Antes de leer esta reseña INTENTAD NO PENSAR EN UN OSO
POLAR.
Bien. En esta reseña no va a aparecer ningún oso polar. Es una
idea vírica que se atribuye, como muchas otras frases, indistintamente a
Dostoievski y a Tolstoi (a una de las muchas conversaciones que Tolstoi y su
hermano, también Tolstoi, mantuvieron a lo largo de su vida en las que tantas
cosas se dijeron para la posterioridad)
En esta reseña tampoco aparecerá El Juego. Ya sabéis, ese
juego que acabáis de perder sí estáis leyendo esto. “Cuando uno piensa en El
Juego, pierde”, es una de las reglas. Obviamente, perdí.
Pierdes si piensas en un oso blanco.
Pierdes si piensas en Jesús.
En la Patrulla de salvación (ese blog que nadie lee)
recopilaron una serie de reseñas negativas de la novela de Coetzee (Lo últimode Coetzee es una cagada) en la que muestran a la Inteligentsia de este país obsesionada y condicionada
con la idea del oso polar.
La infancia de Jesús de Coetzee tiene dos partes bien
diferenciadas: La novela y el título. El título es una idea vírica implantada
en la mente del lector que condiciona la lectura alegórica de la novela. Lo que
hay que hacer es intentar no pensar en el oso blanco. Lo que hay que hacer es
no pensar en el título. Y eso, ya lo sabemos, es imposible. Luego, hemos
perdido.
Coetzee nos propone un viaje a una sociedad extraña. En
todas esas reseñas que mencionan en la Patrulla, se desmenuza, a falta de otra
idea, el argumento de la novela. Intentaré no redundar en ello. Sólo decir que
se trata de una sociedad simple, incluso ingenua, en las que las necesidades
básicas están garantizadas por el Estado, en la que se habla español, pero en
la que la cuestión de si el loco está cuerdo y los locos son los cuerdos es
considerada una cuestión de filosofía colegial. Lo que los críticos de la
novela parecen aborrecer es que no hay grandes ideas en la novela de Coetzee,
que sus personajes son simplistas, irritantemente básicos, que sus parlamentos
son incongruentes, contradictorios y sin fundamento intelectual. Bienvenidos al
mundo real, habría que decirles. Coetzee, desde luego, ya lo ha demostrado, no
va a ponernos las cosas fáciles, no va a decirnos cómo debemos leer la novela,
no va a decirnos cómo debemos interpretarla. Si los diálogos y los hechos
resultan irritantes y contradictorios lo que debemos preguntarnos es por qué
Coetzee nos los muestra así, cuál es su objetivo. Y por qué la obsesiva
presencia del oso polar… quiero decir, la obsesiva posibilidad que se nos
brinda cada poco de interpretar la novela en un contexto “bíblico” que,
finalmente, resulta erróneo.
Y ahora pienso en el oso polar.
O no resulta erróneo, porque esa es otra cuestión: se puede
interpretar la novela alegóricamente como una vida de Jesús, pero una especie
de Jesús fallido, que quizás se acerque más a la verdadera vida de Jesús, no al
Jesucristo mítico que se conoce a través de los evangelios, sino a la persona
real y sus hechos, que fueron la base para el relato (exagerado, como todo
relato) de la vida de Jesús que recoge la Biblia.
Y es que aunque nos empeñemos en no pensar en el oso polar
que aparece en el título, la misma novela da pie a una interpretación bíblica.
O, posiblemente, nos muestre una posible realidad que reinterpretada da origen
a un mito. Lo que propone Coetzee, si pensamos en el oso polar, es cómo
funciona la creación del pensamiento mítico partiendo de situaciones y hechos
banales, que pueden a su vez ser interpretados en su misma prosaicidad o,
mediante argumentos psicológicos, en nuestro caso reducidos a un caso de
educación contraria a las normas establecidas. Un cuerdo entre locos. O al
contrario. Ya sabemos que eso es filosofía de colegial.
La clave de esa interpretación es el Quijote que aparece en
la novela, que tiene las siguientes características: a) es un texto abreviado
para niños; b) su autor es un tal Benengelí, que aparece retratado con su
característico turbante; c) el niño, David-Jesús-Oso Polar, aunque puede leer
el texto, con limitaciones en el significado de algunas palabras, interpreta el
libro a través de las ilustraciones que contiene; d) el niño no distingue entre
realidad y ficción.
Y esto, señoras y señores, es sencillamente fantástico.
P.S.: La coda consecuente al oso polar sería buscar el
referente de la novela.
9 Quien tiene oídos para oír, oiga. 10 Entonces, llegándose
los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? 11 Y él
respondiendo, les dijo: Por que á vosotros es concedido saber los misterios del
reino de los cielos; mas á ellos no es concedido. 12 Porque á cualquiera que
tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado. 13 Por eso les hablo por parábolas; porque viendo no ven, y oyendo no
oyen, ni entienden. 14 De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías,
que dice: De oído oiréis, y no entenderéis; Y viendo veréis, y no miraréis. 15
Porque el corazón de este pueblo está engrosado, Y de los oídos oyen
pesadamente, Y de sus ojos guiñan: Para que no vean de los ojos, Y oigan de los
oídos, Y del corazón entiendan, Y se conviertan, Y yo los sane. 16 Mas
bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. 17
Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que
veis, y no lo vieron: y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Mateo 13:9-17: La Biblia Reina-Valera.
En fin, mitos sin fundamento.
No pensemos en el oso polar.
2 comentarios:
Por fin puedo leer un artículo (el tuyo) que está a la altura de lo que ofrece la última novela de Coetzee.
Esa altura no es mucha ni poca, es alternativa, y eso es algo que el gran pagado de sí mismo Muñoz Molina, no quiere ni puede enfrentar.
Gracias y saludos.
Mmmm, me encanta Coetzee, le tengo que echar muela a esta novela, más temprano que tarde. Gracias.
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