11/2/13

Trastorno, de Thomas Bernhard


Me gusta leer a Bernhard, dijo el crítico, porque me permite dormirme durante media hora con el libro en las manos. Dejo que la somnolencia me invada y que la voz de Bernhard se apodere de mi cabeza y mientras duermo, una cabezadita de media hora con el libro en las manos, la voz de Bernhard sigue en mi cabeza, controlando la duermevela y la voz de Bernhard esta en mi cabeza y yo no estoy en la cabeza de Bernhard. “Mi tormento es algo a lo que usted no tiene acceso” le dice el príncipe al doctor, el padre del narrador de Trastorno y “Todos los hombres están más o menos locos” dice el príncipe y “En cada cabeza humana se encuentra la catástrofe humana que corresponde a esa cabeza” y yo estoy solo en mi cabeza, dice el crítico, con mi propia catástrofe a la que nadie más tiene acceso y la voz de Bernhard está en mi cabeza, pero yo no tengo acceso al tormento de Bernhard ni a su catástrofe humana más que a través de su voz. Pensaba, dice el crítico, que Trastorno era una de las novelas más asequibles de Benhard que había leído. Eso fue al principio. Pero no hay novela asequible de Bernhard porque Bernhard es conceptualmente antinarrativo, dice el crítico. "Todo el mundo” dice el crítico que decía el príncipe en la novela de Bernhard, “hablaba siempre un lenguaje que él mismo no entendía pero que, de vez en cuando, era entendido". Bernhard no escribía para ser entendido, supongo, dice el crítico, que lamentaba esos de vez en cuando en que era entendido. Al principio pensé que Trastorno era una de sus novelas más asequibles, dice el crítico, porque parecía existir un hilo narrativo a través de la voz del hijo del doctor que acompaña a su padre a visitar a sus pacientes y compraba la progresiva degradación física y moral de los habitantes de su región natal, pero la ilusión no duró demasiado. La voz del príncipe, a través del hijo del doctor, a través de Bernhard, dice el crítico, se apropia del relato, incorpora su demencia a la narración, una demencia que anula al otro, un monólogo que niega al lector, al tiempo que el hijo del doctor apela al lector a continuar. Bernhard es conceptualmente antinarrativo, dice el crítico, Bernhard no desprecia al lector, pero lo elimina de la ecuación, tal vez todo esto no sea más que un error, que lo que verdaderamente ocurre, dice, es que estamos incapacitados para comprender la literatura centroeuropea. Decía Hrabal que Kafka era un gran humorista que ni anglosajones ni latinos entendemos. ¿Y si, dice el crítico, Bernhard es un gran humorista al que nos resulta imposible entender? Aunque fuese así, dice el crítico, estaríamos de nuevo fuera de la ecuación. A no ser que estemos dentro y pensemos que estamos fuera porque, dice el crítico, cuando me adormezco con el libro en las manos, en mitad de una frase, la voz de Bernhard continúa hablando desde el interior de mi cabeza, frases que jamás escribió, que no son frases, sino el eco de un discurso lejano, del ritmo de la voz, del esqueleto de un monólogo que sucede dentro de mi cabeza a la que Bernhard ha accedido mientras que su cabeza, la de Bernhard, dice el crítico, permanece inaccesible obra tras obra, novela tras relato y lo que queda, cuando despierto y expulso a Bernhard de mi cabeza y sigo leyendo dejando que Bernhard se vuelva a introducir en mi cabeza, el verdadero Bernhard, el del texto, dice el crítico, es el sentimiento degradante de haberme convertido en parte de la sociedad a la que Bernhard critica y desprecia y me digo, no, no es eso, Bernhard era un humorista.

Los escritores mancillaban siempre la Naturaleza con sus obras, de forma más o menos diletante, “más o menos aplaudida”, más o menos totalmente desenfocada respecto a los acontecimientos.

Los extractos de Trastorno, de Thomas Bernhard, de la traducción de Miguel Sáenz para Alianza Editorial.

7 comentarios:

Vero dijo...

La voz de Berhanrd en la cabeza del crítico y en su voz (en sus dedos al tipear). Parece que la forma de escribir sobre Bernhard es desde el estilo de Bernhard. Recalcitrante. Es contagioso el trastorno. (Me gustó mucho el comentario). Y sí, cuenta max Brod que Kafka se partía de la risa cuando quería leer en voz alta En la colonia penitenciaria; Bernhard en alguna entrevista -a falta de un Brod que lo comente lo hace él mismo- cuenta que a veces al escribir no puede parar de reírse. (En el libro de Krista Fleischmann o el de Kurt Hofmann, ya no recuerdo, quizá en los dos). Saludos, Portnoy, qué gusto que hayas recalado en uno de mis escritories favoritos.

Carlos Q. dijo...

Creo que todo autor esquematiza en su obra esa ecuación constructivista de la literatura (locución narrativa, ilocución y perlocución) más allá de que alguno parezca soslayar el primero y el útimo de sus elementos e intente hacernos creer que en realidad uno está afuera. Esto último, no hace más que reafirmar donde estamos y donde estuvimos desde siempre... adentro de a lógica.
Dostoievski, Schopenhauer o Nietszche e incluso Faulkner y Borges, parecen ser autores que permanentemente expulsan u olvidan que dirigen un mensaje multilateral y multitemporal. Pero allí donde más parece desaparecer la ecuación, es donde más aparece la cohesión del vínculo entre el narrador y el lector. Gran Blog, felicitaciones.
Si alguno gustase, puede pasar por mi ultra humilde ventana de fragmentos liteerarios: http://pobrebiblioteca.blogspot.com.ar/

GLÒRIA dijo...

No profundizaré en Bernhard, no sé si sabría pero sé que la clave está en su estilo único o aparentemente único. Existe una biografía escrita por su traductor que lo acerca muchísimo y de forma veraz. La mejor obra del austríaco es o son los cinco libros que componen su joven autobiografía y que no requieren ser leídos por orden alguno. Si no los has leído, yo, enemiga de recomendaciones, me arriesgo y te sugiero que lo hagas.
Un saludo.

Sergio dijo...

Bernhardt puede no gustar a ese crítico en concreto(o sí, da igual)pero es perfectamente inteligible. Me parece un autor fácil. Coge un tema y le va dando vueltas en su mente y en la del lector como el que coge una pelota de tenis y juega con ella en su mano distraídamente. No hay cientos de personajes ni cientos de aventuras ni nada. Es en palabras que podrían ser de Vila-Matas la aventura del pensamiento del escritor. Yo admito que como a mucha gente salgo de sus libros con una cadencia nueva en el pensamiento y con ganas de escribir así. Creo que Javier Marías también se trastornó por leerle hace tiempo. Creo que Bernhardt escapa a la posibilidad de crítica literaria porque su estilo a la novela es como el estilo de un loco al estilo de un cuerdo, inasible.

Trayectos ciegos dijo...

Me ha gustado mucho este fragmento emulador de la escritura de Bernhard. Me recordó a un personaje de "Prisión perpetua" de Piglia cuyo objetivo era escribir de tal modo que pareciera que escribía su maestro, ya muerto.
Bernhard es Paul y Ludwig (de su novela "El sobrino de Wittgenstein")al mismo tiempo, filosofía y locura, llevadas, indistintamente,al papel.
No sé si los lectores que le dan la espalda a este escritor lo hacen por su pensamiento laberíntico y su especialidad en los bucles,o porque no soportan su denuncia de las miserias humanas y su capacidad de mirar de lleno a la cara de la muerte.
Un abrazo, Javier.
Elisa

Anónimo dijo...

Yo estoy luchando con las cabezaditas...el libro se me cae, pero vuelve a mis manos...Iba "fácil" hasta que empezó a hablar el principe...pero ahí voy, subiendome y bajándome del tren; es adicitivo, y algo me dice que terminaré el libro con una sonrisa en la boca.

Carlos O

Anónimo dijo...

"Transtorno" es un libro extraordinario y el príncipe es el Don Quijote austríaco. Las murallas interiores y las murallas exteriores.. cómo olvidarlo.