[Amaneció todo nevado. No hay huellas en la nieve. No hay un cuerpo tendido en ella. Sigue nevando]
¡Qué sueño más horrible tuve hace unos días! Soñé que me había convertido en un hombre muy malo, perverso, ¿cómo así?, no lograba explicármelo. Era un ser brutal de pies a cabeza, un trozo de carne humana emperejilado, torpe, cruel. Estaba gordo y, por lo visto, las cosas me iban viento en popa. Anillos centelleaban en los dedos de mis deformes manos, y de mi barriga pendían, negligentemente, quintales de carnosa dignidad. Me sentía plenamente autorizado a impartir órdenes y dar rienda suelta a mis caprichos. A mi lado, sobre una mesa ricamente servida, brillaban objetos dignos de una voracidad y dipsomanía insaciables, botellas de vino y licores, así como los más refinados platos fríos. Me bastaba con estirar la mano, cosa que de rato en rato hacía. En los cuchillos y tenedores se habían pegado las lágrimas de mis enemigos ajusticiados, y al tintineo de los vasos se unían los sollozos de innumerables desgraciados; sin embargo, las estelas de las lágrimas sólo me hacían reír, mientras que los sollozos de desesperación adquirían un sonido musical a mis oídos. Necesitaba música para amenizar el banquete, y la tenía. En apariencia, había hecho excelentes negocios a costa del bienestar de otros, lo cual me producía un gozo profundo y visceral. ¡Oh, cómo me complacía la idea de haber dejado en el aire a varios de mis congéneres! Y cogí una campanilla y llamé. Un anciano entró..., perdón, se introdujo a rastras – era la sabiduría de la vida –, y a rastras se llegó hasta mis botas, para besármelas. Y yo se lo permití a ese ser degradado. Pensad un poco: la experiencia, principio noble y bueno entre todos, lamiéndome los pies. Es lo que yo llamo ser rico. Y como me vino en gana, volví a llamar, pues sentía, no sé bien dónde, un acuciante deseo de divertirme; y apareció una tierna jovencita, un auténtico bocado para un libertino como yo. Dijo llamarse ‘inocencia infantil’ y, mirando furtivamente el látigo que había a mi lado, empezó a besarme, lo que me reanimó a un grado increíble. El miedo y la corrupción precoz aleteaban en sus hermosos ojos de cierva. Cuando tuve bastante, volví a llamar y entró un joven esbelto y bello, pero pobre: el lado serio de la vida. Era uno de mis lacayos, y yo, frunciendo el ceño, le ordené que hiciera pasar a esa fulana, ¿cómo se llamaba?, ah, sí, las ganas de trabajar. Poco después hizo su entrada el empeño, y me di el gusto de asestarle a ese hombre íntegro, a ese trabajador de extraordinario físico, un sonoro latigazo en el centro de la plácida y expectante cara: ¡para morirse de risa! Y él, que era el afán, la prístina energía creadora, lo toleró sin protestar. Cierto es que luego le invité a un vaso de vino con gesto perezoso y altanero, y el pobre idiota bebió a sorbos el vino de la vergüenza. «Anda, trabaja para mí», le dije, y él obedeció. Luego compareció la virtud, figura femenina de una belleza avasalladora para todo el que aún no esté completamente congelado. Entró llorando; yo la senté en mis rodillas e hice disparates con ella. Cuando le hube robado su inefable tesoro, el ideal, la eché entre expresiones de sarcasmo y, a un silbido mío, se presentó Dios en persona. “¿Cómo? ¿Tú también?”, grité, y me desperté bañado en sudor.
Creo que el mensaje de Jakob von Gunten es explícito: “Huir de la cultura, ¿sabes, Jakob? ¡Qué gran cosa!”. La novela de Walser supone la exaltación de la mediocridad para alcanzar… ¿alcanzar, qué?... ahí se me desmorona el mensaje de Walser y me impulsa a buscar en el texto un significado alegórico.
Pero no lo encuentro.
¿No lo encuentro porque no lo hay o porque carezco de referencias contextuales sobre Walser?
Abandonó la escuela, abandonó el hogar familiar, tuvo varios trabajos no relacionados con la literatura…
¿Acaso no hay más que lo que el mismo texto muestra, la decisión voluntaria de impregnarse de mediocridad para sobrevivir?
“Esta idea, es decir, la de que, como todo hombre humilde, siempre podré comer mi pan cotidiano, me dejaría profundamente herido si aún fuese el antiguo Jakob von Gunten, el descendiente, el retoño de mi estirpe, pero me he convertido en algo totalmente distinto, en un hombre común y corriente, y esta transformación en un hombre común y corriente, que debo a los Benjamenta, me llena de una confianza indecible, perlada por el rocío de la satisfacción. He cambiado mi orgullo, mi sentido del honor. ¿Cómo he podido degenerar siendo tan joven? Aunque ¿será esto degeneración? En cierto sentido, sí; pero por otro lado es conservación de la especie”
La ironía que encierra el texto autobiográfico de Jakob von Gunten es que no se puede ser un hombre común y corriente, ser, además, consciente de ser un hombre común y corriente y ser un hombre nada común y corriente cuando escribe. El narrador de Jakob von Gunten no es un hombre común y corriente, pero se empeña en afirmárnoslo. Es una persona que ha hecho una elección y la mantendrá en su vida (voluntariamente mediocre), pero que sin embargo nos cede un texto en el que la mediocridad no está presente. De alguna manera Jakob nos engaña. No es un narrador infidente, porque cree verdaderamente en lo que dice. Pero no olvida la ironía que encierra su situación. Podríamos decir que es una persona disociada. Por un lado abraza la mediocridad de la cotidianeidad, por otro la excelencia literaria.
Tal vez sea ese el significado alegórico, salvo que no es alegórico. ¿Alcanzar, qué? No hay nada que alcanzar. Es, simplemente, conservación de la especie. Después (al mismo tiempo) en otro nivel distinto, lejos de las “necesidades”, se encuentra la Literatura.
Gracias, Jakob von Gunten. Muchas gracias, Robert Walser.
[Sigue nevando. No hay pasos en la nieve]
Los fragmentos de Jakob von Gunten, de Robert Walser, en la traducción de Juan José del Solar, Debolsillo.
2 comentarios:
Mi homenaje a Robert Walser:
http://deaquialima.blogspot.com.es/2008/07/ahora-escribo-lpiz-de-manera-muy-ntima.html
La grandeza de este librito es que en un principio se podría pensar que el personaje Jacob von Gunten abraza su "mediocridad" porque su espíritu ha sido "aniquilado" por las instituciones y personas que debían cuidar de él (simbolizadas por la pesadilla del “gordo rico”). Pero la vida "real" de Walser interfiere en esta lectura simplista, y también la actitud entusiasta (?) del personaje ante esta especie de muerte en vida. Creo que el sueño del "gordo rico" (muy kafkiano, ¿no?) da un poco con la clave, creo yo: el Sr Von Gunten /Sr. Walser se parapeta muy conscientemente en ese "no ser nadie" para no tener que lamer los pies del “gordo rico”…Lo cual le permite mantener su libertad, la escritura (como apuntas) como único acto de libertad verdadera…
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