24/11/13

Historias del arcoíris, de William T. Vollmann

La publicación consecutiva en Pálido Fuego y la encadenación de lecturas por mi parte hace que relacione, sin más sentido, en principio, que el temporal, Historias del arcoíris con La Casa de Hojas. En la novela de Danielewski hay un vacío fundamental cuya oscuridad constituye el centro de la novela y de su misterio. Los relatos de Vollmann se desarrollan a partir de la descomposición de la luz y cada uno de ellos corresponde a uno de sus espectros visibles. De hecho, una nota tras el prefacio del texto se denomina De cómo el infame Arcoíris muestra su orden en el ámbito universal. La calificación de “infame” debería darnos una pista. Nuestra educación occidental nos condiciona a identificar la Luz con la divinidad y la oscuridad con el Mal. Y, siguiendo con la comparación, hay algo perverso en la oscuridad del laberinto que nos propone Danielewski (que finalmente descubrimos dónde anida verdaderamente) mientras que Vollmann muestra la infamia que subyace a cada uno de los componentes, espectros, de la luz. Para eso Vollmann se otorga el papel de demiurgo en la composición de sus relatos, con la presencia de un narrador, denominado Bill, que tanto puede ser un observador extradiegético, como ser parte activa de la narración, llegando incluso a autootorgarse el papel de una de las personificaciones de la divinidad. Luz y Oscuridad, en cada uno de los textos de Vollmann y Danielewski, adoptan su avatar alegórico. Bien y Mal. Pero, lo que une a los dos autores, es la posición que toman ante los símbolos predeterminados culturalmente, volteando las convenciones y mostrando la realidad de esas “falsas alegorías” al reducirlas a “lo humano”.

Según Vollmann sus relatos deberían leerse ateniéndose al siguiente lema:

Lo más bello es la oscuridad más oscura.


Tras esa contundente declaración, en De cómo el infame Arcoíris muestra su orden en el ámbito universal, Vollmann establece su particular división de las frecuencias de la luz:

Infrarrojos: Engendros mecánicos.
Espectro visible: Relatos.
Ultravioletas: Misterios y monstruos.

Confiesa Vollmann: “En cuanto a los colores, no soy capaz de percibirlos como tales. Por ello, no he basado mi ideología en cualidades innatas de tonalidades concretas, sino en sus extremos y su negación. Así, el blanco y el negro bordean el espectro de este Arcoíris, y es en su progresión del uno al otro donde descansan sus significados

El primero de los relatos se ubica en la sala de urgencias de un hospital. Enfermos de la sala de radiología vislumbran su destino en las líneas de colores marcadas en el suelo, dibujadas para su orientación:
Rojo-Atlántida, Naranja-Hiperbórea, Amarilla-Thule, Verde-Cielo, Azul-Infierno, Índigo-Purgatorio, Violeta-Diossabeadónde.

Los restantes relatos se adaptan a ese patrón:
Blanco: Skinheads
Rojo: Terrorista del IRA+ Técnico de laboratorio
Rojo: Prostitutas
Naranja: Fuego (Sadrac, Mesac y Abednego en el horno de Nabuconodosor)
Amarillo: Jenny, la novia coreana de Bill
Amarillo: El pañuelo de los estranguladores Thug
Verde: Obseso fetichista
Azul: Jenny y Marisa la skinhead
Azul: Los mendigos y el asesino psicópata
Índigo: Máquinas destructoras
Violeta: Una historia moderna de santidad.
Rayos X: Radiografías

La mayoría de los relatos están ambientados en Tenderloin (que la mayoría de las guías turísticas de San Francisco califican de barrio “peligroso”) y se centra en sus habitantes, skinheads, mendigos, prostitutas, enfermos sin seguro médico, personas, en definitiva, alejados del “espectro visible” de la sociedad, pero con su propia luz y su inherente oscuridad. Además, Vollmann incluye dos relatos que lindan con lo “histórico” para completar su “visión” del espectro electromagnético de la miseria humana, entendida ésta como la “oscuridad” que albergamos en nuestro interior.
Como toda colección de relatos, la irregularidad está presente. Pero debemos admitir que en conjunto, como relatos que persiguen un objetivo ideológico común, funcionan a la perfección. No es tanto que debamos juzgar cada uno de los relatos individualmente sino admirar como la disparidad consigue transmitir un relato único sobre aquello que peyorativamente denominamos “humanidad”.
Nos encontramos de nuevo con el peculiar estilo narrativo de Vollmann, mezclando, gracias a la superposición de puntos de vista extra e intradiegéticos, ficción con una especie de análisis periodístico de una realidad que en ocasiones obviamos. Como sucedería en Los pobres, Vollmann analiza las circunstancias de aquellos individuos que habitan los límites de la sociedad para crear con esa realidad una suerte de ficción periodística en la que lo que consideramos ingenuamente como verdad es la base de un constructo narrativo. De esta forma, el viaje que nos propone Vollmann del blanco al negro, de la violencia de los skinheads hasta la transmutación trinitaria del narrador, es lo más importante. Sin embargo, cada uno de los relatos está cargado de ideas perturbadoras y de imágenes chocantes. Permitidme que destaque uno de la historia desarrollada por Vollmann a partir del texto bíblico de El libro de Daniel:

“… y aunque Abednego pudiera atravesar el desierto babilónico, tendría que cruzar a solas el salado Pantano del Desaliento y luego superar la lúgubre vista del Edén, el cual estaba cercado con alambre de espino y rodeado de plataformas con metralletas manejadas (si ésa es la palabra) por ceñudos ángeles de ojos llameantes y adonde mirara habría señales que dirían LARGO y PROHIBIDO EL PASO y DISPARAMOS A MATAR”

Hay, como él mismo confiesa, un objetivo ideológico en sus relatos, yo diría que incluso moral, pero Vollmann se limita a plasmar los hechos sin juzgarlos de forma evidente. Hay una única justificación personal por parte del autor al final del relato sobre los despiadados Thugs, explicación que todos consideraríamos innecesaria si se tratase de un relato sobre la Inquisición (por poner un ejemplo). Así, incluso desde fuera de las narraciones, Vollmann es capaz de plasmar la mezquina realidad de nuestra sociedad. Teniendo en cuenta que lo narrado en Los ingenieros índigo se ajusta totalmente a la realidad (véase la página web de Survival Research Laboratoires) debemos ajustar, para hacernos una idea de cómo funciona la mente narradora de Vollmann, la forma que tiene de aproximarnos a ese mundo de carne y metal y la manera en que ellos mismos se presentan en su página. Vollmann, siendo un excelente narrador, plantea sus narraciones desde un punto de vista periodístico. El lector debe replantearse continuamente los códigos de lectura habituales. Esto es la realidad, debe decirse y, a continuación, reafirmarse, esto es ficción. Vollmann, por ejemplo, nos introduce en la mente de un asesino psicópata para luego abandonarnos en la fría sala del forense mientras nos describe meticulosamente y sin atisbo de emociones todo el proceso de una autopsia. Vollmann es capaz de mezclar lo Real, lo sórdidamente real, con lo narrativo de forma extraordinaria. Y esa es su gran virtud literaria.  



Los textos de la traducción de José Luis Amores para la edición de Historias del Arcoíris de Editorial Pálido Fuego)

5 comentarios:

Willie dijo...

Por lo que cuentas, el libro de Vollmann tiene una pinta tremenda. Además, parece que podría definirse como bastante macabro (la oscuridad de un skinhead...), ¿no?

Portnoy dijo...

Algo así. También menciono que es irregular. Pero vale la pena.
En cuanto a la oscuridad de un skinhead, eso es algo que tienes que decidir tú. :-)
Un saludo y gracias por comentar.

Dionisio Porta dijo...

Marisa, la skin-head...

Portnoy dijo...

Nada es casual, Dionisio
:-)

Azul Sanchez dijo...

"El mundo la acarició de un modo inadecuado aquella noche, como un amante de papel de lija" pues así están los protagonistas y así nos quedamos los lectores.
Como siempre: sensacional el lamento de P