30/8/07

71 fragmentos de una cronología del azar, de Michael Haneke

A propósito de 71 fragmentos de una cronología del azar comenta Haneke:

Vemos muy poco del total y comprendemos aún menos. El mainstream, el cine comercial, nos hace creer que lo sabemos todo. Y eso es aburridísimo. En la literatura del siglo XX, al menos en la de la segunda mitad, no hay ningún escritor que se haya atrevido a dar la impresión de conocerlo todo. Es la fragmentación la única forma de abordar un tema con sinceridad. Al mostrar pequeñas piezas, la suma de esos fragmentos da al espectador la posibilidad de escoger trabajando a partir de sus propias experiencias. Es decir hay que provocar en el espectador que su maquinaria intelectual y emocional se ponga a trabajar.


Lo que propone Haneke en 71 fragmentos de una cronología del azar, empleando el recurso de mostrar una sucesión de escenas aparentemente inconexas que acaban conformando un hilo narrativo no explicito, como haría más adelante en Código desconocido, de forma que las lagunas narrativas eludidas o no mostradas deben ser completadas por la propia experiencia del espectador. De o que se trata en definitiva, ante la imposibilidad de plasmar la realidad (“la imagen, todos lo sabemos, está trucada”) es acercarse lo máximo posible a la “realidad” compaginando la experiencia del espectador con aquellos fragmentos narrativos que el director ha escogido para conseguir un “relato reconocible”:

"Quería presentar fragmentos reconocibles. No comprensibles sino reconocibles, que no es lo mismo."

No muestra la realidad, lo cual es imposible, sino que intenta que la reconozcamos.

Pero creo que en esta experiencia Haneke atenta contra la narrativa cinematográfica: La realidad es aburrida, la realidad es prosaica; intentando acercarse lo máximo posible a la “realidad”, para que sea reconocible, el discurso de Haneke se vuelve aburrido y prosaico en muchos momentos.
Ya sé que es un efecto deliberado.



Confiesa Haneke que la escena de la conversación telefónica del anciano (¿nueve minutos?) pero sobre todo la escena del entrenamiento de ping pong (*) buscan intencionadamente irritar al espectador. Según decía (y cito de memoria) el espectador debe pasar por una serie de etapas mientras contempla la escena: Interés, perplejidad, irritación, impaciencia, para finalmente volver al interés. Pero debe volcarse su interés ahora no en la narración cinematográfica sino sobre el mismo hecho de la filmación, constatando la diferencia entre la realidad y la ficción, creando una llamada de atención sobre la imposibilidad de captar la realidad, que puntualiza vehementemente que “lo que vemos” es la “realidad” que el cine puede ofrecernos. Esto me parece un error ya que el mismo intento de plasmar lo más fielmente posible la “realidad” es, en sí, anticinematográfico ya que se corre el riesgo, como ocurre en 71 fragmentos, al intentar mostrar lo prosaico y aburridos que resultan muchos instantes de la “realidad” devenir aburrido y prosaico. Y banal, además, ya que al parecer al director se le olvida que el espectador, como él mismo, conoce a la perfección las cualidades de la realidad, y que no necesita que le recuerden continuamente el carácter ficticio (y “real” al mismo tiempo dentro de un código aceptado de antemano) de lo que se muestra en la pantalla.
Yo acepto, y admiro, la voluntad de Haneke de marcar las distancia entre sus películas y las del cine mainstream, pero creo que en esta ocasión comete el error de subestimar (y castigar innecesariamente) al espectador que ha escogido una de sus películas precisamente por esa construcción no comercial que le caracteriza. Haneke redunda en lo obvio y busca una, para mi incomprensible, confrontación con el espectador.
Creo que en esta ocasión Haneke pone por encima del hecho cinematográfico un concepto teórico muy interesante pero que falla puesto en escena. Al escoger cierto feísmo como reflejo de la realidad el experimento de Haneke se convierte en una propuesta antiestética. ¿Debe ser estético el cine? No lo sé, pero en 71 fragmentos se consigue un resultado opuesto al esperado: Prevalece el hecho cinematográfico, la teoría, sobre la puesta en escena; es como si el director gritase “mira, estoy rodando una película” y eso, como me comentaba un amigo, es una paja mental que provoca el rechazo del espectador.

Pero que quede claro que en general las propuestas de Haneke me parecen satisfactorias y arriesgadas, aunque en ocasiones los resultados pueden ser cuestionables.


(*) quien quiera ver la escena que pulse: Ping pong


Notas:

Las escenas más realistas de Código desconocido, en el sentido melodramático que tiene el cine comercial de entender el realismo, pertenecen paradójicamente a una película que se rueda dentro de lapelícula, en la que los actores de Haneke tiene papeles de actores.

¿Resistirá Funny Games su paso por la industria del cine mainstream?


El cine de Haneke se caracteriza por despojar al cine comercial de todo contexto narrativo y moral eludiendo los tópicos y los clichés. En ese sentido La hora del lobo es ejemplar.


Relacionados:

Entrevista a Haneke 1 y 2

La imagen pornográfica

El vídeo de Benny

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Aunque meter a Haneke y Gran Hermano en el mismo comentario pueda resultar algo violento e incluso ofensivo para algunas personas, creo que el comentario que haces acerca de la realidad es precisamente la razón de que este último, a pesar de las tonterías de la una vez reputada Milá, haya estado lleno casi desde el principio de gente que es o aparenta no ser "normal", con toda la ambiguedad que encierra el término en cuestión. Es decir, gente violenta, emocionalmente inestable, tonta, estúpida o manipuladora, todos ellos encerrados en un recinto de tamaño reducido. Eso convierte el producto en cuestión en algo diferente de la realidad (y no en un experimento de nada, como alguna idiota argüía).

Como tú dices (o creo que dices, uno se siente pequeño y siempre tiene miedo a parecer más tonto de lo que es), la persona come bastante realidad a lo largo del día como tener ganas de seguir tragando más, o como para no saber en qué consiste ésta exactamente.
Escapar de ésta, y no volver a ella, ser consciente de ella, o cualquier otra consideración metafísica filmográfica o literaria, es precisamente -pienso- una de las funciones tanto del cine como de la literatura.

Por lo demás, un comentario -el tuyo- impresionante (como siempre, aunque no siempre estoy tan interesado).

(Por cierto, creo que el enlace del video de Benny está mal, o yo estoy confundido)

Anónimo dijo...

Ahora que lo leo, hay que ver qué comentario más trivial, leches.

Portnoy dijo...

No, no es trivial. Dejando aparte el hecho de que la presencia de una cámara distorsiona la realidad (algo así como un "principio de incertidumbre"), planteas también el tema de la función de la literatura y el cine. Entiendo que nos transportan metafísicamente como dices (una metarealidad real), pero no me queda claro el que su función sea la de escaparse. Cuando escribía el texto sobre 71 fragmentos encontré ese obstáculo: la consideración del cine, en este caso, como medio de escape de la realidad, desvirtúa completamente su esencia y hace necesario a Haneke y a su realidad plasmada... no sé si me explico...
en fin, gracias por tus comentarios (y por avisarme del enlace)
Un saludo

Anónimo dijo...

Creo que entiendo lo que dices, pero pienso que (yo) he expresado mal la idea de escaparse de la realidad. A menudo, y aunque parezca una tremenda tontería, tengo resistencia a ver algunas películas o leer algunos libros por miedo a que sean "demasiado reales"; es decir, que reproduzcan tan fielmente la (mi) realidad que en ésta no pase en conjunto nada interesante o nada excepcional (dejando aparte que tampoco es que mi vida sea tan aburrida). Es decir, que se trate en suma de un producto consistente en un conjunto de descripciones, acciones irrelevantes, rutina, conversaciones de cafe, día tras día, hasta tal punto que yo mismo sea capaz de reconocer un día cualquiera en lo que veo.

Pero al final, cuando en ocasiones doy el paso, siempre quedo perplejo -y agradecido- al descubrir que efectivamente, sucede algo, que si bien podría pasar justo delante de mis narices un día cualquiera, lo cierto es que no sucede. Y pienso que esa debe ser en parte la diferencia: el reconocimiento por parte del espectador de una realidad idéntica a la suya, real, pero que adquiere ese punto de irrealidad al mostrar hechos o situaciones ajenas a nosotros (o mostradas de forma desde puntos de vista alternativos). Cabe decir que por supuesto, habría que entrar a considerar la percepción de una persona frente a la realidad, o, dicho de otra forma, porqué eventos que en el mundo real le pueden parecer más bien triviales, vistos en una pantalla o en un papel le parecen entretenidos.

La cuestión es que si bien mi vida o la de cualquiera puede ser interesante en cierta medida, la distancia entre la realidad y la ficción, aún a pesar de ser tremendamente consciente de la realidad de esta última, creo que es necesaria para como dices tú, que el espectador no se sienta engañado. En otras palabras, 71 fragmentos puede ser tan real como la vida misma, tan real que te reconozcas en parte dentro de ella, pero no puede ser tan real como para que te parezca que efectivamente, es real.

(Paja mental de las 12:14h; me siento como si estuviera diciendo tonterías)