13/11/13

La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski (II)

A pesar de que gracias a Teresa se había aficionado a Beethoven, Tomás no entendía demasiado de música y dudo que conociera la verdadera historia del famoso motivo “muss es sein?, es muss sein!”

Es la siguiente: cierto señor Dembscher le debía a Beethoven cincuenta marcos y el compositor, que jamás tenía un céntimo, se los reclamó. “Muss es sein?” suspiró desolado el señor Dembscher y Beethoven se echó a reír alegremente: “Es muss sein!”; inmediatamente anotó aquellas palabras y su melodía y compuso sobre aquel motivo realista un pequeña composición para cuatro voces: tres voces cantan “es muss sein, es muss sein, ja, ja, ja”, “tiene que ser, tiene que ser, sí, sí, sí”, y la tercera voz añade: “Heraus mitt dem Beutel!”, “¡Saca el monedero!”
Ese mismo motivo fue un año más tarde la base de la cuarta frase de su último cuarteto opus 135. Dembscher. La frase “es muss sein!” le sonaba cada vez más majestuosa, como si la pronunciara el propio Destino. En el idioma de Kant, hasta el “buenos días”, con la entonación precisa, puede adquirir el aspecto de una tesis metafísica. El alemán es un idioma de palabras pesadas. De modo que “es muss sein!” ya no era ninguna broma, sino “der schwer gefasste Entschluss”.
De ese modo, Beethoven transformó una inspiración cómica en un cuarteto serio, un chiste en una verdad metafísica. Esta es una interesante historia de transformación de lo leve en pesado (o sea, según Parménides, de transformación de lo positivo en negativo). Sorprendentemente, semejante transformación no nos sorprende. Por el contrario, nos indignaría que Beethoven hubiese transformado la seriedad de su cuarteto en el chiste ligero del canon a cuatro voces sobre el monedero de Dembscher. Sin embargo, estaría actuando plenamente de acuerdo con Parménides: ¡convertiría lo pesado en leve, lo negativo en positivo! ¡Al comienzo (como un boceto imperfecto) estaría la gran verdad metafísica y al final (como la obra perfecta) habría una broma ligera! Sólo que nosotros ya no sabemos pensar como Parménides.

La insoportable levedad del ser”, de Milan Kundera
Traducción: Fernando De Valenzuela.


La idea se la robo a Roy Batty: Es Muss Sein. O lo de las dedicatorias...


Entonces, ¿es una broma?, ¿la transformación (por parte de Zampanò) de algo cómico en una verdad metafísica?
La cosa va, más o menos, como sigue:
El domingo me levanto temprano para zambullirme en las páginas de La casa de hojas. Cuando llevo unas 20 páginas me entra un mareo que hace que mi percepción de las dimensiones se trastorne. Me ocurre en ocasiones, pero me intranquiliza que me ocurra leyendo las tribulaciones de Truant. Al mareo sigue el consiguiente dolor de cabeza. 
A partir del lunes me levanto a las cinco de la mañana para acudir a una fábrica paralizada. El silencio en un lugar habituado a un persistente y sordo rumor ensordecedor (véase CBDP) es casi material. Con la gran mayoría del personal ya despedido no hago más que ver sombras donde no hay nada. 
Creo que no es una buena época de mi vida, impelida a un cambio no deseado, para leer La casa de hojas.
Sigo adelante mientras la narración se retuerce sobre sí misma para escenificar sobre el papel el laberinto en el que Holloway se ha internado.
Hollow way, forma hueca traduce google. Camino vacío el que sigue el gran explorador en las entrañas de la CASA.
Seguiremos.

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