Sé que colgué
en un árbol mecido por el viento
nueve largas noches
herido con una lanza
y dedicado a Odín,
yo ofrecido a mí mismo,
en aquel árbol del cual nadie
conoce el origen de sus raíces.
No me dieron pan,
ni de beber de un cuerno,
miré hacia lo hondo,
tomé las runas
las tomé entre gritos,
luego me desplomé a la tierra.
Guđni Jónsson, Hávamál. Edda
poética
Me llamo Grímr,
me llamo Gangleri,
Herian y Hiálmberi,
Þekkr y Þriði,
Þuðr y Uðr,
Helblindi y Hár;
Saðr y Svipall
y Sanngetall,
Herteitr y Hnikarr,
Bileygr, Báleygr
Bölverkr, Fiölnir,
Grímr y Grímnir,
Glapsviðr y Fiölsviðr;
Síðhöttr', Síðskeggr,
Sigföðr, Hnikuðr,
Allföðr, Valföðr,
Atríðr y Farmatýr;
con un solo nombre
no me llamo más
cuando viajo entre la gente.
Guđni Jónsson, Grímnismál. Edda
poética
Dicen que Odín, el de cientos de
nombres, conoció el secreto de las runas, que simbolizan el
conocimiento y la fuerza, colgando durante nueves días del árbol
Yggdrasil, autoatravesado por su lanza, Gungnir, hecha con una rama
de ese mismo árbol. Por eso uno de sus nombres es Hangagud, dios de
los ahorcados.
Ese es uno de los motivos que
determinan las peculiaridades de algunos sacrificios que se hacían a
Odín: “Adán de Bremen relata que cada nueve años, la gente de
toda Suecia se reunía para realizar sacrificios en el Templo de
Upsala. Hombres tomados como esclavos y machos de cada especie eran
sacrificados y colgados en las arboledas sagradas cerca de los
templos recordando el sacrificio que realizara el dios para obtener
las runas”, dice la Wikipedia.
Odin alcanzó la sabiduría bebiendo en
el manantial de Mimir, pero para eso tuvo que perder un ojo.
Toda revelación tiene un precio.
Mimodrama de una ciudad muerta era un
relato cargado de tristeza y culpa. También lo está Los bosques de
Upsala. Pero hay una gran diferencia entre las dos novelas: El
narrador de Los bosques de Upsala es un narrador imposible. Pero no
lo sabemos.
(O quizás no sea imposible, lo que
implicaría que una parte de la historia no está relatada, pero me
remito a lo que aparece escrito en la novela)
Un narrador tan imposible como Odín.
Los bosques de Upsala es una novela
sobre las consecuencias de los actos de otros. No, como ocurría en
Mimodrama, en la que los muertos exigían algún tipo de
resarcimiento. Aquí los muertos no se inmiscuyen directamente en el
plano de la realidad de la narración, pero ejercen una influencia
determinante en el carácter del protagonista-narrador. Y eso influye
en el propio tono de la narración: enloquecida, perturbada,
desconcertante, variable y ¿poco fiable? En cualquier caso (en todos
ellos juntos) una narración asombrosa cargada de inquietud y
tristeza, en la que el personaje alterna entre la pusilanimidad y la
determinación más firme, entre el desamparo y el amor más
consecuente.
Y es que la raíz etimológica de Odín
significa, como adjetivo furia y locura, como sustantivo mente,
poesía e inspiración. Y ese carácter dual, magistralmente combinado, es la base de la novela de Colomer.
Una maravilla.
2 comentarios:
Le leí hace poco, y ciertamente me pareció una obra maravillosa, además con muchos matices y reflexiones cercanas a nuestra cotidianidad; además, me atrevería a decir que con influencias de Bernhard (ese monólogo interior, el ritmo narrativo y uso de comas, las repeticiones, ese narrador excéntrico,...).
El final a mi juicio inmejorable y muy romántico, (spoiler) morir por amor (y el miedo asociado a perderlo).
Hacía tiempo que no leía una novela tan floja como esta. Los personajes son planos y poco creíbles, el lenguaje es artificial (se nota un abuso del diccionario de sinónimos, lo cual convierte la voz del narrador en un chirrido irritante) y las escenas supuestamente cómicas no están nada logradas. En resumen, un título demasiado bonito para una novela mediocre.
Óscar Palazón
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