco de bueno que he escrito, lo hice ateniéndome, por casualidad, a él. Sólo en el minimalismo se puede lograr la asimetría que para mí es la flor del arte; en la complicación es inevitable que se configuren pesadas simetrías, vulgares y efectistas”
En resumen, un hombre se hace
inesperadamente rico y acude a un congreso de literatura bajo su
fachada de escritor para conseguir su propósito oculto, dominar al
mundo clonando hasta el infinito a Carlos Fuentes, pero los planes
salen mal.
Esa es la trama. Lo que tenemos en las
manos es la “traducción” de los hechos por parte del narrador.
Cuando dice que quiere “extender mi dominio al mundo entero” se
refiere, según confiesa, a “la apertura de las puertas de la
realidad”. Cuando hace mención a la “traducción” la cosa se
complica. Pero la “traducción” es la base del texto. Según nos
explica, la Fábula que ns quiere contar hace referencia a otra
Fábula que a su vez se refiere a una Fábula anterior y así hasta
el infinito. Cuando “traduce” el narrador en primera persona se
inmiscuye en la historia. En primera instancia podemos suponer que lo
hace para explicar desde su punto de vista algunos aspectos de “los
hechos” que constituyen la “Fábula”. Eso está claro pues
ningún narrador en primera persona puede ser neutral respecto a los
hechos que narra. La “traducción” en algunos aspectos simplifica
la historia, la cual se asienta en la realidad, cayendo obviamente en
una contradicción ya que por una parte “simplificar” es la
máxima como escritor del narrador y por otra, “la apertura de las
puertas de la realidad” es el fin del Sabio Loco, la otra
personalidad del narrador.
Entonces, la “traducción” a la que
alude el narrador no puede ser más que un enmascaramiento de la
forma en que realmente está construida la historia de El Congreso de
Literatura.
¿Entonces Hamlet?
Debo seguir investigando a Aira.
1 comentario:
Gracias, Javier, por tu reseña. César Aira es una de mis asignaturas pendientes. Solo he leído su libro "Los fantasmas", aparentemente sencillo. En el caso de esta novela se confirmaría la cita de Válery sobre la piel como lo más profundo.
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